El Sistema Político de la Restauración Española y el Surgimiento del Nacionalismo Vasco

Fundamentos de la Restauración

La Restauración se inspiró en el modelo bipartidista británico, imponiendo una disciplina parlamentaria hasta entonces insólita. El sistema político se basó en el turnismo, un turno pacífico y matemático entre dos grupos políticos: conservadores y liberales.

Constitución de 1876

La convocatoria de Cortes para elaborar la nueva Constitución se hizo por sufragio universal, respetando la legalidad vigente. Sin embargo, esto fue un mero trámite, ya que se había organizado un sistema de captación de votos. Antes de que comenzaran los debates, Cánovas consideró fundamental establecer unas premisas para poder colocar la monarquía por encima de los partidos políticos. Apeló para ello a una “constitución interna” que debía ser el fundamento de toda Constitución escrita: la Monarquía y las Cortes como instituciones anteriores y superiores a todo texto escrito por su tradición en los reinos españoles.

La Constitución establecía una imperfecta división de poderes al otorgar al monarca la facultad de nombrar al jefe de Gobierno. Reconocía vagamente las libertades políticas básicas y establecía un Parlamento bicameral, con un Senado formado por senadores por derecho propio y vitalicio, y diputados por sufragio censitario, aunque luego se impuso el sufragio universal. Se asumió un Estado confesional, aunque permitía el ejercicio privado de otras religiones. Fue promulgada el 30 de junio de 1876 y permaneció en vigor hasta 1931.

Práctica Política: Turnismo, Bipartidismo y Caciquismo

El modelo de Cánovas se inspira en la tradición del parlamentarismo británico de la Inglaterra victoriana y en la monarquía francesa de Luis Felipe de Orleans (1830). Para dotarlo de estabilidad, Cánovas lo sustentó sobre dos apoyos: la soberanía compartida del Rey y las Cortes, y la práctica política del turnismo. Esto implicaba la existencia de dos partidos oficiales que aceptaran la legalidad constitucional siguiendo el sistema inglés; dos partidos respetuosos con la Constitución que recogiesen las diferentes posturas y pudiesen turnarse en el gobierno, ahuyentando la idea de pronunciamientos militares. Para ello, se reforzó la coerción política y el centralismo, con medidas como la abolición de los fueros vascos tras la Tercera Guerra Carlista.

¿Cómo funcionaba el turno de partidos? Cuando el monarca retiraba su confianza al gobierno, previo pacto de los líderes de ambos partidos, encargaba provisionalmente el gobierno al partido contrario. Este, para contar con la mayoría en el Parlamento, se apresuraba a convocar elecciones, unas elecciones que debía ganar. El partido de la oposición estaba de acuerdo en “perder” estas elecciones mediante la falsificación y el fraude electoral.

Para que el sistema funcionara, se preparaban las listas electorales con notables del partido y personalidades. En las provincias, se arbitraban mecanismos para garantizar la victoria. La ley electoral determinaba, además, que en los distritos en que sólo se presentara un candidato, éste quedaba elegido sin necesidad de votación. En otros, actuaban los caciques. En las negociaciones locales entre el gobierno y los gobernadores civiles de provincia intervenía el cacique, que era el que podía entregar los votos.

El resultado era que triunfaba el partido previsto y su victoria llevaba consigo la renovación del Congreso y de numerosos cargos y empleos dependientes del poder, dando lugar a la figura del cesante. A la misma vez, se concedía un número razonable de escaños a la oposición para mantenerla dentro del juego político. Por otra parte, a los partidos no dinásticos se les impedía toda representación significativa, quedando fuera de las posibilidades de alcanzar el poder: republicanos, socialistas y nacionalistas.

Factores que explican este sistema:

  • El desinterés o desmotivación del pueblo hacia el sistema de partidos y las elecciones.
  • El atraso económico.
  • Las relaciones de dependencia entre campesinos y terratenientes.
  • El analfabetismo de parte de la población.

Partidos Políticos: Conservador y Liberal

Los partidos políticos no eran lo que hoy conocemos, no representaban a la sociedad real, ni eran partidos de masas. Contaban con pocos miembros, personalidades distinguidas, y eran grupos de presión que controlaban redes de influencia que llegaban desde Madrid a cada provincia, y desde el gobierno civil de cada provincia a los caciques locales. Había algunos partidos políticos fuera del sistema, pero conseguían escasos votos y menos diputados. El sistema estaba basado en la “no existencia de terceros partidos”, que no hubiera oposición al sistema.

Partido Liberal-Conservador

Su proceso de formación se había iniciado durante el Sexenio Democrático. Heredero de moderados y unionistas, participa en las Cortes Constituyentes de 1869, pero pasa a la oposición en 1871. Durante la I República practica el retraimiento parlamentario y, en agosto de 1873, Cánovas del Castillo se erige en jefe del partido alfonsino. Tras 1884, se denominó Partido Conservador. Su jefe, convertido en jefe del Gobierno, coloca a sus militantes de la alta burguesía, de la aristocracia y a los funcionarios de alta jerarquía en los puestos de gobierno. El apoyo a nivel regional lo recibe de las clases dirigentes del sur de España y de las clases medias de la fachada atlántica o de Levante.

Partido Liberal-Fusionista

Tiene su origen en el Partido Constitucional formado durante el reinado de Amadeo I de Saboya por los unionistas de izquierda, dirigidos por Serrano, y por los progresistas de Sagasta. Sagasta, partidario de la Constitución de 1869, se muestra abierto a la colaboración con el nuevo régimen sobre la base de unos apremiantes objetivos comunes: la victoria sobre el carlismo y sobre la insurrección cubana. La fusión de todas las corrientes se acordó el 2 de mayo de 1880 con la aceptación de un programa común en defensa del progreso y la libertad. Los liberales fusionistas accedieron al poder en febrero de 1881 por iniciativa de la Corona, comenzando así el turno de los partidos dinásticos. Su programa se basaba en cinco puntos: defensa de los derechos individuales, sufragio universal, responsabilidad judicial de las autoridades, la introducción del jurado y la iniciativa constitucional, competencia de unas Cortes expresamente convocadas para tal fin.

El Nacionalismo Vasco

En su formación inciden tres factores:

  • Un movimiento cultural para la recuperación de su cultura.
  • Los efectos de la revolución industrial y la inmigración.
  • La derrota del carlismo y la anulación de sus fueros.

Aparecerán dos tendencias:

  • Un nacionalismo radicalizado que defendía la recuperación íntegra de los fueros, más tradicional y agrario, con una defensa de lo vasco, la raza, la historia, la lengua, y la petición de independencia.
  • Un nacionalismo de carácter más burgués y urbano que aceptaba la abolición de los fueros y rentabilizaba la situación para pedir una legislación proteccionista que favoreciera la industria vasca.

Ambas tendencias se concretizan y se relacionan en la figura de Sabino Arana.

Sabino Arana y el Origen del Nacionalismo Vasco

Una de las características más importantes y peculiares del nacionalismo vasco es que fue formulado por una sola persona: Sabino Arana. Arana formula un proyecto de independencia combinando elementos históricos, defensa de la raza y de la religión, reivindicación de la tradición y rechazo de los maketos (castellanos) y su cultura – antiespañolismo – y la proclamación de la independencia de la nación vasca. Él fue quien acuñó el término Euskadi para designar la patria común de todos los vascos.

Igual que en el catalán, en el terreno cultural comienzan a aparecer sociedades, como la Sociedad Euskalerria, que fomentan la recuperación del euskera como lengua culta y la cultura vasca, e igualmente una propaganda a través de la prensa.

El Partido Nacionalista Vasco (PNV)

Las ideas de Arana se convierten en proyecto político con la fundación del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895. Como en el caso catalán, parte de las clases dirigentes vascas abandonan el esquema de la Restauración y le ofrecen su apoyo. El triunfo electoral se produciría pronto, en 1898. Pero la actitud represiva del Gobierno frenó el crecimiento y Arana cambió sus postulados hacia la formación de una liga de vascos españolistas. Se debate si se trataba de un giro táctico impuesto por las circunstancias o era una revisión de su ideología. Los primeros años del siglo XX son de un fuerte crecimiento: en 1907, el alcalde de Bilbao es nacionalista; a partir de 1915, cuentan con representación parlamentaria. Incluso se abrieron al mundo sindical con la creación de la Solidaridad de Trabajadores Vascos.