España (1788-1814): Impacto Revolución Francesa y Guerra Independencia

El Reinado de Carlos IV, Fernando VII y José I (1788-1813)

El periodo histórico que ahora desarrollaremos abarca los reinados de Carlos IV (1788-1808), Fernando VII (1808) y José I (1808-1813). En esta época de profunda crisis tendrá lugar el principio del fin del Antiguo Régimen y la Guerra de la Independencia (1808-1814), quiebra definitiva en la evolución histórica de España y punto de partida de un proceso que culminará, veinte años más tarde, con la revolución liberal.

El Impacto de la Revolución Francesa en España

Carlos IV se caracterizó por permitir la apertura a las ideas ilustradas. La quiebra de este modelo político se produjo en 1789, cuando estalló en Francia la Revolución, que pondría las bases de la liquidación, en la mayor parte de Europa, del Antiguo Régimen. Nació la soberanía nacional, con Constituciones que limitaban el poder de los reyes y con división de poderes. En España, la actitud frente al proceso revolucionario pasó por tres momentos:

  • Un primer momento (1789-1792) donde el miedo al contagio revolucionario llegó a la obsesión. Plasmada, por una parte, en las drásticas medidas de Floridablanca, que encabezaba el gobierno en ese momento. Plasmada, por otra parte, en la propaganda de la reacción del poder eclesiástico.
  • Un segundo momento en 1793, cuando se redoblaron las medidas anteriores, centradas en la declaración de guerra contra Francia. En 1795, España se vio obligada a firmar la paz por las negativas consecuencias de la guerra, otorgando concesiones a Francia (Santo Domingo y ventajas comerciales).
  • Un tercer momento donde esa enemistad inicial se tornó en amistad, estableciéndose continuas alianzas con Francia (Tratado de San Ildefonso). Amistad que degeneró en un entreguismo a la iniciativa francesa en 1807 con el Tratado de Fontainebleau, por el que se proyectaba la invasión y partición de Portugal y por el que Godoy, favorito de Carlos IV y María Luisa, se apuntaló en el poder, frente al acoso que le hacían sus enemigos; y por el que los ejércitos imperiales obtuvieron la autorización para introducirse en España (Convención secreta anexa).

España a Principios del Siglo XIX

La situación de España a comienzos del siglo XIX era muy complicada. Esta política de vaivenes llevada a cabo por España como resultado de la Revolución Francesa, supusieron un altísimo coste económico, centrada en una auténtica bancarrota de la Hacienda, a causa del descontrol en el gasto y, sobre todo, del endeudamiento originado por las sucesivas guerras desde 1776. A esto se sumaba la crisis demográfica, la crisis agraria y las dificultades para mantener el comercio con América, que nos condujeron a una situación interna de España caótica.

Además de lo anterior, crecía el desprestigio de las instituciones. La figura de Godoy era objeto del mayor escarnio, pero también se criticaba a los propios reyes Carlos IV y M.ª Luisa por mantenerlo en el poder. La nobleza que lo despreciaba por su origen plebeyo y por haberla apartado del poder, se unió en torno al príncipe heredero Fernando, que no dudó en conspirar contra sus padres para acabar con el favorito.

En este ambiente, en 1807 fue descubierta una conspiración de Fernando con su camarilla para destronar a sus padres. Tras un proceso en El Escorial, Fernando obtuvo, por su “profundo arrepentimiento”, el perdón de sus padres, no sin antes delatar a sus partidarios, que fueron desterrados. El lamentable espectáculo de El Escorial tuvo como colofón el llamado Motín de Aranjuez (marzo de 1808), donde las clases populares, alentadas por los partidarios de Fernando, por la nobleza en general, por un buen sector del ejército y por el clero, asaltaron el Palacio de Aranjuez. Godoy fue depuesto y Carlos IV se vio obligado a abdicar, cediendo la Corona a su hijo.

Estos vergonzosos sucesos fueron contemplados por Napoleón, quien, aprovechando la presencia de sus tropas en España (Tratado de Fontainebleau) y comprobando la debilidad y las divisiones internas de la Corte española, concibió un proyecto nuevo para los destinos de España: sustituir la dinastía borbónica y convertir los territorios al norte del Ebro en provincias francesas.

La Guerra de la Independencia

El Estallido de la Guerra

El primero de los objetivos quedó completado en los primeros días de mayo de 1808 en las llamadas abdicaciones de Bayona, en las que ambos monarcas, Carlos IV y Fernando VII, cedieron sus derechos dinásticos a Napoleón, quien colocaría en el trono español a su hermano José I (1808-1813), facilitándole para el ejercicio de su gobierno la llamada Constitución de Bayona. Sin embargo, José I, a lo largo de sus más de cuatro años de reinado, se encontró con el único apoyo de los “afrancesados”.

Efectivamente, esa soledad de José I se explica en el contexto dramático en el que España se hallaba envuelta desde los primeros días de mayo de 1808, en la llamada Guerra de la Independencia. En efecto, el 2 de mayo de 1808 culminó en Madrid una coyuntura potencialmente explosiva, espoleada ahora por la presencia altiva del ejército francés. Esta presencia, unida al marco general de crisis y de caos en el poder, explica la sublevación por parte del pueblo, primero madrileño y posteriormente de cualquier rincón de la geografía peninsular. La brutalidad de los enfrentamientos del pueblo contrastó con la pasividad de los órganos de gobierno y de las clases dirigentes.

El carácter de la guerra fue doble. Por una parte, fue una guerra nacional, ya que participó el pueblo entero en armas. Por otra parte, fue una guerra de liberación frente al dominio francés. La aparición de los guerrilleros, así llamados porque formaban partidas sueltas o guerrillas, reveló el carácter popular de la guerra. Guerrilleros como Espoz y Mina, Juan Martín Díaz “el Empecinado” y el cura Merino, constituyeron una auténtica úlcera para Napoleón, según su propia expresión. Cádiz fue la única ciudad en la que las tropas napoleónicas no pudieron entrar. El pueblo español apoyaba a Fernando VII, mientras este felicitaba a Napoleón por sus acciones contra el pueblo español.

Fases de la Guerra (1808-1814)

La guerra fue larga (1808-1813) y en ella se pueden distinguir tres fases:

  • Primera Fase (1808-1809)

    El avance francés sobre Andalucía en la primavera de 1808 acabó en una severa derrota sufrida en Bailén por las tropas napoleónicas de Dupont frente a las del general Castaños.

  • Segunda Fase (1809-1812)

    Napoleón se vio obligado a venir a la Península y logró que sus tropas entrasen de nuevo en Madrid. La victoria de Ocaña (19 de noviembre de 1809) permitió a los franceses avanzar sobre Andalucía, que fue ocupada, salvo la ciudad de Cádiz. Desde 1809 en adelante, la guerra entró en una fase de desgaste caracterizada por la imposibilidad de dominar el territorio peninsular y por la hostilidad continua de la guerrilla, como forma típica de resistencia civil.

    La importancia de la guerrilla radicó en su peculiar táctica. El guerrillero rehúye la batalla frontal, en la que se sabe inferior, y optó por golpear repetidamente, mediante emboscadas, contra fuerzas reducidas del enemigo. Vivía sobre el terreno y contaba con el apoyo de la población que le suministraba víveres, información y escondites, lo que hacía muy difícil a los franceses detectarlos y capturarlos. Sus objetivos clave eran las líneas de comunicación, la retaguardia, los abastecimientos y los convoyes de armas. Su efecto sobre el ejército francés fue doble: por un lado, minaba la moral de los soldados y por otro lado obligaba a mantener un elevado número de hombres dedicados a misiones de escolta, vigilancia y control de retaguardia, lo que mermaba considerablemente las tropas que participaban en campañas de guerra convencional. Como conclusión, puede afirmarse que la guerrilla fue decisiva para la derrota francesa.

  • Tercera Fase (1812-1813)

    A partir de 1812, la guerra entró en una nueva fase, como consecuencia del grave descalabro sufrido por Napoleón en Rusia. La situación de los franceses se hizo cada vez más difícil, viéndose obligados a replegarse hacia el norte y sufriendo a lo largo de 1813 una serie de derrotas. El 11 de diciembre de 1813, Napoleón firmó el tratado de Valençay, por el que restituyó la Corona de España a Fernando VII. El 13 de marzo de 1814, Fernando emprendió el camino de regreso a España. El 8 de abril se firmó el armisticio. La guerra había terminado.