El Impacto de la Primera Guerra Mundial en España: La Crisis Final de la Restauración
La Primera Guerra Mundial, iniciada en 1914, enfrentó a Alemania y Austria contra las potencias aliadas: Gran Bretaña, Francia y Rusia. El presidente español, Eduardo Dato, tras un debate interno entre aliadófilos y germanófilos, declaró la neutralidad de España, evitando así un desastre mayor para la población. Sin embargo, esta neutralidad tuvo consecuencias económicas y sociales significativas.
Gran parte de la producción española se dedicó a la exportación. La escasez de bienes de primera necesidad se convirtió en un grave problema para las clases populares: los precios de productos básicos como el pan, el arroz, los combustibles y el bacalao se dispararon. El conflicto social, a causa del empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población, fue creciendo, y las organizaciones obreras encabezaron una protesta cada vez mayor.
La Crisis de 1917
En 1917, se produjeron conflictos políticos y sociales en gran parte de Europa. El zarismo cayó en Rusia, dando paso a la revolución bolchevique. En España, coincidieron las graves dificultades del sistema político de la Restauración, el descontento militar y la conflictividad social, provocando una protesta generalizada que se manifestó en tres frentes: protesta militar, crisis política y huelga general revolucionaria.
Protesta Militar
El ejército español presentaba un número excesivo de oficiales en relación con el de soldados. Los ascensos se obtenían mayoritariamente por méritos de guerra, beneficiando a los militares africanistas en detrimento de los peninsulares. Además, la inflación hizo disminuir el valor real de los ya bajos salarios militares. El descontento entre los oficiales desembocó en la formación de las Juntas de Defensa, asociaciones militares que actuaban como grupo de presión para defender sus intereses profesionales.
Aunque inicialmente hubo cierta expectativa de colaboración entre las Juntas y otros sectores sociales, sus reivindicaciones eran principalmente corporativas. Un nuevo gobierno, formado por republicanos y socialistas, se comprometió a prestarles apoyo parlamentario, y Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República.
Crisis Política
El gobierno conservador de Eduardo Dato había sido sustituido en 1916 por el liberal Conde de Romanones. En abril de 1917, Dato volvió a asumir la jefatura del gobierno. A mediados de junio, una representación de diputados de la oposición (nacionalistas, republicanos) reclamó enérgicamente al gobierno la reapertura de las Cortes. El gobierno se negó, declaró el estado de excepción y aumentó la censura de prensa.
La Liga Regionalista organizó una Asamblea de Parlamentarios catalanes, que buscaba la formación de un gobierno provisional y la convocatoria de Cortes constituyentes para reformar el sistema político y descentralizar el Estado. Sin embargo, este movimiento no tuvo continuidad. Las fuerzas monárquicas no lo apoyaron, y las Juntas de Defensa se mostraron contrarias a la iniciativa. Las diferencias entre regionalistas y los grupos de izquierda hicieron imposible un acuerdo.
La Huelga Revolucionaria (Agosto de 1917)
En marzo de 1917, los sindicatos CNT y UGT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se pedía al gobierno que interviniera para contener los precios, bajo la amenaza de convocar una huelga general. La huelga, finalmente convocada en agosto, tuvo una repercusión desigual, con escasa participación de los sectores campesinos. La reacción del gobierno fue represiva: se declaró la Ley Marcial y se envió al ejército para sofocar el movimiento.
La huelga general fracasó y tuvo consecuencias importantes: debilitó aún más al régimen, demostró su brutalidad y radicalizó a la oposición.
La Descomposición del Sistema
El régimen de la Restauración entró en una progresiva descomposición. Los partidos dinásticos se dividieron en grupos encabezados por diferentes políticos. Desde 1917, se recurrió con frecuencia a gobiernos de concentración (como el “gobierno nacional”). Sin embargo, las diferencias entre los coaligados imposibilitaron llevar a cabo reformas, restablecer el orden social y contener la inflación.
Tras el fracaso de los gobiernos de concentración, se volvió al turno dinástico, pero ningún partido reunió la mayoría parlamentaria suficiente para gobernar, a pesar de recurrir al fraude electoral.
Conflictividad Obrera y Pistolerismo
Los años posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron de gran conflictividad en Europa. El triunfo de la revolución bolchevique y el establecimiento del Estado soviético dieron esperanzas a los grupos revolucionarios. El final del conflicto bélico trajo un cambio brusco en las condiciones económicas: la producción descendió, aumentó el paro y subieron los precios. El movimiento huelguístico afectó a las regiones industriales. En 1919, se inició la huelga de La Canadiense, que duró mes y medio y finalizó con un acuerdo.
La conflictividad laboral degeneró en una radicalización de las posiciones de los sindicatos y de la patronal. La patronal contrató pistoleros a sueldo para asesinar a dirigentes obreros. Los grupos afines a la CNT respondieron con un activismo violento, atentando contra autoridades, patronos y fuerzas del orden. El pistolerismo (1916-1923) causó más de 800 atentados y la muerte de numerosas personas, entre ellas el presidente del gobierno Eduardo Dato y dirigentes sindicalistas.
El Problema de Marruecos: El Desastre de Annual
A comienzos de la década de 1920, las tribus rifeñas hostigaban al ejército español de forma permanente. En 1921, se llevaron a cabo varias operaciones para controlar a los rebeldes. Sin embargo, el ejército fue derrotado en Annual, perdiendo todo el territorio ocupado y sufriendo unas 13.000 bajas. Este desastre agravó aún más la crisis política y social en España.