La España del Siglo XIX: Un Periodo de Transformaciones
De la Guerra de Independencia al Trienio Liberal (1808-1823)
En 1808, la entrada de las tropas napoleónicas en España y el posterior alzamiento contra ellas marcaron el inicio de la Edad Contemporánea en España. Este evento supuso la irrupción de las clases medias y populares en la política, introduciendo conceptos clave como nación, patria, liberalismo y guerrilla.
Tras la guerra, que finalizó en 1814, se restauró el absolutismo, intentando borrar la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. Sin embargo, hubo varios intentos de reinstaurar la Constitución de 1812 por la fuerza. El levantamiento de Riego en 1820 triunfó, dando paso al Trienio Liberal, un periodo en el que el liberalismo se dividió en dos facciones: moderados y exaltados.
En 1823, un ejército francés intervino, permitiendo a Fernando VII restaurar el absolutismo. A la represión, el exilio y el atraso económico y cultural, se sumó el problema sucesorio del rey, que propició el nacimiento del carlismo, un movimiento ultraconservador.
En el ámbito internacional, desde finales del siglo XVIII, el Antiguo Régimen (AR) comenzó a desmoronarse debido a las revoluciones en diferentes territorios. El cambio se inició en Norteamérica con la independencia de EE. UU. Posteriormente, la Revolución Francesa supuso el fin del AR, la monarquía absoluta y la sociedad estamental, originando un ciclo histórico que se prolongó hasta 1848 con la expansión del liberalismo por gran parte de Europa.
El Reinado de Isabel II y la Consolidación del Liberalismo (1833-1868)
Durante las regencias de María Cristina y Espartero, se estableció el modelo de liberalismo que regiría España durante el siglo XIX.
Una vez asentada en el trono Isabel II, el liberalismo moderado benefició a los grupos que vieron en el Estado liberal el instrumento de sus ambiciones. Las burguesías de negocios y terratenientes, aliadas con las viejas oligarquías del AR, construyeron un sistema de poder y dominación. Este sistema fue acompañado de una modernización económica y administrativa, y de reformas legales características de un Estado centralista.
Progresistas, moderados, unionistas, demócratas, carlistas y neocatólicos fueron los protagonistas políticos del reinado de Isabel II. Las grandes figuras del período fueron militares, conocidos como “espadones”: Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano y Prim. Estos militares, ya fuera en el gobierno o mediante pronunciamientos, decidieron la vida política y económica, combinando modernización y autoritarismo.
En el plano internacional, durante este reinado se produjeron las revoluciones de 1848, que expandieron los ideales liberales y nacionalistas, así como las demandas sociales de las clases populares (sufragio universal masculino). Es la época de la II República francesa, de Luis Napoleón y del II Imperio. También es el periodo de la unificación italiana, liderada por Víctor Manuel II de Saboya, Cavour y Garibaldi, y de la unificación alemana, impulsada por el canciller Otto von Bismarck.
El Sexenio Democrático y la Restauración Borbónica (1868-1902)
El período histórico de 1868 a 1874 se conoce como Sexenio Democrático. Durante este tiempo, se implantó el sufragio universal y se plantearon importantes reformas sociales y el reconocimiento de derechos hasta entonces ignorados. Fue una etapa agitada de cambios políticos, movimientos sociales, conflictos armados y soluciones fallidas. Se sucedieron numerosos gobiernos, varias modificaciones de régimen (incluyendo una regencia), un cambio de dinastía y la instauración de una república con diversas variantes. El balance de estos seis años fue de gran frustración para republicanos federales, carlistas y, sobre todo, para las capas populares, que habían creído en la posibilidad de un cambio.
El régimen de la Restauración fue resultado del fracaso de la experiencia republicana y, en conjunto, de todo el proceso revolucionario del Sexenio. El partido alfonsino preparó la llegada del nuevo monarca, Alfonso XII. Su principal valedor fue Cánovas del Castillo, quien diseñó un sistema político basado en la hegemonía de dos partidos: el Conservador y el Liberal. Durante los primeros años, se configuraron los rasgos esenciales de este sistema: la Constitución de 1876, el papel del monarca y el turno pacífico. Tras la muerte del rey, su viuda, María Cristina de Habsburgo, fue nombrada regente y garantizó la estabilidad mediante el turnismo y el fraude electoral. La crisis de fin de siglo, con la derrota de 1898, inició la descomposición del sistema de la Restauración, que se materializó en el siglo XX.
Durante este período, Europa experimentó una serie de cambios significativos. En 1870, estalló la Guerra Franco-Prusiana, que culminó con la victoria prusiana y el establecimiento del Imperio Alemán en 1871. Además, se produjo la expansión imperialista europea, con países como Gran Bretaña, Francia y Alemania compitiendo por colonias en África y Asia. Este período estuvo marcado por tensiones internacionales y rivalidades que acabarían desencadenando en el conflicto armado más devastador hasta la fecha: la Primera Guerra Mundial.
El Reinado de Alfonso XIII y la Crisis de la Restauración (1902-1931)
La crisis de 1898 generalizó un deseo de cambios en el desprestigiado sistema político de la Restauración. Los primeros años de la monarquía de Alfonso XIII se caracterizaron por los intentos de los nuevos líderes de los partidos dinásticos de reformar el sistema, pero los proyectos de regeneración y de modernización fracasaron.
El período de 1917 a 1923 marcó la crisis definitiva de la Restauración. La inestabilidad política, el creciente protagonismo de los militares, la aguda conflictividad social y el problema colonial en el Protectorado de Marruecos crearon un clima favorable a una solución autoritaria, que sobrevino con el golpe de Estado del general Primo de Rivera.
El fracaso del “regeneracionismo” autoritario de la dictadura de Primo de Rivera arrastró a la propia monarquía y abrió paso a la implantación de la República en abril de 1931.
Durante el período comprendido entre 1900 y 1930, Europa fue testigo de importantes acontecimientos históricos. El inicio del siglo estuvo marcado por tensiones crecientes entre las potencias europeas, que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, finalizada con el Tratado de Versalles. El período de entreguerras fue testigo de significativos avances culturales y artísticos en Europa, como la Belle Époque francesa, pero también del surgimiento y ascenso de los fascismos italiano y alemán, y de la Revolución Rusa. La Gran Depresión, surgida en EE. UU., se extendió por todo el mundo y agravó la crisis europea, dando lugar a un aumento del desempleo y a una caída drástica de la producción industrial y agrícola.