Contexto Histórico: El Frente Popular y la II República
La expulsión de Alcalá Zamora de la presidencia de la II República y su sustitución por Azaña marcaron un punto de inflexión en la política española. Con Azaña neutralizado políticamente, Casares Quiroga formó gobierno en un clima de creciente intranquilidad. Las huelgas en el campo, la incautación de tierras y las huelgas en las ciudades avivaron la violencia entre falangistas, cuyas filas crecían con jóvenes desencantados de la CEDA, y las organizaciones obreras. Como señala Manuel Tuñón de Lara, “el engranaje de la violencia se agravó considerablemente”. Atentados personales, incendios de edificios religiosos y una tensión social en continuo aumento caracterizaron esta “primavera trágica”, en palabras de Ricardo de la Cierva.
La oposición, compuesta por monárquicos, republicanos de centro y derecha, y falangistas, optó por la resistencia a través de la acción callejera, la actividad parlamentaria y la conspiración. La violencia de Falange Española (FE) se redujo tras la detención de sus líderes y el cierre de sus sedes después de su ilegalización. Las Cortes fueron escenario de intensas sesiones, mientras que los altos mandos del Ejército iniciaban conversaciones y contactos con falangistas y carlistas.
Los días entre el triunfo del Frente Popular y el inicio de la guerra en julio fueron una sucesión de actos violentos en las calles y una dialéctica no menos violenta en el Parlamento. La violencia se extendió por todo el país, y la guerra se hacía cada vez más inminente. El asesinato del líder derechista del Bloque Nacional, José Calvo Sotelo, culminó una espiral de muerte y enfrentamiento. Este hecho, como señala Stanley Payne, fue un “asesinato sin precedentes, ya que nunca, en la historia de Europa Occidental había sido asesinado un dirigente de la oposición por fuerzas del gobierno”. Los guardias de asalto, en su mayoría afines a la izquierda, asesinaron al político en respuesta a un atentado falangista contra un compañero suyo, el teniente Castillo, que a su vez era una represalia por el asesinato de un joven falangista. La violencia se desató sin control.
Salvador de Madariaga atribuye una curiosa responsabilidad al inicio de la guerra: “La circunstancia que hizo inevitable la Guerra Civil en España fue la guerra civil dentro del PSOE”. Si bien esta opinión puede ser exagerada, la radicalización de los caballeristas contribuyó al clima de tensión. Largo Caballero anunció su intención de avanzar “pacíficamente, pero si es preciso, por circunstancias especiales, saltaríamos por encima de los obstáculos” (abril de 1936). En marzo, las juventudes socialistas se unieron a las comunistas. En abril, José Díaz, del PCE, habló de crear “una milicia que sea el embrión del Ejército Rojo en España”. El anarquismo se apoderó del campo, mientras que el comunismo se enfrentaba en las calles a los falangistas.
El Papel del Ejército
En este panorama, se gestaba en la sombra una fuerza importante: el Ejército. Su sector más profesional, la oficialidad africanista, ultimaba los detalles para alzarse en armas contra la II República y formar una milicia voluntaria con falangistas, carlistas y opositores a la revolución marxista. Indalecio Prieto lo resumió así: “el fascismo en España lo está creando el Frente Popular con sus errores, y la única manera de acabar con él es hacer las cosas bien”.
El Ejército, lejos de ser un cuerpo monolítico, era un organismo diverso con diferentes opiniones y criterios políticos. Pervivía el talante liberal del siglo XIX, pero la guerra de África había creado un Ejército profesional con un fuerte sentido nacionalista. Ideológicamente, estaban representadas todas las facciones: monárquicos, moderados, falangistas entre la oficialidad más joven, e incluso comunistas, aunque en menor número.
El general Emilio Mola explicó que el malestar en el Ejército no se debía solo a las decisiones gubernamentales, sino al sectarismo y la oratoria insultante que lo convertían en blanco de una campaña de desprestigio. Los documentos del ejército sublevado, redactados por Mola, hablaban de restaurar la legalidad republicana, establecer un gobierno provisional y disolver los partidos del Frente Popular, junto con medidas sociales y económicas. Estos documentos reflejan la ideología de una parte considerable del Ejército que se unió a la conspiración.
El 16 de julio, el Tercer Tabor de las Fuerzas Regulares de Alhucemas se puso en marcha, marcando el inicio de la guerra.
La Guerra (1936-1939)
1936: El Estallido de la Guerra
La insurrección comenzó en Melilla el 17 de julio y se extendió rápidamente por el Protectorado y la Península. El 18 de julio, el pánico se apoderó del gobierno, con tres jefes de gobierno en un solo día: Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral. Los intentos de negociar con los sublevados fracasaron, y el gobierno de Giral aprobó la militarización de los obreros, repartiendo armas. Las fuerzas alzadas fueron disueltas por decreto, y el pronunciamiento fue declarado ilegal.
La sublevación tuvo resultados mixtos:
- Éxito: Sevilla, Navarra, Galicia, Castilla la Vieja, parte de Aragón, Extremadura, Baleares, y algunos “islotes” en territorio enemigo: Córdoba, Granada, Oviedo, Zaragoza, el Alcázar de Toledo y el Santuario de Santa María de la Cabeza.
- Fracaso: Madrid, Cataluña, Levante, el Norte, y parte de Aragón y Andalucía.
Las tropas sublevadas avanzaron hacia Madrid desde Burgos, Valladolid y Zaragoza, deteniéndose en la Sierra de Guadarrama. Un puente aéreo abasteció a Sevilla desde Marruecos, mientras Franco cruzaba el Estrecho con escasos recursos. La caída de Badajoz en agosto unió a los ejércitos del norte y del sur. Tras la muerte de Sanjurjo y Mola, el general Franco concentró el poder en el bando nacional y fue proclamado Caudillo de España en octubre. En el bando republicano, se formaron tres gobiernos: el central, con Largo Caballero sustituyendo a Giral, y los gobiernos nacionalistas catalán y vasco.
La lucha continuó en Aragón, y los nacionales rompieron el cerco de Oviedo en octubre. Se creó el Comité de No Intervención en Londres, pero la ayuda soviética a Madrid y la italo-germana a Burgos aumentaron. Los nacionales liberaron el Alcázar de Toledo y llegaron a las puertas de Madrid en noviembre. El gobierno republicano trasladó la capital a Valencia. A finales de año, Madrid, Barcelona y Valencia seguían en manos republicanas, pero el gobierno del nuevo Estado se consolidó en Burgos.
1937: Un Año Decisivo
En 1937, el ejército republicano, mejor pertrechado y adiestrado, demostró una mayor capacidad defensiva, aunque su capacidad ofensiva seguía siendo inferior a la del ejército sublevado. Los nacionales mejoraron sus posiciones en el frente madrileño y tomaron Málaga y casi toda Andalucía, pero fracasaron en sus intentos de cortar las comunicaciones entre Madrid y Valencia en las batallas de Jarama y Guadalajara. El Santuario de Santa María de la Cabeza cayó en manos republicanas.
En abril, se publicó en Burgos el Decreto de Unificación, creando el partido único FET y de las JONS. En el bando republicano, se produjeron enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales, con fuerte presencia del PCE, y anarquistas y POUM. Largo Caballero fue sustituido por el Dr. Negrín en mayo. Franco liquidó el frente norte entre mayo y octubre. Madrid contraatacó en Brunete y Belchite, retrasando el avance nacional. Los republicanos sitiaron y tomaron Teruel.
1938: La Decantación del Conflicto
En 1938, la guerra se decantó definitivamente. Los nacionales recuperaron Teruel e iniciaron una ofensiva en Aragón, penetrando en Cataluña a finales de marzo. Prieto, partidario de negociar la paz, fue cesado por Negrín. La ofensiva continuó al sur del Ebro, llegando a Vinaroz y dividiendo la España republicana. A finales de junio, Franco inició la campaña en Levante, pero la ofensiva republicana en el Ebro obligó a retirar tropas. La batalla del Ebro, la más dura de la guerra, aniquiló la capacidad de reacción del ejército republicano, dejando Cataluña vulnerable.
La política internacional favoreció a los nacionales. Tras la Conferencia de Múnich, las democracias occidentales comenzaron a reconsiderar su postura. Comenzó la retirada de combatientes extranjeros, y algunos países se ofrecieron como mediadores, pero Franco rechazó las propuestas. El año terminó con el avance victorioso de los nacionales.
1939: El Fin de la Guerra
Tras la derrota en el Ebro, la campaña de Cataluña continuó. En enero cayó Barcelona, y en febrero, con la ocupación de los pasos fronterizos, finalizó la campaña. Azaña dimitió, y Martínez Barrio asumió la presidencia. El gobierno republicano huyó a Francia. En la zona centro, la República aún contaba con 50 divisiones, pero la desmoralización era generalizada. El coronel Casado, considerando la guerra una causa perdida, intentó negociar la paz, pero Franco rechazó las propuestas. Casado se rindió y abandonó Madrid. El 28 de marzo, los nacionales entraron en Madrid. El 30 ocuparon Valencia, y el 31, Murcia, Almería y Cartagena. El 1 de abril, Radio Nacional de España anunció el fin de la guerra, que duró 984 días. “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.