España en los Siglos XVIII y XIX: De Carlos IV a Alfonso XII – Transformaciones Políticas y Sociales

El Reinado de Carlos IV (1788-1808)

En 1789, se desató una revolución en Francia en contra de la monarquía absoluta. Este acontecimiento tuvo lugar durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), el cual estuvo marcado por una grave crisis socioeconómica.

Crisis Económica

La caída de los rendimientos agrícolas provocó un gran malestar social, manifestado en un aumento del precio de los alimentos y en el estallido de motines. La inexistencia de un mercado nacional impedía un suministro adecuado a la población, por lo que los precios variaban mucho de unas regiones a otras. El sector manufacturero también se vio afectado por la crisis. Además, debido a una epidemia de fiebre amarilla, las migraciones de una zona a otra aumentaron, así como la mortalidad.

Consecuencias de la Revolución Francesa

La Revolución Francesa provocó un frenazo en la política ilustrada de reformas, con el objetivo de atajar la difusión de las ideas revolucionarias. Se impuso la censura y se reactivó la Inquisición. Además, se inició un ciclo bélico que presentó dos fases:

  1. La guerra contra Francia (1793-1795), en la que España se alió con las principales monarquías europeas.
  2. La guerra contra Reino Unido (1796-1808), en la que España se alió con Francia, aportando su armada, que fue derrotada en la batalla de Trafalgar.

Crisis Política Interna

Carlos IV recurrió a Manuel Godoy para que le ayudara a gobernar. Sin embargo, la política de este generó la pérdida del apoyo de la nobleza y el clero. Los sectores ilustrados también se opusieron a las reformas. La oposición se vio reforzada por el sometimiento de Godoy a Napoleón y el antagonismo del príncipe Fernando. Este último protagonizó varios golpes de Estado contra su padre, hasta que finalmente alcanzó el poder en el Motín de Aranjuez (1808). Un año antes, se había firmado el Tratado de Fontainebleau, por el que las tropas francesas podían pasar a España para ocupar Portugal. Estas tropas ocuparon toda la península y Napoleón llamó a Carlos IV y Fernando VII a Bayona para firmar las Abdicaciones de Bayona, dejando el trono al hermano de Napoleón, José I. El pueblo español realizó varios movimientos en contra de los franceses, apoyados por una gran parte de los cargos del Antiguo Régimen.

José I y la Guerra de la Independencia (1808-1814)

Los franceses intentaron instaurar por la fuerza un sistema político basado en los principios del liberalismo, aunque con un carácter autoritario y respetando algunas tradiciones del país. Las tropas francesas no consiguieron en ningún momento ocupar toda la península (Alicante y Cádiz). Las tropas españolas se aliaron con las inglesas, que habían llegado para ayudar a Portugal, y finalmente consiguieron que Napoleón devolviera el trono a Fernando VII en 1813.

En Cádiz se convocaron unas Cortes en las que se decidió elaborar una constitución liberal que recogiera las novedades aportadas por la Revolución Francesa. La Constitución de 1812 se promulgó ese mismo año y sus principios eran:

  1. Afirmación de la soberanía nacional.
  2. Reconocimiento de derechos y libertades individuales e igualdad ante la ley.
  3. División de poderes.
  4. Establecimiento de la religión católica como única.
  5. Sufragio universal masculino para elegir a los representantes en las Cortes.
  6. Creación de la Milicia Nacional.
  7. Monarquía moderada.
  8. Libertad económica.

La Constitución apenas pudo aplicarse, debido al contexto bélico y a la restauración del absolutismo en 1814.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

Al regreso de Fernando VII (1814), un grupo de diputados absolutistas le entregó el Manifiesto de los Persas, en el que se pedía al monarca que se volviera al absolutismo. Así se hizo, y Fernando VII abolió la Constitución. Se inicia aquí el Sexenio Absolutista (1814-1820), apoyado por la Santa Alianza, que unía a casi todas las monarquías europeas contra cualquier brote liberal.

El gobierno de Fernando VII fue desastroso, marcado por la guerra abierta de independencia de las colonias americanas, una inestabilidad en el gobierno y la quiebra de la Hacienda, cuyas reformas para solventarla eran rechazadas por los grupos absolutistas. Hubo una serie de levantamientos liberales hasta que finalmente triunfó el de Rafael de Riego, por lo que Fernando VII tuvo que jurar la Constitución de 1812 en 1820.

Empieza ahora el Trienio Liberal (1820-1823), en el que hubo una serie de reformas políticas y económicas que trataron de aplicar las normas emanadas de las Cortes de Cádiz. Los liberales se dividieron en moderados (partidarios de un Senado aristocrático) y exaltados (partidarios de reformas radicales). Tanto los gobiernos moderados como los exaltados estuvieron inmersos en una crisis económica, hasta que, finalmente, Fernando VII volvió al poder con ayuda de Francia (los Cien Mil Hijos de San Luis), empezando una nueva década absolutista (Década Ominosa, 1823-1833).

La represión política obligó a un gran número de intelectuales a abandonar España. Estos intelectuales empezaron a conspirar para derrocar a Fernando VII. Los liberales que no pudieron huir fueron encarcelados o asesinados. El monarca intentó modernizarse, pero sin renunciar al sistema del Antiguo Régimen. La pérdida de las colonias agravó la crisis económica, por lo que se hizo necesaria una reforma fiscal y cambios en la administración del Estado.

Fernando VII derogó la Ley Sálica, lo que permitiría reinar a mujeres. De este modo, Fernando dejó a su hija Isabel como heredera, a pesar de las múltiples quejas de los más absolutistas, que estaban a favor del hermano del monarca, Carlos María Isidro. Fernando murió en 1833 e Isabel fue proclamada reina con solo dos años.

El Reinado de Isabel II (1833-1868)

Debido a su corta edad, el reinado de Isabel II estuvo marcado por las regencias. La primera fue la de María Cristina (1833-1840), de talante moderado. Bajo su mandato, comenzó la Primera Guerra Carlista. Con ayuda de Martínez de la Rosa se concibió el Estatuto Real, por el que se creaban dos cámaras (una alta y una baja). La soberanía se depositó en las Cortes con el rey. El sufragio se limitó a una minoría con una renta elevada. Las relaciones entre el gobierno y las Cortes se tornaron tensas.

Comenzó aquí un gobierno progresista (1835-1837) en el que destacó la participación de Mendizábal, bajo cuyo mandato se realizó una desamortización de los bienes de la Iglesia para intentar sanear la deuda pública y acabar con la guerra, aunque no dio resultado. Se implantó el sufragio universal masculino y se redactó una nueva constitución (1837) que intentó aunar los principios progresistas y moderados. Los aspectos más importantes fueron el reforzamiento del poder de la Corona y que las Cortes pasaron a ser bicamerales (Congreso de los Diputados y Senado). Sin embargo, pronto se volvió al sufragio censitario y empezó a haber falseamiento de los resultados.

Empieza el Trienio Moderado (1837-1840), marcado por una serie de motines progresistas y por la guerra carlista, en la que ganaron los liberales, dirigidos por el general Espartero, tras la firma del Convenio de Vergara en 1839. Espartero prometió el mantenimiento de los fueros vascos y el reconocimiento de los oficiales del ejército carlista, pero posteriormente lo incumplió.

Tras la guerra carlista, empieza la Regencia de Espartero (1840-1843). Gobernó como regente único con talante autoritario. Retomó la venta de bienes del clero y apostó por el librecambismo. Los moderados acusaron a Espartero de haberse vendido a los ingleses y realizaron un levantamiento, dirigido por O’Donnell, que fracasó. Su pérdida de popularidad (conspiración de moderados y María Cristina, bombardeo de Barcelona…) provocaron la renuncia de Espartero.

Los progresistas propusieron adelantar la mayoría de edad de Isabel para evitar el regreso de María Cristina. Se nombró jefe de gobierno a Olózaga, aunque Narváez fue el que manejaba los hilos de la política. Cuando María Cristina volvió a España, Narváez decidió tomar el poder.

Empieza la Década Moderada (1844-1854), en la que destacó el fraude electoral. Había cinco grandes partidos: demócratas, progresistas, Unión Liberal, moderados y carlistas. Narváez se centró en formar un Estado centralizado y uniforme. Se redactó una nueva constitución moderada, se suspendió la desamortización clerical, se formó un plan de estudios, se elaboraron nuevas leyes de administración y Hacienda y se creó la Comisión Nacional de Codificación. Narváez perfeccionó el sistema de corrupción electoral y, tras la Segunda Guerra Carlista, se nombró dictador.

Tras la presidencia de Bravo Murillo (intento de saneamiento de la deuda y resolución de los problemas con la Iglesia), el partido moderado se fue desgastando hasta que en 1854 hubo una sublevación, que dio lugar al Bienio Progresista (1854-1856). Espartero volvió a España pero, debido al descontento de la población, se retiró, dejando a O’Donnell al cargo. Se elaboró en 1856 una constitución de carácter progresista que nunca se puso en vigor.

Durante la hegemonía de la Unión Liberal a cargo de O’Donnell (1856-1863) se desmanteló todo el progreso del bienio, aunque se mantuvieron algunas leyes progresistas, por lo que la reina nombró a Narváez como presidente. Empezó un desarrollo económico (ferrocarril y telégrafo) que siguió luego a la vuelta de O’Donnell.

A partir de 1863 empieza un periodo de inestabilidad política y crisis económica. En 1868, una revolución (La Gloriosa) obliga a Isabel II a exiliarse.

El Sexenio Democrático: Amadeo I y la Primera República (1868-1874)

Se encomienda al general Serrano que forme un gobierno provisional, quien dejó fuera a los demócratas (que eran el sector más revolucionario). Se atendieron algunas peticiones populares. Se redactó en 1869 una nueva constitución que establecía la soberanía nacional de base popular y proclamaba la división de poderes. También regulaba los derechos individuales, establecía el sufragio universal e instauró un sistema bicameral. Se planteó la necesidad de buscar un nuevo rey. Esto provocó la oposición de los republicanos y obligó a nombrar a Serrano regente y Prim ocupó la jefatura del gobierno. Esta etapa estuvo plagada de convulsiones sociales y movimientos revolucionarios.

Amadeo de Saboya fue elegido rey, propuesto por Prim. Pero al llegar este a España (1870), Prim murió en un atentado. Amadeo no tuvo el apoyo de los altos mandos militares ni de la aristocracia. El reinado de Amadeo estuvo marcado por una inestabilidad política y social y por una oposición cada vez más radical de los republicanos. Tras una serie de guerras (Cuba y Tercera Guerra Carlista) y problemas con el ejército, Amadeo dimitió en 1873.

Tras la marcha de Amadeo, se proclamó la Primera República, que abarcó menos de un año. El primer presidente fue Figueras, al que siguió Pi i Margall, el cual tuvo que enfrentarse a una huelga general y al surgimiento de los cantones. Tras esto, llegó al poder Salmerón, bajo cuyo mandato se elaboró una constitución non nata, pero se fue al oponerse a la pena de muerte. Le sucedió Castelar, que defendía una república centralista. El general Pavía dio un golpe de Estado y acabó así la Primera República española. Se impuso una república con Serrano como presidente, aunque es considerada como una dictadura, que acabó con otro golpe de Estado y la vuelta a los Borbones con el hijo de Isabel II, Alfonso XII.

La Restauración Borbónica: Alfonso XII (1874-1885) y la Regencia de María Cristina (1885-1902)

El gran protagonista fue Antonio Cánovas del Castillo, quien creó un partido alfonsino. Cánovas recibió el apoyo del ejército y del llamado lobby esclavista. En el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas y firmado por Alfonso, se recogían las ideas básicas del proyecto restaurador. Durante esta época se formaron los dos partidos que se irían turnando en el poder: el Conservador (liderado por Cánovas) y el Liberal (liderado por Sagasta).

Las bases del sistema de la Restauración eran:

  • El pragmatismo en política.
  • La defensa de la constitución histórica.
  • La soberanía compartida rey-Cortes.
  • Un pesimismo debido a la decadencia española del pasado.

Además, el ejército debía quedar al margen de la política. El sistema electoral se basaba en un fraude. Se redactó una nueva constitución en 1876, que es la de mayor vigencia en la historia contemporánea de España. No era muy concreta en temas como el sufragio o la religión, sino que lo dejaba en manos del partido gobernante. Para Cánovas, la monarquía era el Estado: era la garantía del orden social, expresión de continuidad histórica y el rey era la piedra angular del sistema.

Aunque fue un periodo de gran estabilidad política, el sistema estaba basado en el clientelismo y el populismo, por lo que el gobierno nunca representó realmente al pueblo, quien, sin embargo, se sentía parte del sistema a través del cobro de favores, compra de votos o fidelidad al patrono. Se impuso un sistema bipartidista en el que ninguno de los dos grandes partidos tenía una clara definición ideológica (algunos políticos estaban en ambos partidos). Al margen de los dos grandes partidos, había otros que no tenían peso alguno. Se realizaba un turnismo, mediante el cual había un relevo pacífico en el poder entre los dos partidos. Además, se controlaba a los electores para que eligiesen a un partido determinado y, si el resultado no era el esperado, se alteraban los resultados.

Alfonso XII empezó a reinar en 1875. Su reinado se dividió en varias etapas:

  • Entre 1876 y 1881, Cánovas ocupó la presidencia en un periodo conocido como “dictadura canovista”. Su objetivo principal era construir un sistema político de orden y centralizado y consolidar la monarquía recién restaurada. Se recortó en libertades (de expresión) y se puso fin a guerras como la de Cuba y la carlista.
  • Entre 1881 y 1883 entraron los liberales en el poder, con Sagasta al mando. Se devolvió la libertad de imprenta, se modificaron leyes de reclutamiento y ampliación del sufragio y se defendió una política librecambista.
  • Cánovas volvió al poder entre 1883 y 1885, hasta la muerte de Alfonso XII. Durante este periodo, Cánovas se tuvo que enfrentar a Alemania, a una epidemia de cólera y a una crítica situación social.

Entonces fue la viuda de Alfonso, María Cristina, la que tomó la regencia hasta la mayoría de edad de su hijo, Alfonso XIII. La regente se mantuvo al margen del juego político y Cánovas cedió el poder al partido liberal. El nuevo gobierno de Sagasta fue el más largo de la Restauración (1885-1890). Se llevaron a cabo una serie de leyes de carácter liberal (sufragio universal, ley de asociaciones…). En cuanto a política exterior, se intentó que España tuviera más presencia internacionalmente, creando embajadas en las principales ciudades europeas y formando parte de la Triple Alianza (aunque tuvo poco peso en la división colonial).

En 1890, Sagasta abandonó la presidencia debido a la crisis interna de su partido. Se sucedieron gobiernos moderados y liberales, que tuvieron que afrontar la pérdida de las pocas colonias que le quedaban a España. España entró en guerra con Estados Unidos a pesar de tener un peor ejército. Esto y la entrega de colonias al Imperio alemán acabaron con las colonias españolas. Se generó un nuevo espíritu llamado regeneracionismo. Pretendían regenerar el país sin modificar el sistema político. Las reformas no tuvieron efecto.