Austrias Mayores: Política Exterior
Introducción
La dinastía de los Austrias (Habsburgo) llegó al trono con el matrimonio de Juana, hija y heredera de los Reyes Católicos, con Felipe de Habsburgo (hijo del Archiduque de Austria y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico). Carlos I, hijo de Felipe y Juana, nacido en Gante (Bélgica), fue el primer rey de la dinastía de los Austrias. Su herencia era inmensa (Corona de Castilla y Aragón, territorios de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Rosellón, Cerdaña y América, el archiducado de Austria y los dominios de los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo), por ello fue el monarca más poderoso de su tiempo. Nació en el año 1500 y abdicó en 1556, concediéndole la corona de España a su hijo Felipe II y retirándose al monasterio de Yuste donde murió.
Aunque Felipe II (1556-1598) no recibió el título de emperador, fue monarca de un inmenso imperio y titular de una Corona que fue la primera potencia en Europa. Finalmente, Felipe II se retira al monasterio de El Escorial, desde donde ejerció el poder hasta su muerte en 1598.
Desarrollo
Carlos I llegó a España rodeado de amigos, consejeros y eclesiásticos de Flandes, que no conocían el país ni hablaban castellano, pero se hicieron con cargos políticos y dignidades. Esto levantó recelos entre la nobleza de Castilla y Aragón. Para atraer a los descontentos y conseguir fondos para sus empresas imperiales europeas, el monarca convocó las Cortes de Castilla, Aragón y Cataluña en las que fue reconocido como rey. En 1519, falleció su abuelo el emperador Maximiliano y Carlos fue nombrado emperador con el título de Carlos V. Al año siguiente el monarca partió a territorio alemán para hacerse cargo del Imperio.
Política Exterior de Carlos I
Carlos V entendió que el Imperio español tenía una gran misión que era el mantenimiento de una monarquía cristiana y universal. Para ello se enfrenta a tres enemigos: los príncipes protestantes, los turcos y Francia.
- Enfrentamiento con Francia: Carlos I se enfrentó con el rey de Francia (Francisco I) por el dominio de los reinos y ducados de Italia, principalmente el Milanesado, y por el control de los territorios de Flandes y Borgoña, pero el control del ducado de Milán era fundamental para el emperador. Para ello, Carlos I hizo frente al rey de Francia en tres ocasiones. En el primer enfrentamiento los españoles obtuvieron la victoria en la Batalla de Pavía, apresaron al rey de Francia que renunció a cualquier derecho sobre la Península Itálica, pero una vez puesto en libertad se desdijo de lo firmado.
- La segunda guerra con Francia contó con apoyo del Papa a Francia, provocando que las tropas imperiales saquearan Roma (1527). De nuevo la victoria fue para los españoles que firmaron la Paz de Cambray, por la que España renunciaba al ducado de Borgoña y el rey francés renunciaba a cualquier pretensión en la Península Itálica. Para celebrar este triunfo el Papa coronó al emperador Carlos I. La tercera guerra tuvo varios episodios que finalizaran con la Paz de Crépy que puso el fin de la supremacía de España en la Península Itálica.
- Enfrentamiento contra Alemania/ protestantes: La ruptura de la unidad católica como consecuencia de la reforma protestante, fue uno de los grandes problemas que Carlos I tuvo que combatir. El fraile alemán Martín Lutero, había pedido la reforma de la Iglesia en las 95 tesis. Para hacer frente al problema se convocó la Dieta de Worms, que presidió el emperador y en la que se pidió a Lutero su retractación, pero éste se negó. Al poco tiempo, el protestantismo fue adoptado por los príncipes de los territorios alemanes y también en los dominios de Flandes (a su vez, Enrique VIII se separó también de la obediencia de Roma). Además los príncipes alemanes también exigían libertad política. El emperador como defensor de la Iglesia combate el protestantismo pero también se impone políticamente. El enfrentamiento tuvo lugar en dos ámbitos: el político-militar y el religioso. El monarca derrotó a la liga de los príncipes protestantes, denominada como Liga de Esmalcalda, en la batalla de Mühlberg (1547), pero no pudo acabar el problema. Por su parte, el Papa convocó en 1545 el Concilio de Trento. Finalmente, con la Paz de Habsburgo (1555), el emperador es derrotado y los protestantes consiguieron que cada príncipe pudiera elegir la religión de sus Estados.
- Enfrentamiento contra el Imperio Otomano: El Imperio Otomano era una gran potencia en el Mediterráneo oriental desde la ocupación, en 1452, de Constantinopla, convertida en su capital (Estambul). Los otomanos practicaban una gran política de expansión por Europa y el Mediterráneo Occidental. En el mar, los turcos practicaban la piratería y atacaban a las poblaciones costeras para obtener botín y esclavos. Carlos I lanzó con éxito un ataque contra Túnez (1535), pero fracasó en la conquista de Argel. Como consecuencia los ataques de los piratas turcos continuaron.
Política Exterior de Felipe II
Felipe II, a diferencia de su padre fue un monarca dedicado por entero a las cuestiones de su reino. Sus viajes fueron escasos, no abandonó prácticamente nunca la Península, y fijó una sede permanente para la corte, estableciendo la capitalidad en Madrid. El monarca heredó gran parte de los enemigos de su padre Carlos V. Felipe II pretendía asegurar su posición como gran potencia europea y defender el catolicismo. Al igual que su padre, intento mantener una Europa unida y católica.
- Francia: La enemistad con Francia crece debido al apoyo francés que reciben los rebeldes flamencos. Se enfrentan en varias ocasiones, la primera fue la batalla y victoria de San Quintín y la firma de la paz de Cateau-Cambresis (1559), que supuso una etapa de tranquilidad. Posteriormente España triunfa sobre Francia, obligándola a renunciar a los territorios italianos. España, también participa en la crisis interna que sufre Francia debido al enfrentamiento entre los hugonotes (protestantes franceses, seguidores de Calvino) y los católicos a los que apoya Felipe II. El momento crucial se produce con la subida al trono francés de Felipe de Borbón, que era hugonote, finalmente se convierte al catolicismo y España y Francia firman la Paz de Vervins (1598).
- Inglaterra: Felipe II se enfrenta a un nuevo enemigo, que es Inglaterra, por tres motivos principales: la religión, el apoyo que ofrecían a los rebeldes flamencos y los robos de los corsarios ingleses a galeones españoles en la zona del Caribe. El conflicto comienza cuando la reina Isabel I, que era anglicana, manda ejecutar a la reina católica de Escocia, María Estuardo. Con el pretexto de defender el catolicismo, Felipe II organiza una gran flota llamada la “Armada Invencible”. La expedición fue un desastre para España, debido sobre todo a la climatología. Además de suponer una gran derrota, a partir de este momento proliferan los ataques ingleses a España.
- Imperio Otomano (turco): El reinado de Felipe II coincide con el periodo de máximo esplendor del Imperio Otomano, que amenazaba todo el Mediterráneo. Por ello se organiza la Santa Liga, en la que participaban Venecia, el Papa y la Monarquía hispánica. El enfrentamiento más importante tuvo lugar en el Golfo de Lepanto (Batalla de Lepanto, 1571), con una victoria de la Santa Liga. Esta victoria dio lugar a un periodo de tranquilidad pero no acabó con el conflicto.
- Flandes: La guerra con Flandes fue el mayor problema de Felipe II. Se originó por el descontento de la burguesía ante los fuertes impuestos, por el surgimiento de un sentimiento nacionalista y por el conflicto religioso, al extenderse el calvinismo en la zona norte. La primera rebelión se produjo en la región de Flandes en 1556, y contó con el apoyo de Francia e Inglaterra, deseosas de mermar el poder de la Corona española. Para combatirlos, Felipe II envió a los tercios (ejército español) con sus mejores generales al frente: el duque de Alba, Juan de Austria y Alejandro Farnesio, que ejercieron una dura represión. Finalmente, en 1579, el sur de los Países Bajos, católico, aceptó la obediencia de Felipe II, pero el norte, mayoritariamente calvinistas, continuó luchando por su independencia. Felipe II acabó designando a su hija Isabel Clara Eugenia, gobernadora con derecho a sucesión, pero ésta no tuvo descendencia.
- Unión con Portugal: Al morir el rey de Portugal en 1578 sin descendencia, Felipe II (como hijo de Isabel de Portugal y Carlos I) reclamó su derecho al trono y envió un ejército que tuvo un resultado exitoso. Así fue reconocido como rey en 1581 y unió al Imperio Hispánico las posesiones portuguesas.
Conclusión
Con la llegada de Carlos I se abre la época imperial en Europa y América, siendo el siglo XVI el más importante para el Imperio español. Este esplendor estuvo acompañado de un florecimiento de la cultura en el Siglo de Oro. Por el contrario Carlos I involucró a los reinos hispánicos en innumerables conflictos en los que no tenían intereses, debido a la defensa ultramarina del catolicismo. Por otro lado Carlos V abandonó los asuntos políticos españoles e hizo endeudarse a la hacienda pública. Felipe II se encuentra con una mala situación económica heredada de su padre, que es agudizada por él, hasta llevar al país a una situación de crisis. Las causas están relacionadas directamente con el Imperio de Felipe II y su papel de defender la cristiandad, a toda costa. A pesar de esto, Felipe II atesora uno de los grandes imperios de la Historia, llegando a tener posesiones en todos los continentes.
El Reformismo Borbónico en el Siglo XVIII
Introducción
La llegada de los Borbones al trono español significó la consolidación del absolutismo monárquico de inspiración francesa. Los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III se caracterizaron por la implantación de una serie de medidas que pretendían, por un lado, la centralización del Estado heredado de los Austrias y, por otro, la reorganización, racionalización y reactivación de una administración y una estructura económica en completa crisis desde la segunda mitad del siglo XVII. De hecho, España vivió un período de expansión demográfica y económica y la administración se racionalizó. El nivel más alto de racionalización se alcanzó con el Despotismo Ilustrado de Carlos III en la segunda mitad del siglo XVIII.
Desarrollo
Tras la Guerra de Sucesión, llega la dinastía borbónica a España con Felipe V e impone el modelo de absolutismo implantado en Francia. El monarca absoluto constituía la encarnación misma del Estado; a él pertenecía el territorio y de él emanaban las instituciones. Felipe V, mediante los llamados Decretos de Nueva Planta (1707-1716), impuso la organización político-administrativa de Castilla a los territorios de la Corona de Aragón, que perdieron su soberanía y se integraron en un modelo uniformador y centralista, con la excepción de Navarra y el País Vasco. La Nueva Planta abolió las Cortes de los diferentes reinos, integrándolas en las Cortes de España. Solo se reunían a petición del rey y para jurar al heredero. Se suprimió el Consejo de Aragón, y el Consejo de Castilla asumió sus funciones.
El poder del monarca se situaba por encima de cualquier institución y decidía en todos los asuntos del Estado. Su labor era auxiliada por las Secretarías, parecidas a los actuales ministerios, a cuyo frente se situaban los secretarios de despacho. En 1714 se crearon las Secretarías de Estado, Asuntos extranjeros, Justicia y Guerra y Marina, y en 1754, la de Hacienda. Los secretarios eran nombrados y destituidos por el rey, y, solo rendían cuentas ante él. Para realizar sus tareas eran auxiliados por funcionarios, encargados de ejecutar las órdenes del rey y de controlar la administración.
Los Borbones también reorganizaron el territorio: eliminaron los antiguos virreinatos (excepto en América) y crearon demarcaciones provinciales, gobernadas por capitanes generales, con atribuciones militares, administrativas y judiciales, ya que presidían las Reales Audiencias, que se implantaron en todo los territorios. Además se generalizó, para el gobierno en las principales ciudades, la institución de los corregidores castellanos.
La aportación más relevante del nuevo modelo administrativo fue la introducción del cargo de intendente, de inspiración francesa. Estos funcionarios dependían directamente del rey, gozaban de amplios poderes y tenían como misión la recaudación de impuestos y la dinamización económica del país; controlar a las autoridades locales, impulsar el desarrollo de la agricultura, la ganadería y la industria, levantar mapas, realizar censos, etc.
Los Borbones intentaron reorganizar la Hacienda. La nueva administración comprendía que para el saneamiento de la economía era imprescindible que todos los habitantes pagaran en relación a su riqueza, incluyendo a los privilegiados (nobleza y clero). Aprovechando el derecho de conquista, intentaron esa experiencia en los territorios de la Corona de Aragón, donde se implantaron el equivalente y la talla en Valencia, la única contribución en Aragón y el catastro en Cataluña. Se trataba, en todos los casos, del establecimiento de una cuota fija por parte de la administración, a repartir proporcionalmente entre sus habitantes. El éxito, sobre todo del catastro en Cataluña, se evidenció en muy poco tiempo: se recaudaba más y el sistema era más ágil y menos gravoso para el conjunto de la población.
Posteriormente el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, elaboró un proyecto que consistía en sustituir la diversidad de impuestos por una única contribución inspirada en el sistema impositivo catalán. Para establecer la cuantía correspondiente a cada súbdito era necesario previamente efectuar un recuento detallado de los habitantes de Castilla y de sus propiedades, el Catastro de Ensenada, pero las protestas y reclamaciones, especialmente de los estamentos privilegiados, frustraron el proyecto. En 1759 Carlos III accede al trono español, tras producirse el fallecimiento de su hermanastro, Fernando VI. El nuevo monarca era hijo de Felipe V y había reinado ya durante un cuarto de siglo en Nápoles, donde adquirió una experiencia de gobierno que le permitió tener muy claros sus objetivos, en el sentido de incrementar el peso de una Monarquía reformista e ilustrada frente al interés de gran parte de la nobleza y el clero en mantener la sociedad del Antiguo Régimen. Así, el monarca introdujo el Despotismo ilustrado en España. Carlos III ascendió a políticos de la baja nobleza como Campomanes y Floridablanca. Los nuevos ministros querían poner en marcha un programa de reformas que modernizase el país. Dichos ministros, aplicaron una política regalista (defensa de la autoridad real frente a la Iglesia), pero añadieron objetivos más modernos, especialmente la disputa del terreno de la educación con los miembros de la Compañía de Jesús. Los jesuitas controlaban la educación, lo que suponía un problema, por lo que acabaron siendo expulsados en 1766.
El aspecto más característico del reinado de Carlos III fue, sobre todo, el intento de solucionar algunas cuestiones económicas y sociales que apenas habían sido afrontadas en reinados anteriores. En cuestión social, el pensamiento ilustrado se plasmó en el decreto de 1783 por el que se declararon honestas todas las profesiones y se admitieron las actividades profesionales de alta utilidad pública como mérito para la consecución de la hidalguía. En educación, se inició una reforma de los estudios universitarios y de las enseñanzas medias ligadas a conocimientos prácticos y se impulsó la obligatoriedad de la enseñanza primaria. Además, se promovió la fundación de Academias dedicadas a las letras y a las ciencias.
En el terreno económico, para intentar acabar con las trabas que inmovilizaban la propiedad, entorpecían la libre circulación y amordazaban los mercados, se establecieron las siguientes medidas:
- Limitación de los privilegios de la Mesta, apoyo a la propuesta de Olavide de colonización de nuevas tierras en Sierra Morena e impulso de los proyectos de reforma agraria.
- Fomento de la libre circulación de mercancías en el interior de España, como la libre circulación de granos y la liberalización progresiva del comercio colonial.
- Apoyo a la actividad industrial, liberalizando gradualmente el proceso de fabricación y abandonando la gestión directa de las Reales Fábricas. Al mismo tiempo, se establecieron aranceles y se firmaron tratados comerciales para defenderse de la competencia exterior.
- Moderación en la política impositiva, con el objetivo de fomentar la producción y limitar el gasto público.
- Creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País con el objeto de fomentar la agricultura, el comercio y la industria, traducir y publicar libros extranjeros e impulsar la difusión de las ideas fisiócratas y liberales.
Conclusión
El siglo XVIII fue una época de transición entre el Antiguo Régimen y las revoluciones liberales, que, a partir de finales de siglo y durante gran parte del siglo XIX, transformaron Europa. El elemento esencial para ese cambio fue el surgimiento y difusión del pensamiento ilustrado, que nutrió de ideas y programas a los grupos sociales que se enfrentaron al Antiguo Régimen. Durante el reinado de Carlos III, los ilustrados encontraron en el monarca un convencido defensor de la necesidad de reformas, pero sin poner nunca en duda el poder y autoridad reales. La experiencia de dicha colaboración dio lugar a lo que se conoce como reformismo borbónico, que enmarca en la corriente del despotismo ilustrado que se estaba extendiendo por Europa.
Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812
Introducción
En 1808, España fue invadida por los ejércitos napoleónicos provocando el levantamiento del pueblo español. Así comenzará la Guerra de Independencia que finaliza en 1814. Esta guerra supone la crisis del absolutismo borbónico, el empeoramiento de las dificultades económicas y la mezcla de la defensa de la monarquía tradicional con las ideas de libertad originadas por la Revolución francesa. La Constitución de 1812 fue un fiel reflejo de muchos de esos principios liberales.
Desarrollo
Tras las abdicaciones de Bayona de Carlos IV y Fernando VII, el hermano de Napoleón, José I, es nombrado rey de España y se inicia un alzamiento popular contra la presencia francesa el 2 de mayo de 1808. La población crea Juntas de armamento y defensa, ante el vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona. Las Juntas fueron primero locales y estaban formadas, sobre todo, por personalidades partidarias de Fernando VII (clérigos, militares, nobles…), que pretendían canalizar la agitación popular. Poco después, las necesidades de coordinación comportaron la creación de Juntas provinciales, que asumieron la soberanía en ausencia del rey, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Francia. Las Juntas locales y provinciales se reúnen en Aranjuez para formar una Junta Central Suprema, que coordinase las acciones bélicas y dirigiese el país. La Junta reconoce a Fernando VII como rey de España y ejerce el poder en su nombre. Ante el avance francés, la Junta huyó a Cádiz en 1810, la única ciudad que, ayudada por los británicos, resistía el asedio francés.
La Junta Central Suprema se había mostrado incapaz de dirigir la guerra y decidió disolverse, no sin antes iniciar un proceso de convocatoria de Corte para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y su destino. La Junta traspasa sus poderes al Consejo de Regencia, formada por cinco miembros y que se establece en Cádiz.
El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles dado el estado de guerra, y en muchos casos se optó por elegir sustitutos entre las personas presentes en Cádiz. El ambiente liberal de la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas ideas Las sesiones de las Cortes se abren en septiembre de 1810, organizándose en una única cámara frente a la organización estamental. En su primera sesión se aprueba el principio de soberanía nacional, es decir, el reconocimiento de que el poder reside en el conjunto de ciudadanos, representados en las Cortes. En cuanto a la composición de las Cortes, predominan los eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares e intelectuales. Por lo que convivían dos grupos bien diferenciados: los conservadores cuya intención era continuar en el Antiguo Régimen y los reformistas, partidarios de un cambio.
Una comisión formada por miembros de las Cortes fueron los encargados de preparar un proyecto de Constitución, que tras su debate se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que es conocida popularmente como ”La Pepa”. Era un texto largo y su tramitación se vio afectada por la Guerra de Independencia y por las diferencias entre absolutistas y liberales.
La Constitución de 1812 recoge el principio de soberanía nacional, ya que la autoridad reside en el conjunto de la nación representada por las Cortes. También recoge como forma de gobierno, la monarquía limitada con división de poderes; el poder legislativo recae en las Cortes unicamerales, representan la voluntad nacional y poseen amplios poderes como la elaboración de leyes, aprobación de presupuestos, mando sobre el ejército, etc. El poder ejecutivo lo ostenta el monarca que dirige el Gobierno e interviene en el poder legislativo a través de la iniciativa y de la sanción, posee veto suspensivo durante dos años. El poder judicial era competencia exclusiva de los tribunales, donde se establecían los principios básicos de un Estado de derecho. Se impone el catolicismo como religión oficial y única. Esto fue una concesión al sector absolutista para compensar el carácter liberal de la Constitución.
El sufragio era universal, indirecto y masculino, ya que el derecho a voto se permitía exclusivamente a los varones mayores de 25 años. La Constitución contiene una declaración de derechos del ciudadano, algunos de los más importantes son: libertad de pensamiento y opinión, igualdad de los españoles ante la ley, la libertad civil, derecho a la propiedad y el reconocimiento de todos los derechos legítimos de los individuos que componen la nación española. La nación se definía como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos hemisferios: los territorios peninsulares y las colonias americanas.
Otros artículos de la Constitución planteaban la reforma de la hacienda, la creación de un ejército nacional, la implantación de una enseñanza primaria pública y obligatoria, y la división del territorio en provincias. También se creaba la Milicia Nacional, a nivel local y provincial
Las Cortes de Cádiz también aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Así se suprimen los señoríos jurisdiccionales y se decretó la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de tierras comunales para amortizar deuda pública. Se votó la abolición de la Inquisición, con una fuerte oposición de los absolutistas y del clero. Sin embargo, en lo referente a la religión continuaba bajo el control de la Iglesia y condicionada por unas juntas de censura. Finalmente, cabe señalar la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y la unificación del mercado. Este primer liberalismo marcó las líneas básicas de lo que debía ser la modernización de España. Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que hubiera sido posible en una situación de normalidad.
Conclusión
Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que hubiera sido posible en una situación de normalidad. Sin embargo, la obra de los diputados reunidos en Cádiz en pleno conflicto bélico, significó la liquidación política y jurídica del Antiguo Régimen, y la definición del primer sistema liberal español, el más avanzado de Europa en aquellos momentos y ejemplo para muchas constituciones. Sin embargo no tuvo gran incidencia práctica ya que la situación de guerra impidió su aplicación efectiva, y al final de la guerra, con la vuelta de Fernando VII se retornó al Absolutismo.
Absolutismo Frente a Liberalismo. Evolución Política del Reinado de Fernando VII
Introducción
Fernando VII se convierte en heredero de la Corona tras la abdicación de su padre Carlos IV, en favor de su hijo en el Motín de Aranjuez 1808, pero Napoleón le obliga a cederle la corona a su hermano, José I, ya que había comenzado la invasión francesa y con ello, la Guerra de Independencia. Durante la guerra, Fernando permanece exiliado en Bayona. Su reinado tiene lugar desde 1814, con su regreso a España, hasta 1833, hasta su muerte. El regreso del rey planteó el problema de integrar al monarca en el nuevo modelo político definido por la Constitución de 1812. Fernando VII había abandonado el país como un monarca absoluto y debía regresar como un monarca constitucional.
Desarrollo
Los liberales desconfiaban de la predisposición del monarca para aceptar el nuevo orden constitucional. Por ello dispusieron que viajara directamente a Madrid para jurar la Constitución y aceptar el nuevo marco político. Fernando VII temió enfrentarse a quienes que durante seis años habían resistido al invasor y aceptó sus condiciones. Pero, el sector absolutista compuesto por la nobleza, clero y alto ejército, sabían que la vuelta del monarca era su mejor oportunidad para deshacer toda la obra de Cádiz y volver al Antiguo Régimen. Se organizaron rápidamente para demandar la restauración del absolutismo redactando el llamado “Manifiesto de los Persas”, y movilizaron al pueblo para que mostrase su adhesión incondicional al monarca. Fernando VII, seguro ya de la debilidad de sector liberal, traicionó sus promesas y, mediante el Real Decreto de 4 de mayo de 1814, anuló la Constitución y las leyes de Cádiz y anunció la vuelta al absolutismo. Inmediatamente fueron detenidos o asesinados los principales dirigentes liberales, mientras otros huyeron hacia el exilio.
A raíz del Real Decreto se inicia el “Sexenio Absolutista”, primer periodo de su reinado que tiene lugar entre 1814 y 1820. Con el se vuelve al Antiguo Régimen, se restauran las antiguas instituciones, como la Inquisición, se cierra el paso a cualquier reforma y se persigue a cualquier elemento relacionado con el liberalismo, lo que obliga a organizarse en sociedades secretas y a intentar acabar con el absolutismo mediante pronunciamientos.
Fernando VII y su gobierno intentaron un objetivo imposible: rehacer un país destrozado por la guerra, con la agricultura deshecha, el comercio paralizado, las finanzas en bancarrota y todas las colonias luchando por su independencia, y todo ello a partir de la restauración del Antiguo Régimen. Sus gobiernos fracasaron uno tras otro. Por un lado, las elevadas pérdidas humanas y materiales arruinaron al campesinado y significaron la paralización del comercio y de la producción manufacturera. Por otro lado, la hacienda real entró en bancarrota por la falta de recursos económicos, muy especialmente debido a que la guerra en las colonias americanas exigió enormes gastos militares y además impidió la llegada de nuevos ingresos (impuestos, metales, productos, etc.). A estos problemas hay que añadir que los acontecimientos sucedidos durante la Guerra de Independencia habían cambiado la mentalidad de muchos grupos sociales. El campesinado había dejado de pagar las rentas señoriales, la libertad de fabricación y de mercado había permitido el desarrollo de empresas y negocios más allá de las reglas de los gremios. Por último, la integración de los jefes de la guerrilla en el ejército originó un sector liberal, partidario de reformas, que protagonizaría en el futuro numerosos pronunciamientos. Los gobiernos de Fernando VII fueron incapaces de dar respuesta a los problemas, de enderezar la Hacienda o de hacer frente a los movimientos independentistas de las colonias. Pronunciamientos militares liberales, revueltas en las ciudades y amotinamientos campesinos evidenciaron el descontento y la quiebra de la monarquía absoluta. La represión fue la única respuesta de la monarquía a demandas políticas y sociales.
El 1 de enero de 1820 el coronel Rafael de Riego, al frente de una compañía de soldados pendientes de embarcar para combatir en las colonias americanas, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. La pasividad del ejército, la acción de los liberales en las principales ciudades y la neutralidad de los campesinos obligaron al rey Fernando VII a aceptar la Constitución en marzo. Así se inicia el segundo periodo de gobierno de Fernando VII denominado “Trienio Liberal” (1820 – 1823). Con el comienzo del periodo liberal el rey Fernando VII forma un nuevo gobierno que proclamó una amnistía y convocó elecciones a Cortes.
Los resultados dieron la mayoría a los diputados liberales que iniciaron una importante obra legislativa, restauraron gran parte de la reforma de Cádiz, como la libertad de industria, la abolición de los gremios, la supresión de los señoríos jurisdiccionales y de los mayorazgos y la venta de tierras de los monasterios. Establecieron la disminución del diezmo y reformas en el sistema fiscal, el código penal y el ejército. Asimismo eliminaron las trabas a la libre circulación de mercancías. Por último, iniciaron la modernización política y administrativa del país formando ayuntamientos y diputaciones electivos y se reconstruyó la Milicia Nacional, cuerpo armado de voluntarios que garantizaban el orden y defendía las reformas constitucionales. El rey firmó una amnistía que permitió el regreso de los liberales del exilio.
Todas estas reformas suscitaron rápidamente la oposición de la monarquía. Fernando VII había aceptado el nuevo régimen forzado por las circunstancias y desde el primer momento, paralizó cuantas leyes pudo, recurriendo al derecho de veto que le otorgaba la Constitución, y conspiró contra el gobierno, buscando recuperar su poder mediante la intervención de las potencias absolutistas en España. Sin embargo, otros sectores se opusieron a las nuevas medidas. Los antiguos señores se convirtieron en los nuevos propietarios, y los campesinos, en arrendatarios que podían ser expulsados de sus tierras si no pagaban y les era imposible acceder a la tierra en propiedad. También se opusieron la nobleza y la Iglesia, que perjudicadas por la supresión del diezmo y la venta de bienes monacales, impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio. En 1822 se alzaron partidas absolutistas y consiguieron dominar amplias zonas, estableciendo una regencia absolutista en Seo de Urgel en 1823 con el objetivo de rescatar al monarca del liberalismo. Estas tensiones se produjeron también entre los propios liberales que se dividen en dos tendencias: los moderados, partidarios de reformas limitadas que no perjudicasen a la nobleza y el clero, y los exaltados, que planteaban la necesidad de reformas radicales que favorecieran a las clases medias y populares. Finalmente la acción de la Santa Alianza (potencias absolutistas) será la que provoque el fin del Trienio ya que atendiendo a las peticiones de Fernando VII, Francia envía a sus tropas conocidas como “Cien Mil Hijos de San Luis” en 1823. De este modo Fernando VII recupera el poder absoluto y comienza el último periodo de su reinado, conocido como “Década Ominosa” (1823 – 1833).
En este periodo se produjo de nuevo una gran represión contra los liberales, se depuró la administración y el ejército y se crearon comisiones de vigilancia que provocaron un terror que se extendió por todo el país. Otra gran preocupación de la monarquía fue el económico ya que se perdieron las colonias americanas y era imposible aumentar la recaudación sin tocar los privilegios de la nobleza. El rey pide la colaboración de la burguesía financiera e industrial pero este acercamiento a los liberales fue mal visto por la nobleza y el clero. Este descontento aumenta porque el monarca no establece la Inquisición y no castiga duramente a los liberales. A partir de este momento este sector se agrupa alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y previsible sucesor ya que Fernando VII no tenía descendencia. El nacimiento de una hija, Isabel, dio lugar a un problema sucesorio ya que la Ley Sálica impedía que las mujeres reinaran. Fernando VII promulga la “Pragmática Sanción”, permitiendo que su hija reinara. Los carlistas se niegan y como consecuencia la permanencia en el trono de Isabel dependía del apoyo de los liberales.
En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija, de tres años de edad, como heredera del trono, y nombrando a su esposa, María Cristina regente hasta que Isabel alcance su mayoría de edad. El mismo día, Carlos María Isidro se proclamó rey, iniciándose un levantamiento absolutista en el norte de España y, poco después, en Cataluña. Comenzaba así la primera guerra carlista.
Conclusión
El reinado de Fernando VII provoca la precipitación de la pérdida de colonias americanas, lleva al país a una gran crisis económica. La restauración del absolutismo lleva al odio entre los españoles, enfrentando a absolutistas y liberales. También anula la gran obra reformadora de Cádiz y con ello, el intento de modernización del país. Su reinado es muy inestable y se caracteriza por una falta de personalidad, una gran represión a los liberales y con ello, continuas conspiraciones de ambos bandos. Durante su reinado, España se debatió entre el absolutismo y el liberalismo.