La Guerra Civil Española: Fases y Desarrollo del Conflicto
Tercera fase: La campaña del norte y las ofensivas republicanas
A partir de marzo de 1937, Franco cambió de estrategia y decidió atacar el territorio republicano del norte, rico en infraestructura industrial y minera. Esta zona estaba aislada, por lo que su bloqueo no resultaría complicado gracias a la superioridad aérea y naval de los sublevados.
En primer lugar, al final de marzo empieza el ataque a Vizcaya con un ejército en el que juegan gran papel los requetés carlistas, artillería y aviación alemana e italiana. En abril de 1937 se produce el bombardeo de Guernica, lo que posibilitó la toma de Bilbao (junio de 1937). Parte del ejército republicano situado en el País Vasco se rindió a los italianos tras firmar el Pacto de Santoña. Las industrias pasaron prácticamente intactas a los rebeldes, lo cual supuso un gran refuerzo. Tras Bilbao, cayeron Santander y, por último, Asturias (octubre de 1937). Esto supuso el primer gran revés republicano en la guerra.
Para contribuir a la disminución de la presión rebelde en el Norte, la República emprende ofensivas en otros frentes. Este sentido tiene la operación sobre Brunete, en julio de 1937, y en Aragón, en agosto. En este último frente, las milicias catalanas, compuestas fundamentalmente de anarcosindicalistas, con jefes como Durruti y Ascaso, habían hecho retroceder el frente primitivo hacia el Este, llegando cerca de Zaragoza y sitiando Huesca. Ahora se desencadenaría un fuerte ataque a la altura de Belchite, donde se formaliza una gran batalla sin que introduzca variaciones esenciales.
Una vez finalizada la conquista del norte, Franco dispuso de todas sus unidades militares y de más recursos humanos e industriales para llevar a cabo la ofensiva final
Cuarta fase: La batalla del Ebro y la toma de Cataluña
Esta etapa (marzo de 1938-febrero de 1939) constituyó la ofensiva final que decidió la suerte de la guerra. Franco cambió de criterio y, en lugar de avanzar hacia Madrid, desplegó un ataque (batalla de Aragón) a lo largo del frente de Aragón con la intención de alcanzar el Mediterráneo y dividir la zona republicana. En abril de 1938 logró este objetivo a la altura de Vinaroz (Castellón), estableciendo el frente de Cataluña en los ríos Ebro y Segre. El territorio republicano quedaba de nuevo partido, dejando a Cataluña aislada. Entonces, Franco orienta su ofensiva en la región levantina hacia el Sur, con la intención de llegar hasta Valencia. La guerra parecía decidida a favor de los sublevados.
Sin embargo, y ante el asombro de la España de Franco y de la opinión pública extranjera, desde julio de 1938 el ejército republicano lanzó una furiosa ofensiva y logró cruzar el Ebro por sorpresa a través del gran arco que el río describe entre Mequinenza (Zaragoza) y Amposta (Tarragona).
Esta operación había sido diseñada por el general Vicente Rojo y autorizada por el presidente del Gobierno, Juan Negrín, quien, convencido de la proximidad de un enfrentamiento en Europa entre Hitler y las democracias, buscaba alargar el conflicto todo lo que fuera posible.
La ofensiva del ejército rebelde, conocida como la batalla del Ebro, permitió recuperar una porción de terreno bastante reducida. Durante cuatro meses se produjo el enfrentamiento más sangriento y duro de toda la Guerra Civil, pues se produjeron más de 100.000 bajas sumando las de los dos bandos. Y tuvo como consecuencia el quebrantamiento definitivo del ejército popular.
Tras la batalla del Ebro se llevó a cabo la conquista de Cataluña. Ocupadas Lérida y Tarragona, Barcelona fue bombardeada a mediados de enero, y el día 26 cayó sin lucha. Era la última gran campaña de la Guerra Civil. El Gobierno de Negrín y el presidente de la República (Azaña), que se habían trasladado a Barcelona meses antes, cruzaron la frontera el 5 de febrero, acompañados por el gobierno de la Generalitat. También se produjo un gran éxodo de tropas y civiles fieles a la República.
Quinta fase: El fin de la guerra
Entre febrero y abril de 1939 se desarrollaron los últimos episodios de la Guerra Civil. Juan Negrín, presidente del Gobierno, y el PCE propusieron una política de resistencia a ultranza. Negrín incluso regresó a España desde Francia con el objetivo de continuar la guerra.
Pero el Estado republicano se hundía. En Madrid, el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, junto a dirigentes socialistas (Julián Besteiro), de la CNT y de Izquierda Republicana, pretendían negociar con Franco el final de la guerra. Así, el 5 de marzo, en Madrid, constituyen un Consejo de Defensa, presidido por el general Miaja, contra el gobierno de Negrín.
Viendo todo perdido, Negrín y su gobierno abandonaban España el 6 de marzo. Casado, naturalmente, fracasó en su negociación con el gobierno de Franco, que solo admitía la rendición incondicional, como así lo había adelantado al promulgar la Ley de Responsabilidades Políticas (9 de febrero). El Consejo de Defensa permitió la entrada de las tropas de Franco en Madrid el 28 de marzo.
Tras la caída de Madrid se produce el desmoronamiento de todo el sudeste. El 1 de abril de 1939, Franco firmó el último comunicado de guerra, que daba la guerra por terminada.