. El proceso de hominización en la Península Ibérica: Nuevos hallazgos
Llamamos proceso de hominización al proceso evolutivo que llevó a algunos primates a convertirse en la especie humana actual. Es difícil fijar, y menos con exactitud, la existencia de los primeros homínidos en la Península. También es difícil saber el origen de los primeros pobladores, aunque la tesis más aceptada es que procedían de África oriental. Los fósiles más antiguos en la Península corresponden al Paleolítico Inferior (1.200.000-600.000): Atapuerca (Burgos) donde apareció una mandíbula de 1.200.000 años y Venta Micena (Orce, Granada), un millón de años. En ambos casos no se ha podido determinar la especie. Con todo, lo más fiable hasta el momento son los restos fosilizados de la “Gran Dolina” en Atapuerca que se sitúan entre 800.000 y 700.000 años. A estos restos se les ha dado la denominación de Homo Antecessor, considerándola una especie que coincidiría cronológicamente con el Homo Ergaster y el Homo Erectus, primeras especies salidas de África. En la Sima de los Huesos (Atapuerca) se encontraron fósiles de Homo Heidelbergensis, fechados hace 400.000 años, una especie antecesora del Homo Neardentalensis. Asentamientos y estaciones de caza o despiece en el Paleolítico Inferior asociadas al género Homo se han encontrado en Torralba y Ambrona (Soria) y en las terrazas del río Manzanares en Madrid. Del Paleolítico Medio (60.000-35.000) existen fósiles de Homo Neandertalensis de hace unos 60.000 años en Gibraltar, Guadalajara y Málaga. En las cuevas de Nerja (Málaga), se ha especulado también con la existencia de ejemplos de arte realizados por esta especie así como en El Castillo (Cantabria). Finalmente, el Homo Sapiens Sapiens, descendiente de otra rama diferente, aparece hace unos 35.000 años, durante el Paleolítico Superior (35.000-10.000), en distintas partes de la Península; a esta especie pertenecen las pinturas de estilo franco-cantábrico de las que destacan las halladas en Altamira (Cantabria).
. Pueblos prerromanos. Colonizaciones históricas: Fenicios, griegos y cartagineses
En la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo existían diferencias entre las distintas zonas de la península en organización política, social y económica. Se pueden distinguir tres grupos:
- Pueblos del este y del sur, representados en un principio por la cultura tartésica del suroeste; ésta, surgida de la influencia fenicia, estuvo muy vinculada a la explotación de las minas de oro, plata y cobre y al comercio del estaño desde el Atlántico norte. Tras la desaparición de Tartessos hacia finales del siglo VI a.C, comienza a conformarse la cultura ibérica, mosaico de pueblos indígenas fuertemente influidos por las colonizaciones griega y fenicia, conocedores de la escritura, maestros en las artes plásticas, especialmente conocidas son las denominadas “Damas” y organizados según una jerarquización territorial controlada por importantes núcleos urbanos.
- Los pueblos del centro y del oeste, en su mayoría de origen indoeuropeo con influencia de la cultura céltica, eran agricultores y ganaderos y entre ellos destacaban los celtíberos, situados en torno al Sistema Ibérico y el valle del Ebro, por su mayor desarrollo urbano y su conocimiento de la escritura heredada de los íberos.
- Finalmente, los pueblos del norte organizados en núcleos de población en altura (castros), de economía menos desarrollada pero con un notable desarrollo de la orfebrería en oro.
Al mismo tiempo se producen las colonizaciones fenicias y griegas, de carácter económico, en la parte meridional y oriental del litoral mediterráneo de la Península.
La colonización fenicia, la primera en producirse, a partir del siglo VIII, tuvo un carácter comercial, especialmente atraída por la riqueza de Tartessos. Muchos de sus asentamientos se convirtieron en ciudades que vivían del comercio y de la industria. La colonización griega, a partir del siglo VI, algo posterior a la fenicia, respondía también a motivaciones comerciales, se extendieron principalmente por el litoral desde el Golfo de Rosas hasta Levante.
Conquista y romanización: la pervivencia del legado cultural romano en la cultura hispánica
La primera fase de la conquista romana consistió en la ocupación del litoral mediterráneo y de los valles del Ebro y del Guadalquivir. Se inició en el año 218 a.C, en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, con la llegada de un ejército romano a Ampurias. En un principio, su objetivo era expulsar a los cartagineses, pero más tarde hay una clara intención de someter a los pueblos ibéricos; la mayor parte de ellos aceptaron la oferta de federarse a Roma. En una segunda fase, los romanos penetraron en la Meseta y ocuparon las Baleares. Se desarrolló durante la segunda mitad del siglo II a.C. y tuvo que vencer resistencia de los pueblos nativos, especialmente la de los lusitanos y arévacos. Los lusitanos, dirigidos por Viriato, emprendieron una guerra de guerrillas que tuvo en jaque a los romanos hasta el año 139 a.C., cuando Viriato fue asesinado por tres de sus capitanes vendidos a Roma. Los arévacos derrotaron en numerosas ocasiones a las tropas romanas. Su principal ciudad, Numancia, aguantó el cerco romano durante veinte años antes de rendirse en 133 a.C.
La tercera fase tuvo como objetivo la franja cantábrica. Se llevó a cabo entre los años 29 y 19 a.C., pero nunca llegó a ser completa. Roma se vio obligada a mantener campamentos militares al pie de la cordillera Cantábrica. Como consecuencia de la conquista y mediante el proceso de romanización, Roma transmitirá a Hispania un legado cultural en el que se pueden destacar aspectos como la lengua, el derecho, la religión o el arte; la latinización se fue extendiendo y el latín se impuso como lengua tanto oficialmente como en el uso privado. El latín está en el origen de las principales lenguas de la España actual (castellano, catalán y gallego). También hay que destacar la llegada del derecho romano cuya influencia sigue persistiendo en la época actual como base de nuestro sistema jurídico. La organización administrativa se basó en una red urbana en muchos casos de creación propia (Cesaraugusta, Hispalis, Emerita), que supone el origen de muchas de las ciudades españolas actuales, y de una serie de infraestructuras (calzadas, acueductos) y obras públicas, teatros (Mérida) y anfiteatros, que siguieron en uso en muchos casos hasta el siglo XIX. Por último, en la última etapa del imperio, llegará el cristianismo a la península impregnado de una organización tomada de la administración romana. Finalmente, el mundo romano nos legó obras escritas de autores de origen hispano como Séneca, Marcial o Quintiliano, así como la labor política de emperadores nacidos en Hispania como Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Teodosio.
2.4 Las invasiones bárbaras. El reino visigodo: instituciones y cultura
A principios del siglo V y dentro del proceso de crisis del Imperio romano, numerosos pueblos de origen germánico (alanos, vándalos y suevos) se asentaron en la península. Para pacificar la provincia, Roma pactó con otro pueblo germánico, los visigodos, quienes se encargaron de derrotar y expulsar a los alanos y vándalos. Tras la caída del Imperio y la derrota visigoda a manos de los francos en la batalla de Vouillé en el año 507, los visigodos comenzaron su asentamiento definitivo en la Península, trasladando su corte a Toledo e imponiendo como forma de gobierno la monarquía. Los visigodos emprendieron entonces una triple labor unificadora: territorial, derrotando a los suevos en Galicia y expulsando a los bizantinos que habían ocupado el sureste peninsular; jurídica: mediante la elaboración de un código común de leyes (el Liber Iudicorum o Fuero Juzgo) y religiosa, a través de la conversión del rey Recaredo al catolicismo (589) facilitando el proceso de fusión de la población hispanorromana y la visigoda.
La monarquía visigoda era electiva, pero existían intereses contrapuestos que variaban la legalidad de la tradición. Por una parte, la nobleza aspiraba a la pervivencia del sistema electivo, acorde con sus intereses. Por otra, la realeza persigue un sistema hereditario y para conseguirlo se sirvió de la asociación al trono. Por último, la Iglesia adoptará una posición vacilante. Esta monarquía se apoyará en diversas instituciones entre las que debemos destacar el Officium Palatinum, auténtica corte palaciega, organismo que auxilia en las tareas de gobierno al rey, integrado por magnates de confianza regia; y el Aula Regia, asamblea de magnates, de la que forman parte también los miembros del Officium, y que colabora con el Rey en la elaboración de leyes, le ofrece consejo en asuntos políticos y militares y actúa como tribunal regio. Tras la conversión de Recaredo al catolicismo, los Concilios, reunidos en Toledo, y que en principio fueron asambleas religiosas, acabaron desempeñando un decisivo papel político-institucional asumiendo funciones legislativas en el reino visigodo. En el ámbito cultural destaca la figura de San Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías, auténtica enciclopedia que recogía los conocimientos en distintas materias desde la antigüedad.
Evolución política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
En su afán expansionista e imperial, los árabes, una vez conquistado el norte de África, penetraron en la Península Ibérica. La monarquía visigoda estaba sumida en la última de sus luchas sucesorias: don Rodrigo pugnaba por la corona contra los hijos del rey Vitiza. Esa división facilitó la entrada de los ejércitos musulmanes a la Península y su victoria en la batalla de Guadalete (711), hecho que marcó el hundimiento del reino visigodo. A partir de este momento iniciaron una rápida ocupación del conjunto del territorio peninsular en la que prácticamente no encontraron resistencia. La mayor parte de la clase dirigente prefirió someterse y pactar con los invasores mientras que el resto de la población permaneció indiferente. La expansión islámica continuó por el sur de Francia hasta ser derrotados por los francos en Poitiers (732). A partir de entonces Al-Ándalus pasó a convertirse un territorio más del imperio musulmán. En su organización política se van a distinguir dos sistemas: el Emirato y el Califato.
En un primer momento se estableció un emirato independiente: el Emir dependía del Califa de Damasco tanto en lo político como en lo religioso. Tanto el Emir como el Califa pertenecían a la familia Omeya. El Emir era un delegado del poder del Califa. Los invasores se repartieron por el territorio: los árabes y sirios en el sur y los bereberes en la Meseta y valle del Ebro. El mestizaje con la población hispanorromana se vio beneficiado por las numerosas conversiones al Islam. En el año 750 los abbasíes asesinaron a la familia omeya. En 756 el Emirato cordobés se declaró independiente bajo la dirección de un omeya Abd-el-Rahman I, lo que suponía independencia desde el punto de vista político, pero con dependencia religiosa del Califa de Bagdad. El nuevo estado tuvo que hacer frente a los problemas internos entre las familias árabes y a las revueltas de mozárabes y muladíes. En el año 929, cuando el emirato adquirió una mayor fuerza, Abd-el.Rahman III se declaró Califa lo que suponía la independencia respecto a Bagdad tanto en lo político como en lo religioso. En esta época Córdoba adquirió su mayor esplendor. La prosperidad del califato se afianzó con su hijo Al-Hakam II; con él, Córdoba se convirtió en la mayor ciudad de Occidente, destacando su esplendor artístico y cultural. Posteriormente, con Hixam II, el gobierno estuvo en manos de Al-Mansur (Almanzor), que dirigió numerosas campañas militares contra los reinos cristianos. A la muerte de Almanzor, en el año 1002, volvieron a brotar los problemas internos con mayor fuerza que nunca. En el año 1031 el califato se dio por extinguido, dando paso a los reinos de taifas.
Al-Ándalus: La crisis del siglo XI. Reinos de taifas e imperios norteafricanos
A comienzos del siglo XI, y como consecuencia de la debilidad que atraviesa el califato tras la muerte de Almanzor y en menor medida de Hisham II, se produce una fragmentación del califato apareciendo una serie de reinos independientes denominados reinos de taifas. Los primeros reinos de taifas se pueden dividir en tres:
- Taifas andalusíes gobernadas por árabes o muladíes, situadas en el valle del Guadalquivir y zonas limítrofes del norte (Toledo, Zaragoza, Badajoz, Sevilla)
- Taifas eslavas, dirigidas por eslavos convertidos al Islam, situadas en la zona levantina y Baleares (Valencia, Murcia, Denia)
- Taifas beréberes gobernadas por individuos del norte de África, situadas en Málaga y Granada
Los reinos de taifas llegaron a ser muy numerosos, pero se fueron reduciendo debido a la absorción de unos por otros y al avance de los reinos cristianos. A menudo existían relaciones de dependencia y unos taifas tenían que pagar parias, tributos, tanto a otras taifas como a los reinos cristianos a los que acudían en busca de protección. Pese a la inestabilidad política, estos reinos vivieron momentos de cierta prosperidad económica y cultural. En el año 1085, el rey de Castilla Alfonso VI conquistó Toledo. Eso supuso un serio aviso para las demás taifas. El rey de Sevilla pidió auxilio a los almorávides, que habían formado un imperio en el Magreb. Los almorávides penetraron en la Península en el año 1086, unificaron de nuevo el territorio andalusí incorporándolo a su imperio y detuvieron el avance de los reinos cristianos. Su interpretación rigurosa del Islam y, su gran energía inicial, alimentada por el espíritu de la Guerra Santa, pronto se desvaneció. En el año 1118 no pudieron evitar que Zaragoza fuera conquistada por Alfonso I de Aragón. Después, el imperio almorávide cayó ante el empuje de un nuevo imperio africano: los almohades. En el año 1144, los almohades llegaron a la Península y sustituyeron a los almorávides en el poder. Sin embargo, en algunas zonas volvieron a brotar los taifas y tuvieron que imponer la unidad por la fuerza. En el año 1195 obtuvieron una importante victoria frente a los castellanos en la batalla de Alarcos, pero en 1212 fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa. Los problemas internos facilitaron el avance de los reinos cristianos. Córdoba, Valencia, Murcia, Sevilla fueron cayendo sucesivamente. En 1248 solo pervivía el reino nazarí de Granada, cuyos reyes pagaban parias a Castilla.
Al-Ándalus: la organización económica y social
La economía andalusí se asentaba sobre tres pilares:
- Una agricultura de secano en grandes latifundios donde se cultivaba vid, olivo y cereal. Se complementaba con la hortofrutícola en pequeñas huertas de regadío cercanas a las ciudades.
- Una importante producción artesanal (textil, seda, orfebrería, cuero, alfarería, vidrio, etc.) en pequeños talleres y en grandes manufacturas del estado.
- El comercio fue una actividad económica básica pudiéndose distinguir el comercio interior que se desarrolla en los zocos de las ciudades y el comercio exterior que tuvo una gran importancia ya que relacionaba a Al-Andalus con los territorios del imperio islámico y con los reinos cristianos tanto de la península como de Europa. Este comercio se vio facilitado por la aceptación de una moneda acuñada en Córdoba, el dinar de oro y el dírhem de plata a partir del siglo X.
La sociedad estaba constituida por un conglomerado de pueblos. Las diferencias puramente étnicas no eran importantes, ya que hubo mestizaje desde el principio de la conquista. Sin embargo, sí existía una clara conciencia del linaje familiar transmitido por vía masculina. La división social tenía una base religiosa: “creyentes” y “no creyentes”.
Los “creyentes” (musulmanes) ostentaban todos los cargos administrativos, militares o judiciales. Estaban exentos del tributo personal, aunque tenían que pagar algunos impuestos. Dentro de ellos, encontramos: árabes y sirios, beréberes, eslavos y muladíes (hispanovisigodos convertidos al Islam)
Los “no creyentes” contaban con autoridades propias que respondían ante las musulmanas y se regían por el derecho visigótico o judaico. Eran:
- Los mozárabes (cristianos andalusíes). Su número fue reduciéndose debido a las conversiones y a la emigración a reinos cristianos.
- Los judíos. Constituían una minoría radicada principalmente en las ciudades.
La convivencia de las tres culturas (cristiana, islámica y hebrea) fue relativamente armónica hasta el siglo X; a partir del siglo XI se produjeron pogromos contra los judíos en muchas ciudades. Los mozárabes también empeoraron su situación con la llegada de los almorávides y almohades.
En cuanto a la estructura social, podemos distinguir:
- Aristocracia: terratenientes, jefes militares y altos funcionarios.
- Clases medias urbanas.
- Plebe urbana.
- Campesinos
- También existía un reducido número de esclavos, tanto en el campo como en las ciudades. La manumisión era frecuente.
En la época del Califato, El estado estaba encabezado por el califa, que gozaba de un poder absoluto. La administración seguía el modelo persa del imperio abbasí:
- La administración central estaba dirigida por el hachib (primer ministro) y existían varios visires (ministros). El del Tesoro era siempre el más importante.
- El territorio estaba dividido en kuras (provincias) gobernadas por un wali o por un tugur si eran fronterizas.
En las ciudades había funcionarios con distintos cometidos: el zalmedina era la principal autoridad; el sabih-al-suq cuidaba de los mercados; la justicia estaba a cargo del cadí.
Al-Ándalus: La organización económica y social
La economía andalusí se asentaba sobre tres pilares:
- Una agricultura de secano en grandes latifundios donde se cultivaba vid, olivo y cereal. Se complementaba con la hortofrutícola en pequeñas huertas de regadío cercanas a las ciudades.
- Una importante producción artesanal (textil, seda, orfebrería, cuero, alfarería, vidrio, etc.) en pequeños talleres y en grandes manufacturas del estado.
- El comercio fue una actividad económica básica pudiéndose distinguir el comercio interior que se desarrolla en los zocos de las ciudades y el comercio exterior que tuvo una gran importancia ya que relacionaba a Al-Andalus con los territorios del imperio islámico y con los reinos cristianos tanto de la península como de Europa. Este comercio se vio facilitado por la aceptación de una moneda acuñada en Córdoba, el dinar de oro y el dírhem de plata a partir del siglo X.
La sociedad estaba constituida por un conglomerado de pueblos. Las diferencias puramente étnicas no eran importantes, ya que hubo mestizaje desde el principio de la conquista. Sin embargo, sí existía una clara conciencia del linaje familiar transmitido por vía masculina. La división social tenía una base religiosa: “creyentes” y “no creyentes”.
Los “creyentes” (musulmanes) ostentaban todos los cargos administrativos, militares o judiciales. Estaban exentos del tributo personal, aunque tenían que pagar algunos impuestos. Dentro de ellos, encontramos: árabes y sirios, beréberes, eslavos y muladíes (hispanovisigodos convertidos al Islam)
Los “no creyentes” contaban con autoridades propias que respondían ante las musulmanas y se regían por el derecho visigótico o judaico. Eran:
- Los mozárabes (cristianos andalusíes). Su número fue reduciéndose debido a las conversiones y a la emigración a reinos cristianos.
- Los judíos. Constituían una minoría radicada principalmente en las ciudades.
La convivencia de las tres culturas (cristiana, islámica y hebrea) fue relativamente armónica hasta el siglo X; a partir del siglo XI se produjeron pogromos contra los judíos en muchas ciudades. Los mozárabes también empeoraron su situación con la llegada de los almorávides y almohades.
Al-Ándalus: el legado cultural
La religión musulmana marcó toda la vida cultural andalusí, aunque debido a su posterior erradicación no constituye un legado en sí misma. El árabe se impuso como lengua habitual de comunicación, aunque con un fuerte carácter dialectal. Esto permitió la relación intelectual de Al-Ándalus con los centros culturales del Próximo Oriente (Bagdad, Damasco, Alejandría, El Cairo); con ellos se intercambiaron libros, ideas y sabios. Los mozárabes y muladíes usaban también el latín y, posteriormente, las lenguas romances. Debido a ese contacto lingüístico, el castellano y otras lenguas hispanas recogieron en sus orígenes numerosos vocablos árabes que perviven en nuestros días. El mayor esplendor cultural se alcanzó en la época del Califato. Abderraman III y al-Hakam II acogieron en su corte a poetas, filósofos, historiadores, médicos, matemáticos, astrónomos y otros hombres de ciencia llegados de todo el ámbito islámico. Con ellos, Córdoba se convirtió en el principal centro cultural de Occidente. Muchas obras de múltiples disciplinas fueron traducidas al latín y utilizadas como manuales en las universidades medievales europeas: historia (Ibn-Jaldun), geografía (Al-Idrisi) o ciencias (Al-Mayriti). Las letras reflejan la variedad de lenguas, se cultivó la poesía (Ibn Hazn, “El collar de la paloma”) y se introdujeron géneros como la moaxaja y el zéjel. En el siglo XII sobresalieron las figuras de Averroes y Maimónides. Ambos tuvieron que exiliarse debido a la intransigencia de los almohades. Averroes trató de conciliar la filosofía de Aristóteles con el dogma islámico; gracias a él, el filósofo griego fue redescubierto en Europa occidental. Maimónides era un médico y teólogo judío, discípulo de Averroes; entre sus obras destaca la Guía de perplejos tuvo gran influencia sobre filósofos posteriores. A través de Al-Andalus llegaron también el papel, las cifras árabes, la brújula y numerosos cultivos, como el azúcar, el arroz, el albaricoque, la alcachofa, la berenjena, la espinaca, el limonero o la sandía. Pero el legado más tangible de la cultura andalusí es el arte. El arte estaba condicionado por los preceptos religiosos islámicos, aunque en ocasiones los transgredió. Recoge y sintetiza elementos visigóticos y orientales, pero crea también formas originales. En arquitectura, los edificios mejor conservados son los palacios y las mezquitas. En las artes plásticas lo principal fue la ornamentación arquitectónica. También han llegado hasta nuestros días numerosos objetos suntuarios de gran refinamiento: marfiles, bronces, joyas, alfombras, etc. El arte andalusí pervivió en el mudéjar hasta el siglo XVI. La música alcanzó también un notable desarrollo.
La mezquita y el palacio en el arte hispano-musulmán
Si partimos de la idea de que el arte islámico está absolutamente marcado por la religión y que el islam es contrario a la representación figurativa, entenderemos que la arquitectura es la principal manifestación artística musulmana. La arquitectura andalusí, como la del resto del mundo musulmán, es una arquitectura caracterizada por su capacidad de fusionar diferentes tradiciones, que en este caso son fundamentalmente romanas, visigodas, orientales y helenísticas (uso de columnas, arcos de herradura, bóvedas, cúpulas..) y por estar al servicio de la religión y del poder. Los rasgos más destacados de sus construcciones son: unos materiales pobres (ladrillo, yeso…) que suelen quedar enmascarados por una profusa decoración (vegetal, geométrica o epigráfica) y una mayor preocupación por el desarrollo interior que exterior de los edificios (arquitectura intimista). Las dos construcciones más representativas son los palacios.
La mezquita de Córdoba se empezó a construir a finales del siglo VIII sobre el solar de una antigua iglesia visigoda. Se aprovecharon numerosos elementos arquitectónicos de edificios visigodos e hispanorromanos, así como sus técnicas constructivas. Para ganar altura y luminosidad, las columnas soportan pilares enlazados con arcos de medio punto en la parte superior y de herradura en la parte media.
Medina Azahara era una ciudad situada en las afueras de Córdoba. Se empezó a construir en 936 y nueve años después se trasladó allí la corte califal. Constaba del palacio del califa, de una zona oficial-administrativa, de una mezquita y de la ciudad propiamente dicha, con viviendas y talleres de artesanos. Estaba perfectamente organizada de forma ortogonal y dispuesta en terrazas sobre una ladera. Además de su función práctica, pretendía ser una demostración del poder y la riqueza de los Omeyas.
La Alfajería de Zaragoza es un palacio fortificado que data del siglo XI. Sus grandes dimensiones y la gran abundancia de motivos decorativos ponen de manifiesto la importancia que llegó a tener ese taifa.
La Alhambra de Granada era también un palacio-ciudad. Dentro de ella había una parte militar, integrada por la Alcazaba, murallas y torres; una parte administrativa, en la que sobresalen el gran salón del trono y el patio de los Arrayanes; el palacio propiamente dicho, donde están el patio de los Leones y la sala de los Abencerrajes; los baños y los jardines, entre los que destaca el Generalife. En todo el conjunto se combinan los espacios cerrados con los abiertos en forma de jardines y patios con estanques o fuentes. Hay una gran profusión decorativa que enmascara la pobreza de los materiales constructivos.
Los reinos cristianos en la Edad Media: los primeros núcleos de resistencia
Tras la invasión musulmana de la Península Ibérica, iniciada en el 711 y la rápida y subsiguiente ocupación y control de la misma, que provocó la desaparición del mundo visigodo, surgirán, en la franja cántabro-pirenaica, unos primeros núcleos de resistencia cristiana que a partir del siglo XI, comenzarán un avance hacia el sur, coincidiendo con la crisis del mundo andalusí, en un proceso histórico que conocemos como Reconquista. Entre estos primeros focos de resistencia debemos distinguir cuatro núcleos:
- El asturiano, que surge a partir del 722 tras la batalla de Covadonga en la que los astures, dirigidos por Pelayo, impiden el avance musulmán hacia el interior de la Cordillera Cantábrica. De esta victoria surge un reino embrionario en torno a Cangas de Onís y Oviedo que, a partir del siglo X, tras la expansión hacia el Duero y el noroeste, se convertirá en el reino de León. Ya en el siglo X asistimos a un período de crisis marcado por la independencia del Condado de Castilla por iniciativa del conde Fernán González. En el siglo XII se desgajará del reino de León el de Portugal.
- El pamplonés, surgido en 824 de la mano de Iñigo Arista a partir de los territorios fronterizos controlados por los francos, y que será el núcleo del reino de Navarra. En el 970 incorporará Aragón y ejercerá una notable influencia sobre el Reino de León, hasta alcanzar su mayor apogeo durante el reinado de Sancho III el Mayor (1000-1035), quien logrará anexionar a Castilla.
- El aragonés, nacido de la unión de los condados pirenaicos de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Inicialmente bajo soberanía franca hasta que pasaron a manos de nobles locales como Aznar Galindo. Será el origen del reino de Aragón.
- El catalán, nacido a partir de la Marca Hispánica o territorio fronterizo franco, formado por diversos condados que se independizan a partir del siglo XI y que se irán aglutinando entorno al condado de Barcelona.
Estos núcleos iniciarán un proceso expansivo que se verá detenido en el siglo X coincidiendo con el máximo esplendor del califato cordobés.
Los reinos cristianos en la Edad Media: principales etapas de la reconquista
Entendemos por Reconquista, el proceso de ocupación militar de los territorios musulmanes en la P. Ibérica, por parte de los núcleos cristianos de la franja cántabro-pirenaica, que se produjo entre los siglos VIII-XV. Se pueden señalar cinco etapas:
- Siglos VIII-X. Se trata sólo de la ocupación de territorios semivacíos hasta la cuenca del Duero en los reinos occidentales. En los territorios orientales Navarra y el pequeño condado de Aragón estaban unidos y los condados catalanes se agrupaban en torno a Barcelona. Estamos ante una fase que es más de supervivencia y resistencia que de avance conquistador ante el poder militar del califato especialmente en tiempos de Almanzor.
- Siglos XI y XII. Tras un comienzo muy prometedor que consiguió el control de los valles del Tajo y del Ebro (conquistas de Toledo 1085 y Zaragoza, 1118), la crisis provocada por la irrupción de almorávides y almohades, así como el enfrentamiento entre los distintos reinos cristianos, limitó finalmente el avance hasta los curso del Turia, Júcar y Guadiana. En 1137 un pacto matrimonial entre el condado de Barcelona y el reino de Aragón convirtió al primero en rey de Aragón uniendo ambos territorios.
- Siglo XIII. Se corresponde con el momento de máximo empuje hacia el sur de los reinos cristianos. Destaca la colaboración de la Europa cristiana impulsada por el espíritu de cruzada que propició el Papa Inocencio III. Los castellanos controlan el valle del Guadalquivir conquistando Córdoba (1243), Sevilla (1248) y Cádiz (1262); los aragoneses ocupan Mallorca (1229) y Valencia (1238). La presencia política musulmana queda reducida al reino de Granada.
- Siglos XIV y XV. El avance fue lento y se redujo al control de la zona del Estrecho, hasta que a finales del siglo XV, dejó de interesar a los reinos cristianos la supervivencia del reino nazarí de Granada, cuya capital fue conquistada en 1492.
Los reinos cristianos en la Edad Media
Entendemos por Repoblación el proceso de ocupación demográfica y explotación económica de los territorios arrebatados al dominio musulmán, iniciado desde unos originarios núcleos de resistencia cristianos, situados en el norte peninsular, entre los siglos VIII y XV. La aplicación de diferentes modelos de repoblación marcó la evolución económica y la organización social en distintas áreas geográficas de la Península. Las causas que impulsaron el fenómeno repoblador fueron esencialmente económicas, demográficas, políticas y militares.
Tradicionalmente se identifican cuatro modelos predominantes de repoblación:
– Monacal y privada; – Concejil; – De Ordenes Militares y; – Nobiliaria. –La primera modalidad sería la más utilizada en los siglos VIII a X y afectaría a las tierras situadas al norte del Duero y al piedemonte pirenáico. Consiste en la ocupación de tierras deshabitadas a través del sistema de “presura”. El resultado es la aparición de numerosas pequeñas y medianas propiedades.–La segunda modalidad se extiende entre los siglos XI y XII, en la zona del valle del Ebro y entre los cursos Duero y Tajo. Se realiza a través del establecimiento de comunidades de aldea o villa, a los que la corona concede un amplio territorio (“alfoz”) con ciertos privilegios reconocidos en “cartas pueblas”. El resultado es la aparición de importantes espacios de propiedades comunal– La tercera modalidad se extiende durante la primera mitad del siglo XIII, en la zona comprendida entre el Tajo y el Guadiana. Consiste en el otorgamiento de grandes lotes de tierras, a través del sistema de “encomiendas”, a cargo de Ordenes Militares. El resultado son grandes latifundios, de preferente orientación ganadera.–La cuarta modalidad se extiende desde la segunda mitad del siglo XIII al fin de la Reconquista y ocupa toda la zona meridional de la Península. Consiste en el otorgamiento de grandes lotes de tierra y núcleos de población, a través del sistema de “donadíos o repartimientos” entre las grandes familias nobles. El resultado son grandes latifundios nobiliarios, origen remoto de buena parte de los latifundios andaluces.
Tema 4.4. Diversidad cultural en los reinos cristianos de la Edad Media: cristianos, musulmanes y judíos. Desde el siglo VIII hasta el XV, cristianos, musulmanes y judíos coexistieron tanto en Al-Ándalus como en los reinos cristianos. A lo largo de ese tiempo, hubo momentos de convivencia armónica y momentos de franca hostilidad. Conviene recordar, además, que las relaciones entre los reinos cristianos y musulmanes durante los siglos de la Reconquista no fueron exclusivamente bélicas; hubo también alianzas, matrimonios entre la realeza, comercio, migraciones y un gran intercambio cultural. En los reinos cristianos, hasta el siglo X la población era casi exclusivamente de esa religión, aunque los repobladores mozárabes eran tratados con cierto recelo. Más adelante, conforme avanzaba la expansión hacia el sur, esos reinos fueron integrando a muchos musulmanes. En general, los expulsaron de las ciudades, pero se les permitió permanecer en los arrabales y en las zonas rurales. La presión sobre ellos para conseguir su conversión fue constante y exitosa, excepto en el valle del Ebro, en Valencia y en Murcia, donde eran muy numerosos. En estas zonas se mantuvieron grandes comunidades mudéjares hasta el siglo XV, y cuando les obligaron a bautizarse muchos pasaron a ser moriscos. La población hebrea fue en aumento a lo largo de la Edad Media y solía concentrarse en las aljamas o juderías. Muchos judíos gozaron de la confianza de los monarcas y ocuparon cargos de importancia, pero a partir del siglo XIII volvieron a sufrir pogromos. La influencia mutua entre las tres culturas fue inevitable, incluyendo intercambios lingüísticos, técnicas agrícolas y artesanales, instituciones políticas, formas de vestir, etc. A nivel de elites intelectuales destaca la Escuela de Traductores de Toledo, que fue, desde el siglo XII, un centro de estudios latino-árabes con mediación hebrea. Gracias a ella, Europa redescubrió buena parte del pensamiento griego y oriental que había sido recogido por los árabes, como, por ejemplo, la obra de Aristóteles. Podemos destacar también la obra cultural del rey Alfonso X, impregnada por elementos de las tres culturas. Es una obra ingente que abarca campos muy diversos: jurídico (Las Siete Partidas), estudios de Astronomía (Tablas astronómicas alfonsíes), obras históricas (Estoria de España y la Grande e General Estoria), poesía (Cantigas), y obras de otra índole (Libros de axedrez, dados e tablas).
El intercambio artístico también fue muy importante y se plasma claramente en el arte de repoblación (mozárabe) y en el mudéjar.
Tema 4.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: manifestaciones artísticas. Además del románico y del gótico, que son los dos estilos propios de la Europa medieval, en los reinos cristianos de España, debido a la influencia andalusí, se desarrollaron también los estilos mozárabe y mudéjar. El arte mozárabe o “arte de repoblación” es un arte creado por los cristianos de Al-Ándalus. Tiene raíces hispanovisigodas y una fuerte influencia musulmana. En arquitectura los ejemplos más notables son las iglesias de San Miguel de la Escalada (León), San Cebrián de Mazote (Valladolid), San Millán de la Cogolla (La Rioja) y San Baudelio (Soria). La miniatura es también muy sobresaliente, siendo destacables las de los libros conocidos como Beatos y, entre ellos, las del Beato de Liébana. La principal novedad de la renovación cultural del siglo XI fue la aparición y difusión del románico (siglos XI y XII). Se trata de un estilo artístico internacional en el que, sirviendo la arquitectura como elemento básico aglutinante, se integran todas las artes de forma coherente y armónica, persiguiendo todas ellas una clara misión pedagógica que aspira a mantener viva la fe del creyente. Las principales creaciones arquitectónicas fueron los templos, los monasterios y las fortalezas militares. Su difusión en la Península se produjo a través del Camino de Santiago, en el que podemos apuntar ejemplos como la Catedral de Jaca, San Martín de Frómista, San Isidoro de León o la Catedral de Santiago de Compostela. En sus construcciones predomina la horizontalidad y el uso de la bóveda de cañón que necesita de gruesos muros reforzados con arbotantes. En escultura y pintura, fundamentalmete mural, predomina el antinaturalismo y el esquematismo simbólico. Desde mediados del siglo XII y hasta finales del siglo XV se extiende por Europa el gótico, segundo estilo supranacional europeo. Se trata de un arte propio de una época de florecimiento urbano e importantes transformaciones sociales promovidas por el ascenso de la burguesía y el desarrollo del comercio; de acrecentamiento del poder real y del comienzo de una tímida secularización cultural impulsada por la recién nacidas Universidades. Desde el punto de vista técnico se introducen el arco ojival, el arbotante y las bóvedas de crucería. Las principales creaciones son los palacios, las lonjas, los ayuntamientos y por encima de todas: las catedrales, auténticos estandartes del renacimiento urbano. Las más representativas en España son las de León, Burgos, Toledo y Sevilla. En sus construcciones predomina la verticalidad, la ligereza y la luminosidad; mientras en escultura y pintura, mural y en tabla, destaca el naturalismo idealizado y la expresividad.