Evolución Política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba

1. EVOLUCIÓN POLÍTICA: CONQUISTA, EMIRATO Y CALIFATO DE CÓRDOBA

1.1 La invasión

En el 711, 7.000 soldados bereberes dirigidos por Tariq desembarcaron en Gibraltar. Otros 5.000 soldados se enfrentaron a Rodrigo, lo que culminó en la derrota y desintegración del ejército godo. El reino visigodo se derrumbó. Tariq conquistó Córdoba, Sevilla y Toledo. El gobernador Musa, con 12.000 soldados árabes, entre el 712 y el 714, ocupó las principales ciudades visigodas. Algunas se rindieron sin oponer resistencia, mientras que en Toledo y Zaragoza hubo enfrentamientos y matanzas importantes. La ocupación fue rápida y los dirigentes visigodos prefirieron someterse. Los pactos de rendición fueron la norma. Algunos nobles huyeron hacia el norte.

1.2 Al-Ándalus, provincia del imperio árabe (714-755)

En el 714, Musa y Tariq se trasladaron a Damasco y dejaron a Abd al-Aziz como gobernador. Una serie de gobernantes dependientes del gobernador de Ifriqiya organizaron la administración andalusí rápidamente. Los escasos contingentes fueron distribuidos por las ciudades de Al-Ándalus. Los árabes se instalaron en ciudades del sur, como Córdoba, capital del territorio, y en Toledo, donde fueron destruidos los palacios y edificios símbolo del poder visigodo. Los bereberes fueron a las regiones más frías del norte, valles del Duero y del Ebro, donde el dominio andalusí fue más débil.

El intento de los árabes de expandirse al norte de los Pirineos, frustrado tras la derrota de Poitiers (732), fue aprovechado por nobles visigodos refugiados en la zona asturiana para rechazar un ataque bereber en Covadonga y fundar el reino astur.

Entre el 715 y el 740, los gobernantes organizaron la recaudación de los tributos y la administración provincial, dividiendo el territorio y estableciendo las autoridades urbanas y las guarniciones de frontera. En el 740, una rebelión de los bereberes norteafricanos se extendió a Al-Ándalus. Abandonadas las ciudades del norte de Al-Ándalus en el valle del Duero, los reyes astures aprovecharon para consolidar su pequeño reino. A esto se sumaron las disputas entre las tribus árabes. Durante 15 años, los enfrentamientos constantes y el poder de los gobernadores, tanto en el norte de África como en Córdoba, fueron bastante débiles.

1.3 Emirato independiente (756-929)

El origen del emirato se encuentra en el golpe de estado del 750. Los abasíes, en Damasco, destronaron a los omeyas. Abd al-Rahman se refugió en el norte de África y consiguió desembarcar en Al-Ándalus. Derrotó al gobernador y se autoproclamó emir independiente, Abd al-Rahman I, lo que suponía rechazar la autoridad de los abasíes de Damasco y la independencia de Al-Ándalus. Su reinado fue una lucha por afirmar su dominio frente a grupos árabes y bereberes. Se ocupó del desarrollo de Córdoba, construyó su palacio y cuya mezquita mandó iniciar en el 784.

La evolución del emirato atravesó fases de estabilidad y otras de fuertes tensiones. Por un lado, tensiones entre las familias árabes por controlar el gobierno y, por otro, tribus bereberes marginadas del poder e instaladas en las ciudades de las fronteras, enfrentadas con los jefes de las comunidades cristianas. El descontento popular aumentaba cuando aumentaba la presión fiscal y las exacciones de los terratenientes. Todo ello daba lugar a continuas rebeliones.

La situación era tranquila en la primera mitad del siglo IX, pero en el 880 hubo una grave crisis político-militar. Los sucesivos emires, debilitados por las traiciones y cambios de alianza, pudieron a duras penas conservar el control de la zona clave del valle del Guadalquivir. En el 902, una expedición árabe conquistó Baleares.

1.4 El Califato de Córdoba (929-1008)

Cuando Abd al-Rahman III llegó al poder, parte de Al-Ándalus estaba en rebelión contra el gobierno de Córdoba. Tras varios años, consiguió sofocar todos los focos de rebelión: Bobastro, Mérida, Badajoz, Toledo y Zaragoza. Aunque fue derrotado por los cristianos en Simancas, los cristianos del norte debieron mantenerse en sus fronteras. Abd al-Rahman impuso tributos a los reyes cristianos a cambio de renunciar a las campañas de saqueo. En el 931, los omeyas conquistaron Ceuta y Melilla. En el 929, Abd al-Rahman se autoproclamó califa, lo que significaba la afirmación de la familia omeya como gobernantes de Al-Ándalus. El rey cordobés era jefe religioso y político.

El califa controlaba de cerca a los visires y a los gobernadores de las ciudades, al tiempo que aumentaba el dominio de los árabes en todos los cargos políticos y administrativos. La situación económica era buena, como demuestra la acuñación de grandes cantidades de dinares de oro y la construcción del palacio de Medina Azahara. Esa prosperidad se prolongó durante el reinado de su hijo Al-Hakam II, que mantuvo el dominio militar sobre los cristianos y continuó con el reforzamiento de las zonas fronterizas. El califa reunió una gran biblioteca y atrajo a los mejores escritores y juristas de su época. También amplió la mezquita de Córdoba.

El reinado de Hisham II estuvo dominado por la figura de su visir, Almanzor, que dirigió la política del califa. Tuvo que sofocar varios intentos de conspiración contra su persona y se enfrentó a los juristas conservadores, reforzó el ejército de eslavos y bereberes. Almanzor realizó expediciones contra los cristianos: en 985 arrasó Barcelona y en el 997 tomó Santiago. A su muerte en 1002, le sucedió su propio hijo Abd al-Malik, que continuó la línea de su padre de mantener el control sobre el viejo califa y de continuar las campañas en las fronteras cristianas.