La Península Ibérica en la Edad Media: Al-Ándalus (Siglos VIII al XIII)
1. Evolución Política
1.1. Conquista y Expansión (711-732)
a. Primera fase (711-716):
En la batalla de Guadalete (711), el último rey visigodo, D. Rodrigo, es derrotado por una coalición árabe-bereber. Estos llegan a la península como aliados de una facción visigoda rival que disputaba el trono. El reino visigodo se desmorona rápidamente debido a su debilidad interna y las continuas luchas civiles. Un ejército de 18.000 árabes y 12.000 bereberes, dirigidos por Tariq y Muza, conquista fácilmente el reino. Los nobles visigodos y terratenientes se rinden mediante pactos o capitulaciones, conservando tierras, bienes y religión.
b. Segunda fase (716-732):
Los musulmanes conquistan los Pirineos y la Septimania francesa (Toulouse, Nimes…). Continúan su expansión en el reino franco hasta ser derrotados en Poitiers (732) por Carlos Martel, obligándolos a abandonar Francia. En el norte peninsular, astures, cántabros y vascos comienzan a hostigar al invasor. En este contexto se produce la batalla de Covadonga (718), donde los astures, liderados por Pelayo, derrotan a los musulmanes. Esto lleva al abandono del valle del Duero, que se convierte en “tierra de nadie”, y a la aparición y expansión del reino Astur, del reino de Navarra y de los Condados Catalanes.
1.2. Emirato Dependiente de Damasco (711-756)
Con la conquista musulmana, surge Al-Ándalus, un estado musulmán que abarca los territorios ocupados en la península Ibérica. Se convierte en una provincia del Califato Omeya de Damasco, es decir, un emirato dependiente. La sociedad musulmana se encuentra dividida en grupos tribales, y dentro de cada grupo, en clanes, que a menudo luchan entre ellos. En Al-Ándalus, hay continuas luchas entre los bereberes (los más pobres, ocupando las tierras menos fértiles de la Meseta y zonas montañosas, procedentes del Norte de África) y los árabes (grupo minoritario, rico y poderoso, con las tierras más ricas del valle del Guadalquivir y el Ebro).
En el año 756, la familia Omeya de Damasco es exterminada por sus rivales, la familia Abasida. Desaparece el Califato Omeya y se funda el Califato Abasida, con capital en Bagdad. El único superviviente de los Omeyas, Abd-al-Rahman, huye a Al-Ándalus y toma el poder, apoyado por la clientela de su familia y un ejército de mercenarios.
1.3. Emirato Independiente de Bagdad (756-929)
Abd-al-Rahman I (756-788) se proclama emir y funda el Emirato de Córdoba, independizándose políticamente de Bagdad, excepto en materia religiosa, donde reconocen la soberanía del califa. Crea rápidamente la estructura de un nuevo estado: un ejército potente, división del territorio en “provincias” (coras), ocupación de ciudades visigodas (Toledo, Mérida…), control del cobro de impuestos, creación de un cuerpo de funcionarios e inicio de la construcción de la mezquita de Córdoba.
Al-Hakam I (796-822) enfrenta varias revueltas de muladíes y mozárabes, como el famoso “Motín del arrabal” de Córdoba (818). Su sucesor, Abd-al-Rahman II (822-852), lleva el emirato a su máximo esplendor: completa la organización del estado, estimula la orientalización y arabización cultural y sofoca las revueltas en las provincias fronterizas con los reinos cristianos (marcas). A partir del año 900, el emirato entra en decadencia: luchas civiles, revueltas, división del emirato y pérdida del poder central facilitan el avance cristiano. Se realiza una ampliación de la mezquita de Córdoba.
1.4. Califato de Córdoba (929-1031)
Abd-al-Rahman III (912-961) se proclama califa (929), logrando la independencia total de Bagdad, incluso en materia religiosa. Se funda el Califato de Córdoba. Con este califa, Al-Ándalus alcanza su máximo desarrollo: fin de las revueltas internas, freno al avance cristiano, fortalecimiento del poder califal, centralización fiscal, creación de un potente ejército de mercenarios eslavos y bereberes, control de las caravanas de oro del Sahara y relaciones diplomáticas con Constantinopla. El centro de poder es el palacio de Medina Azahara (cerca de Córdoba), donde reside la corte. Se realiza una nueva ampliación de la mezquita de Córdoba.
Su hijo, Al-Hakam II (961-976), continúa la labor de su padre, recuperando territorios perdidos en Marruecos. Se alcanza el máximo desarrollo cultural y artístico, convirtiendo a Córdoba en una de las ciudades más grandes del mundo musulmán. Se amplía de nuevo la mezquita de Córdoba, destacando esta fase por su alta calidad artística.
Hisham II (976-1009), un califa débil, entrega el poder a su hachib, el general Al-Mansur (Almanzor). Este gran guerrero controla el califato y basa su dictadura en la fuerza, atacando a los reinos cristianos y saqueando sus principales ciudades (Santiago en 997, Barcelona en 985), obteniendo valiosos botines. Construye un gran palacio en las afueras de Córdoba (Medina al-Zahirah) y amplía por última vez la mezquita de Córdoba, aunque esta fase es de menor calidad artística.
Tras su muerte, el califato entra en decadencia: las luchas civiles entre bereberes y árabes provocan la ruina (saqueo de los dos grandes palacios). Aunque hay califas, el poder lo controlan los hijos de Al-Mansur. El califato llega a su fin en 1031.
1.5. Primeros Reinos de Taifas (1031-1086)
Tras la disgregación del Califato de Córdoba, se forman los primeros reinos de Taifas, independientes entre sí. Los más poderosos (Toledo, Zaragoza, Córdoba y Sevilla) están controlados por árabes; otros caen en manos de bereberes (Málaga, Granada) o eslavos (Valencia, Murcia). La debilidad musulmana es aprovechada por los cristianos para avanzar hacia el sur. Muchos de estos reinos piden protección a los reyes cristianos a cambio del pago de tributos (parias). En 1085, Alfonso VI de Castilla conquista Toledo.