La Revolución Francesa: Del Antiguo Régimen al Imperio Napoleónico
Contexto Histórico
Durante el siglo XVIII, una serie de acontecimientos sentaron las bases para la Revolución Francesa. El pensamiento ilustrado, con su crítica al Antiguo Régimen, la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, que inspiró a los ciudadanos europeos con la idea de una nación soberana con su propia constitución, y la grave crisis económica en Francia, agravada por las guerras y la bancarrota de la Hacienda Pública, fueron factores clave.
Los Estados Generales y el Inicio de la Revolución
La negativa de los privilegiados a pagar impuestos llevó a Luis XVI a convocar los Estados Generales en mayo de 1789. La asamblea, compuesta por la nobleza, el clero y el tercer estado, se reunía con voto por estamento y valor consultivo. El Tercer Estado, buscando el voto individual, se autoproclamó Asamblea Nacional y se comprometió a redactar una Constitución para Francia. Con el apoyo de algunos clérigos y nobles, y ante la agitación popular, el monarca cedió, transformando los Estados Generales en Asamblea Constituyente.
La Toma de la Bastilla y la Abolición del Feudalismo
El 14 de julio de 1789, el pueblo de París asaltó la Bastilla. Este hecho, que se extendió por el campo francés con revueltas señoriales, llevó a la Asamblea Constituyente a abolir el feudalismo. Se aprobó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, la separación entre Iglesia y Estado, y se inició la redacción de la Constitución de 1791, que establecía una monarquía constitucional, sufragio censitario e indirecto, derecho a la propiedad y libertad económica.
La Asamblea Constituyente y la Huida de la Familia Real
Dentro de la Asamblea Constituyente surgieron partidos políticos como los girondinos (conservadores) y los jacobinos (radicales). En junio de 1791, la familia real intentó huir a Austria para iniciar una invasión y restaurar el absolutismo, pero fueron descubiertos y devueltos a París.
La Convención Nacional y la Proclamación de la República
En 1792, la Asamblea declaró la guerra a Austria. Una revuelta de los sans-culottes llevó a la proclamación de la República y la convocatoria de elecciones por sufragio universal masculino para formar la Convención Nacional. La Convención, con mayoría girondina, abolió la monarquía, ejecutó a Luis XVI en enero de 1793, y se enfrentó a una guerra contra las potencias absolutistas europeas. La crisis económica y el descontento popular llevaron a levantamientos y una guerra civil. La Convención decretó una leva de 300.000 hombres, lo que provocó más revueltas.
El Reinado del Terror
Los jacobinos, con el apoyo de los sans-culottes, ganaron las elecciones y aprobaron una nueva Constitución en 1793, con sufragio universal directo e intervención del Estado en la economía. Robespierre, concentrando el poder, utilizó el terror y la guillotina contra sus opositores.
El Directorio y el Ascenso de Napoleón
Tras la caída de Robespierre, la burguesía dominó la Convención y aprobó una nueva Constitución en 1795, restableciendo el sufragio censitario y creando el Directorio. Napoleón Bonaparte, aprovechando su popularidad tras diversas campañas militares, dio un golpe de Estado en 1799, sustituyendo el Directorio por tres cónsules y proclamándose Primer Cónsul Único y Vitalicio.
El Imperio Napoleónico y su Caída
En 1804, Napoleón se proclamó Emperador. Su imperio se expandió, imponiendo el modelo francés en los territorios conquistados. La derrota en España y Rusia en 1812 marcó el inicio del fin. Tras la derrota en Waterloo en 1815, Napoleón fue confinado en Santa Elena.
La Restauración y el Liberalismo
Las potencias vencedoras, junto con la Francia borbónica, formaron la Santa Alianza. La Restauración intentó volver al absolutismo, pero el liberalismo emergió como una fuerza política. Las oleadas revolucionarias de 1820-1823 y 1829-1839 llevaron a cambios políticos en Europa, incluyendo la instauración de monarquías constitucionales. La Revolución de 1848 en Francia proclamó la II República, seguida del Segundo Imperio Napoleónico (1851-1870). El auge del nacionalismo en la segunda mitad del siglo XIX impulsó procesos de unificación e independencia en Europa.