Desarrollo del Conflicto Hispano-Cubano y la Intervención Estadounidense (1895-1898)
La sublevación independentista cubana, iniciada en 1895, se vio acompañada por la filipina en 1897. Los Estados Unidos entraron en conflicto con España en 1898.
El Inicio de la Insurrección Cubana
La guerra estalló de nuevo en Cuba con el Grito de Baire, nombre con el que se conoce al levantamiento que tuvo lugar en la parte oriental de la isla, dirigido por José Martí (hijo de españoles, nacido en La Habana, intelectual de renombre y considerado el padre de la independencia cubana).
A continuación, se proclamó el Manifiesto de Montecristi (República Dominicana), redactado por José Martí y Máximo Gómez, líder civil y militar, respectivamente, del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí. Gómez, inicialmente pacifista, adoptó una postura más radical tras su exilio en España. A la muerte de Martí, fue sustituido por Antonio Maceo, un mulato muy popular que, junto a Máximo Gómez, asumió la dirección militar de los rebeldes.
La Resistencia Española y la Sociedad Cubana
Los burócratas, comerciantes y azucareros españoles residentes en la isla se negaban a admitir ningún tipo de autonomía.
La guerra, que en sus inicios tuvo un cierto carácter popular, obrero y de clase media, contó con una fuerte campaña de captación de los sectores negros, mulatos y campesinos. Casi de inmediato, obtuvo el apoyo de toda la sociedad criolla.
Guerra de Guerrillas y Tácticas Españolas
Más que una guerra frontal, fue una guerra de guerrillas, dado el conocimiento del terreno por parte de los rebeldes, que estaban apoyados por la población.
En el plano militar, la guerra no era favorable a los soldados españoles, ya que se desarrollaba en plena selva, la manigua, y contra unas fuerzas muy extendidas en el territorio, que se concentraban y dispersaban rápidamente. Ni los soldados españoles estaban entrenados para una guerra de este tipo, ni el ejército contaba con los medios adecuados. El mal aprovisionamiento, la falta de municiones y armas, y las enfermedades tropicales causaron gran mortalidad entre las tropas, haciendo de la victoria final un objetivo cada vez más difícil de alcanzar.
Ante esto, Cánovas decidió aplicar la política de “reconciliación” enviando al general Martínez Campos para mejorar e impedir el avance de los sublevados. Sin embargo, al no conseguirlo, fue sustituido por el enérgico Valeriano Weyler. Este aplicó una táctica de guerra total:
- Creó las célebres “trochas”, unas líneas fortificadas que dividieron la isla en tres sectores aislados con el fin de dificultar el movimiento de las columnas insurrectas.
- Reconcentró a la población campesina en los poblados para impedir que prestaran ayuda a los rebeldes.
- Destruyó las edificaciones que pudieran servir de refugio a los insurgentes.
- Quemó cosechas y eliminó ganado para evitar que se alimentara el enemigo.
Estas medidas consiguieron reducir en gran parte la posición de los rebeldes, pero no lograron doblegarlos.
La Intervención de Estados Unidos y el Ultimátum
La prolongación de las operaciones y la dureza de las mismas ocasionaron la protesta de EE. UU., cuyo Senado recomendó al presidente Cleveland que reconociera el estado de guerra en Cuba. Poco después, darían un paso más, ofreciéndose como mediadores en el conflicto hispano-cubano y pidiendo la concesión de una amplia autonomía para Cuba. Cánovas rechazó la propuesta y redactó un memorándum en el que se concedían libertades y cierta autonomía a la isla una vez pacificada. Con su muerte en 1897, la situación no hizo más que empeorar.
El nuevo presidente norteamericano, William McKinley, protestó ante el gobierno español por la dura actitud de Weyler, exigiendo la pacificación de la isla. Incluso llegó a gestionar con la reina María Cristina la compra de Cuba por trescientos millones de dólares, a lo que la Reina y el gobierno español se opusieron rotundamente. Aquello, aparte del deshonor, hubiera supuesto también el fin de la monarquía. La posición estadounidense, apoyada por una prensa belicista, que tenía como máximos representantes a William Hearst (quien, desde las páginas del New York American) y a Pulitzer, desempeñó un papel extraordinariamente hostil contra la dominación española.
El Incidente del Maine y la Declaración de Guerra
Los EE. UU. no cejaron en su objetivo y aprovecharon la voladura del Maine, buque norteamericano que se encontraba en el puerto de La Habana en visita de cortesía (según algunos autores) o bajo el pretexto de vigilar los intereses norteamericanos en la isla (según otros). La explosión, que causó gran cantidad de muertos el 25 de abril de 1898, fue falsamente atribuida por EE. UU. a agentes españoles. Se envió a España un ultimátum en el que se exigía la renuncia española a la soberanía y la retirada de Cuba. El gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum estadounidense, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Los dirigentes políticos españoles eran conscientes de la inferioridad militar española, pero consideraron humillante la aceptación sin lucha del ultimátum. Comenzaba así la guerra hispano-norteamericana.
La voladura del Maine fue investigada por varias comisiones de ambos gobiernos. Según los americanos, fue una provocación mediante un sabotaje de los españoles, aunque nunca aceptaron que la comisión española investigara directamente el propio buque siniestrado. Por otro lado, la comisión designada por el gobierno español concluía su investigación aduciendo que la explosión había sido producto de un accidente dentro del barco.
Tiempo después, y fruto de diversas investigaciones, se llegó a la conclusión de que la explosión del Maine se debió a causas internas, tal y como afirmaban las tesis de la comisión española.
La declaración de guerra dejó a los rebeldes cubanos en situación de aliados de los norteamericanos, pero también a merced de estos.