El Legado Cultural de Al-Andalus
Córdoba fue un importante centro intelectual que acogió las corrientes de Bizancio, India, Babilonia y Persia. El sentimiento religioso era muy importante en la vida de los musulmanes. Su religión se basaba en las verdades reveladas del Corán y las predicciones de Mahoma recogidas en la Sunna por sus discípulos. El Sunismo se difundió en Al-Andalus por la escuela malakita, fundada por Malik en el 795 y asentada en la intolerancia ortodoxa, coartando por iniciativa de los alfaquíes toda posible actividad cultural.
En el siglo X, Ibn Masarra fundó en Córdoba la escuela masarri, que da más importancia a la razón personal sobre la tradición religiosa.
Abd al Rahman III protegió a poetas y sabios procedentes de Oriente. La expresión literaria más cultivada fue la poesía amorosa, y el poeta más representativo de este periodo fue Ibn Hazm, cuya obra, El collar de la paloma, está considerada como la mejor obra literaria en lengua árabe. Entre los mozárabes bilingües se desarrolló una lengua romance, aunque escrita en muchos casos en caracteres árabes. En el siglo X apareció la poesía popular con el zéjel y la moaxaja, escrita en árabe con elementos como la jarcha en lengua romance.
Los estudios filosóficos alcanzaron un gran desarrollo en el siglo XII, donde destacó la figura del filósofo musulmán Averroes, que trató de conciliar la filosofía aristotélica con la religión islámica. En Córdoba también destacó el filósofo judío Maimónides.
La Mezquita y el Palacio en el Arte Hispano-Musulmán
El arte islámico fue reflejo de su cultura, y la prohibición de representar la figura humana hizo que no se cultivasen las artes figurativas, desarrollándose la arquitectura. Los arquitectos musulmanes buscaban proporcionar placer cuando creaban alguno de sus edificios; por ello, el agua, la luz, el color y el sonido formaron parte del espacio arquitectónico musulmán. Los edificios que construyeron eran de baja altura y estaban hechos con materiales sencillos. Utilizaron como soportes pilares y columnas delgadas que sostenían bóvedas de crucería, mocárabes y arcos de herradura, lobulados, de media punta y mixtilíneos.
El edificio más significativo fue la mezquita, que era el lugar de encuentro de los creyentes. Constaba de un patio rodeado de arquerías con una fuente para las abluciones, un minarete y una gran sala de oración dividida en numerosas naves perpendiculares al muro de la quibla (Meca).
Entre las construcciones más importantes destaca la Mezquita de Córdoba (levantada en tiempos de Abd al Rahman I) y que fue ampliada posteriormente. Otros edificios representativos son el palacio de Medina Azahara, en Córdoba (Abd al Rahman III), el Palacio de la Aljafería en Zaragoza (periodo de Taifas), el Patio de las Doncellas del Real Alcázar de Sevilla (época almohade), o el conjunto de la Alhambra de Granada, del periodo nazarí.
Los Primeros Núcleos de Resistencia Cristiana
El núcleo astur se originó con la resistencia de montañeses cántabros y nobles hispano-visigodos a la dominación musulmana en la batalla de Covadonga (722). Dirigido por Don Pelayo, la victoria dio origen a la formación del Reino de Asturias y al proceso de Reconquista. La máxima extensión del reino astur la consiguió Alfonso III el Magno (866-910) y estableció la corte en la ciudad de León. En la región oriental del reino se crea el condado de Castilla, dependiente del Reino de León, para fortalecer la defensa de este territorio sometido a continuos ataques musulmanes.
En el 960, con Fernán González, el condado de Castilla se independiza de León creando el Reino de Castilla.
En 1035, Fernando I hereda el reino de Castilla y dos años después el de León.
El Reino de Pamplona, surgido en el siglo IX, fue el centro político y económico de la cristiandad peninsular con Sancho III el Mayor (1000-1035). Durante el imperio de Carlomagno, Pamplona y Ribagorza dependían de la monarquía franca. Desde el año 922 al 1035, el Reino de Pamplona anexionó el Condado de Aragón, convertido en reino por Ramiro I, hijo de Sancho III de Pamplona.
La derrota de Roncesvalles hizo que su interés se centrase en Pamplona y en los condados más orientales, donde tomó Barcelona y la administración se encomendó a los condes francos. El núcleo catalán nació vinculado a la estructura social, política, económica e ideológica de Carlomagno, que estableció frente a los musulmanes una frontera decisiva (la Marca Hispánica) creando condados independientes de la monarquía franca durante el siglo IX. En la segunda mitad del siglo X, estos Condados Catalanes consiguieron poco a poco la independencia.
La Expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo
Mientras Valencia y Aragón seguían desarrollando una importante economía agrícola y ganadera, Cataluña inició desde el siglo XII un importante comercio exterior. El desarrollo comercial se vio impulsado por la política exterior de Jaime I, que impulsó la conquista militar de amplias zonas del Mediterráneo (Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Ducados de Atenas y Neopatría). Su intención era propiciar el enriquecimiento de la burguesía catalanoaragonesa y comprometerla con la política exterior de la Corona.
La expansión por el Mediterráneo asentó las bases del desarrollo comercial de Cataluña con el comercio africano (cueros y pieles), oriental (especias) y occidental (trigo siciliano y de Cerdeña). Barcelona se convirtió en un importante mercado y en el centro de numerosos talleres artesanales en torno al trabajo textil, metalúrgico y de construcción naval. En las atarazanas (astilleros) de Barcelona se construían los mejores barcos. Las principales lonjas eran las de Valencia, Mallorca y Barcelona.
El desarrollo del comercio a larga distancia hizo necesaria la creación de una legislación y de unos organismos que regulasen las actividades mercantiles. Durante el reinado de Jaime II se redactaron las primeras normas de legislación comercial: Las Ordenanzas de la Ribera (1298) y el Consulado del Mar, institución que agrupaba y defendía a los profesionales del mar (Valencia en 1283, Mallorca en 1343 y Barcelona en 1347). Las leyes y normas desarrolladas por estos consulados se reunieron en el libro del Consulado del Mar, vigente desde finales del siglo XIII, que terminó siendo aceptado como código marino entre los países mediterráneos.
Aparecieron nuevas prácticas mercantiles (letra de cambio, el seguro marítimo) y diferentes monedas (dinar de oro, el maravedí de Castilla y el florín en la Corona de Aragón), lo que hizo necesaria la aparición de especialistas en cambios monetarios: los cambistas, que con el tiempo acabarían convirtiéndose en banqueros.
Las Rutas Atlánticas: Castellanas y Portuguesas. Las Islas Canarias
El aspecto más llamativo de la expansión de los reinos hispánicos en la Baja Edad Media fue el descubrimiento de América. Este acontecimiento, desarrollado bajo la tutela de los monarcas hispanos, tenía sus precedentes en toda la actividad marinera de la costa sur-occidental de la Península Ibérica, desde Lisboa hasta Cádiz.
Desde finales del siglo XIV, este territorio conoció una infatigable actividad ligada a la posición geográfica y a la posibilidad de que las navegaciones que de ella partieran encontraran el soplo a favor de los vientos alisios.
Acontecimientos de esta expansión marítima, en la que Portugal desempeñó un papel rector (Enrique el Navegante y la escuela de Sagres), fueron el descubrimiento de las islas Atlánticas (Canarias, Madeira y Azores) y los progresos por la costa occidental de África.
El Tratado de Alcaçovas, de 1479, sancionó la supremacía de Portugal, reservándole prácticamente África, si bien se reconocía a Castilla el dominio de las Canarias y parte del litoral sahariano.
Integración de las Canarias y Aproximación a Portugal
Las rivalidades de Castilla y Portugal por la posesión de las Islas Canarias y el monopolio comercial en las costas de Guinea obligaron a estas a establecer el Tratado de Alcaçovas en 1479, en el cual se puso fin a estas cuestiones con el derecho de Portugal sobre casi toda la costa africana y Castilla sobre las Islas Canarias y una puerta en el litoral sahariano.
Desde comienzos del siglo XV, la conquista de las Islas Canarias fue lenta y fue impulsada por señores particulares andaluces. Fuerteventura, Hierro y La Gomera eran señoríos particulares. Pedro de Vera conquistó Gran Canaria (1480-1483) y Alonso Fernández de Lugo conquistó La Palma (1492-1493) y Tenerife en 1496, progresando rápidamente por la especialización agrícola (caña de azúcar), financiada por comerciantes genoveses.
Las formas de colonización y conquista de las Canarias sirvieron de modelo para las que iban a desarrollarse en América:
- Los recursos económicos y humanos los aportan particulares mediante el previo contrato con los reyes, cuya soberanía se reconocía.
- Los emigrantes a las islas fueron sobre todo andaluces y mercaderes genoveses.
- La lucha contra los “infieles”, el trato a los indígenas, la introducción de cultivos como la caña de azúcar y la acomodación de instituciones fueron ensayadas en Canarias antes de hacerlo en América.
La política exterior condujo a un acercamiento a Portugal a través del acuerdo de diversos tratados, y también por la política de matrimonios entre las hijas de los Reyes Católicos con el portugués Manuel el Afortunado.