La Hispania Romana
Urbanización
Las ciudades representaron la esencia de la civilización romana. En los pueblos prerromanos, solo existían ciudades importantes en el Mediterráneo como Cartago Nova y Gadir. Fueron los romanos quienes impulsaron su desarrollo en la península. En Hispania, crecieron ciudades como Emérita Augusta o Tarraco. En la época de Augusto, se implementó una política racional colonizadora. Cada ciudad y sus habitantes tenían un estatus jurídico diferente en función de la naturaleza de sus pobladores, el modo como se integraron en el imperio y el haber prestado o no especiales servicios a Roma. Para adoptar las instituciones romanas, las ciudades debían recibir antes el estatuto de municipium.
Tipos de ciudades:
- Colonias: Urbes plenamente romanas con derechos ciudadanos reconocidos, exentas del pago de impuestos. Fuerte asentamiento de romanos, eran como una parte de Roma.
- Federadas: Independientes, ligadas a Roma por un pacto (ej. Cádiz y Málaga).
- Estipendiarias: Con propia organización, pero obligadas a pagar tributos.
El gobierno de las ciudades: Para regirse como Roma, debían haber obtenido el estatuto de municipium. Para ello, debían cumplir unos requisitos en cuanto a urbanización, tener servicios públicos que se adaptasen a las formas de vida romanas. El gobierno local era ejercido por los magistrados. Las magistraturas eran de acceso limitado. En algunas ciudades podía existir una curia o senado local. En el año 74, Vespasiano concedió el Edicto de latinidad: todas las ciudades de Hispania pasaron a convertirse en municipios de derecho latino, y todos los ciudadanos podían acceder a la ciudadanía romana tras ejercer una magistratura. Vivir en la ciudad suponía posibilidades de ascenso económico y social.
Administración
Roma, paulatinamente, fue introduciendo su organización político-administrativa. La burocracia administrativa y política llegó a través de las ciudades.
Articulación de Hispania:
- En el 206 a. C., Hispania fue dividida en dos provincias: Citerior y Ulterior.
- Augusto, en el siglo I a. C., llevó a cabo una nueva división: Bética, Lusitania y Tarraconense. Todas, a su vez, se subdividían en conventus jurídicos con centros en las principales ciudades. Al frente de las provincias se encontraba un pretor, designado por el Senado y ayudado por un questor.
- A comienzos del siglo III, se separó la Gallaecia de la Tarraconensis.
- A finales del siglo III, para asegurar un mejor gobierno con la reestructuración realizada por Diocleciano, Hispania pasó a ser una Diócesis dividida en 6 provincias: Tarraconense, Gallaecia, Lusitania, Cartaginense, Bética y Mauritania. Después, también Baleárica. Todas bajo el control de un vicarius.
Sociedad
Durante el siglo II d. C., la población de Hispania se estimaba entre 3,5 y 5 millones de personas. Era una población heterogénea, diferenciada por su fortuna, derechos y participación en los asuntos públicos. Una sociedad de base esclavista que inicia una transición hacia el régimen de colonato.
Grupos sociales:
- Orden senatorial: Grandes propietarios agrícolas que monopolizaban los altos cargos provinciales y controlaban parte de la administración local. Eran ciudadanos romanos (honestiores).
- Orden ecuestre: Controlaba parte del aparato militar, funcionarial y religioso. Compuesto por pequeños propietarios que participaban en la vida municipal. Eran ciudadanos romanos (honestiores).
- Populos: Plebeyos, formado por pequeños propietarios, artesanos y libertos. Ciudadanos libres, pero no poseían derechos políticos (humiliores).
- Esclavos: En la base de la sociedad. Un grupo numeroso y de fundamental importancia económica.
De Carlos I a Felipe II
Carlos I y el Imperio
Tras la muerte de Fernando el Católico en enero de 1516, el Cardenal Cisneros se ocupó de la regencia del reino de Castilla, mientras que en la Corona de Aragón fue ocupado por Alfonso, hijo natural del rey. Carlos de Gante, nieto de los Reyes Católicos, fue nombrado rey en Bruselas, a pesar de que la heredera de ambos reinos seguía siendo su madre, Juana. En 1517, el rey Carlos I llegó a España, sin conocer las lenguas ni las costumbres. Venía con una corte extranjera. Con él se inauguraba una nueva dinastía, la Casa de Austria o Habsburgo. Nacido en Gante en 1500, heredaba un considerable número de territorios:
- Por parte de madre: la Corona de Aragón con territorios del sur de Italia, la Corona de Castilla con las plazas del norte de África y las posibilidades abiertas con el descubrimiento de América.
- Por parte de padre: los territorios de los Habsburgo en Flandes, Alemania, Austria, el norte de Italia y las posibilidades de optar al título imperial.
En febrero de 1518, se celebraron las primeras Cortes de Castilla, donde Carlos hizo el juramento de respeto y fidelidad a las leyes de Castilla. En 1519, se desplazó al reino de Aragón y al principado de Cataluña para jurar sus fueros y allí conoció la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano, por lo que preparó su marcha para tomar posesión del Sacro Imperio Romano-Germánico. Antes de partir, tenía que obtener de las Cortes castellanas el dinero para obtener el título de emperador. En 1519, el rey fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V. Desde una perspectiva eurocéntrica, era un imperio universal. Desde entonces, los problemas de España irán unidos a los problemas de Europa durante los reinados de los Austrias. Su programa político, empeñado en la defensa de los intereses de la Casa de Austria, que consideraba vinculados a los de la cristiandad. La ruptura de la unidad de ésta, provocada por la Reforma protestante, promovió la identificación de Carlos V con los destinos del catolicismo que defendió. De los 40 años que duró su reinado, solo pasó 17 en tierras españolas. Regresó para morir en el monasterio de Yuste en 1558.
Política Interior de Felipe II
La política desarrollada por Felipe II en la Península Ibérica estuvo mediatizada por sus intereses exteriores, en especial, los dinásticos y los religiosos. El año 1568 se considera una fecha clave en el reinado: murieron la tercera mujer del monarca y el príncipe Carlos, heredero de la Corona; y entraron en vigor las disposiciones del Concilio de Trento.
Conflicto morisco: La unidad religiosa no fue auténtica. Los mudéjares castellanos y aragoneses habían sido obligados a convertirse al cristianismo, denominándose moriscos o cristianos nuevos, pero la realidad fue que la mayor parte de ellos mantuvieron sus costumbres, lengua y religión, las mismas que tenían los turcos. La población de cristianos viejos temía una alianza de los moriscos con los turcos. El problema morisco se remontaba al tiempo de Carlos V. Durante 40 años, se les permitió mantener sus costumbres, excepto su religión. La asimilación se produjo a pequeña escala. Al cumplirse el plazo, las tensiones se agravaron, lo que culminó en una sublevación. Los moriscos supervivientes fueron desterrados y distribuidos por ciudades y pueblos de Andalucía Occidental y Castilla hasta su expulsión general en 1610. Además, todos los núcleos luteranos fueron perseguidos y eliminados por la Inquisición. La monarquía hispánica se convertirá en el brazo armado de la Contrarreforma católica.