1. La Península Ibérica: Desde la Prehistoria hasta la Edad Media
1.1. El Paleolítico y el Neolítico
El Paleolítico (2 millones-10.000 a.C.) es el período de la piedra tallada, caracterizado por una economía basada en la caza, recolección y carroñeo. Al inicio predominaba la recolección, pero la caza adquirió mayor relevancia con el progreso humano. Socialmente, se organizaban en tribus con vínculos débiles y poca diferenciación social. En el Paleolítico Superior (25.000-15.000 a.C.), durante el periodo magdaleniense, surge el arte rupestre cantábrico, con pinturas naturalistas de animales (bisontes, caballos) en cuevas como Altamira. No hay escenas ni figuras humanas, y se interpreta con un posible significado religioso o mágico.
El Neolítico (7.000-3.000 a.C.) marca la transición a la piedra pulida, el desarrollo de la agricultura y la ganadería, y el establecimiento de poblados sedentarios. Aparece una clara diferenciación social, con la formación de élites que se imponen al resto de la comunidad. La pintura neolítica se denomina pintura esquemática levantina, con figuras humanas que representan escenas dinámicas de caza y vida cotidiana, localizadas en abrigos rocosos. Estas figuras son estilizadas, esquemáticas y generalmente monocromas, sugiriendo un propósito narrativo más que religioso.
1.2. Los Pueblos Prerromanos y las Colonizaciones de los Pueblos del Mediterráneo
(Falta información)
1.3. La Hispania Romana
La conquista de la Península Ibérica por Roma, conocida como Hispania Romana, comenzó debido a los conflictos entre cartagineses y romanos por el dominio del Mediterráneo. Tras la violación del tratado del Ebro en Sagunto, Roma atacó a los cartagineses, iniciando su conquista. Este proceso se desarrolló en varias etapas:
- La victoria sobre los cartagineses durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.).
- La penetración en los valles del Guadalquivir y el Ebro.
- Enfrentamientos con los pueblos indígenas, culminando con la conquista de la meseta y la resistencia de pueblos como los Lusitanos y los Vacceos, derrotados en Numancia (133 a.C.).
- Finalmente, bajo el emperador Augusto, se completó la conquista con las guerras cántabras en el siglo I a.C.
La romanización fue el proceso de adaptación de los pueblos hispanos a las estructuras del Imperio Romano, resultando en la creación de una Hispania con características comunes al resto del imperio. Administrativamente, se formaron dos provincias en 197 a.C. (Ulterior y Citerior), y posteriormente, Augusto reorganizó el territorio en tres provincias (Bética, Lusitania y Tarraconensis). El emperador Diocleciano, en 297 d.C., dividió Hispania en seis provincias.
La Hispania romana se destacó por el desarrollo de ciudades como centros económicos y de desarrollo social. La cohesión religiosa se logró con la conversión al cristianismo en el siglo IV. Económicamente, se fomentó el comercio, la moneda y la trilogía mediterránea (olivo, trigo y vid), así como la industria del aceite y la salazón de pescados. Culturalmente, los romanos influyeron a través de la difusión de su religión, el latín, el derecho, la administración, el arte, la arquitectura, la literatura y la filosofía, elementos que han perdurado en la cultura hispánica hasta la actualidad.
1.4. La Monarquía Visigoda
La monarquía visigoda se establece en la Península Ibérica cuando los visigodos llegan como federados del Imperio Romano, derrotando a los suevos, vándalos y alanos, y ocupando la península tras la caída del imperio en 476 d.C. Su sistema político es una monarquía electiva, donde el rey, aunque central en el Estado, no posee un poder absoluto ni patrimonial. Las principales instituciones políticas incluyen:
- El Aula Magna, que asesora al rey.
- El Oficio Palatino, que constituye el consejo real.
- Los duques que dirigen las provincias.
- Los condes que gestionan entidades menores.
- Los obispos que tienen un gran poder político y social en sus obispados.
Los concilios eclesiásticos son fundamentales, ya que permiten al rey y a los obispos definir las políticas del reino, como la conversión al catolicismo en el III Concilio de Toledo. Los reyes más destacados son Leovigildo (unificación territorial), Recaredo (unificación religiosa), y Recesvinto (unificación jurídica), quienes ayudan a establecer a España como una entidad jurídica, política y militar bajo una sola corona. La iglesia y la nobleza se convierten en pilares del poder monárquico, apoyando su acción política a través de concilios y estructuras de gobierno.
2. Al-Ándalus y los Reinos Cristianos
2.1. Al-Ándalus: Evolución Política
La evolución política de Al-Ándalus comienza con la invasión musulmana de la Península Ibérica entre 711 y 714, impulsada por la expansión del Imperio Omeya y la crisis de la monarquía visigoda, caracterizada por luchas internas entre las facciones de D. Rodrigo y Witiza. La conquista fue rápida, y el ejército visigodo fue derrotado en la batalla de Guadalete. La península se convirtió en una provincia del Imperio Omeya, llamada Al-Ándalus, administrada como un Waliato hasta 756.
Abd al-Rahman I, que escapó de la revolución abbasí, proclamó el Emirato de Córdoba (756-929), con autonomía política y sumisión religiosa al imperio Abassí. El Califato de Córdoba (929-1031), bajo Abd al-Rahman III, alcanzó su esplendor en economía, cultura y poder militar, aunque su crisis llegó con el liderazgo de Almanzor, lo que provocó su desintegración en los reinos Taifas tras la Fitna en 1031.
Ante la debilidad de estos reinos, que eran culturalmente ricos pero políticamente frágiles, solicitaron ayuda a los imperios norteafricanos, que atravesarán el estrecho y unificaran las Taifas y pondrán freno al avance cristiano. Los almorávides (1090-1145) cruzaron el estrecho y derrotaran a los cristianos en las batallas de Consuegra y Uclés, su dominio fue seguido por los almohades (1145-1212), que también enfrentaron a los reinos cristianos con éxito en Alarcos. Sin embargo, tras la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, la presencia islámica se limitó al reino nazarí de Granada (1236-1492). Este reino, aunque mantenía una cierta riqueza cultural, terminó con la rendición ante los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, marcando el fin de la dominación musulmana en la península.
2.2. Al-Ándalus: Economía, Sociedad y Cultura. El Legado Judío en la Península Ibérica
La economía de Al-Ándalus fue principalmente urbana, con un sistema bimetálico basado en monedas de oro y plata, y una red comercial muy desarrollada. Los impuestos como el Zakat, Jarach y Chizya sostenían las arcas reales. La sociedad andalusí se organizaba jerárquicamente: en la cúspide estaban los árabes puros, seguidos de la clase privilegiada “Jassa” y una posible clase media “Maulas”. Los pequeños propietarios, campesinos, comerciantes y artesanos formaban la base social, junto a los esclavos. Los muladíes (cristianos convertidos al Islam) y mozárabes (cristianos fieles al cristianismo), vieron empeorar su situación con el tiempo.
La biblioteca de Córdoba destacó como foco cultural y científico y figuras fundamentales de la cultura como Averroes, Maimónides, etc. La mezquita y el Palacio constituyen los elementos fundamentales de la arquitectura andalusí. El legado judío en la Península Ibérica fue notable. La rápida arabización de los sefardíes contribuyó en campos como la ciencia, la filosofía y la economía, jugando un papel clave en las Escuelas de Traductores de Toledo y en el desarrollo financiero, colaborando con la nobleza hasta el siglo XIV. Su influencia agrícola fue menor ya que desarrollaron actividades con el fin de obtener beneficios más lucrativos.
2.3. Los Reinos Cristianos: Evolución de la Conquista de la Península y Organización Política
Los primeros núcleos de resistencia al islam los encontramos en el norte de España (Reinos de Asturias, reino de Navarra, condados de Aragón y de Cataluña). Asturias destacó con Pelayo, que lideró la Batalla de Covadonga (722), seguido por Alfonso II y Alfonso III, que llega al Duero en el siglo X. En Aragón luchan contra el islam y la presencia carolingia, al igual que los condados catalanes con Wifredo y Barrel II. En Navarra, la dinastía Arista es sustituida por los Jimena en su avance hacia el sur. Hacia el siglo XI se configuran cuatro grandes reinos: Castilla, Aragón, Navarra y Portugal.
La Reconquista se desarrolló en tres etapas:
- Primera Etapa: Las fronteras cristianas se sitúan hacia el Duero. La figura clave será Alfonso III de Asturias. En Cataluña Barrel se aproxima a Tarragona y aragoneses y navarros consolidan posiciones. Tras la Fitna de 1031, las fronteras llegarán hasta el valle del Tajo y hasta Zaragoza.
- Segunda Etapa: El valle del Guadiana será dominado por los cristianos. Ramón Berenguer IV, domina el valle del Ebro. La Batalla de las Navas de Tolosa permitió a los cristianos conquistar el valle del Guadalquivir. Fernando III y Alfonso X lideraron esta expansión. En el Levante, Jaime I inicia un imperio catalán. Al-Ándalus queda reducido al reino Nazarí de Granada, que sobrevivió gracias a los conflictos entre Castilla y Aragón.
- Tercera Etapa: La reconquista culminó con la toma de granada en 1492.
Los reinos cristianos tenían estructuras políticas similares, con un rey apoyado por el Consejo Real. En Castilla, el poder del rey sobre la nobleza era mayor. En Aragón, el rey debía pactar con los estamentos privilegiados, y el reino funcionaba como una confederación de reinos con leyes e instituciones distintas. Las Cortes nacieron en Castilla en el siglo XII, mientras que en Aragón en el siglo XIII con un sistema de “cuatro brazos”, ya que se distinguía entre alta y baja nobleza.
2.4. Modelos de Repoblación. Organización Estamental en los Reinos Cristianos Medievales
Durante la Reconquista (siglos VIII al XV), se implementaron tres modelos de repoblación en los reinos cristianos:
- La presura o aprisio (siglos VIII al X) otorgó pequeñas propiedades a hombres libres en zonas de frontera, promoviendo mayor libertad y una estructura social más equitativa en comparación con el resto de la Península.
- La repoblación concejil o de frontera (siglos XI y XII) implicó un aumento de población en ciudades como Toledo o Zaragoza. Se otorgaron fueros a los concejos, permitiendo a los “caballeros villanos” acceder a la pequeña nobleza a cambio de defender estos municipios. Este periodo también incluyó la repoblación por parte de órdenes militares, que establecieron grandes propiedades latifundistas orientadas a la ganadería en el sur del Tajo.
- Finalmente, los repartimientos o heredamientos (siglos XIII, XIV y XV) llevaron a una repoblación a gran escala, con el rey encargando a nobles la distribución de tierras en el sur del Guadalquivir y en Levante, resultando en un sistema de latifundismo feudal.
La organización estamental, que caracterizaba estos reinos, establecía privilegios para la nobleza y el clero en contraposición al tercer estado. Este sistema de estamentos, que se mantuvo durante toda la Edad Media, se fundamentaba en el régimen señorial. Los señores poseían grandes latifundios y mantenían vínculos de dependencia con los siervos, quienes vivían en condiciones de semiservidumbre. El origen del régimen señorial se remonta a la decadencia del Imperio Romano y al feudalismo medieval. En una estructura social, los privilegiados ocupaban los principales cargos, consolidando así su poder y control en la sociedad medieval.
2.5. La Baja Edad Media en las Coronas de Castilla y de Aragón y en el Reino de Navarra
En Castilla, se cimentaron las bases de una política polisinodial y justicialista, con un rey que, apoyado por el derecho romano y las “Partidas Reales” de Alfonso X, tenía un poder superior al de la nobleza, respaldado por instituciones clave como el Consejo Real, la Audiencia y la Real Hacienda. Las Cortes, formadas por representantes de la nobleza, el clero y las ciudades, decidían sobre impuestos extraordinarios y presentaban peticiones al monarca, mientras que los Concejos o Ayuntamientos controlados por oligarquías urbanas administraban localmente. La dinastía Trastámara dominó este periodo, aunque la crisis del siglo XIV, marcada por la peste negra, permitió que el reino nazarí de Granada sobreviviera hasta 1492.
En la Corona de Aragón, el poder de la nobleza creció bajo Pedro III El Grande, lo que debilitó al monarca, y el rey debía pactar con los estamentos privilegiados. El reino de Aragón fue una especie de “confederación de reinos”. Al frente de cada reino había un lugarteniente que actuaba como delegado. En el siglo XIII nacieron las Cortes en Cataluña, Aragón y Valencia. Las Cortes Catalanas crearon la Generalitat. En Valencia y Aragón (“Justicia de Aragón“) se crearon diputaciones al estilo de la de Cataluña. La administración territorial se organizó en merindades o veguerías. Los Trastámaras se hacen con el reino de Aragón (Compromiso de Caspe, 1412).
En Navarra, la distribución del poder entre el rey y las Cortes estableció su organización política, pero en 1512, fue anexionada a Castilla por Fernando el Católico, perdiendo así su independencia.
3. Los Reyes Católicos y el Inicio de la Edad Moderna
3.1. Los Reyes Católicos: Unión Dinástica e Instituciones de Gobierno. La Guerra de Granada
Los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, marcan un periodo fundamental en la historia de España, estableciendo las bases políticas, económicas y administrativas que darían lugar a la España imperial del siglo XVI y parte del XVII. Su unión dinástica en 1469 unió las coronas de Castilla y Aragón, aunque cada una mantuvo sus propias instituciones y costumbres, siendo un paso hacia la cohesión territorial de los territorios que configuraron la Hispania visigoda y romana.
Los RR. CC. finalizaron la Reconquista con la toma de Granada en 1492, consolidando su poder al crear instituciones comunes como la Santa Inquisición y un ejército unificado. Su sistema de gobierno se caracterizó por ser polisinodial (con múltiples consejos que tienden a robustecer el poder real), pactista (respetando tradiciones locales a cambio de reconocimiento) y justicialista (basado en la administración y justicia regulada). Los consejos serán de carácter monográfico o territorial. Los Reyes Católicos fortalecieron el poder de los monarcas, crearon la Santa Hermandad para mantener el orden y usaron las Cortes para aprobar impuestos.
La guerra de Granada supuso el fin de la “reconquista” cristiana, impulsada por la debilidad interna del reino nazarí (guerras civiles entre Boabdil y su tío “El Zagal”). Culminó con la rendición de Boabdil el 2 de enero de 1492 en base a unas garantías señaladas en las Capitulaciones de Santa Fe, marcando el fin de la presencia islámica en la península, con profundas repercusiones en la identidad y sociedad españolas. Además, buscaban la reintegración territorial, que incluía la integración de Granada y Navarra, pero excluyendo a Portugal.