1. La Cultura de Tartessos y las Colonizaciones Griega y Fenicia
Tartessos es la primera cultura protohistórica peninsular. Es el nombre de un mítico reino indígena famoso por sus enormes riquezas. Era una cultura muy avanzada, situada en Andalucía Occidental, que se desarrolla entre el Bronce final y la Edad del Hierro. Esta cultura entró en contacto con los fenicios en el siglo VIII a.C., lo que supuso un gran desarrollo económico y cultural. Tras este periodo de auge, Tartessos entró en decadencia y desapareció a finales del siglo VI a. C.
Hacia el 1100 a. C. llegaron a la Península pueblos procedentes del Mediterráneo, los fenicios. Estos procedían del Líbano y eran básicamente comerciantes. Fundaron numerosas ciudades factorías en la costa sur mediterránea, entre ellas, Gades (Cádiz). Vinieron atraídos por la gran riqueza en metales del sur. Aportaron a los íberos la escritura, la salazón de pescado, la agricultura mediterránea y la organización urbana. En el 600 a.C., las ciudades fenicias del Líbano fueron conquistadas por los persas y las colonias peninsulares pasaron a depender de una colonia fenicia, Cartago. Estos dominaron militarmente el sur y el este tras la I Guerra Púnica. Permanecerán hasta su enfrentamiento con los romanos.
En torno al 800 a.C. llegaron grupos de colonizadores griegos. Se asentaron en el norte de Valencia y la costa catalana. Dependían de la polis de Marsella. Fundaron Malaka (Málaga), Abdera (Adra) y Rhode (Rosas). Su principal actividad económica fue el comercio. Enseñaron el uso de la moneda y aportaron su alfabeto.
2. La Romanización en la Península Ibérica
Se entiende por Romanización el proceso histórico iniciado en la península en el siglo III a.C. y en las Islas Baleares a partir del siglo II a.C. por el cual los pueblos indígenas asimilaron el modo de vida romano, es decir, la lengua, el derecho, la religión, las instituciones y la forma de vida y de organización económica esclavista del mundo romano.
El principal agente de romanización fue la creación de una amplia red urbana entorno a la cual se organizó la explotación y el control del territorio. Junto con las ciudades, el latín y el ejército completaron la labor de integración.
Sus manifestaciones más importantes fueron:
- Hispania se incorporó a la administración de Roma pasando a ser una provincia. Las autoridades y funcionarios eran nombrados desde Roma y provenían de familias patricias de la ciudad.
- Se reprodujo la estructura social romana: hombres libres y esclavos. En el medio rural pervivieron las estructuras sociales indígenas.
- Supuso la consolidación del sistema de producción esclavista basado en la propiedad privada. Además, se produjo el desarrollo de una economía mercantil al incorporarse la Península al circuito comercial del Mediterráneo. Se acuñó moneda, se desarrolló la agricultura con la aparición del barbecho, el arado y el regadío. Se desarrolló la minería de plata en Cástulo, cobre en Río Tinto, plomo en Cartagena y oro en el norte. Se desarrolló la artesanía textil, el esparto y la metalurgia.
- Por último, la Península se integró en el ámbito greco-latino. El latín se estableció como lengua y se desarrolló la literatura y el pensamiento. Se desarrolló el derecho, el arte y la cultura en general.
3. La Monarquía Visigoda: Leovigildo y Recaredo
La ocupación visigoda de la Península supone el inicio de la Edad Media. Los visigodos dominaron un extenso territorio que se extendía desde Cádiz hasta Valencia, incluyendo las Baleares, teniendo su centro en Toledo. A partir del 569, con la figura del rey Leovigildo, se consolidó un reino que se estructuraba a partir de la legislación romana, contando con el apoyo de la Iglesia. Los visigodos se gobernaban con un sistema de monarquía electiva que originó graves guerras civiles sucesorias.
El rey era asistido por órganos de gestión llamados Officium, presididos por los condes. Además, existían un Aula Regia o Consejo del Rey, integrado por magnates y obispos con un vínculo de fidelidad personal con el rey y con una función de asesoría, y los Concilios de Toledo, integrados por magnates, eclesiásticos y jefes militares que intervenían en asuntos religiosos y civiles.
Entre mediados del siglo VI y finales del VII, los reyes visigodos llevaron a cabo un proceso de homogeneización del territorio de la Península. Leovigildo, el rey más importante y poderoso del reino visigodo de Toledo, inició la unidad territorial, expulsando a los suevos, dominando a los vascones y expulsando a los bizantinos. Promovió la igualdad entre hispanorromanos y visigodos, permitiendo los matrimonios mixtos, intentó integrar a los hispanorromanos en la administración y buscó la unidad religiosa intentando imponer el cristianismo arriano como única religión oficial.
Recaredo, su hijo, consiguió la unidad religiosa en el Tercer Concilio de Toledo con la conversión de los visigodos al catolicismo y avanzó en el dominio de los territorios peninsulares.
4. Califato de Córdoba: Abderramán III y Almanzor
Se conoce como Califato de Córdoba (929-1031) la época de máximo esplendor de al-Ándalus. Su origen se enmarca en los conflictos que tienen que afrontar los distintos emires Omeyas, lo que conduce a un fortalecimiento de su poder militar, dotándose de un ejército a su servicio integrado por mercenarios.
En el año 929, la situación de inestabilidad condujo a la proclamación del califato por parte de Abd-al-Rahman III, que se convirtió en jefe político y religioso de toda la comunidad musulmana, restaurando la unidad del Estado Islámico.
El califato supuso la hegemonía de al-Ándalus sobre toda la península y los reinos cristianos del norte, que se convirtieron en vasallos tributarios a cambio de protección. Abd-al-Rahman III promovió un renacimiento artístico e intelectual, convirtiendo a Córdoba y a Medina Azahara en el centro religioso y cultural del mundo islámico occidental.
Tras la muerte de al-Hakam II comenzó a debilitarse el poder de los califas, el gobierno efectivo pasó a manos de los validos o hayib, como Almanzor, que gobernó junto con sus hijos desde el 976 al 1009. Durante ese periodo la administración se convirtió en una dictadura militar, se impuso la ortodoxia religiosa y se produjo una expansión territorial por el actual Marruecos.
A la muerte de Almanzor se produjeron luchas intestinas por el poder y en el año 1009 estalló una revolución en Córdoba que llevó a una guerra civil, finalmente en el 1031 una asamblea de notables decretó el final de califato iniciándose la etapa de los reinos Taifas.
5. Almorávides y Almohades
A partir de 1031 al-Ándalus se fragmentó en múltiples reinos independientes llamados Taifas. Estos reinos eran muy débiles e inestables, tanto política como militarmente, y ante el avance de la reconquista de los reinos cristianos del Norte se vieron obligados a recurrir a alianzas con pueblos norteafricanos, como los almorávides y los almohades. Ambos crearon extensos imperios, invadieron la Península y conquistaron los reinos musulmanes.
Los almorávides llegaron a la Península en siglo XI y entre el 1090 y 1110 lograron la reunificación de al-Ándalus. No pudieron parar el avance de los reinos cristianos que tomaron Toledo y Zaragoza. Su estricto cumplimiento de la ley islámica les restó popularidad entre los habitantes de la Península. Su desmoronamiento provocó los segundos reinos Taifas.
En el siglo XII llegaron los almohades. Procedían del actual Marruecos y establecieron su capital en Sevilla. Eran más intransigentes que los almorávides y llegaron a tener un califa propio. No lograron frenar el avance cristiano y fueron derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa. Después de ellos se formaron los terceros reinos Taifas que pervivieron en el Reino Nazarí de Granada.
6. Modelos de Repoblación y su Influencia en la Estructura de la Península
La tarea más importante desarrollada por los reinos cristianos tras la reconquista fue el de la repoblación, es decir, de la ocupación efectiva del territorio. Entre el siglo VIII y el primer tercio del siglo XI se repuebla la zona norte del valle del Duero y el Alto Ebro. La repoblación tuvo un carácter espontáneo siendo realizada por grupos de campesinos, nobles y clérigos, que actuaban en nombre del rey. El sistema fue la presura en el noreste. Los repobladores procedían de las regiones cantábricas y eran mozárabes, emigrados desde al-Ándalus. Esta forma de repoblación generó una sociedad de pequeños propietarios libres.
Entre la línea del Duero y del Tajo, y el valle del Ebro, desde mediados del siglo XI se iba a desarrollar un sistema de repoblación concejil basado en la creación de “concejos de villa y tierra”, a los que el rey iba a dotar de fueros o cartas pueblas, que otorgaban libertades y privilegios a sus habitantes, para atraer a la población a zonas todavía peligrosas. Esta repoblación configuró una sociedad de campesinos libres basada en la mediana propiedad.
En las zonas fronterizas del valle del Tajo y del Guadiana, además del bajo Aragón y bajo Ebro, la repoblación la encabezan las Órdenes militares que dividían la tierra en encomiendas. Aquí podría fijarse el origen del latifundio y de la ganadería extensiva.
En la mayor parte de la actual Andalucía, Levante y Murcia el sistema será el Repartimiento, tras un inventario realizado por un oficial real se les otorga a los pobladores casa y tierras en el entorno, heredamientos; o grandes latifundios, donadíos, a la nobleza laica y eclesiástica, especialmente en las zonas fronterizas con Granada. Sin embargo, debido a la peligrosidad, muchos campesinos abandonaron sus propiedades quedando las mismas concentradas en pocas manos, situación que ya no será revertida.
7. La Corona de Castilla en el Siglo XIII: Organización Política y Expansión Territorial
La Corona de Castilla se forma tras la unión definitiva de los reinos de Castilla y de León, en el año 1230, bajo el rey Fernando III el Santo. En el año 1212, la alianza entre los reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, alcanzó una gran victoria sobre los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa. Este hecho hizo posible que en los años siguientes los castellanos conquistaran el valle del Guadalquivir. Así, Fernando III ocupó Córdoba, Jaén y Sevilla, y su hijo, Alfonso X, Niebla y Cádiz.
La Corona de Castilla contaba con unas instituciones de gobierno similares a las de los otros reinos cristianos de la península. Las principales eran:
- La monarquía: el rey tenía el poder supremo y podía declarar la guerra, promulgar leyes, impartir justicia y acuñar moneda.
- Las Cortes: en un principio reunían a los tres estamentos, pero pronto los dos primeros dejaron de asistir y quedaron constituidas solo por representantes de las ciudades. En Castilla, solo tenían funciones consultivas: aprobaban el pago de impuestos y presentaban peticiones al rey.
- Los municipios: tenían cierta autonomía. En su origen se regían por concejos abiertos en los que participaban todos los vecinos, pero luego se formaron cabildos, que cayeron bajo el control de la nobleza y de los burgueses más ricos. Para evitar abusos, los reyes enviaron representantes, llamados corregidores.
8. Los Reyes Católicos: Unión Dinástica e Integración de los Reinos Peninsulares
En 1469 Isabel y Fernando, ambos de la casa de Trastámara, contraen matrimonio con la oposición de Enrique IV. La unión de los monarcas es la unión de dos coronas, pero no la fusión de dos reinos. Ciertamente, cada una de las dos coronas mantenía sus propias instituciones, su Hacienda, su sistema monetario y sus normas jurídicas, aunque los dos esposos eran considerados reyes en ambas coronas bajo la fórmula “tanto monta”. Era, en palabras de Manuel Fernández Álvarez, una unión “supranacional”, en la que las piezas de la monarquía eran independientes en todo menos en los titulares de la corona, la política exterior, la religión y el Tribunal de la Inquisición. Era, en todo caso, una unión dinástica desigual, montada sobre Castilla que dispone de más recursos, de más población y de mayor homogeneidad.
A los territorios de Castilla y de la Corona de Aragón, se añadió, después de una campaña militar larga y costosa, el Reino nazarí de Granada. A la vez, el descubrimiento de América sumó a Castilla un territorio, de momento desconocido en toda su trascendencia. Por otro lado, la ocupación y conquista de Canarias, iniciada a principios del siglo XV, finaliza en 1496. Las Canarias también se agregarán a Castilla.
En 1504, a la muerte de Isabel, es nombrada reina Juana la Loca. Declarada inestable, en 1506 Fernando es nombrado gobernador o regente de Castilla el cual conquista Navarra en 1512, declarando en las Cortes de Castilla de 1515 que la línea dinástica navarra sería la de la casa de Castilla. En la Península Ibérica solamente Portugal sería independiente de la Corona Hispánica hasta Felipe II.
9. Expulsión de Judíos (1492) y Expulsión de Moriscos (1609)
Para uniformizar ideológica y religiosamente a sus reinos, los Reyes Católicos emprenden una reforma religiosa que se concretará en:
- La reforma intelectual y moral del clero.
- La creación del Tribunal del Santo Oficio o Inquisición como institución encargada de velar por la pureza de la fe católica, persiguiendo todo tipo de desviaciones morales o religiosas. Establecido en principio para perseguir a los falsos conversos, se convirtió en un instrumento de control ideológico de la población.
- Expulsión de las minorías religiosas.
Los judíos fueron expulsados en 1492, para preservar a los conversos o “cristianos nuevos” del posible contacto con ellos. Los que no quisieron bautizarse se marcharon al norte de África, Flandes, Italia y el Imperio Turco. Salieron unos 100.000. Las consecuencias también se dejaron sentir en el campo económico, cultural y en el campo religioso.
En cuanto a los mudéjares, se expulsó, en primer lugar, a aquellos del reino de Granada que se habían sublevado en 1500. En 1502 se les dio a elegir entre el destierro y la conversión. En 1504 la orden se extendió a toda Castilla. La mayoría se bautizó y los moriscos se convirtieron en un problema social a lo largo del siglo XVI. La rebelión morisca de las Alpujarras en 1568-1570 y la sospecha de connivencia de estos con los turcos y piratas berberiscos serían factores fundamentales para que se les expulsara definitivamente en 1609, en el reinado de Felipe III. Salieron de España unos 300.000, fundamentalmente de la Corona de Aragón, cuyos campos quedaron despoblados.
10. Conquista y Colonización de América: Leyes de Indias
Tras el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo se llevó a cabo su colonización siguiendo los esquemas de la metrópoli. Los reyes designaron funcionarios para administrar el territorio y controlar las riquezas de las que les correspondían una quinta parte o quinto real. La monarquía organizó la Administración de América inspirándose en las leyes e instituciones castellanas. El control se organizaba desde la Casa de Contratación y el Consejo de Indias.
La explotación económica fue llevada a cabo por colonos españoles que se sirvieron de la mano de obra indígena por medio del sistema de repartimientos y a partir de 1512 con las Leyes de Burgos se estableció el sistema de encomiendas. Desde los Reyes Católicos son frecuentes las disposiciones de la corona para evitar la explotación de los indios. A partir de las denuncias sobre el trato a la población la reina Isabel prohíbe la esclavitud, pero los abusos son constantes y las disposiciones fueron incumplidas de forma sistemática.
En 1542, fray Bartolomé de las Casas denuncia las explotaciones y abusos delante de Carlos V y se firman las Leyes Nuevas que suprimían las encomiendas e introducían reformas para evitar abusos. Estas normas fueron recibidas mal entre los colonizadores, produciéndose levantamientos en Perú, lo que obliga a los reyes a buscar una solución de compromiso reduciendo la encomienda al cobro de un tributo. Las denuncias de las Casas fueron inútiles. En su momento sus escritos fueron tildados de escandalosos y exagerados por lo que no cumplió su objetivo: evitar la continuación de las conquistas y la colonización. Serían publicados en 1552, alcanzando gran éxito a lo largo del siglo XVII para convertirse en una de las fuentes utilizadas de la “Leyenda Negra” contra el Imperio Hispánico.