Introducción
La revolución de 1868 abriría un período de reforma social, política y económica. Las fuerzas burguesas, con el apoyo de los sectores populares, iniciaron una experiencia de gobierno democrático que diera satisfacción a los intereses de los distintos grupos sociales. Sin embargo, en 1874, un nuevo golpe militar pondría fin a la experiencia democrática y abriría el camino al retorno de los Borbones.
Contexto Histórico Mundial
La Europa de la Restauración (1815) cederá el paso, a partir de la década de los años treinta, a los ideales del liberalismo, que poco a poco se convierten en inspiradores de los regímenes políticos de gran parte de los países europeos. Las revoluciones liberales de 1820, 1830 y 1848 serán el símbolo del acceso al poder del liberalismo. Asistimos a la configuración de un nuevo mapa de Europa. Japón experimentará un proceso de cambio importante con la Revolución Meiji, Estados Unidos por su parte vivirá un proceso de guerra civil.
Antecedentes
Al final del reinado de Isabel II, nos encontramos con un moderantismo que gobernó de forma autoritaria al margen de las Cortes, pero tuvo que hacer frente a numerosos problemas, como la crisis del ferrocarril y la crisis industrial en Cataluña por la suspensión de importaciones de algodón de EE. UU. por la Guerra de Secesión. O’Donnell en 1866 reprimió con dureza una revuelta de los sargentos del cuartel de San Gil, ante las numerosas críticas acabó dimitiendo. Los siguientes gobiernos de Narváez hicieron oídos sordos a los problemas, hasta que en 1866 se firmó el Pacto de Ostende.
Desarrollo del Tema: La Revolución de 1868
Causas de la Revolución de 1868
Una serie de circunstancias provocaron el malestar general hacia la monarquía de Isabel II. A partir de 1860 la crisis económica y política se aunaron y provocaron una inestable situación en la España de Isabel II. La crisis financiera se originó por la evidencia de que las inversiones ferroviarias no eran rentables (los ferrocarriles españoles producían unos rendimientos muy escasos). Esto coincidió con una grave crisis industrial motivada por la Guerra de Secesión en EE. UU. que había paralizado la exportación de algodón. La crisis de subsistencia vino provocada esencialmente por una serie de malas cosechas que dieron como resultado una carestía de trigo.
A nivel político, en el año 1868, una gran parte de la población (grandes negociantes, industriales, obreros y campesinos, etc.) tenían motivos para alzarse contra el sistema isabelino. Ante la represión política sistemática y el cierre de las cortes decretado por los gobiernos moderados, la oposición estableció una plataforma para acabar con el moderantismo en el poder.
Pacto de Ostende
Firmado por progresistas y demócratas exiliados en 1866. El pacto era claramente anti-isabelino y la cuestión de la forma de gobierno -monarquía o república- sería decidida por unas Cortes elegidas por sufragio universal. A dicho pacto se unieron los unionistas tras la muerte de O’Donell. Esta unión fue fundamental para el triunfo de la revolución. Los unionistas aportaron una buena parte de la cúspide del ejército y privaron a Isabel II del apoyo de gran parte de los militares.
La Gloriosa
El 19 de septiembre de 1868, la escuadra concentrada en la bahía de Cádiz al mando de Topete se sublevó. Prim (progresista) y Serrano (unionista) se unieron con los sublevados y rápidamente en muchas ciudades se constituyeron Juntas Revolucionarias que organizaron la rebelión. Ante esta situación el gobierno y la Corona se encontraron completamente aislados, puesto que su actitud había provocado que sólo contasen con el apoyo de un grupo muy reducido, la “camarilla” situada alrededor del gobierno de Isabel II. Cuando las escasas tropas fieles al gobierno fueron derrotadas en Alcolea, el gobierno no vio más salida que dimitir e Isabel II partió en exilio a Francia.
Durante esas primeras semanas, el poder efectivo estuvo en manos de las Juntas Revolucionarias, y del movimiento popular que acabó con el moderantismo y destronó a los Borbones. Sin embargo, se evidenció rápidamente que en la revolución de 1868 existían diversas revoluciones y que la que se iba a imponer era la de Prim (progresista) o Serrano (unionista). Fuera quedaban, frustradas las revoluciones de los demócratas, republicanos y de las masas populares. Así, los firmantes del Pacto de Ostende constituyeron un gobierno provisional, ordenaron disolver las juntas y desarmar a la Milicia Nacional.
El Gobierno de 1869
El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
El Gobierno Provisional puso rápidamente en marcha un programa de reformas. Fueron inmediatamente reconocidos la libertad de imprenta, el derecho de reunión y asociación y el sufragio universal masculino; se aprobó la reforma de la enseñanza, la desamortización de Ayuntamientos y Diputaciones y la emancipación de los hijos de los esclavos en las colonias. Al mismo tiempo, el Gobierno Provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino y que dieran la victoria a la coalición gubernamental (progresistas, unionistas y un sector de los demócratas). Además, crearon tres importantes minorías dentro de las Cortes: los carlistas, los moderados y los republicanos.
La Constitución de 1869
La Constitución de 1869, claramente liberal democrática, perfilaba un régimen de libertades muy amplio, proclamando la soberanía nacional y confirmando el sufragio universal masculino. Incluía una amplísima declaración de los derechos en la que junto a los tradicionales, se garantizaba la libertad de residencia, enseñanza o culto. La monarquía se mantuvo como forma de gobierno (al rey le correspondía el poder ejecutivo). Hay que añadir que se proclamaba, como en otras constituciones, la independencia del poder judicial creando un sistema de oposiciones a juez que acababa con el nombramiento de estos por el gobierno.
La Política Económica
La política económica de esta etapa se caracterizó por la defensa del librecambismo y por la apertura del mercado español a la entrada del capital extranjero. En un intento de unificar el sistema monetario, fijó la peseta como unidad monetaria; pero el problema más grave fue la situación de la Hacienda con una elevada deuda Pública que forzó a utilizar parte del patrimonio minero, mediante su venta o concesión, para sanearla. La última gran acción sobre la economía fue la liberalización de los intercambios exteriores.
Sin embargo, la forma de gobierno monárquica disgustó a los republicanos; el mantenimiento del culto y del clero aprobado por la constitución no era del agrado de sectores anticlericales y, sobre todo, el modelo socio-económico continuó intacto con lo que campesinos, jornaleros o trabajadores de fábrica no vieron mejorar su situación. De este modo, fueron penetrando en España las ideas anarquistas y socialistas.