Historia Medieval Hispana: Al-Ándalus, Reconquista y Cortes

El Concepto de Reconquista

La Reconquista fue el proceso de ocupación militar de los territorios de Al-Ándalus llevado a cabo por los reinos cristianos peninsulares entre los siglos VIII y XV. Duró entre 722 y 1492. El período más activo de la Reconquista fue el comprendido entre los siglos XI, XII y XIII. El proceso se justificaba con argumentos religiosos y jurídicos.

Hoy día el concepto de “Reconquista” está en revisión, se considera erróneo porque implica la idea de volver a conquistar un territorio que ya antes había pertenecido a una comunidad determinada. La realidad es distinta y se basa en dos hechos:

  • La mayoría de la población de la Hispania visigoda pactó con las nuevas autoridades musulmanas y permaneció en Al-Ándalus conservando sus propiedades, religión y formas de vida.
  • La resistencia inicial a los musulmanes en el área cantábrica no obedecía al deseo de restaurar un orden cristiano perdido. Esta resistencia era continuación de la que los pueblos poco romanizados del Norte habían desarrollado antes contra romanos y visigodos. En la resistencia de estos pueblos no hay idea de “reconquistar”.

Se trataría de una conquista justificada por el Reino de Asturias y sus herederos por la restauración de la Monarquía Visigoda y una cruzada contra los infieles, la presión demográfica y la búsqueda de botín. Fue un proceso lento y discontinuo, de tal manera que a periodos de expansión suceden otros de calma y estabilidad donde las alianzas entre cristianos y musulmanes cambian.

Los reinos cristianos estuvieron condicionados por la concepción patrimonialista de los reinos que tenían los monarcas, lo que provocaba la fragmentación entre los herederos y la unión de reinos por matrimonio.

Se distinguen tres etapas: formación (siglos VIII-X), avances y retrocesos (siglos XI-XII) y consolidación (siglo XIII).

Se distinguen dos grandes zonas organizadas por diferentes entidades políticas: el reino de Castilla y León (del que luego se separaría Portugal) y la Corona de Aragón (formada por el reino de Aragón y los condados catalanes). También destacó el reino de Navarra.

Rasgos Principales de la Sociedad Hispano-Musulmana

La sociedad de Al-Ándalus se dividía en musulmanes (árabes, sirios, bereberes y muladíes), no musulmanes o dimmíes (mozárabes y judíos) y esclavos.

Los árabes eran una minoría y constituían el sector dominante de la sociedad, posición por la que rivalizaban los bereberes y en menor medida los muladíes.

A los mozárabes se les permitía conservar sus prácticas religiosas a cambio del pago de tributos.

Los judíos gozaban de gran tolerancia, lo que contrastaba con la época visigoda.

Importancia de la Escuela de Traductores de Toledo

La Escuela de Traductores de Toledo, impulsada por el rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII, comprendía al conjunto de traductores que, a partir de ese siglo, desarrollaron su labor en dicha ciudad.

Llevaron a cabo la traducción e interpretación de textos clásicos grecolatinos, que habían sido previamente traducidos del árabe o del hebreo al latín y al castellano.

Esto fue posible porque, tras la conquista de la ciudad por los castellanos en 1085, permanecieron en ella comunidades judías y musulmanas, lo que facilitó la comunicación cultural entre estas comunidades y la cristiana.

Los textos traducidos abarcaban diversas temáticas, destacando la filosofía, la teología, la astronomía, la medicina y otras ciencias.

La actividad de esta Escuela permitió un renacimiento filosófico, teológico y científico primero en la península ibérica y luego en todo el occidente cristiano, contribuyendo así al Renacimiento europeo.

Legado Cultural y Económico de Al-Ándalus

A nivel cultural, Al-Ándalus se convirtió en uno de los principales centros culturales y científicos de su tiempo. Su influencia en la vida actual es innegable, visible en la música y folklore, el idioma (más de 4000 palabras del castellano son de origen árabe) o, sobre todo, el arte, legándonos impresionantes monumentos como la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada.

A nivel económico, es muy destacable su aportación a la agricultura: introdujeron el regadío, conduciendo el agua a través de norias y acequias.

Además, impulsaron la “trilogía mediterránea” (trigo, vid, olivo) e introdujeron nuevas especies como los cítricos y diferentes verduras (berenjena, espinacas, membrillo, etc.).

En las ciudades, por otra parte, prosperaron las actividades artesanales (cuero, papel, cerámica, seda, etc.) y comerciales, integrándose en un circuito económico que se extendía por todo el Mediterráneo y llegaba hasta Asia, África o el Mar Báltico.

Evolución Política del Islam Peninsular (711-1031)

La evolución política del islam peninsular hasta los denominados Reinos de Taifas (711-1031) se divide en varias etapas:

Emirato Dependiente (714-756)

En Al-Ándalus se estableció un emirato dependiente sometido a la autoridad del califato de Damasco, centro político y religioso del mundo musulmán. En el año 750, la dinastía Omeya fue derrotada por los Abbasíes.

Emirato Independiente (756-929)

Tras la caída del Califato Omeya en Oriente, se instauró una nueva dinastía en Bagdad. Abd al-Rahman I, que había conseguido huir, se refugió en Al-Ándalus, donde estableció un territorio políticamente independiente.

En este periodo se consolidaron las estructuras políticas y administrativas del Estado cordobés. Así, el Emir gobernaba con el apoyo de los visires, que estaban encabezados por el Hachib.

El máximo esplendor del emirato se produjo en tiempos de Abd al-Rahman II.

A pesar del afianzamiento de esta nueva autoridad, fue una época de tensiones con los reinos cristianos del norte. Continuaron las luchas étnicas en el interior, ya que muchos árabes no aceptaban el poder absoluto de los emires.

Destaca la revuelta muladí encabezada por Umar ibn Hafsún en Bobastro o el fenómeno de los mártires voluntarios de Córdoba, que afectó a las comunidades mozárabes.

Califato de Córdoba (929-1031)

Tras derrotar a los muladíes, Abd al-Rahmán III se proclama califa, rompiendo con los califas de Bagdad. Este pacificó el territorio de Al-Ándalus y creó una estructura estatal muy fortalecida: su nombramiento como califa le otorgaba la supremacía religiosa.

También contuvo el avance de los reinos cristianos del Norte y aumentó su influencia en el Magreb.

Con su hijo, Al-Hakam II, la civilización andalusí alcanzó su cenit político y cultural. Fue una etapa de esplendor, convirtiéndose Córdoba y la ciudad-palacio de Medina Azahara en el centro de la cultura occidental.

A la muerte de Al-Hakam II, a finales del siglo X, se inició un periodo de pérdida del poder califal. Estos conservaron solo un poder simbólico.

Quien realmente gobernaba el califato era Almanzor, un dirigente que concentró gran poder político y militar. Almanzor creó un ejército que le permitió asegurar su poder a nivel interno y realizar razias de saqueo contra los reinos cristianos.

A la muerte de Almanzor, se inició un periodo de conflictividad (en veinte años fueron proclamados siete califas). Se produjo un débil poder central que provocó la desaparición del califato y la disgregación política de Al-Ándalus en reinos de taifas.

Origen y Funciones de las Cortes en los Reinos Cristianos

El rey era la figura fundamental del gobierno, pero en torno a él se fue creando un grupo de personas que le ayudaba en estas tareas, al que se denominó corte real. Con el paso del tiempo, este círculo se fue ampliando con consejeros y cargos especializados.

A partir del siglo XIII surgieron nuevas instituciones como las Cortes. Su origen estaba en las reuniones ampliadas de la corte real, en las que se integró el grupo de los ciudadanos, formado por representantes de las ciudades.

Ante situaciones graves, el rey convocaba reuniones de Cortes para debatir los temas propuestos. En estas convocatorias, sus participantes se agrupaban en función de los tres estamentos sociales medievales: la nobleza, el clero y el estado llano.

Las Cortes discutían y votaban las peticiones económicas que realizaba el rey. A cambio, este se comprometía a tener en cuenta las peticiones de los estamentos.

Aunque las Cortes mantuvieron una estructura y una composición semejantes en todos los reinos, existían diferencias significativas respecto a su poder y funciones:

En Castilla se impuso un modelo autoritario de monarquía en el que el rey tuvo un gran poder y las instituciones (Consejo Real, Cortes, etc.) vieron reducidas sus funciones a tareas consultivas.

En la Corona de Aragón se implantó un modelo político diferente: el modelo pactista. En este territorio, cada uno de los reinos que la conformaron mantuvo sus propias Cortes. La fortaleza de los nobles y de la Iglesia otorgó a las Cortes un poder legislativo importante, ya que el rey no podía legislar sin su acuerdo.