La Implantación de la Restauración Borbónica (1874-1902)
La implantación del régimen de la Restauración Borbónica fue el resultado del trabajo llevado a cabo por Cánovas del Castillo durante el Sexenio Democrático. A la labor de Cánovas se sumó el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (diciembre de 1874) a favor de la Restauración Borbónica. Además, se redactó el Manifiesto de Sandhurst en 1874, escrito por Cánovas y firmado por Don Alfonso en la academia militar. Este manifiesto defendía la monarquía constitucional, la tradición católica y un sistema conservador, bases de la Restauración Borbónica.
El régimen de la Restauración se desarrolló durante tres reinados: Alfonso XII (1875-1885), la regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902) y el reinado de Alfonso XIII (1902-1923).
El artífice de la Restauración fue Cánovas del Castillo, quien diseñó un sistema político conservador, favorable a la aristocracia, basado en el turnismo o bipartidismo: el Partido Conservador y el Partido Liberal. Durante el reinado de Alfonso XII, se configuraron los rasgos esenciales del sistema, también llamado sistema canovista, donde la monarquía era el pilar fundamental y los partidos, un instrumento a su servicio. Se crearon nuevos partidos para frenar el republicanismo, el carlismo y el movimiento obrero. Estos partidos dinásticos fueron el Conservador y el Liberal.
Los Partidos Dinásticos
- Partido Conservador: Liderado por Cánovas, de carácter moderado, defendía el orden social, los valores de la Iglesia y la propiedad. Lo integraban liberales moderados, unionistas y parte de los progresistas. Se apoyaba en la aristocracia y la jerarquía católica.
- Partido Liberal: Liderado por Sagasta, defendía las reformas sociales, la educación y un cierto laicismo, así como el sufragio universal masculino. Lo formaban parte de los progresistas, demócratas y ex-republicanos. Se apoyaba en la burguesía de las clases medias.
El Ejército, bajo el mando supremo del rey, debía permanecer al margen de la política, evitando así los pronunciamientos militares. Cánovas defendía el pragmatismo en política y garantizó la estabilidad del sistema mediante el turnismo, el fraude electoral y el caciquismo.
El Fraude Electoral y el Caciquismo
La característica más notable de la Restauración fue el enorme fraude electoral. Cuando el partido en el gobierno sufría desgaste, el rey llamaba a gobernar al partido opositor. Para asegurar el apoyo de las Cortes, el rey las disolvía y convocaba elecciones. El ministro elaboraba el “encasillado” (lista de parlamentarios a elegir) y se contactaba con los gobernadores de cada provincia.
Estos gobernadores daban instrucciones a los alcaldes y caciques para asegurar la elección de los candidatos. Los caciques, figuras poderosas (empresarios, terratenientes), conseguían votos mediante coacción, favores, chantajes o fuerza. El caciquismo era un fenómeno propio de países subdesarrollados con gran peso de la población rural. Si el proceso era insuficiente, se recurría a alteraciones de actas o votos (pucherazos), incluyendo el voto de difuntos (“voto de lázaros”).
La Constitución de 1876
Para garantizar la estabilidad, se aprobó la Constitución de 1876, reflejo del pensamiento de Cánovas. Era una constitución conservadora que establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes. El rey tenía amplios poderes: nombraba y cesaba al gobierno, designaba senadores, convocaba y disolvía las Cortes, y tenía derecho de veto.
El poder legislativo era bicameral. El Congreso se elegía por sufragio (censitario con los conservadores, universal masculino con los liberales), aunque su importancia era limitada por el fraude. La constitución recogía una amplia declaración de derechos y libertades, pero en la práctica estaban muy limitados por leyes concretas. Se declaraba el Estado confesional, con una ambigua libertad religiosa limitada al culto privado. Esta constitución fue la de mayor vigencia hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923.
Consolidación del Sistema y Oposición
El Sistema Canovista se mantuvo estable durante el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina. El turnismo se consolidó con el Pacto de El Pardo (1885) entre Cánovas y Sagasta, asegurando la continuidad de la Restauración tras la muerte de Alfonso XII. Se excluyó del sistema a los partidos no dinásticos (carlistas, republicanos) y obreros (PSOE, anarquistas). Surgieron focos de oposición: nacionalistas vascos y catalanes, y partidos regionalistas. El sistema comenzó a mostrar síntomas de crisis, especialmente tras el desastre colonial de 1898, que se agudizaron durante el reinado de Alfonso XIII.
El Régimen de la Restauración: Alfonso XIII y la Regencia. La Alternancia Conservadora y Liberal.
Durante el reinado de Alfonso XIII, se asentaron las bases del sistema de la Restauración, que se mantuvieron inalteradas durante la regencia de María Cristina (1885-1902). La Restauración Borbónica, o sistema canovista, fue fruto del trabajo de Cánovas del Castillo durante el Sexenio Democrático, complementado por el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (diciembre de 1874) y el Manifiesto de Sandhurst.
Cánovas diseñó un sistema político conservador, favorable a la aristocracia. El pilar fundamental fue la monarquía, con amplios poderes. Para garantizar la estabilidad, el ejército debía mantenerse al margen y se estableció el turnismo entre los dos partidos dinásticos: el Partido Liberal y el Partido Conservador.
Características de los Partidos Dinásticos
- Partido Conservador: Liderado por Cánovas, defendía el orden social, los valores de la Iglesia, la propiedad y el sufragio censitario. Estaba formado por liberales moderados, unionistas y parte de los progresistas, con apoyo de la aristocracia y la jerarquía católica.
- Partido Liberal: Liderado por Sagasta, defendía reformas sociales, la educación, un cierto laicismo y el sufragio universal masculino. Estaba formado por progresistas, demócratas y ex-republicanos, con apoyo de la burguesía.
La corrupción política y el fraude electoral, con fenómenos como el pucherazo y el caciquismo, fueron característicos del sistema, permitiendo su sostenimiento y excluyendo a las fuerzas no dinásticas.
Gobiernos durante el Reinado de Alfonso XII y la Regencia
Durante el reinado de Alfonso XII, el Partido Conservador gobernó hasta 1880, implementando medidas centralistas, proteccionistas, censitarias y restrictivas de libertades. Se aprobó la Constitución de 1876, que otorgaba gran poder a la monarquía y establecía un sistema bicameral con sufragio variable. Aunque reconocía derechos y libertades, estos estaban limitados en la práctica.
Se concluyeron conflictos del Sexenio: la Tercera Guerra Carlista (con la supresión de los fueros vascos, origen del nacionalismo vasco) y la Guerra de Cuba (finalizada con la Paz de Zanjón en 1878).
El turnismo se garantizó tras la muerte de Alfonso XII con el Pacto de El Pardo (1885). El Partido Liberal, liderado por Sagasta, gobernó hasta 1890, reconociendo libertades de asociación, prensa y expresión, e implementando el sufragio universal masculino (aunque deformado por la corrupción).
Durante la regencia de María Cristina (1885-1902), continuó el turnismo. Cánovas fue asesinado en 1897 y sustituido por Silvela; Sagasta se retiró en 1902. Se buscó el consenso con el ejército y la Iglesia. El evento más relevante fue el desastre colonial de 1898, con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en la guerra contra EE. UU. Aumentó la oposición a la Restauración, con ideas regeneracionistas que buscaban modernizar España. Crecieron las fuerzas no dinásticas (carlistas, republicanos) y los nacionalismos (catalán, con la Lliga Regionalista, y vasco, con el PNV).
Se intensificó la presión del movimiento obrero, con la fundación del PSOE y la UGT. Se extendieron las ideas anarquistas, con atentados como el fallido contra Alfonso XII y el asesinato de Cánovas. Al final de la regencia, comenzaron las crisis que se agudizarían durante el reinado de Alfonso XIII, llevando a la dictadura de Primo de Rivera.