Independencia Americana
El 4 de julio de 1776, representantes de las Trece Colonias, reunidos en Filadelfia, redactaron la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que expresaba el deber de los gobernantes de respetar los derechos del pueblo.
La guerra contra la metrópoli fue larga, y el Reino Unido no reconoció la independencia hasta 1783, cuando George Washington fue proclamado primer presidente de Estados Unidos.
En 1787, el nuevo Estado americano redactó la primera Constitución escrita de la historia. El texto aseguraba la separación y equilibrio de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), establecía una forma de gobierno republicana con amplios poderes para el presidente, y una estructura federal para el nuevo Estado. La Constitución se completaba con una Declaración de Derechos que garantizase la libertad de religión, de prensa, de expresión, de reunión, y el derecho a ser juzgado por un jurado. Asimismo, nadie podía ser privado de su vida, de su libertad o de su propiedad, sin un procedimiento judicial adecuado.
Revolución Francesa
Convocatoria de los Estados Generales en mayo de 1789 en Versalles (único organismo que podía aprobar una reforma fiscal). Se reúnen los representantes de la nobleza, clero y Tercer Estado. Éste último solicita el voto individual y no por estamento, a lo que se negó la mayor parte de la nobleza y el clero. Ante esto, el Tercer Estado decidió abandonar los Estados Generales y constituirse en Asamblea Nacional. Para ello tomaron como sede el cercano frontón del juego de Pelota. Los allí reunidos se comprometieron a no disolverse hasta haber elaborado una constitución.
El 14 de julio de 1789, y tras los tumultos callejeros que tuvieron lugar en París, las masas populares decidieron asaltar la Bastilla (símbolo del poder absoluto). En los días sucesivos se crearon comunas y parte de la nobleza huyó del país.
La Asamblea Nacional pasó a ser conocida como Asamblea Constituyente. Ésta llegó a distintos acuerdos para acabar con el régimen feudal y el diezmo, así como a la elaboración de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que reconocía la libertad individual y la igualdad ante la ley e impuestos. Se pretendía convertir a Francia en una monarquía constitucional, y así sería al aprobarse en 1791 la primera constitución francesa (soberanía nacional, división de poderes y sufragio censitario). Era el triunfo de la burguesía moderada representada por los girondinos.
Una serie de hechos harán que la revolución tome un giro hacia la radicalización: los precios seguían siendo muy elevados y las potencias absolutistas extranjeras estaban decididas a intervenir en Francia para frenar la posible extensión de la revolución. Se decidió entonces disolver la Asamblea y se proclamó una comuna popular. El rey fue encarcelado y se instauró la Convención Nacional en 1793. Se proclamó la República alentada por el ala más radical, los jacobinos (Robespierre, Marat, Danton…). Las masas populares, sans culottes, imponen en el poder a los jacobinos e inician el período conocido como el Terror. Luis XVI es guillotinado. Se elabora una nueva Constitución (descristianización y difusión del culto a la razón). Robespierre al mando ejercería una dictadura sobre el país.
El Golpe de Estado de Thermidor (julio de 1794) acabó con el poder de los jacobinos e inició un poder moderado. El gobierno pasó a manos de un Directorio burgués cuyo propósito era retomar los principios de 1791. Éste, agobiado por presiones internas (jacobinos y realistas) y externas (derrotas militares) fue derrocado el 18 de Brumario por un Golpe de Estado encabezado por Napoleón Bonaparte (9 de noviembre de 1799).
La etapa revolucionaria había acabado.
El Consulado y el Imperio Napoleónico
En 1799 Napoleón, un prestigioso general en campañas italianas y egipcias, fue nombrado cónsul, puso fin al Directorio e inauguró el Consulado (1799-1804). Esta etapa se caracterizó por un gobierno personal y autoritario reflejado en la Constitución de 1800 que no contemplaba la separación de poderes ni incluía una declaración de derechos. Su gobierno representaría los intereses de la burguesía además de restablecer relaciones con la iglesia católica (Concordato de 1801). En 1802 se hizo nombrar emperador vitalicio y en 1804 emperador.
Durante el Imperio, su prestigio y poder fue creciendo debido a su extraordinaria capacidad militar. Tras una primera derrota en Trafalgar ante los ingleses (1805), emprendió triunfales campañas en Europa derrotando a los monarcas absolutistas y haciéndose con buena parte del continente. En estos nuevos territorios bajo su influencia impondría sus ideas revolucionarias: la supresión de los derechos señoriales, de los diezmos y de los privilegios nobiliarios y la consagración de la libertad e igualdad legal, la libertad económica, el derecho a la propiedad y la libertad religiosa.
El declive del emperador comenzaría tras las derrotas en la campaña rusa y la reticencia del pueblo español ante la invasión napoleónica de España. Los ejércitos aliados derrotaron a las tropas napoleónicas en Leipzig y Napoleón fue desterrado en 1814 a la isla de Elba. Los Borbones fueron restaurados en el trono. La desilusión del país ante la vuelta del absolutismo propició la vuelta de éste al poder en 1815 durante un breve período conocido como el Imperio de los Cien Días. Tras la derrota en Waterloo frente a ingleses y prusianos ese mismo año, Napoleón abdicó y fue desterrado esta vez a la isla de Santa Elena, donde moriría en 1821.
Congreso de Viena y Restauración
CONGRESO DE VIENA.
Las grandes potencias se reunieron en el Congreso de Viena (1814-1815) bajo el patrocinio del canciller austriaco Metternich. El objetivo fundamental era volver a la situación anterior a la Revolución francesa y acabar con los principios de soberanía nacional y de constitucionalismo. El retorno al absolutismo se fundamentó en el principio del legitimismo (reconoce el derecho de los monarcas, derrocados por Napoleón, a recuperar su trono). En algunos países, ante la imposibilidad de retornar totalmente al absolutismo, tuvieron que hacerse ciertas concesiones para atraer a la burguesía. Así en Francia, Luis XVIII promulgó una Carta Otorgada, que reconocía algunos derechos políticos y el funcionamiento de dos cámaras con unas limitadas atribuciones. En el Imperio austriaco, en Rusia y en España, la Restauración supuso el pleno restablecimiento del Antiguo Régimen, mientras que en Gran Bretaña, se mantuvo el sistema parlamentario.
Unificación Alemana
Tras el Congreso de Viena, Alemania quedó dividida en 39 Estados independientes, entre los que destacaban por su poder y extensión Austria y Prusia. La Confederación Germánica estaba presidida por Austria pese a que Prusia y los Estados del Norte contaban con una economía más desarrollada.
El primer paso para la unificación fue la creación en 1834 del Zollverein (Unión Aduanera) que estableció un mercado de libre circulación comercial. En el Zollverein se integró Prusia (Estado que dirigiría el proceso unificador), pero no Austria.
La unificación podía realizarse por medio de tres vías:
- Una unión por voluntad popular, apoyada por el Parlamento de Frankfurt. Fracasó cuando Federico Guillermo de Prusia rechazó la corona imperial al no admitir que su poder tuviera una raíz popular.
- Una unión alrededor de Austria, relegando a Prusia a un segundo plano.
- Una unión alrededor de Prusia, relegando a Austria a un papel secundario.
Otto Von Bismarck (canciller de Prusia) quiso excluir a Austria y necesitó para ello 3 guerras:
- Guerra de los Ducados (1864). Prusia y Austria contra Dinamarca para impedir la anexión del Schewig y el Holstein. Prusia se anexionó el primero e invadió el Holstein austríaco.
- Guerra austro-prusiana (1866). Bismarck aisló a Austria y se atrajo a Rusia, Francia e Italia. Austria quedó excluida de Alemania. Se constituyó un Reichstag elegido por sufragio universal.
- Guerra contra Francia (1870). Francia pidió a Prusia una compensación por su ayuda, pero Bismarck rechazó esta demanda. Francia declaró la guerra, pero fue aplastada en Sedán. Prusia se anexionó Alsacia y Lorena y proclamó el II Reich.
Unificación Italiana
Tras el Congreso de Viena, Italia quedó dividida en 7 Estados independientes, entre los cuales existía una gran diferencia económica y política:
- Norte: más rico e industrializado (Lombardía, Véneto, Parma; Módena, Toscana), bajo predominio austríaco.
- Sur: principalmente agrícola (Estados Pontificios, Dos Sicilias, Nápoles), bajo predominio francés.
En la década de 1830 surgió un movimiento nacionalista, el Risorgimento, que pretendía expulsar a los príncipes extranjeros y construir una nación unificada.
Las principales figuras políticas fueron: Mazzini (fundador de la Joven Italia), Cavour (monárquico, Primer Ministro de Piamonte y artífice de la unión del Norte) y Garibaldi (guerrillero republicano, héroe nacional, que con su tropa de las “Mil Camisas Rojas” conquistó Nápoles y Sicilia en 1860).
El proceso de unificación lo dividimos en 3 etapas:
- (1859-1861). Cavour consigue el apoyo de Napoleón III contra Austria para liberar el Norte de Italia. Logran conquistar Lombardía, pero no el Véneto, Cavour dimite. Los ducados de Parma, Módena y Toscana se sublevan contra sus soberanos y reclaman su anexión al Piamonte. Napoleón III ofrece su ayuda a cambio de concederle Niza y Saboya; Cavour, de nuevo en el poder, acepta, pese a la indignación de Garibaldi (natural de Niza). Garibaldi entonces decide desembarcar con sus tropas en Sicilia y Nápoles. Tras el encuentro entre Garibaldi y el rey Víctor Manuel, Italia del centro y del sur quedan anexionadas a Piamonte. El reino de Italia es proclamado el 23 de marzo de 1861. Sólo faltaban el Véneto y Roma.
- 1866. El Véneto queda integrado al reino gracias a la alianza (Prusia-Italia). Contexto de la guerra austro-prusiana.
- 1870. Ocupación de Roma, que se convierte en la capital del reino de Italia.
La unificación señaló la modernización y centralización de Italia, que comenzó a contar entre las principales potencias europeas.