Jacobinos: Origen, Ascenso al Poder y Caída

Principios

Centro de creación de ideas y motor intelectual de las acciones emprendidas por la Revolución, su influencia tenía un alcance nacional gracias a las sociedades afines diseminadas por toda Francia. La red creada por estos numerosos grupos le dio un enorme poder político. Si en agosto de 1791 existían 152 sociedades provinciales afiliadas, en 1792 eran 2000. En junio de 1789, un grupo de representantes del Tercer Estado en la asamblea de los Estados Generales fundaron el “Club bretón”, un foro de debate y reflexión en torno a la redacción de los Cuadernos de quejas (Cahiers de Doléances), y a la preparación de los debates en la asamblea. Su nombre se debe a que los principales promotores del club eran delegados del Parlamento de Bretaña. Una vez constituida la Asamblea Constituyente, cambiaron su nombre por el de “Société des Amis de la Constitution” (Sociedad de los Amigos de la Constitución) y se instalaron en octubre del mismo año en el Convento de los Jacobinos, un antiguo convento de dominicos situado en la calle Saint-Honoré de París. A partir de ese momento, sus oponentes políticos los llamaron jacobinos, en un principio para ridiculizarlos. En 1789, agrupaban a 200 diputados de diversas tendencias, y su primer presidente fue el diputado bretón Isaac Le Chapelier. En aquella época, Mirabeau se encontraba entre sus miembros.

Escisión

Hasta 1791, el Club, al igual que la mayoría de la ciudadanía, estaba a favor de la implantación de una monarquía constitucional. Pero el intento de huida de Luis XVI, detenido en Varennes en junio de 1791, truncó muchas esperanzas de poder confiar en un sistema de gobierno monárquico. Aquel acontecimiento dividió a los jacobinos en dos corrientes enfrentadas. Unos, liderados por Robespierre, propugnaban la deposición del rey, y el establecimiento de la república. Los otros, seguidores de Antoine Barnave y de Jacques Pierre Brissot, pensaban que, ante la amenaza de guerra con las monarquías extranjeras, era preferible detener la Revolución y lograr un compromiso con las élites del Antiguo Régimen para mantener la monarquía constitucional. Estos últimos acabaron por abandonar el Club de los Jacobinos para fundar el “Club des Feuillants”, pero la escisión no frenó la expansión de la Sociedad. El 15 de enero de 1793, una vez concluido el juicio de Luis XVI, los jacobinos influyeron de manera decisiva en la votación a favor de la muerte del rey en la Convención Nacional.

Camino del poder

El ideal republicano de los jacobinos se afianzaría a partir de ese momento. En septiembre de 1792, el Club cambia su nombre por el de “Société des Jacobins amis de la liberté et de l’égalité” (Sociedad de los Jacobinos Amigos de la Libertad y de la Igualdad). Hasta entonces compuesto exclusivamente de intelectuales burgueses, decide abrir sus filas a las clases populares que, aparte de servirle de apoyo táctico, constituyen el fundamento de su ideología. Robespierre, apoyado por Georges Danton, Jean-Paul Marat, Camille Desmoulins y Louis de Saint-Just, toma las riendas del movimiento que se lanza en una política de oposición a los girondinos, en mayoría en la Convención Nacional, muchos de ellos antiguos jacobinos. La Gironda cae en junio de 1793, bajo la acción violenta de los hebertistas o “Exagerados”, el ala extremista de la Montaña y deja el camino libre a los jacobinos en el seno de la Convención. El poder jacobino se extiende a los “comités”, órganos ejecutivos del gobierno revolucionario montañés (buena parte de los diputados y gobernantes montañeses eran jacobinos). Los miembros del Comité de Salvación Pública y del Comité de Seguridad General eran en su mayoría jacobinos en 1793.

La Convención montañesa y el Terror

Por un lado, los hebertistas -un movimiento heterogéneo y sólo parcialmente jacobino-, intentaban radicalizar la Convención, y controlaban la Comuna, el gobierno local de París. Viéndose desbordados por su izquierda, Robespierre y Saint-Just consiguieron del tribunal revolucionario la detención y ejecución de su cabeza más visible, Jacques-René Hébert, así como de algunos de sus seguidores, en marzo de 1794. Los montañeses jacobinos gobernaron desde junio de 1793 hasta julio de 1794, impusieron el Reinado del Terror e hicieron uso de su poder en el Comité de Salvación Pública, para reprimir toda oposición al gobierno con una violencia implacable. El Terror se instauró en un principio para salvaguardar la República amenazada por la guerra civil contrarrevolucionaria, y por la guerra que las monarquías extranjeras mantenían en las fronteras del país. Si bien hubo una relativa unanimidad entre los jacobinos en sus principios, sus divergencias se fueron agudizando a partir del segundo semestre de 1793.

En el mismo tiempo Danton, que había declarado la guerra a Inglaterra y Holanda en febrero de 1793 y había reclamado entonces la anexión de Bélgica, había evolucionado hacia posturas negociadoras con el enemigo y con la aristocracia francesa para lograr la paz y detener la guerra. Por ello, sus seguidores eran llamados “indulgentes”. Cuando a principios de 1794 intentó además detener los desbordamientos de la represión “terrorista”, los dirigentes de tendencia hebertista del Comité de Salvación Pública lo arrestaron y lo ejecutaron junto con Camille Desmoulins, sin que Robespierre pudiese impedirlo.

Una vez los dantonistas eliminados en marzo-abril de 1794, la dictadura de los Comités se intensificó dando comienzo a lo que se suele llamar “el Gran Terror”. Aunque Robespierre siguiera defendiendo la necesidad del Terror en la Convención, aparecía cada vez más como un moderado incapaz de frenar la deriva criminal de los Comités liderados por Collot d’Herbois, Barère de Vieuzac y Billaud-Varenne.

Aun así, en junio de 1794 Robespierre consiguió la expulsión del club de Joseph Fouché, por entonces todavía un radical ateo, que en abril había sido elegido, para escándalo de Robespierre, Presidente de los Jacobinos; la venganza política subsiguiente contra Fouché, a quien detestaba tanto en el ámbito privado –había rechazado la mano de su hermana– como en el público –le consideraba responsable de las masacres de Lyon–, condujo a la conspiración que abriría el paso a la reacción termidoriana. Aislado dentro del gobierno, la denuncia por parte de Robespierre de los excesos y de la corrupción del Terror desde la tribuna de la Convención llegará tarde. Los miembros del Comité de Seguridad General sintiéndose amenazados, se aliaron con los diputados moderados del Pantano prometiéndoles el fin del Terror, y prepararon la caída de Robespierre.

Fin del Club de los Jacobinos

El gobierno de los jacobinistas finaliza con el arresto de Saint-Just y Robespierre, el 9 de termidor (27 de julio) 1794. Al día siguiente, son guillotinados junto con 20 seguidores. Se calcula que en los días siguientes, unos 80 diputados jacobinos son ejecutados. El 13 de noviembre de 1794 la Convención declara ilegal el Club de los Jacobinos y lo cierra. Reabre poco después, una vez eliminados los principales sospechosos de “robespierrismo”. El revanchismo tanto de las antiguas víctimas del Terror como de los monárquicos y de los sectores católicos más ultra se ceba entonces en cualquiera que pareciera jacobino: es el llamado “Terror blanco”. Después de los intentos de resurgimiento jacobino de germinal y prairial del año III (abril y mayo de 1795), el Club fue clausurado definitivamente por orden de Joseph Fouché, ministro de Policía, y antiguo miembro del gobierno del Terror. Tras el cierre, los jacobinos activos se reorganizaron a través de nuevos clubs, como el Club del Panteón o el Club de la Sala de Equitación, desde la que lideraron la oposición al Directorio hasta el golpe de Estado napoleónico.