La organización del Estado fascista (1926-1939)
Una vez eliminada la oposición, Mussolini prosiguió la tarea de construir un Estado fuerte y totalitario. A partir de diciembre de 1925 una serie de leyes excepcionales sobre ‘atribuciones y prerrogativas del jefe del gobierno’ y sobre las ‘facultades del ejecutivo para derogar y emanar normas jurídicas’ concedían a Mussolini los mismos poderes que al jefe del Estado (Víctor Manuel III), único facultado para deponerle. Mussolini empezó legislando por decreto: disolución de partidos y organizaciones no adictas al régimen y persecución de miembros y dirigentes, creación de una policía política, la OVRA, y de Tribunales especiales ‘para la defensa del Estado’.
El corporativismo, rasgo peculiar del fascismo, se aplicó con las leyes laborales de Rocco, de 1925-1926. Se eliminaban los sindicatos y se establecía una nueva organización sindical basada en la ‘colaboración entre las clases’. El Estado era el encargado de ordenar las relaciones laborales y sólo se reconocían dos grandes organizaciones sindicales, la de los patronos y la de los trabajadores. Las huelgas fueron declaradas ilegales. En otro ámbito, con la finalidad de difundir y asegurar el futuro del régimen se encuadraba a los niños y jóvenes en organizaciones de masas fascistas; así se creó la ‘Opera Nazionale Balilla’ (‘Obra Nacional Balilla’) donde se registraban a los niños y jóvenes según su edad. Para los adultos se organizó la ‘Opera Nazionale Dopolavoro’, dedicada a actividades recreativas y que integraba a diferentes trabajadores (de la industria, banca, comercio, agricultura…). En otro orden cabe destacar la política demográfica del fascismo que fomentó el crecimiento de la población. Así, se frenó la emigración y se preconizó una política natalista con apoyos a las familias numerosas. En contraste con la política de gobiernos anteriores, Mussolini decidió aplicar una política de acercamiento al Vaticano; todavía estaba pendiente de resolver el contencioso nacido entre la Iglesia y el Estado italiano en 1870, a raíz de la incorporación de los territorios pontificios al reino de Italia. Ahora se normalizarán las relaciones con la firma del Pacto de Letrán (1929). El acuerdo tenía una parte política y otra económica. Por su parte política, el pacto suponía el reconocimiento por la Santa Sede del reino de Italia y su capital Roma; el Estado italiano, a su vez, daba el rango de Estado soberano e independiente a la Ciudad del Vaticano. Por su parte económica, la deuda italiana con la Santa Sede se liquidaba mediante la entrega de 750 millones de liras y mil millones en títulos de la renta italiana con un interés del 5% anual.
El ascenso del nazismo al poder (1925-1932)
En 1924 se encuentra el partido nazi con divisiones internas. Aquí la secciones de asalto, grupo creado en 1920 dirigido por Ernest Röhm y se encargaba de proteger las reuniones del partido y ejercía la violencia en las calles, con opiniones contrarias a las de Hitler. Había una izquierda en el partido que postulaba la nacionalización de la industria pesada y los latifundios. Hitler reorganizó el partido y reforzó su autoridad. Fundó en 1925 la sección de protección dirigida por Himmler que se convertirá en el cuerpo militar del nacional socialismo con la misión de velar por la seguridad del Führer.
Con un partido reorganizado bajo su liderazgo Hitler preparó de forma metódica la conquista del poder. Siguiendo el modelo de 1923, no estaba dispuesto a repetirlo. Ahora debía ganar en influencia, movilizar a las masas mediante ideas muy simples y machaconamente repetidas. La prensa del partido, las publicaciones, el talento oratorio de Hitler y el empleo de medios especiales se organizaban con vistas a conseguir la nazificación de Alemania.
La mejora de la situación económica y social entre 1924 y 1929 hizo perder terreno a los nazis, que se vieron obligados a frenar su actividad antiparlamentaria. Pero llegó la depresión de 1929 que afectó económicamente a Alemania. La repatriación de capitales extranjeros provocó la quiebra del sistema bancario alemán en 1931, hubo un descenso de la producción industrial en un 44%, aumento del desempleo con 6 millones de parados provocando miseria de la clase obrera. Hitler reclutó la mayor parte de sus militantes en clase media y la clase dirigente, quienes vieron en ello una fuerza que podría ser usada en su favor, de ahí que financiaran sus actividades, lo que significaba una garantía frente a la expansión del comunismo.
Ninguna resistencia se opuso a este ascenso. Los partidos burgueses no mostraban preocupación. Los partidos de izquierda se encontraban enfrentados y los comunistas consideraban a los socialdemócratas su enemigo antes que los nazis.
En las elecciones presidenciales de 1932 los candidatos tenían éxito de victoria: Hindenburg y Hitler. La derecha moderada y los socialdemócratas apoyaron a Hindenburg para evitar que los nazis obtuvieran la presidencia. Hitler lanzó duros ataques contra los comunistas, los socialistas, la democracia de Weimar y contra los judíos. El electorado alemán intensificó su contacto con la derecha tradicional incluido nacionalista, el ejército y los grandes magnates de la industria pesada. En las elecciones de 1930 los nazis consiguieron 107 escaños frente a los 12 de las elecciones de 1928. En las elecciones de julio de 1932 el partido nazi fue el más votado, obtuvieron 230 escaños y los comunistas 89. Pero Hindenburg se oponía a la designación de Hitler como canciller. En noviembre del mismo año hubo otras elecciones, los nazis ganaron pero retrocedieron y bajaron a 196 diputados mientras avanzaban los comunistas con 100 diputados. Se nombró como canciller a Von Papen, quien invitó a Hitler a formar parte del gobierno y éste se negó. Hindenburg fue convencido por nacionalistas y oficiales del ejército, y decidió encargar a Hitler la formación de un gobierno. Esto fue en enero de 1933.