La Crisis de Fin de Siglo y la Descomposición de la Restauración en España

La Crisis de Fin de Siglo (1897-1902)

En los últimos años de la Regencia de María Cristina (1885-1902) se rompe la estabilidad creada por los líderes de los dos partidos: el conservador y el liberal. Cánovas muere asesinado por el anarquista Angiolillo y le suceden, Silvela y Antonio Maura, ambos manifiestan su deseo de regenerar la vida política y modificar el sistema de la Restauración. Por otro lado, el partido liberal de Sagasta, tuvo que sufrir la crisis de 1898 y asumir un fuerte desprestigio político. Al morir Sagasta, en 1903, el partido se va a dividir en varias tendencias y sus nuevos líderes (Moret, Canalejas, Conde de Romanones, etc.) no lograrán nunca aglutinar a todo el partido. La derrota de España en la guerra con EEUU de 1898 y la independencia de las últimas colonias puso de manifiesto el problema de España: su atraso y aislamiento con respecto a los países más desarrollados. Sobre las causas de este atraso se ofrecen diversas interpretaciones: los republicanos, socialistas y nacionalistas señalan la necesidad de reformar el sistema canovista; la burguesía y los economistas lo achacan a la falta de modernización de la economía; los intelectuales (Joaquín Costa, Ortega y Gasset) y los escritores de la “Generación del 98” (Pío Baroja, Azorín, Valle-Inclán, Unamuno ) diferencian “la España oficial” y “la España real” y expresan su deseo de “regenerar a España desde abajo.

Los Últimos Líderes: Maura y Canalejas

a) Maura (1907-1909) y la Semana Trágica

El sistema canovista había sufrido dos importantes cambios a fines del S. XIX: la implantación del sufragio universal masculino y el inicio de la actuación política de los sindicatos obreros. Esto dificultó el mantenimiento del sistema electoral. El recambio en los dos partidos se produjo a comienzos del siglo XX: el conservador Maura sustituye a Cánovas y a Silvela y Canalejas releva a Sagasta.

Entre 1907 y 1909 Maura intentó cambiar en profundidad el sistema canovista e iniciar “una revolución desde arriba” para evitar la “revolución desde abajo”. Logró la aprobación de leyes para la protección de la industria nacional, fomento de industrias y transportes marítimos, la creación del Instituto Nacional de Previsión, la obligación del descanso dominical y la reforma electoral de 1907 por la cual el voto será obligatorio. Sin embargo, no consiguió que se aprobara su ley antiterrorista ni el proyecto de ley de Administración que pretendía impulsar las mancomunidades provinciales frente al enorme poder de la Administración Central. Por su parte, los militares eran conscientes de su fuerza y querían mantener su poder independiente del gobierno. El rey Alfonso XIII apoyaba esta postura. Tras destrozar algunos locales de prensa en Cataluña, el gobierno dio la razón a los militares y les concedió las competencias para juzgar los delitos contra la patria. En 1909 se produjo un nuevo incidente cuando Maura ordenó que los soldados reservistas embarcaran en Barcelona para defender Melilla de los ataques marroquíes. Los catalanes no obedecieron y fueron apoyados por sindicatos y partidos catalanes que se oponían a la guerra. El 26 de julio empezó la Semana Trágica al estallar una huelga general en Barcelona y ciudades próximas, en la que anarquistas, republicanos radicales, catalanistas, obreros y jóvenes antimilitaristas que no querían ir a la guerra de Marruecos, protagonizaron una sublevación general contra las órdenes del gobierno y se enfrentaron con el ejército en las calles. Las masas formaron barricadas con adoquines, destruyeron tranvías y quemaron iglesias. Barcelona vivió días de un terror que manifestaba el antimilitarismo, el anticlericalismo, el nacionalismo catalán y la fuerza de republicanos.

b) Canalejas (1909-1912) y el problema religioso

Tras la Semana Trágica, Canalejas intenta regenerar la vida política española y logra incorporar al partido a muchos intelectuales y republicanos. La Iglesia y el Ejército eran los dos pilares básicos de la Monarquía. Unidos con la alta burguesía, se alejaron de las masas obreras y de intelectuales como Ortega y Unamuno, pero la Semana Trágica puso de relieve el anticlericalismo existente en una parte de España. Se crea entonces una coalición electoral: la unión republicano-socialista. Lerroux y Pablo Iglesias desde el Parlamento atacarán el poder y los privilegios de la Iglesia. Mientras, los obreros anarquistas crean Solidaridad Obrera y CNT, cuya actuación en los años siguientes será trascendental. Canalejas empleó la dureza y recurrió al Ejército cuando fue necesario, pero también aprobó una serie de leyes progresistas que le enfrentan con los conservadores y con Roma: La idea de separar Iglesia-Estado y la Ley del Candado le enfrentó a la alta burguesía. El proyecto de creación de las mancomunidades provinciales fue bien acogido por los catalanes, pero contó con la oposición de los políticos centralistas. Algunos de sus proyectos reformistas se llevaron a cabo como “la ley de abolición del impuesto de consumos” y la “ley de reclutamiento obligatorio”, que en tiempos de paz rebajaba el servicio militar a cinco meses, pero muchos proyectos fueron abortados al ser asesinado en noviembre de 1912 por un anarquista en la Puerta del Sol de Madrid. El pistolerismo, fenómeno que nace en Cataluña, consistió en contratar a asesinos que terminaran con la vida de los adversarios. Tanto los patronos como los obreros practicaron este tipo de terrorismo lo que produjo en Cataluña la sensación de encontrarse en una auténtica guerra civil lo que obligó a declarar la ley marcial y a intervenir al Ejército manteniendo una política dura y represiva. A las crisis anteriores se añade la crisis militar y el descontento del Ejército, problemas políticos y problemas sociales.

Todo ello derivó en la llamada Crisis de 1917 que vuelve a tener a la ciudad de Barcelona como protagonista. Fueron en realidad tres revoluciones. Una de los militares, otra de la burguesía y otra del proletariado. Tras la crisis de 1917 la monarquía quedó en pie, pero quebrantada; la opinión pública despertó y el proletariado agudizó su conciencia de clase. Fue el preludio de una unión de izquierdas que culminará en 1931. En el Ejército se crearon, las “Juntas de Defensa”, una especie de sindicatos militares, encargados de defender sus intereses económicos y profesionales. Sus objetivos eran:

  • Oponerse al ascenso por méritos de guerra.
  • Solicitar subida de sueldos.
  • Exigir que los gobiernos y el pueblo tuvieran más respeto al Ejército.

Las Juntas fueron prohibidas hasta junio de 1917, en que el gobierno, ante el temor de un golpe de Estado militar decidió legalizarlas. El Ejército volvió a convertirse en pilar de la Monarquía y del Gobierno al que dominaba porque este lo necesitaba. El segundo acto de la crisis de 1917 tuvo como protagonista al movimiento político catalanista y a los partidos de la izquierda que exigían una reforma de la Constitución de 1876. Los parlamentarios catalanistas, aprobaron una petición de autonomía para Cataluña y decidieron convocar a todos los diputados y senadores españoles para celebrar una “Asamblea de Parlamentarios” en Barcelona. Se pide una radical reforma política. Las diferencias entre nacionalistas y partidos de izquierda acabaron con los objetivos de la Asamblea que fue disuelta por el Gobierno. Finalmente asistimos a una huelga general cuyos motivos hay que buscarlos en el atraso que sufría el país y en que la clase obrera sabía que los gobernantes no harían nada por salir de ella. Comenzó con la huelga de ferroviarios valencianos, a los que se sumarán más tarde los de toda España. Las manifestaciones callejeras de los obreros de UGT y CNT contaron con la colaboración de los líderes del PSOE, del partido reformista y de los partidos republicanos. En el campo también se manifestó el descontento, sobre todo en Andalucía, debido a la estructura de la propiedad y a los bajos salarios. La detención en Madrid del “Comité de Huelga” y el decidido apoyo del Ejército al Gobierno, junto a la marcha atrás de la Asamblea de Parlamentarios, condujeron a la supresión de las huelgas y a la represión de los huelguistas.


El Impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

El estallido de la I Guerra Mundial (1914) genera nuevas tensiones al enfrentarse ALIADÓFILOS y GERMANÓFILOS. España se declaró neutral cuando estalló la guerra lo que le supuso importantes transformaciones sociales y económicas. Aspectos negativos:

  • Mayor subida de precios que de salarios.
  • Escasez de carbón, de alimentos y de productos textiles, por ser enviados éstos a los países beligerantes.
  • Disminución de la exportación naranjera, lo que influyó en la emigración del campo, el aumento del proletariado y los movimientos obreros de 1917.

Aspectos positivos:

  • Importantes beneficios de la burguesía industrial, naviera y bancaria de Cataluña y País Vasco, con el comercio con los países en guerra.
  • Desarrollo de la minería asturiana.
  • Ingresos de gran cantidad de oro en el Estado lo que permitió cancelar sus deudas y adquirir el capital extranjero en empresas mineras y ferrocarriles.

La Descomposición del Régimen de la Restauración (1917-1923)

Entre 1917 y 1919 renacieron en todos los partidos políticos esperanzas democratizadoras. Esta democratización del sistema político pasaba por:

  • Reforma de la Constitución.
  • Establecimiento de la soberanía popular y limitación de las prerrogativas de la Corona.
  • Reconocimiento de las Autonomías.
  • Secularización del Estado.
  • Reforma o desaparición del Senado.

No fue posible por los enfrentamientos entre los dos ministros más destacados: Cambó, defensor de los intereses de Cataluña y Santiago Alba, defensor de los intereses de Castilla. Entre 1919 y 1921 hubo una reacción conservadora debido a:

  • El miedo de la burguesía española, tras las violentas huelgas de 1919, ante la posibilidad de que en España pudiera reproducirse la revolución proletaria acaecida en Rusia en octubre de 1917.
  • El problema de Marruecos.
  • El desorden y el terrorismo.

Nos encontramos ante un texto histórico de carácter político-social, de fuente primaria, escrito conjuntamente por los dos grandes sindicatos obreros, la UGT y la CNT, de tendencia socialista y anarquista respectivamente. Fue publicado en Madrid, en marzo de 1917, en el contexto de una profunda crisis social, política y económica, bajo el reinado de Alfonso XIII y teniendo como telón de fondo la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Está dirigido a la opinión pública española, preferentemente al proletariado y al gobierno español. En el texto se exponen las reivindicaciones de estos sindicatos realizadas en 1917, que implicaron la convocatoria de una huelga general y del que podemos destacar las siguientes ideas: Nos habla de las quejas que desde hace tiempo viene realizando la clase obrera ante la situación de miseria, carestía de las subsistencias, explotación y desempleo que sufre. Quejas realizadas con mesura y que no han sido atendidas. Se había pedido al gobierno que interviniera para contener los precios. Por ello han decidido pasar a la acción, usando métodos más efectivos para luchar contra los “amparadores de la explotación”, esto es, contra los explotadores del proletariado, convocando una huelga general. Terminan el texto deseando que la huelga sea un éxito y para ello tomarán todas la “medidas necesarias”. Desde tres años antes la Primera Guerra Mundial asolaba Europa mientras que España gozaba de una privilegiada neutralidad que permitió una extraordinaria oportunidad para la economía del país. Se exportaban productos industriales y agrarios, de los que los combatientes tenían una enorme necesidad. Los industriales, especialmente catalanes y vascos, hicieron grandes negocios. Sin embargo al dedicarse gran parte de la producción a la exportación, los precios subieron y esto no fue acompañado de un subida de salarios. La carestía de vida se convirtió en un problema para las clases populares. El conflicto social fue creciendo de manera imparable y las organizaciones obreras encabezaron una protesta cada vez mayor que desembocó en el movimiento huelguístico del verano de 1917. A la inquietud social se va a unir el descontento político contra el gobierno presidido por el conservador Eduardo Dato. En julio de 1917, y como protesta a la suspensión de las Cortes,