La Guerra de Cuba
Antecedentes
En 1895 estalló en Cuba una insurrección que se sumó a la filipina. Después de una corta guerra con Estados Unidos en 1898, España perdió sus últimas colonias y se sumió en una grave crisis. Tras la Paz de Zanjón (1878), los cubanos esperaban de España una serie de reformas que implicara a los isleños en la política peninsular y mejorase sus condiciones de vida. Sin embargo, ninguna de estas propuestas fue aprobada por el gobierno español tras la negativa de negreros, grandes propietarios…
El Sistema Canovista y el Auge del Independentismo
Siguiendo el sistema canovista, se crearon dos grandes partidos políticos en la isla: el Partido Autonomista (integrado por cubanos) y la Unión Constitucional (militada en su mayoría por españoles). El primero abogaba por la autonomía de la isla a través de reformas políticas y económicas. Sagasta se mostró partidario de introducir reformas y, por eso, abolió la esclavitud en 1888. En 1893 se propuso a las Cortes la creación de un estatuto cubano, pero fue reprendido fuertemente.
Así, el independentismo comenzó a ganar posiciones frente al autonomismo. En 1893, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia, e inmediatamente consiguió el apoyo de Estados Unidos. Se adhirieron a este partido Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García.
Conflictos y Tensiones con Estados Unidos
En 1891, se elevaron las tarifas arancelarias de la isla, hecho que molestó a Estados Unidos (el principal cliente de Cuba). Así, el presidente norteamericano McKinley amenazó con cerrar el mercado estadounidense a los productos cubanos si el gobierno español no modificaba su política arancelaria.
En 1879 se produjo otra insurrección en la isla llamada Guerra Chiquita. La sublevación de los mambises (guerrilleros independentistas) fue derrotada al año siguiente. Más tarde, el 24 de febrero de 1895, se produjo el Grito de Baire, que se inició en Santiago de Cuba, extendiéndose hasta La Habana. Cánovas del Castillo envió un ejército al mando de Martínez Campos que mezclaba la dura represión con la conciliación política.
La Represión de Weyler y el Fracaso de la Conciliación
Martínez Campos fue sustituido por Valeriano Weyler, que inició una férrea represión. Su acción se basó en la división de la isla mediante senderos de fortificaciones denominados trochas. Además, concentró a los campesinos en poblaciones determinadas para aislarlos de los insurrectos y que así no pudieran mostrarles apoyo de algún tipo. Weyler aplicó la pena de muerte a muchos de ellos, incluso a la población civil.
En el plano militar, los españoles no estaban acostumbrados a combatir en la manigua y contra las guerrillas. Las enfermedades tropicales se llegaron a convertir en epidemias, causando la muerte de miles de soldados y alejando el objetivo de la victoria.
En 1897, tras la muerte de Cánovas y el fracaso de Weyler, se encargó la tarea al general Blanco. Éste inició una estrategia de conciliación que consistió en el decreto de la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la autonomía arancelaria… Sin embargo, dichas reformas llegaron demasiado tarde; los insurrectos ya no se conformaban tan sólo con la autonomía, sino que anhelaban la independencia.
La Insurrección en Filipinas
El Auge del Independentismo Filipino
En 1896 surgió un conflicto en Filipinas. La colonia tenía una débil presencia militar (aunque una gran cantidad de misioneros) y no estaba explotada económicamente a pesar del mercado del tabaco, siendo su interés mucho menor que el de Cuba, aún encontrándose a las puertas de China.
El independentismo fraguó en la Liga Filipina, fundada por José Rizal en 1892, y en la organización clandestina Katipunan. Ambas contaron en sus inicios con una importante base social. La insurrección se extendió en la provincia de Manila y el capitán general Camilo García Polavieja condenó a muerte a Rizal a finales de 1896. El gobierno liberal ordenó la pacificación momentánea del archipiélago a Fernando Primo de Rivera.
La Intervención de Estados Unidos y la Paz de París
El Interés de Estados Unidos y la Explosión del Maine
El interés de Estados Unidos por Cuba era latente, habiendo hecho ofertas a España para la compra de la isla, llegando a alcanzar los doscientos millones de dólares. En 1895, el presidente McKinley apoyó oficialmente a los insurrectos. La excusa para la entrada en el conflicto vino protagonizada por la explosión del acorazado Maine, de cuya autoría se culpó falsamente a los españoles. Estados Unidos dio un ultimátum a España, que fue rechazado, comenzando así la guerra hispano-americana, aún siendo consciente el gobierno español de la inferioridad militar.
La Derrota Española y la Pérdida de las Colonias
El almirante Cervera fue masacrado en la batalla de Santiago a causa de la modernidad de los navíos estadounidenses y la destartalada flota española. Ocurrió lo propio en Filipinas en la batalla de Cavite, al mando del almirante Montojo, que se corresponde con la primera persona en referirse a la pérdida de las colonias como el desastre. En diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, por la cual España abandonaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaban a ser protectorados norteamericanos. Tras este desastre, el ejército español volvió en condiciones lamentables.
La pérdida de las colonias por parte de España fue conocida como “el desastre del 98”, convirtiéndose en el símbolo de la crisis de la Restauración. Sin embargo, los efectos de la crisis no fueron los esperados. No se sufrieron daños en la metrópoli; aunque bien es cierto que se llevó a cabo una reforma de Hacienda por el ministro Fernández Villaverde para intentar contrarrestar las deudas contraídas como consecuencia de la guerra.
Consecuencias de la Crisis del 98
Crisis Moral y Auge del Nacionalismo
Tampoco se sufrió una gran crisis política, conservándose el turnismo, aunque distintos partidos aportaron ideas al regeneracionismo (corriente muy crítica con la clase política). Los nacionalistas tuvieron un gran auge, sobre todo en País Vasco y Cataluña, aprovechando la incompetencia del Gobierno central.
Así, se trató fundamentalmente de una crisis moral, ya que se enterró de una vez el mito del Imperio español, coincidiendo con el auge de otras potencias europeas, relegando a España a un papel secundario. Además, la prensa extranjera satirizó con la situación, hecho que cuajó en la sociedad española. Una de las frases más populares corresponde al autor de la unificación alemana, Otto von Bismarck: “España es el país más fuerte del mundo, lleva siglos tratando de destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”.
El Regeneracionismo y la Institución Libre de Enseñanza
El fracaso de la revolución de 1868 hizo que diferentes intelectuales progresistas intentasen modernizar el país. Se creó de esta manera en 1876 la Institución Libre de Enseñanza cuando muchos catedráticos abandonaron sus puestos al negárseles la libertad de cátedra. La institución tenía en sus filas a personajes de la talla de Francisco Giner de los Ríos y estaba influenciada fuertemente por el krausismo.
Algunos intelectuales formados en esta institución sostenían que la sociedad y política españolas estaban influenciadas en demasía por la doctrina católica. Todos ellos hablaban de la regeneración de España; crearon así la corriente del regeneracionismo. Su mayor exponente fue Joaquín Costa, que no sólo era escritor, creó la Liga Nacional de Productores e inspiró la creación de la Unión Nacional.
La crisis de 1898 recrudeció esta corriente, denunciándose que debía cerrarse el capítulo de la gloriosa España de una vez por todas. Al ser aragonés, Joaquín Costa defendió la situación del campesinado español y de la necesaria elevación del nivel cultural y educativo del país, bajo el lema de: “escuela y despensa”. Durante la década de 1890 se produjeron también diversos avances en las ciencias. Asimismo, un grupo de literatos conocidos como la Generación del 98 analizaron a España desde un modo bastante pesimista.
Consecuencias Políticas y Militares
El desastre de 1898 acabó con el sistema canovista tal y como él lo había diseñado, surgiendo diversas personalidades que comenzarían a actuar durante el reinado de Alfonso XIII. Sin embargo, la política reformista de la época no fue tan profunda como se esperaba desde un principio.
La derrota militar también trajo consecuencias al ejército, produciéndose en España un sentimiento conocido como antimilitarismo, culpándoles de la no modernización de la flota principalmente. Así, una parte del ejército se radicalizó y pensaba que debía tener una mayor importancia en la vida política, apareciendo diversos golpes de Estado como el del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, en 1923 y el del general Franco en 1936, que desembocó en una guerra civil.
El desastre de 1898 mostró las decadencias del sistema político y la mayoría de edad de Alfonso XIII (1902) dio inicio a una nueva etapa. En 1899, la regente María Cristina otorgó el gobierno al conservador Francisco Silvela, que convocó elecciones. El nuevo gabinete optó por el regeneracionismo, pero confió en personajes influyentes anteriores como el general Polavieja o el conservador catalán Manuel Durán y Bas.
Las nuevas cargas fiscales para hacer frente a las deudas contraídas derivaron en un boicot por parte de las clases populares catalanas (cierre de cajas). Los ministros más regeneracionistas acabaron dimitiendo, pero el gobierno conservador resistió hasta 1901, momento en el que volvieron los liberales al poder; el turnismo seguía estando patente.
El Reinado de Alfonso XIII y el Reformismo Conservador
En la primavera de 1902 subió al trono Alfonso XIII, al cumplir 16 años. Este momento coincidió con la muerte de Sagasta en 1903; alcanzando el liderazgo del Partido Conservador Antonio Maura y el Liberal, José Canalejas. Estos nuevos políticos impulsaron el regeneracionismo, pero el falseamiento electoral continuó, ya que temían los riesgos de una verdadera participación democrática.
En 1904, Maura llegó al gobierno. Su proyecto se resumía en un reformismo “desde arriba” para evitar una revolución. Intentó basarse en las llamadas “masas neutras”, con cuya ayuda pretendía desmantelar la influencia de los caciques e instaurar un Estado fuerte. Así, durante su gobierno se aprobó la Ley Electoral (1907), que no consiguió acabar con el fraude electoral.
El gobierno de Maura también intentó reactivar la industria y promulgó la Ley de Colonización Interior, que fomentaba la agricultura. En el plano social, decretó la Ley del Descanso Dominical (1904) y creó el Instituto Nacional de Previsión en 1908, que se dedicaba a los seguros obreros. Al intentar mantener el orden social, se llevaron a cabo los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909), que derrocaron al gobierno.