La España de la Restauración Borbónica: Política, Sociedad y Crisis (1874-1902)

El Sistema Canovista de la Restauración

Para superar la inestabilidad política precedente, Antonio Cánovas del Castillo estableció una serie de principios políticos que fundamentaron el nuevo régimen de la Restauración:

  • Pragmatismo en política, buscando la estabilidad y el consenso entre las élites.
  • Defensa de la llamada ‘constitución histórica o interna de España’, es decir, de sus instituciones tradicionales (Monarquía y Cortes), costumbres e historia.
  • La soberanía compartida entre el Rey y las Cortes (frente a la soberanía nacional defendida por los liberales progresistas).
  • Un cierto pesimismo intelectual, basado en el estudio de la historia y la decadencia española, que llevaba a buscar soluciones moderadas.
  • La necesidad de que el Ejército quedara al margen de la política (desterrando el pronunciamiento militar como forma de cambio de gobierno).
  • Un régimen basado en el bipartidismo y el turnismo pacífico en el gobierno entre los dos grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador (liderado por Cánovas) y el Partido Liberal (liderado por Sagasta).
  • Este turnismo se sustentaba, en la práctica, en el fraude electoral sistemático (mediante el ‘encasillado’ y el ‘pucherazo’) y el caciquismo (la influencia de notables locales en el voto rural).

La Constitución de 1876

Fue, hasta la Constitución de 1978, la de mayor vigencia en la historia contemporánea de España, pues rigió formalmente hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Su principal logro fue proporcionar una notable estabilidad política, de la que había carecido el país desde 1808. Sus características principales fueron:

  • Carácter flexible y conciliador: Su escasa concreción en algunos aspectos dejaba en manos del partido gobernante la regulación de cuestiones clave mediante leyes orgánicas, permitiendo gobernar tanto a conservadores como a liberales sin necesidad de cambiar la Constitución.
  • Soberanía compartida Rey-Cortes: Establecía la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
  • Fortalecimiento de la Corona: La Monarquía se configuraba como la médula del Estado; el monarca era la piedra angular del sistema, considerado ‘rey-soldado’ y jefe supremo del Ejército. La Corona actuaba como poder moderador, sancionaba y promulgaba leyes, convocaba, suspendía o disolvía las Cortes y nombraba al jefe de gobierno.
  • Derecho de sufragio: Quedaba pendiente de desarrollo legislativo. Posteriormente, dos leyes electorales regularían este aspecto: la Ley Electoral de 1878 (gobierno conservador), que restauró el sufragio censitario (limitado a los mayores contribuyentes), y la Ley Electoral de 1890 (gobierno liberal), que implantó el sufragio universal masculino (para varones mayores de 25 años).
  • Cuestión religiosa: Declaraba la confesionalidad católica del Estado, encomendándole el mantenimiento del culto y clero, pero introducía la tolerancia hacia otros cultos en el ámbito privado, aunque sin permitir manifestaciones públicas.
  • Cortes bicamerales: Establecía Cortes bicamerales: un Senado (compuesto por senadores por derecho propio, senadores vitalicios nombrados por la Corona y senadores elegidos por sufragio censitario) y un Congreso de los Diputados (electivo).
  • Declaración de derechos: Incluía una declaración de derechos y libertades individuales (expresión, reunión, asociación), aunque su concreción y limitaciones se remitían a leyes posteriores, que variaron según gobernase el Partido Conservador o el Liberal.

Oposición al Sistema de la Restauración

Al sistema canovista se opusieron diversos sectores sociales e ideológicos:

Los Carlistas

La derrota militar del carlismo en la Tercera Guerra Carlista (1876) cerró la etapa de la confrontación armada y abrió la vía de la actuación política. El carlismo mantuvo su defensa del tradicionalismo (Dios, Patria, Fueros, Rey legítimo) y su oposición al liberalismo. Tras la muerte de Alfonso XII, el movimiento se dividió temporalmente entre el Partido Integrista (más radical y clerical, liderado por Ramón Nocedal) y el sector propiamente carlista que se reorganizó en las Juntas Tradicionalistas, manteniendo cierta base social en Navarra, País Vasco y zonas de Cataluña y Valencia.

Partidos Republicanos

Fragmentados y con escasa base social tras el fracaso de la I República, defendieron la democratización del régimen y tuvieron diversas orientaciones:

  • El Partido Posibilista: El más moderado, dirigido por Emilio Castelar, que acabó integrándose en el Partido Liberal de Sagasta.
  • El Partido Progresista Republicano: Dirigido por Manuel Ruiz Zorrilla, que apostó inicialmente por la insurrección militar, y el grupo de Nicolás Salmerón, más legalista. Ambos sectores acabaron confluyendo en la Unión Republicana.
  • El Partido Republicano Federal: Liderado por Pi y Margall, era partidario de una profunda descentralización del Estado y mantuvo cierta influencia en Cataluña y Levante.

El Movimiento Obrero

Se desarrolló significativamente durante la Restauración, dividido en dos grandes corrientes:

Anarquistas

Tras la Ley de Asociaciones de 1881, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En ese mismo año nació la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), de gran implantación en Cataluña y Andalucía, en la que destacó Anselmo Lorenzo, uno de los principales líderes históricos del movimiento anarquista español. Defendieron una ideología basada en:

  • El colectivismo o comunismo libertario.
  • La defensa de la libertad individual y la abolición de toda autoridad (fin del Estado).
  • El apoliticismo (rechazo a la participación en la política parlamentaria).
  • El anticlericalismo.
  • La acción directa y la huelga general revolucionaria como métodos de lucha.
  • Crítica radical al capitalismo y a la propiedad privada.
  • Organización federalista y asamblearia.

Una parte del movimiento derivó hacia la ‘propaganda por el hecho’ (acciones terroristas) a finales de siglo. Posteriormente, ya en el siglo XX (1910), nacería la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).

Socialistas

En 1879 nació en Madrid el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado clandestinamente por un grupo de tipógrafos liderados por Pablo Iglesias. En 1888 celebraron su primer congreso y fundaron la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato socialista vinculado al partido. A diferencia de los anarquistas, los socialistas (de inspiración marxista) mantenían una ideología:

  • Colectivista (socialización de los medios de producción).
  • Anticlerical y antiburguesa.
  • Priorizaban la lucha política (participación electoral para alcanzar el poder) y la organización partidista y sindical centralizada.
  • Defensa de la abolición de las clases sociales.
  • Oposición al capitalismo.

Su crecimiento fue más lento que el del anarquismo durante este periodo, con mayor implantación en Madrid, Asturias y Vizcaya.

Nacionalismos Periféricos

Surgieron como reacción al centralismo del Estado liberal español.

Nacionalismo Catalán

Fue durante la Restauración cuando el catalanismo político se articuló como reacción a la concepción centralista y uniformizadora de la nación española defendida por Cánovas. Frente a ella, se elaboraron principalmente dos modelos alternativos:

  • Uno de carácter federalista y republicano, heredero del federalismo de la I República, que reclamaba un mayor autogobierno o incluso la soberanía para Cataluña dentro de una España federal.
  • Otro de carácter conservador y corporativo, que defendía desde posiciones inicialmente regionalistas una Cataluña singular dentro de una España plural, haciendo hincapié en la lengua, la cultura, el derecho civil y las instituciones propias.

Este último sector, de base burguesa, se impuso a finales de siglo. Las Bases de Manresa (1892), impulsadas por la Unió Catalanista, marcaron un hito al proponer un proyecto de autogobierno para Cataluña de orientación conservadora y corporativa.

Las Desamortizaciones del Siglo XIX

La Desamortización de Mendizábal (1836-1837)

En 1836, durante la Regencia de María Cristina y en plena Primera Guerra Carlista, el presidente del Consejo de Ministros y ministro de Hacienda, Juan Álvarez Mendizábal, puso en marcha un proceso de expropiación forzosa y venta de los bienes (principalmente tierras y edificios) pertenecientes a las órdenes religiosas de la Iglesia Católica (bienes de ‘manos muertas’). El objetivo principal era obtener recursos para financiar la guerra contra los carlistas y sanear la maltrecha Hacienda pública, muy afectada tras la pérdida de la mayor parte del imperio americano. Estos bienes fueron nacionalizados y vendidos en subasta pública. Aunque se pretendía crear una clase de pequeños y medianos propietarios afines al régimen liberal, los principales compradores fueron nobles y burgueses adinerados, que pudieron pagar en efectivo o con títulos de deuda pública.

La Desamortización de Madoz (1855)

En 1855, durante el Bienio Progresista (reinado de Isabel II), el ministro de Hacienda Pascual Madoz impulsó la Ley de Desamortización General. Fue llamada así porque afectó no solo a los bienes eclesiásticos aún no vendidos (incluidos los del clero secular), sino también, y principalmente, a los bienes de propiedad municipal (los ‘propios’, que proporcionaban rentas a los ayuntamientos, y los ‘comunales’, de aprovechamiento vecinal gratuito o semigratuito por los campesinos) y a otros bienes del Estado y de diversas instituciones (‘manos muertas’). Esta desamortización se prolongó, con interrupciones, hasta 1924. El procedimiento fue similar al de Mendizábal, pero con diferencias significativas:

  • El destino de los fondos obtenidos: Se dedicaron principalmente a cubrir el déficit público y a financiar la construcción de la red ferroviaria, considerada clave para la modernización económica del país.
  • La titularidad de los fondos: Aunque gestionados por el Estado, una parte significativa correspondía teóricamente a los municipios despojados de sus bienes, aunque en la práctica estos apenas se beneficiaron y la venta de los bienes comunales perjudicó gravemente a los campesinos más pobres.

Nuevamente, la burguesía terrateniente y urbana fue la principal beneficiaria, consolidando una estructura de propiedad de la tierra latifundista en muchas zonas de España, aunque hubo cierta participación de propietarios rurales más modestos. Las desamortizaciones contribuyeron a cambiar la estructura de la propiedad agraria, pero no solucionaron el problema de la tierra para el campesinado y generaron tensiones sociales.

La Guerra de Cuba (1895-1898) y la Intervención Estadounidense

El levantamiento independentista cubano de 1895 (conocido como Grito de Baire) fue liderado inicialmente por figuras como José Martí (muerto en combate al inicio), Máximo Gómez y Antonio Maceo. Las causas profundas incluían:

  • El incumplimiento por parte de España de las promesas de reforma y autonomía hechas tras la Guerra de los Diez Años (Convenio de Zanjón, 1878).
  • El mantenimiento de un régimen arancelario que perjudicaba los intereses económicos cubanos, dependientes del azúcar y muy ligados al mercado estadounidense.
  • La incapacidad española para absorber la producción cubana y proveer manufacturas competitivas.
  • El creciente sentimiento nacionalista cubano, apoyado por los intereses económicos y estratégicos de Estados Unidos en la isla.

Tras fracasar los intentos iniciales de conciliación, el gobierno español, especialmente bajo el mando del general Valeriano Weyler, aplicó una dura táctica de contrainsurgencia (incluyendo la ‘reconcentración’ de campesinos en poblados controlados para privar de apoyo a la guerrilla), que provocó una elevada mortalidad y protestas internacionales, especialmente de Estados Unidos.

EE. UU. se ofreció como mediador y presionó a España para conceder autonomía a la isla. Aunque España acabó concediendo un estatuto de autonomía a Cuba y Puerto Rico a finales de 1897, ya era tarde para detener la guerra y satisfacer las demandas estadounidenses, que veían en la situación una oportunidad para expandir su influencia.

EE. UU. no cejó en sus intereses y, utilizando como pretexto la explosión (probablemente accidental) de su acorazado Maine en el puerto de La Habana en febrero de 1898, declaró la guerra a España en abril de ese año, exigiendo la renuncia española a la soberanía sobre Cuba.

La guerra hispano-estadounidense se desarrolló rápidamente en dos escenarios: el Caribe (Cuba y Puerto Rico) y el Pacífico (Filipinas, donde también existía un movimiento independentista). La superioridad naval y militar estadounidense fue aplastante, culminando en las desastrosas derrotas navales españolas en Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba.

En diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el que España:

  • Reconocía la independencia de Cuba (que quedó bajo tutela estadounidense).
  • Cedía Puerto Rico y la isla de Guam a Estados Unidos.
  • Vendía Filipinas a Estados Unidos por 20 millones de dólares.

El resto de las posesiones españolas en el Pacífico –Islas Marianas (excepto Guam), Palaos y Carolinas– fueron vendidas a Alemania en 1899. Quedaba así liquidado el imperio colonial español.

La Crisis del 98 y sus Consecuencias

La derrota militar y la pérdida de las últimas colonias en 1898, conocido como el ‘Desastre del 98’, sumió a España en una profunda crisis política, social, económica y moral. Representa el comienzo de la propia crisis del sistema de la Restauración, cuyas debilidades quedaron crudamente expuestas.

Impacto y Consecuencias

  • Crisis moral e ideológica: El ‘Desastre’ generó un sentimiento generalizado de frustración, pesimismo y cuestionamiento de la identidad nacional y del papel de España en el mundo. Se extendió la conciencia del atraso del país respecto a otras potencias europeas.
  • Desprestigio del sistema político: La derrota evidenció la ineficacia y corrupción del sistema de la Restauración (turnismo, caciquismo) y de sus élites políticas, incapaces de gestionar la crisis colonial y modernizar el país.
  • Resentimiento militar: Creció el resentimiento de los militares hacia los políticos, a quienes culparon de la derrota por la falta de medios y la mala dirección. El Ejército se sintió humillado y desarrolló una mentalidad crítica con el sistema parlamentario.
  • Sentimiento antimilitarista popular: Aumentó el antimilitarismo en las clases populares debido al injusto sistema de reclutamiento (‘redención en metálico’), que permitía a los hijos de familias adineradas librarse del servicio militar pagando una suma de dinero. Esto significó que los soldados enviados a las guerras coloniales (con altísima mortalidad) procedían casi exclusivamente de las clases bajas. El movimiento obrero hizo campaña contra este sistema.
  • Impulso al Regeneracionismo: La crisis dio un fuerte impulso al Regeneracionismo, un vigoroso movimiento intelectual y político que analizaba las causas de la decadencia española y proponía soluciones para la modernización económica, social, política y educativa del país. Figuras como Joaquín Costa clamaban por ‘escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid’, criticando el sistema oligárquico y caciquil.
  • Fortalecimiento de los nacionalismos periféricos: La crisis del Estado central y la pérdida del imperio reforzaron los movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco, que presentaban alternativas a la idea de nación española y reclamaban mayor autogobierno.
  • Consecuencias económicas: Aunque a corto plazo hubo problemas (inflación, deuda), a medio plazo la repatriación de capitales desde las antiguas colonias favoreció la inversión en España. Sin embargo, se perdieron mercados y fuentes de materias primas.

Por tanto, tras el desastre del 98, en España el nuevo siglo XX se inició con grandes aspiraciones regeneracionistas y de cambio. Sin embargo, las diferentes maneras de entender y aplicar estas reformas, junto con la resistencia de las viejas estructuras y la creciente conflictividad social, dividieron constantemente al país y marcaron la evolución política que finalmente conduciría a la crisis final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y, en última instancia, a la Guerra Civil de 1936-1939.