Introducción a la Restauración Borbónica (1875-1923)
Se denomina Restauración a la etapa de la Historia de España que se desarrolla entre 1875 y 1923. Tras el fracaso de la I República, se restaura la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII y se implanta un régimen liberal-conservador. La inestabilidad política de la etapa isabelina y del sexenio había causado recelos y miedos entre los sectores burgueses. Se intentó, por ello, crear un régimen político de orden y estabilidad en el que no hubiera necesidad de recurrir a los pronunciamientos militares ni a la movilización revolucionaria. La Restauración es la vuelta a la monarquía borbónica y al dominio oligárquico y, precisamente, estamos ante el sistema más estable y duradero de la Historia Contemporánea de España. Con Isabel II se había intentado la creación del Estado liberal bajo el liberalismo doctrinario o conservador, mientras que con el sexenio se intentó implantar el liberalismo revolucionario o democrático; pero la creciente inestabilidad y radicalidad hicieron que fracasasen y se volviese a la monarquía borbónica. Se pueden diferenciar tres etapas dentro del sistema político denominado Restauración:
- Reinado de Alfonso XII (1875-1885).
- Regencia de María Cristina (1885-1902).
- Reinado de Alfonso XIII (1902-1931).
Este período fue en conjunto un tiempo de estabilidad constitucional, de modernización económica y de alejamiento del ejército de la vida política, pero también lo fue de dominio de la burguesía oligárquica, de caciquismo y falseamiento electoral. A su vez, hubo que hacer frente a la expansión de los movimientos sociales, a la guerra de Cuba y a la emergencia de los nacionalismos periféricos. El denominado “desastre del 98” constituye un importante punto de inflexión que hizo plantearse la necesidad de tomar medidas orientadas a la regeneración de la vida política y social del país.
Retorno de la dinastía borbónica: Una República sin republicanos, en medio de la inestabilidad y la incertidumbre, consiguió que la mayor parte de las fuerzas políticas del país se decantaran por la restauración monárquica. La burguesía moderada, los viejos partidos isabelinos (progresistas y moderados), muchos de los revolucionarios del 68 y la mayoría del ejército se agruparon alrededor de la causa alfonsina. Mientras, Isabel II cedió sus derechos reales a su hijo y el propio Alfonso ofreció a la opinión pública una propuesta de régimen monárquico que supiera defender el orden social y garantizara el progreso dentro de un Estado Liberal (“Manifiesto de Sandhurst”). El pronunciamiento militar en favor de la restauración de los borbones en la persona de Alfonso XII obtuvo un éxito inmediato en todo el país. Así se inició la Restauración, que pretendía restablecer el régimen liberal moderado anterior a 1868. Tras el caos del sexenio democrático, las clases conservadoras recuperaron el control del poder.
El Sistema Político de la Restauración
Antonio Cánovas del Castillo, preceptor del joven rey, fue el verdadero artífice de la restauración monárquica. De ahí que el nuevo sistema sea conocido como “sistema canovista”. Este sistema partía de una serie de principios:
- Reconocimiento de la legitimidad histórica de la monarquía como principio independiente de la soberanía nacional.
- Modelo político basado en la soberanía compartida por el Rey y las Cortes (liberalismo moderado o doctrinario). La monarquía hereditaria y las Cortes son las verdaderas depositarias de la soberanía y la tradición histórica, por encima de la Constitución y de la soberanía popular (liberalismo revolucionario o democrático).
- Sentimiento patriótico, liberal y católico.
- Bipartidismo: dos partidos políticos, leales a la Corona, llamados partidos dinásticos, ambos liberales y apenas diferenciados en la ideología, el Partido Conservador y el Partido Liberal, que se turnaran pacíficamente en el gobierno. El bipartidismo otorgaba al nuevo sistema formas democráticas y evitaba la identificación de la corona con un único partido como ocurrió durante el reinado de Isabel II.
- Protagonismo civil, de los políticos: Los militares y los pronunciamientos debían desaparecer de la vida política. El caciquismo sustituyó al pronunciamiento como forma de cambio de gobierno.
Un gobierno provisional liderado por el propio Cánovas preparó la llegada del rey. Lo más urgente era poner fin a las dos guerras iniciadas en el sexenio: la guerra Carlista y la guerra de Cuba. En 1876 se puso fin a la guerra Carlista con la derrota del pretendiente Carlos VII y la abolición de los fueros, que fueron sustituidos por un concierto económico con las provincias vascas. La guerra de Cuba terminó con un tratado de paz que no solucionaría el problema. La guerra en Cuba reaparecería en 1895, pero de momento Cánovas había conseguido la paz en el interior del país y un paréntesis en la guerra exterior. Pacificado el país, la siguiente medida del gobierno provisional fue la redacción de una nueva constitución: la Constitución de 1876, la más duradera de la Historia de España hasta la actual de 1978.
La Constitución de 1876
Para garantizar la estabilidad del sistema, los dos partidos dinásticos pactaron la promulgación de una nueva constitución que recogía los principios políticos en los que se sustentó el nuevo sistema:
- Soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. El rey conservaba bastante poder: el derecho de veto, poder hacer leyes (junto con las Cortes) y nombrar los ministros.
- Dos cámaras: un Senado elitista donde se concentraba la oligarquía del país y el Congreso de los Diputados, en teoría expresión de la voluntad popular.
- Conjunto de libertades y derechos bastantes progresistas, aunque se limitó la libertad de prensa.
- Estado católico confesional, con libertad de culto del resto de las religiones.
- El sistema centralista y uniformador al estilo más liberal.
- La Constitución no establecía el sistema electoral. Cánovas implantó en una ley posterior el sufragio censitario. Solo los propietarios tenían derecho a voto.
Esta constitución fue uno de los pilares del nuevo sistema, fiel reflejo de las ideas del liberalismo moderado de Cánovas, con la inclusión de los derechos individuales reconocidos por la constitución democrática de 1869. Era un texto flexible en los aspectos más conflictivos y, por ello, podía servir de marco legal para los dos partidos dinásticos. Con ella se implantaba un sistema liberal, no democrático en principio, controlado por las élites políticas, sociales y económicas, sin vocación de extender la participación política al conjunto de la sociedad.
El Turno Dinástico y el Caciquismo
Todo el sistema se basó en la alternancia pacífica de los dos grandes partidos para asegurar la estabilidad. El turno en el poder quedaba garantizado por un sistema electoral manipulado bajo la apariencia de democrático. Cuando el partido en el gobierno sufría desgaste y se creía necesario un cambio, el Rey daba el gobierno al otro partido, previo pacto de los dos líderes. Una vez en el gobierno, convocaba elecciones y las manipulaba a su antojo. Este fraude electoral que aseguraba el funcionamiento del sistema se conoce como CACIQUISMO: Una vez convocadas elecciones se elaboraba la lista de candidatos que debían salir elegidos (“encasillado”). Alcaldes y caciques utilizaban todo tipo de trampas electorales (“pucherazo”): falsificación del censo (por ejemplo, incluyendo en el mismo a votantes fallecidos), manipulación de actas electorales, compra de votos, coacciones o colocación de urnas en lugares inaccesibles. De este modo, el cacique hacía de intermediario entre el gobierno de turno y el mundo rural. El cacique daba los votos al partido que interesaba y, a cambio, obtenía los favores del gobierno para él y los suyos. El caciquismo fue un sistema de relaciones de coacción, organizado por las clases dominantes durante la Restauración para dejar fuera del sistema a las clases populares y evitar los peligros revolucionarios que se habían producido en el sexenio.
Este caciquismo era un reflejo de la realidad cotidiana en la España rural:
- Fuerte dependencia de los campesinos respecto a los grandes propietarios.
- Escasos niveles culturales y apatía de la población.
- Aislamiento, ruralización, analfabetismo y subdesarrollo.
Los caciques locales tenían el control de los ayuntamientos, controlaban el sorteo de quintas, asignaban los impuestos, controlaban las ofertas de trabajo y concedían el arrendamiento de tierras. Todo en el mundo rural pasaba por ellos.
Al final el sistema descansó en el voto de las zonas rurales, donde votaba el 80% de la población frente al 20% en las urbanas, dado que el sufragio censitario solo otorgaba el voto a los propietarios.
Durante cuarenta años el sistema fue controlado por los dos partidos dinásticos creados en la Restauración:
- El Partido Conservador: antiguo Partido Moderado, liderado por Cánovas, formado por la aristocracia, la burguesía terrateniente, los industriales más adinerados y los sectores católicos no radicales.
- El Partido Liberal: antiguo Partido Progresista, liderado por Sagasta, formado por profesionales liberales, comerciantes, banqueros, militares y funcionarios.
Los dos eran partidos de minorías, oligárquicos, donde se juntaban las élites del país, sin base social. No tenían verdaderas discrepancias políticas, se movían más por intereses económicos y clientelismo político.
Evolución Política
El turno dinástico funcionó con regularidad hasta 1898, cuando el impacto de la crisis colonial y la guerra contra Estados Unidos y la pérdida de las últimas colonias erosionó a los partidos políticos dinásticos. Alfonso XII falleció prematuramente en 1885. Su viuda María Cristina, embarazada del futuro Alfonso XIII, fue nombrada Regente. El temor a una desestabilización del sistema llevó a los partidos dinásticos, tras la muerte del Rey, a llegar a un acuerdo, el Pacto del Pardo, que dio paso a un gobierno liberal. Los liberales impulsaron distintas reformas como la abolición de la esclavitud o el sufragio universal masculino para los mayores de 25 años. En 1902, con 17 años, Alfonso XIII fue nombrado Rey.
Transformaciones Económicas y Sociales
El Proceso de Modernización y sus Limitaciones
A lo largo del siglo XIX se produjeron en España profundos cambios: se renovó la agricultura, surgió una industria de tipo moderno; se sustituyó la antigua monarquía absoluta por una monarquía parlamentaria y constitucional; desaparecieron los derechos señoriales y la vieja sociedad estamental dio paso a una sociedad de clases. Es la construcción del Estado Liberal. Este proceso de modernización fue semejante al ocurrido en Europa occidental en el marco de una Revolución industrial y liberal-burguesa. La sociedad también se transformó, dejó de estar dividida en estamentos para convertirse en una sociedad de clases, donde se hizo hueco un nuevo grupo social, el de los obreros industriales que se organizaron en sindicatos en la segunda mitad del siglo XIX para defender sus derechos y mejorar sus condiciones de vida. La industrialización en España no alcanzó un gran desarrollo y estuvo siempre frenada o limitada por las inercias históricas, la lentitud en el proceso y la realidad social española. El retraso con que se inició el proceso de modernización impidió alcanzar los niveles europeos y hace que se hable del “atraso” o “fracaso” del modelo de industrialización español.
- La agricultura siguió siendo el sector económico más importante. España siguió siendo un país esencialmente agrario, rural, con una mentalidad agraria y altos índices de analfabetismo.
- El régimen parlamentario no logró una estabilidad firme, falseado por la práctica del caciquismo.
- Mentalidad aristocrática: La burguesía no tuvo la fuerza de la europea y prefirió invertir en tierras y convertirse en burguesía agraria rentista en detrimento de la industria y el desarrollo. La ausencia de mentalidad empresarial e iniciativa emprendedora fue el problema más grave.
- Falta de capitales para financiar las innovaciones técnicas. Fuerte dependencia de los capitales extranjeros. Dependencia técnica, financiera y energética del exterior.
- El relieve peninsular dificultó las comunicaciones y encareció el transporte, impidiendo la articulación del mercado nacional. La escasez y dispersión de materias primas y fuentes de energía tampoco facilitó el desarrollo.
- Las guerras carlistas y la guerra en Cuba también fueron un lastre para el despegue económico.
No obstante, a finales de siglo la economía alcanzó cierto grado de desarrollo, sobre todo la industria textil catalana y la siderurgia vasca. Comenzó la explotación de minas, la creación de una red de ferrocarriles y la ampliación y mejora de la red de carreteras, aunque con resultados irregulares.
Sectores Económicos Clave: Agricultura, Industria, Minería y Transporte
La industria textil que más se desarrolló en esta etapa fue la del algodón, concentrada en Cataluña. Estuvo orientada al mercado nacional, débil e irregular, y hacia las colonias americanas. El proteccionismo contribuyó a mantener el retraso tecnológico y la escasa competitividad, por lo que la pérdida de las últimas colonias en 1898, especialmente Cuba, supuso un duro revés para esta industria que quedó reducida definitivamente al ámbito español.
La industria siderúrgica vasca alcanzó gran desarrollo en la producción de hierro necesario para la fabricación de maquinaria, instrumentos agrícolas y material ferroviario.
La explotación de minas de hierro (Almería, Murcia, Vizcaya) y de carbón (Asturias, Sierra Morena) fue especialmente fructífera. Las minas solían ser de capital extranjero mayoritariamente (francesas, británicas y belgas). Se exportaba mucho a Europa a precios muy bajos.
El ferrocarril jugó un papel primordial como nuevo medio de transporte de pasajeros y mercancías, barato y rápido. La expansión del ferrocarril en esta etapa facilitó el comercio, uniendo los centros productores con los lugares de consumo, facilitando el abastecimiento de las grandes ciudades y el traslado de alimentos, materias primas y artículos industriales de unos lugares a otros.
La red de carreteras se desarrolló a partir del S. XX como medio alternativo al ferrocarril. En la navegación el barco de vapor se impuso al velero. La 2ª Revolución Industrial trajo a España ya en el S. XX la electricidad y el petróleo como nuevas fuentes de energía. Se desarrolló la nueva industria del automóvil y las telecomunicaciones como el teléfono, el telégrafo y la radio, y el sector bancario. Banca e industria irían siempre de la mano.
Demografía y Urbanización
La población aumentó constantemente a lo largo del S. XIX, lo que se reflejó en el crecimiento de las ciudades que rebasaron los límites de las antiguas murallas para acoger a la población que venía del campo: es la época del éxodo rural y de los planes de “ensanche”. La principal causa del aumento demográfico fue el descenso de la mortalidad debido a los avances en medicina y una mejora general de la alimentación y la salud. En la época de la Restauración pasamos de 17 a 21 millones de habitantes. Los problemas económicos obligaron a muchos campesinos a emigrar, tanto en el interior (Madrid, Barcelona y País Vasco) como al exterior.
Las migraciones exteriores fueron constantes. Galicia fue la región española que más emigrantes envió, casi medio millón de gallegos marcharon a América. Unos pocos afortunados consiguieron “hacer las Américas”, es decir, formar un patrimonio económico considerable. Son los denominados indianos que retornaron después de hacer fortuna y colaboraron activamente en el desarrollo económico, social y cultural de sus lugares de origen. Hasta 1914 (Primera Guerra Mundial) los emigrantes se dirigieron a América: entre 1882 y 1914 más de un millón de gallegos, asturianos, vascos y canarios llegaron a las antiguas colonias de España en América. Al concluir la Gran Guerra en 1918, la emigración también sería a Europa.
Proceso de Urbanización
Las migraciones interiores experimentaron un espectacular crecimiento durante la Restauración. Las ciudades crecieron y la vida urbana se modificó al compás del éxodo rural:
- Se derribaron las viejas murallas medievales que marcaban el límite de la ciudad.
- Aparecieron los ensanches: nuevos barrios burgueses junto a grandes vías y suburbios periféricos de casas humildes para el proletariado.
- Pueblos cercanos fueron absorbidos y se convirtieron en barrios de la gran ciudad.
- Mejoraron las comunicaciones al aplicar al transporte urbano la electricidad (tren, tranvía, metro) y el petróleo (coches y guaguas).
Este crecimiento urbano fue desigual, se localizó en la periferia (zona de mayor desarrollo industrial), en Barcelona y País Vasco. La excepción fue Madrid.
La Oposición al Sistema de la Restauración
Fuera del régimen de la Restauración, y al margen de los partidos dinásticos, quedaron una serie de sectores sociales y políticos, muy distintos entre sí.
Partidos No Dinásticos: Republicanos y Carlismo
- Los Republicanos: Clases medias y populares, marginados por la élite de la Restauración. Aspiraban a una verdadera reforma social y a la secularización del Estado, que derivó hacia actitudes anticlericales. Les dividía su estrategia para alcanzar el gobierno: la insurrección armada o la vía electoral.
- El Carlismo: El fracaso de la vía armada y la integración en el régimen de los católicos más moderados llevaron a los carlistas a la participación en la vida política. Entre 1891 y 1923, el carlismo obtuvo representación parlamentaria y creó una fuerza paramilitar para luchar contra republicanos y anarquistas: el Requeté.
El Movimiento Obrero: Anarquismo, Marxismo y Comunismo
El movimiento obrero fue la organización de todos estos trabajadores para luchar unidos por sus reivindicaciones laborales, sociales y políticas. Dos tendencias ideológicas luchaban en Europa y también en España por ganarse el favor de la clase obrera: anarquismo y marxismo. El anarquismo triunfó en Cataluña y Andalucía. El marxismo en Madrid, Asturias y País Vasco.
- Socialismo: En 1879 Pablo Iglesias fundó el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). La idea era organizarse en partidos políticos de ámbito nacional para llegar al gobierno e implantar “desde arriba” el Estado Socialista. En 1888, los socialistas crearon su propio sindicato, la UGT (Unión General de Trabajadores). Al contrario que los anarquistas, los socialistas participaron en los procesos electorales, buscando el acercamiento a los republicanos. En 1910 Pablo Iglesias se convirtió en el primer diputado socialista del Parlamento español. Hasta 1910 el socialismo tuvo poca repercusión en España. En cuanto a las relaciones entre anarquistas y socialistas, a pesar de las profundas diferencias que les separaban, hubo momentos de colaboración, como en 1890, cuando ambos grupos convocaron en Madrid y Barcelona la primera manifestación del 1º de mayo, o en 1917 cuando la CNT, y sobre todo, la UGT convocaron la huelga general revolucionaria.
- Anarquismo: Los anarquistas no participaban en política, pero sus ideas alcanzaron gran difusión en Andalucía y Cataluña. Proponían la destrucción violenta del Estado a través de la acción directa: bombas, pistoleros, asesinatos. La Restauración fue testigo de una forma de protesta hasta entonces desconocida en España: el terrorismo (Bomba en el Liceo de Barcelona en 1893, asesinato de Cánovas en 1897, Semana Trágica de Barcelona 1909). En 1910 se fundó la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
- Comunismo: Una vertiente radical del marxismo, llegó a España en 1921 con la fundación del PCE (Partido Comunista de España). Sus integrantes procedían tanto de las filas socialistas como anarquistas.
Regionalismos y Nacionalismos Periféricos
En la época de la Restauración surgieron con fuerza movimientos regionalistas y nacionalismos periféricos en el País Vasco, Cataluña y con menor intensidad en Galicia. En primer lugar, surgen como una reacción a la tendencia centralizadora típica del Estado Liberal. Además, el final de la 2ª Guerra Carlista supuso la supresión de los fueros vascos, sustituidos por un “concierto económico”.
En segundo lugar, estos movimientos vinieron precedidos de un resurgimiento de las culturas autóctonas (lengua, instituciones tradicionales, leyes, literatura) que se relacionó con la “Reinaixença” en Cataluña, el “Rexurdimento” en Galicia, así como el “fuerismo” en el País Vasco, fueron exponentes de esa tendencia a la exaltación de la cultura propia, aunque todavía sin implicaciones políticas. Estos movimientos culturales en principio solo buscaban la recuperación lingüística, cultural e histórica. A final de siglo, la lucha por intereses económicos, como el proteccionismo a su industria, dio más fuerza al movimiento, aunque hubo que esperar al “desastre del 98” para que estos movimientos se convirtieran en partidos políticos.
- En el País Vasco, en 1895, Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Sus principios incluían:
- Los fueros son derechos originales del pueblo vasco y no pueden ser abolidos (carlismo).
- El pueblo vasco tiene una identidad propia, es una raza diferente y superior a la raza española.
- La lengua y cultura vascas están en peligro de extinción y su supervivencia exige la independencia política del País Vasco.
- Se exalta el orden social basado en la religión, la familia y la propiedad.
Este ideal nacionalista surgió en el contexto de la reacción de los medios rurales y tradicionales vascos ante las profundas transformaciones que la industrialización estaba produciendo en el País Vasco, con la consiguiente llegada de numerosos inmigrantes del resto de España a los que los nacionalistas denominaron, de manera despectiva, “maketos”. El nacionalismo vasco atacaba a la clase dirigente vasca por destruir la sociedad tradicional al favorecer la industrialización y la consecuente llegada de maketos, y al socialismo obrero al que consideraba extranjero por su influencia entre los inmigrantes.
- En Cataluña, en 1901, Prat de la Riba y Francisco Cambó fundaron la “Lliga Regionalista”. Sus principios incluían:
- Defensa del proteccionismo industrial para el textil catalán.
- Existencia de Cataluña como nacionalidad propia dentro del Estado español, debiendo gozar de una amplia autonomía o gobierno propio.
Este partido representaba a la burguesía industrial y clases medias catalanas que defendían un catalanismo moderado-conservador que terminó colaborando con el sistema de la Restauración.
- En Galicia surgió también en esta época el regionalismo gallego de corte tradicionalista y antiliberal.
La Crisis de 1898
En 1898 se perdieron las últimas colonias del Imperio Español: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El llamado “desastre del 98” tuvo importantes consecuencias dentro de España. Cánovas había conseguido poner fin a la guerra en Cuba con la Paz de Zanjón (1878). Esta paz fue más bien una tregua, necesaria para implantar el nuevo sistema de la Restauración. El problema cubano se mantuvo latente y los sucesivos gobiernos españoles no introdujeron ninguna de las reformas defendidas por los autonomistas isleños. La única medida aprobada fue la abolición de la esclavitud en 1888 y que los cubanos tuvieran representación propia en las Cortes. Insuficiente para contentar a los autonomistas isleños.
Causas
- El Estado Liberal impuso un sistema centralizado y no dio lugar a la autonomía de los territorios coloniales.
- La política económica proteccionista impulsada en España para proteger la industria textil catalana perjudicaba a la economía cubana, al impedir a la isla comerciar libremente con los Estados Unidos. Cuba era un espacio reservado para los productos españoles, lo que perjudicaba su desarrollo económico.
- La influencia y el interés de los Estados Unidos en Cuba alentaron a los independentistas cubanos.
- En política internacional vivimos un periodo de expansión imperialista de las grandes potencias, Europa en África y Asia, y los Estados Unidos en América del Sur y Centroamérica. La guerra de los Estados Unidos contra España por Cuba se enmarcó dentro de esta fase imperialista del capitalismo que buscaba nuevos mercados coloniales.
Las tensiones entre la colonia y la metrópoli aumentaron a raíz de un nuevo arancel en 1891. Estados Unidos amenazó con cerrar las puertas a los productos cubanos si el gobierno no modificaba el arancel. En 1895 estalló la revuelta de la mano del Partido Revolucionario Cubano. El gobierno español envió un ejército a Cuba que contuvo la revuelta pero sin obtener éxitos militares definitivos. Tras el asesinato de Cánovas, un nuevo gobierno de los liberales intentó probar la estrategia de la conciliación y concedió a Cuba la autonomía, el sufragio universal, la igualdad de derechos con los peninsulares y la independencia arancelaria. Pero ya era tarde. Estados Unidos había puesto sus ojos en la isla. Los independentistas con el apoyo de los Estados Unidos se negaron a aceptar el fin de las hostilidades. En 1898 los Estados Unidos usaron el pretexto de la explosión del Maine, uno de sus buques de guerra anclado en el puerto de La Habana, para declarar la guerra a España, a la que se acusaba del suceso. También aprovecharon para intervenir directamente en Filipinas. La derrota española supuso el abandono de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que quedaron bajo la influencia americana.
Consecuencias
- La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política en un estado de desencanto y frustración. El llamado desastre se vivió como síntoma de la definitiva decadencia del mito del imperio español.
- Las consecuencias económicas fueron más limitadas de lo esperado, a pesar de la pérdida de los mercados coloniales y de los gastos de la guerra.
- En política el sistema de la Restauración pudo superar la crisis sin demasiados contratiempos.
- La crisis del 98 fue sobre todo una crisis moral e ideológica con impacto psicológico entre la población. Ese impacto ideológico y moral tuvo dos repercusiones:
- El surgimiento de los movimientos nacionalistas en País Vasco y Cataluña.
- El “regeneracionismo”, movimiento de intelectuales y políticos que criticaron al sistema de la Restauración y pidieron una regeneración de la vida política española. Desde el punto de vista intelectual y literario, la “Generación del 98” es una expresión pesimista, crítica y reflexiva del clima creado por el “desastre”.
Perdidas las colonias en América, España se centraría en el norte de África, con fatales consecuencias como veremos en el siguiente tema.
La Restauración fue uno de los períodos políticos más largos y estables de la Historia de España. Cánovas consiguió integrar en el sistema a las dos tendencias del Liberalismo y construir un régimen estable que permitió el progreso económico y el desarrollo industrial. Se frenó la intervención de los militares en la política, uno de los males endémicos del país. El desastre colonial, el inicio de los nacionalismos y el desarrollo del movimiento obrero serían los desencadenantes del final de este sistema de la Restauración.