La Explotación Económica de América y la Explotación Indígena
Los indígenas eran considerados rentables por dos motivos principales: podían ser vendidos como esclavos o constituían una mano de obra muy barata. La Corona española reaccionó ante esta situación con una postura ambigua. Por un lado, consideraba a los indígenas como súbditos a los que debía proteger y cristianizar, y por otro, no quería perder el apoyo de los colonos españoles en América, quienes se beneficiaban de la explotación indígena.
Para intentar conciliar estos intereses contrapuestos, la Corona recurrió a la encomienda. Este sistema, que tenía su origen en los repartimientos de indígenas realizados por los primeros conquistadores, consistía en la entrega de un grupo de indígenas a un colono español. A cambio, el colono debía pagar un impuesto anual a la Corona por cada indígena encomendado y se comprometía a enseñarles la religión cristiana. La encomienda se convirtió en el principal método de explotación agraria en América.
La explotación de las minas, por su parte, se realizaba mediante la mita. Durante la colonización, los españoles exigieron un número determinado de obreros indígenas para trabajar en las minas de plata y mercurio, sometiéndolos a condiciones de trabajo extremadamente duras.
Conflictos Internos Durante el Reinado de Carlos V
Las Comunidades de Castilla (1520-1522)
Carlos V necesitaba grandes recursos económicos para financiar su coronación como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Intentó obtenerlos de Castilla, pero las Cortes castellanas se negaron a concederle los fondos que solicitaba. Esta negativa, junto con otras tensiones preexistentes entre el poder real y las ciudades castellanas, desencadenó la revuelta de las Comunidades. El movimiento estaba liderado por la pequeña nobleza, artesanos y campesinos, y se extendió rápidamente por varias ciudades de Castilla.
Juana la Loca, madre de Carlos V, se negó a deslegitimar las acciones de su hijo, lo que radicalizó aún más el levantamiento. El rey nombró al Almirante Enríquez y a Íñigo de Velasco como responsables de reprimir la revuelta. Finalmente, los comuneros fueron derrotados en la batalla de Villalar (1521), y sus líderes fueron ejecutados.
Las Germanías (1519-1523)
Simultáneamente a la revuelta de las Comunidades, estallaron las Germanías en Valencia y Mallorca. Estas revueltas fueron un enfrentamiento entre nobles y plebeyos por el control de las ciudades. Estaban encabezadas por artesanos, pequeños burgueses y campesinos, que se rebelaron contra el poder de la nobleza y el clero.
La corte envió a un virrey para sofocar la revuelta, pero fue derrotado por los sublevados. Los agermanados atacaron los señoríos e incluso obligaron a los musulmanes a trabajar en ellos. Finalmente, el poder real y los señores feudales lograron vencer a los sublevados, poniendo fin a las Germanías.
Política Interior de Felipe II
Sublevación Morisca de las Alpujarras (1568-1571)
La sublevación morisca de las Alpujarras fue un conflicto social motivado por el progresivo empeoramiento de las condiciones de vida de los moriscos, la presión de la Corona para que abandonaran sus costumbres y se convirtieran al cristianismo, y las sospechas de que mantenían contactos con los turcos, enemigos de la monarquía española.
La revuelta estalló en 1568 y se prolongó durante dos años. Finalmente, los ejércitos reales, dirigidos por Juan de Austria, lograron sofocar la rebelión. Como consecuencia, se decretó la expulsión y deportación de los moriscos de Granada.
Revuelta de Aragón (1591-1592)
La revuelta de Aragón se originó en defensa de los fueros aragoneses. El detonante fue el caso de Antonio Pérez, secretario de Felipe II, quien fue acusado de traición y delito de lesa majestad por su presunta participación en el asesinato de Juan de Escobedo. Pérez fue detenido por orden del rey, pero logró escapar y refugiarse en Aragón. Felipe II reclamó su entrega a través del Tribunal de la Inquisición, pero las autoridades aragonesas se negaron a entregarlo, amparándose en sus fueros.
Antonio Pérez finalmente huyó a Francia, y el conflicto se resolvió en las Cortes de Aragón celebradas en Tarazona en 1592. Felipe II aprovechó la ocasión para reducir los fueros aragoneses y reforzar el poder real.
El Modelo Político de los Austrias
Durante el reinado de los Austrias, la monarquía española se caracterizó por una fuerte concentración del poder en manos del rey. Los Consejos eran órganos colegiados que asesoraban al monarca y le presentaban diferentes planes y propuestas. Existían varios tipos de Consejos:
- Consejos de ámbito territorial: se encargaban de la administración de los diferentes territorios de la monarquía.
- Consejos comunes: se ocupaban de asuntos que afectaban a toda la monarquía, como la política exterior (Consejo de Estado) y la defensa (Consejo de Guerra).
- Consejos temáticos: se especializaban en áreas específicas, como la Hacienda, las Órdenes Militares o la Santa Hermandad.
Además de los Consejos, existía el Consejo de la Santa Inquisición, que se encargaba de perseguir la herejía.
Al frente de cada territorio se encontraban los virreyes y gobernadores, que pertenecían a la alta nobleza y eran, en su mayoría, de origen castellano.
Las Dificultades de la Hacienda
La Hacienda española durante el reinado de los Austrias se enfrentó a graves dificultades. El gasto público era enorme, debido principalmente a la necesidad de mantener un ejército poderoso para defender los extensos territorios de la monarquía y hacer frente a las numerosas guerras en las que España estaba involucrada.
La Hacienda era deficitaria, poco organizada y lenta en la recaudación de impuestos. Los gastos ordinarios se cubrían con los impuestos ordinarios, como la alcabala (impuesto sobre las ventas) y los servicios (impuestos extraordinarios que se recaudaban en momentos de necesidad).
Para financiar las guerras y otros gastos extraordinarios, el rey recurría a tres opciones: aumentar o crear nuevos impuestos, vender deuda pública o pedir préstamos a grandes banqueros (asientos).
La creación de nuevos impuestos fue constante durante el reinado de los Austrias. Se estableció el estanco de la sal, se gravó la exportación de lana, se crearon impuestos sobre los artículos de primera necesidad (millones) e incluso se gravó al clero con dos impuestos destinados a la lucha contra los infieles: el subsidio y el excusado.
Los asientos consistían en el adelanto de capital por parte de grandes banqueros, quienes esperaban obtener importantes beneficios a cambio.
Los juros, que eran títulos de deuda pública, tuvieron un efecto negativo en la economía a medio plazo, ya que desviaban el ahorro privado de la actividad productiva.
Las bancarrotas del Estado fueron numerosas durante el reinado de los Austrias. Fueron una de las causas de la abdicación de Carlos V. Felipe II tuvo que declarar la bancarrota en varias ocasiones, y en los últimos años de su reinado emitió una enorme cantidad de deuda pública.
América, con sus minas de plata y oro, representó una fuente de ingresos fundamental para la monarquía española, permitiendo financiar los ejércitos y las guerras que mantenía en Europa.