El Derrumbe del Estado Republicano
Para atajar la sublevación, que contaba con el ejército de África y gran parte de la oficialidad peninsular, el gobierno republicano de José Giral tuvo que organizar apresuradamente una fuerza militar capaz de oponerse a los sublevados. Para ello, tomó la decisión de:
- Entregar armas a las milicias de los partidos y sindicatos.
- Disolver el ejército tradicional y los cuerpos policiales.
- Decretar la creación de batallones de voluntarios, en los que debían integrarse las milicias.
Como consecuencia, el territorio republicano se convirtió en una estructura de poder popular, vertebrado alrededor de partidos y sindicatos de izquierda, que constituían en aquel momento la única fuerza armada capaz de defender la legalidad republicana. En el verano y otoño del 36, el poder del Estado sufrió un gran desplome y fue sustituido por organismos revolucionarios dispuestos a imponer un nuevo orden.
Así surgieron consejos, comités y juntas que se ocuparon de organizar voluntarios para el frente, de la economía, el orden público, etc. En algunas zonas, los comités se unificaron para formar Consejos Regionales, destacando, por ejemplo, el de Asturias o la Junta de Defensa de Madrid. En estos organismos se reunían las fuerzas del Frente Popular. Fue importante la creación en Cataluña del Comité Central de Milicias Antifascistas, que llegó en pocas semanas a un entendimiento con los partidos políticos catalanes y se reconstruyó el poder de la Generalitat con un gobierno presidido por Lluís Companys y con presencia de sindicatos y partidos obreros.
La Revolución Social en la Zona Republicana
En el territorio que permanecía fiel a la República, el alzamiento militar provocó un clima revolucionario. La mayor parte de la población estaba formada por campesinos y obreros vinculados a organizaciones de la izquierda revolucionaria. Así pues, una vez sofocada la rebelión, impulsaron cambios sociales.
El elemento más importante de la revolución social desencadenada a partir de julio del 36 fue la colectivización de gran parte de la propiedad industrial y agraria. Los comités, formados por partidos y sindicatos obreros, se hicieron con el control de los transportes, los servicios urbanos, los suministros militares, las fábricas y los talleres. En algunos casos, los empresarios e industriales huyeron al estallar la guerra, fueron detenidos o asesinados, y los trabajadores se pusieron al frente de las empresas. Otras veces, tras hacerse con el control, los trabajadores comunicaban a los dueños que las explotarían en régimen de autogestión.
Entre finales de julio y principios de octubre, una serie de decretos dieron cobertura legal a las incautaciones de industrias y tierras efectuadas por los organismos populares. También se intervinieron las cuentas corrientes y los depósitos bancarios y se paralizó la transmisión de bienes inmuebles. En el campo, se produjeron expropiaciones de fincas y ocupación masiva, sobre todo por Aragón, Valencia, La Mancha y Andalucía. En las zonas de influencia anarquista y socialista, las tierras se colectivizaron y pasaron a depender de comunas locales (comités).
1. La Violencia en la Retaguardia Republicana
En los primeros meses de la guerra, se desencadenó en la zona republicana una respuesta popular espontánea contra todo lo que pudiera tener relación con los llamados “facciosos” (sublevados). La Iglesia, las clases acomodadas, la burguesía y los propietarios fueron objeto de una persecución que se escapó del control de los republicanos. Tuvieron lugar asesinatos, los llamados “paseos”, detenciones ilegales en cárceles clandestinas, saqueos e incendios de iglesias y conventos, y requisas de bienes y propiedades particulares.
Fueron asesinados políticos como Melquíades Álvarez y José Antonio Primo de Rivera. Muchos de los perseguidos huyeron al extranjero, se escondieron o pasaron a la zona sublevada, y por supuesto, la mayoría apoyó al bando franquista.
Todas las decisiones, así como la imposición del “terror” revolucionario en las calles, estuvieron impulsadas sobre todo por el sector más radical del anarcosindicalismo y del POUM. El resto de partidos mantuvieron una posición crítica, reclamando un poder estatal fuerte que concentrara sus esfuerzos en ganar la guerra.
El Gobierno de Largo Caballero y la Alianza Antifascista
A finales del verano del 36, los milicianos no conseguían detener el avance de los sublevados. Los republicanos eran conscientes de la necesidad de hacer un pacto para permitir la unidad antifascista y la formación de un gobierno capaz de ganar la guerra.
El 5 de septiembre del 36, Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, constituyó un nuevo gobierno formado por republicanos, socialistas y, por primera vez, comunistas. A comienzos de noviembre, entraron en el gabinete cuatro ministros anarcosindicalistas. Al mismo tiempo, el gobierno decidió trasladarse a Valencia por el ataque de los nacionalistas en la ciudad de Madrid.
El objetivo de Largo Caballero era crear una “alianza antifascista” frente a los sublevados:
- Recomponer el poder del Estado eliminando juntas y comités, pero reconociendo los Consejos Regionales.
- Dirigir la guerra creando el Ejército Popular.
Sin embargo, una serie de fracasos militares volvieron a enfrentar las fuerzas republicanas, respecto a cómo debían afrontar la revolución y la guerra. Un sector formado por los republicanos, los comunistas y parte de los socialistas, era partidario de poner en orden la retaguardia, controlar la colectivización, reforzar los vínculos con las clases medias y reconstruir un Estado fuerte que contase con el apoyo internacional. Otro sector, compuesto por los anarquistas y los comunistas del POUM, insistía en la revolución como medio para conseguir una verdadera movilización popular contra el fascismo, profundizando en la obra colectivizadora y resistiéndose a integrar sus milicias en el ejército regular.
1. Los Hechos de Mayo del 37
Los problemas que debilitaron definitivamente el gobierno de Largo Caballero estallaron en Barcelona a principios de mayo del 37. La lucha se desencadenó cuando las fuerzas del gobierno de la Generalitat intentaron desalojar a los anarquistas del edificio de Telefónica, desde donde controlaban las comunicaciones. Los hechos derivaron en un enfrentamiento en las calles de Barcelona entre militantes de la CNT y el POUM y militantes del PSUC, ERC y UGT. El gobierno central envió fuerzas a Cataluña para controlar el orden público, y el conflicto terminó con más de 200 muertos, la derrota de los anarquistas y poumistas y una fuerte crisis de gobierno.
El Gobierno de Negrín y la Resistencia a Ultranza
Los hechos de mayo restaron importancia a los anarquistas y fortalecieron a los comunistas, que contaban con la ayuda que la Unión Soviética prestaba a la República. Los comunistas exigieron la disolución del POUM y la detención de sus líderes, siguiendo el modelo soviético que perseguía a los trotskistas. Largo Caballero se negó, pero el propio partido socialista buscó un acuerdo con los comunistas. Largo Caballero dimitió y el presidente de la República, Manuel Azaña, dio el cargo al socialista Juan Negrín.
El POUM fue declarado ilegal y sus militantes detenidos. Andreu Nin, su máximo dirigente, fue sacado de la cárcel y asesinado por agentes de la policía soviética.
Formaron parte del nuevo gobierno los partidos del Frente Popular, pero sin la UGT ni la CNT. Indalecio Prieto asumió el Ministerio de la Guerra y la política se basó en la prioridad del esfuerzo militar. Se reforzó el poder central, se integraron todas las milicias en el Ejército Popular y se estableció el control sobre la actividad industrial y agraria. La sede del gobierno se trasladó de Valencia a Barcelona, lo que provocó fricciones con el gobierno de la Generalitat, que vio cómo quedaban recortadas sus competencias.
1. Los Trece Puntos de Negrín y la Resistencia
Ante la dificultad de frenar el avance de las tropas franquistas, el gobierno intentó buscar una salida negociada a la guerra. Para ello, Negrín propuso su programa de los Trece Puntos, en los que proponía el cese de la lucha armada, la permanencia de la República y la apertura de un proceso de elecciones democráticas. El bando franquista no aceptó ningún tipo de negociación y Franco hizo saber públicamente que “sólo aceptaría una rendición sin condiciones”.
A partir de marzo del 38, la vida era difícil en el territorio republicano. Faltaban alimentos y abastecimientos básicos, y entre la población se extendía el cansancio de la guerra. En septiembre del 38, la República recibió un duro revés cuando Francia y Gran Bretaña firmaron el Pacto de Munich a favor de la expansión nazi. Negrín, con la única ayuda de los comunistas, insistía en la necesidad de la resistencia militar para evitar que los conflictos de las potencias europeas democráticas y fascistas aligerara la presencia alemana e italiana en España. Su lema fue “¡Resistir es vencer!”.
2. La Caída de Cataluña y el Fin de la Guerra
La pérdida de Cataluña entre enero y febrero del 39 significó el exilio para los gobiernos de la República de Cataluña y del País Vasco. A finales de febrero, Francia y Gran Bretaña reconocieron el gobierno de Franco y, a primeros de marzo, Manuel Azaña presentó en París su dimisión como presidente de la República. A pesar de los esfuerzos de Negrín por continuar la guerra, la República tenía los días contados.