Introducción
La proclamación de la Segunda República en 1931 despertó en los nacionalistas vascos el deseo de autonomía y el anhelo de una entidad institucional propia. Si bien la autonomía implicaba cierta dependencia del Estado, otorgaba libertad de acción en áreas clave. Los fueros, por su parte, reconocían el poder central pero resaltaban las características únicas de la sociedad vasca. Mientras el Estatuto buscaba una organización territorial uniforme, los fueros mantenían particularidades según cada territorio. En este contexto, los nacionalistas vascos, excluidos del Pacto de San Sebastián, y los carlistas, opuestos al régimen republicano, se encontraban en una encrucijada. A pesar de las diferencias ideológicas, figuras como el republicano Fernando Sasiain y el socialista Indalecio Prieto abogaron por la inclusión de la autonomía vasca en el nuevo orden republicano.
Fuerzas Políticas y Proceso Estatutario Vasco (Abril 1931 – Julio 1936)
El Gobierno Provisional, la Constitución y el Estatuto de Estella (Abril – Diciembre 1931)
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, celebradas bajo sufragio universal masculino, dieron una contundente victoria a la coalición republicano-socialista. La proclamación de la República en Eibar el 14 de abril desencadenó una serie de eventos que culminaron con la abdicación de Alfonso XIII y la formación de un Gobierno Provisional en Madrid. Este gobierno, compuesto por republicanos y socialistas, dejó al margen a la derecha monárquica, a los nacionalistas vascos, al comunismo y al anarquismo.
Las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931 dieron paso a la redacción de una nueva Constitución, aprobada el 9 de diciembre del mismo año. La Carta Magna, que establecía la aconfesionalidad del Estado y la posibilidad de crear autonomías, no logró un consenso absoluto debido a las diferencias entre la izquierda y la derecha, especialmente en materia religiosa.
Paralelamente, el movimiento autonomista vasco, liderado por el alcalde de Getxo, José Antonio Aguirre, impulsaba la redacción de un Estatuto de Autonomía. El 14 de junio de 1931, Aguirre convocó una asamblea de representantes de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra en Estella. El Estatuto de Estella, aprobado por una amplia mayoría de alcaldes, declaraba un estado vasco autónomo con amplias competencias, incluyendo relaciones internacionales, moneda, derecho mercantil y penal. Sin embargo, la presentación del Estatuto al presidente Alcalá Zamora el 22 de septiembre de 1931 se encontró con un obstáculo: la reciente Constitución otorgaba al Gobierno central la exclusividad en las relaciones con el Vaticano, punto que el Estatuto de Estella contravenía. Este artículo, considerado anticonstitucional, llevó al rechazo del Estatuto en su totalidad.
El Bienio Reformista Republicano-Socialista y el Estatuto de las Gestoras (Diciembre 1931 – Noviembre 1933)
Con la izquierda centrada en consolidar la República, la cuestión autonómica quedó relegada a un segundo plano. En este contexto, el ministro Indalecio Prieto encargó a las comisiones gestoras de las diputaciones disueltas la elaboración de un nuevo Estatuto. Este nuevo texto, aunque recortaba las facultades autonómicas, se adaptaba al espíritu laico y republicano de la Constitución de 1931. A pesar del rechazo de los carlistas y otras fuerzas católicas, el Estatuto fue aceptado por la mayoría de los ayuntamientos vascos, con la excepción de Navarra, en febrero de 1933. El referéndum para su aprobación, fijado para el 5 de noviembre de 1933, arrojó resultados dispares: mientras Vizcaya y Guipúzcoa lo aprobaron por mayoría, Álava, bajo la influencia del carlista José Luis Oriol, no alcanzó los dos tercios de apoyo requeridos por la Constitución, lo que generó un intenso debate.
El Bienio Radical-Cedista y el Estancamiento del Estatuto (Noviembre 1933 – Febrero 1936)
Las elecciones de noviembre de 1933 dieron al nacionalismo vasco representación parlamentaria, pero el Estatuto quedó congelado durante el bienio radical-cedista debido a la oposición del centroderecha, que implementó una política antirreformista.
El Frente Popular y la Reactivación del Proceso Estatutario (Febrero 1936 – Julio 1936)
La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 trajo consigo la reactivación del proceso estatutario. Indalecio Prieto, como presidente de la comisión encargada del Estatuto, impulsó un texto más breve y simple para facilitar su rápida aprobación.
Estallido de la Guerra Civil y Aprobación del Estatuto Vasco (Julio 1936 – Octubre 1936)
El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 no detuvo el proceso estatutario. Con el objetivo de asegurar el apoyo del nacionalismo vasco, la República aceleró la aprobación del Estatuto. En octubre de 1936, las Cortes reunidas en Valencia aprobaron el Estatuto para las provincias vascas. El texto, redactado por Prieto, estuvo en vigor durante nueve meses y solo fue efectivo en Vizcaya, hasta su conquista por las fuerzas nacionales en junio de 1937.
El Desarrollo de la Guerra Civil (Julio 1936 – Abril 1939)
Primera Fase (Julio 1936 – Noviembre 1936)
El ejército nacional, tomando la iniciativa, logró consolidar su control en zonas del norte y sur, llegando a Madrid y al este de España. A pesar de los intentos de estabilización, la resistencia del Frente Popular se mantuvo firme.
Segunda Fase (Noviembre 1936 – Octubre 1937)
La guerra se internacionalizó con la llegada de brigadas internacionales y material bélico proveniente de otros países. Mientras Francia y Rusia apoyaban al Frente Popular, Alemania e Italia hacían lo propio con el ejército nacional. En esta fase, el ejército nacional, a pesar de sus avances en Málaga, no logró el éxito esperado en Guadalajara. La reorganización del ejército republicano, impulsada por Indalecio Prieto, frenó el avance nacional. Sin embargo, las fuerzas nacionales lograron conquistar Bilbao y Santander, consolidando su posición en el norte.
Tercera Fase (Diciembre 1937 – Noviembre 1938)
Tras asegurar el norte, el ejército nacional se dirigió hacia el Mediterráneo. La ofensiva sobre Teruel dividió en dos la zona leal al gobierno republicano, aislando Valencia de Barcelona.
Cuarta Fase (Diciembre 1938 – 1 de Abril 1939)
La caída de Cataluña y el reconocimiento internacional del gobierno de Franco precipitaron el final de la guerra. La dimisión de Azaña como presidente de la República y el fracaso de las negociaciones de paz llevaron al abandono del gobierno republicano. El 1 de abril de 1939, con la toma de Madrid, se puso fin a la Guerra Civil.
El País Vasco durante la Guerra Civil (Julio 1936 – Junio 1937)
Los desequilibrios sociales, económicos, regionales y políticos, sumados a la creciente influencia del ejército en la vida política, crearon un clima propicio para el estallido de la Guerra Civil. En el País Vasco, la división se hizo patente desde el inicio del conflicto. Mientras carlistas y tradicionalistas, especialmente en Navarra y Guipúzcoa, apoyaron la sublevación militar, las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa se mantuvieron fieles a la República.
La Guerra en Guipúzcoa (Julio 1936 – Septiembre 1936)
La falta de coordinación y la desorganización inicial del Frente Popular en Guipúzcoa facilitaron el avance de las tropas nacionales y los requetés. La caída de San Sebastián el 13 de septiembre de 1936 marcó un punto de inflexión en el conflicto. A finales de septiembre, la línea de frente se había desplazado hasta Eibar y Elgoibar.
La posición del PNV durante esta primera fase de la guerra estuvo marcada por la indecisión. Su ideología católica moderada y su apuesta por la democracia le impedían alinearse con el Frente Popular. La posibilidad de obtener el Estatuto de Autonomía se presentaba como el único incentivo para apoyar a la República. La condena de los obispos de Vitoria y Pamplona a la alianza con republicanos y socialistas aumentó la presión sobre el PNV.
La Guerra en Vizcaya (Octubre 1936 – Junio 1937)
La aprobación del Estatuto de Autonomía vasca a finales de septiembre de 1936 y el nombramiento de José Antonio Aguirre como lehendakari cambiaron radicalmente la posición del nacionalismo vasco en el conflicto. El Gobierno Vasco, formado por nacionalistas, socialistas, comunistas y republicanos, asumió competencias clave, incluyendo la creación de una policía propia (Ertzaintza), la formación de la futura UPV, la compra de armas y la organización de la defensa de Vizcaya.
La construcción del Cinturón de Hierro, una línea de fortificaciones alrededor de Bilbao, tenía como objetivo frenar el avance de las tropas nacionales. Sin embargo, la superioridad militar del bando nacional, apoyado por la Legión Cóndor alemana y una brigada italiana, se hizo patente en la primavera de 1937. Los bombardeos sobre Durango y Guernica marcaron un punto de inflexión en el conflicto. La caída de Bilbao el 19 de junio de 1937 supuso el fin de la resistencia vasca.
La negativa del Gobierno Vasco a destruir la infraestructura industrial vasca antes de la llegada de las tropas nacionales y la firma del Pacto de Santoña con los italianos, que garantizaba el exilio de los gudaris (soldados vascos), generaron controversia y acusaciones de traición por parte de la República. El Pacto, firmado al margen del gobierno de Franco, no fue respetado por las fuerzas nacionales.
Tras la caída de Vizcaya, Franco abolió el régimen de conciertos económicos y el Estatuto de Autonomía, castigando así el apoyo vasco a la República. El Gobierno Vasco, junto a nacionalistas y socialistas vascos, se exilió en Francia, desde donde continuaría su oposición al régimen franquista.
Referencias
[1] Aquí irían las referencias bibliográficas utilizadas en la elaboración del texto.