Consecuencias de la Guerra Civil Española
La Guerra Civil Española (1936-1939) dejó una profunda cicatriz en la historia de España. Estas son algunas de sus consecuencias más significativas:
Mortandad y Miseria
La guerra provocó la muerte de aproximadamente 600.000 personas, víctimas de los combates, los bombardeos, la represión y las duras condiciones de vida. El hambre se intensificó a medida que avanzaba la guerra, especialmente en la zona republicana, debido al control de los campos por parte de los sublevados. La desnutrición generalizada provocó enfermedades y la necesidad de racionamientos.
Colapso Económico
La guerra diezmó la economía española. La movilización de hombres entre 17 y 35 años para el frente mermó la fuerza laboral. La producción se centró en el armamento y el avituallamiento militar, descuidando otros sectores. Los bombardeos masivos, especialmente por parte de los sublevados, destruyeron infraestructuras y comunicaciones, agravando la crisis.
Exilio y Desplazamientos Masivos
La guerra forzó el exilio de miles de personas, incluyendo a intelectuales de la Generación del 27 y a civiles que huían de la violencia o la persecución ideológica. El avance de los fascistas provocó grandes movimientos de refugiados, especialmente en la zona republicana, concentrándose en Levante y Cataluña. La población del norte, aislada, tuvo que huir por mar a otros países.
Implantación de una Dictadura
La consecuencia más duradera de la guerra fue el establecimiento de una dictadura bajo el mando del general Francisco Franco, que se prolongó durante cuarenta años. El régimen franquista se caracterizó por la represión política, la censura y la falta de libertades.
Causas del Triunfo del Bando Sublevado
El bando sublevado, liderado por el general Franco, se alzó con la victoria en 1939, instaurando un régimen autoritario y aboliendo la Constitución. Varias causas contribuyeron a este triunfo:
Apoyo Internacional
El bando sublevado recibió un apoyo crucial de potencias fascistas como la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. Mussolini envió el Corpo Truppe Volontaire, un cuerpo de soldados voluntarios que superó los 70.000 hombres. Hitler aportó parte de su aviación, incluyendo la Legión Cóndor. Este apoyo fue fundamental en momentos clave, como el paso del Estrecho, donde la marina italiana y la aviación alemana permitieron a Franco trasladar sus tropas a la península.
En contraste, el bando republicano recibió apoyo limitado. Las Brigadas Internacionales, formadas por unos 6.000 voluntarios internacionales, y la compra de armamento a la URSS no fueron suficientes para contrarrestar la ayuda a los sublevados.
Organización y Unidad
Desde el principio, el bando sublevado mostró una mayor organización política y militar. Contaba con una jerarquía clara, un partido único y un liderazgo definido en la figura de Franco. La mayoría del ejército profesional se unió al golpe, proporcionando una base militar sólida.
El bando republicano, en cambio, se vio lastrado por divisiones internas y falta de experiencia militar. Las milicias que lo formaban inicialmente carecían de entrenamiento y coordinación. Aunque con el tiempo se organizaron y aliaron, la falta de unidad inicial les restó eficacia.
Control de Recursos
El control del sector agrícola, la industria y la minería desde las primeras etapas de la guerra otorgó al bando sublevado una ventaja estratégica. Estos recursos les permitieron sostenerse económicamente, financiar la guerra e incluso intercambiar materias primas por ayuda extranjera.
Momentos Decisivos
en la guerra, como el paso del Estreho al comienzo o la batalla del Ebro, que agoto las ultimas reservas de los republicanos. EL CONCILIO VATICANO II: LA IGLESIA SE ALEJA DEL RÉGIMEN Entre 1962 y 1965, la Iglesia católica celebró un concilio ecuménico que supuso, entre otras cosas, un replanteamiento de la posición del catolicismo en el mundo actual, con profundas implicaciones sociales y políticas. La aceptación de la libertad religiosa y de la aconfesionalidad de los Estados fue un duro golpe a una de las bases de la alianza establecida entre la Iglesia y el régimen franquista desde la Guerra Civil, que tuvo inmediatas consecuencias en la práctica de muchos católicos españoles. Las actitudes críticas del catolicismo español hacia el régimen franquista procedieron de distintos ámbitos. En primer lugar, los movimientos de base de la Iglesia, especialmente los que estaban más en contacto con la clase trabajadora y los medios marginados, denunciaron con fuerza creciente la injusticia social y la indiferencia de los gobiernos franquistas ante el problema: fue el caso de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) o de los círculos cercanos al movimiento sindical, algunos de los cuales terminaron en contacto con las organizaciones de izquierda, incluido el PCE (los llamados curas rojos). En segundo lugar, una parte de la jerarquía se mostró cada vez más crítica con el franquismo, desde los obispos catalanes y vascos defensores de la identidad de sus regiones (el más destacado, monseñor Añoveros, de Bilbao), hasta quienes se mostraban abiertamente partidarios de ampliar derechos y libertades (como monseñor Enrique y Tarancón, que terminaría dirigiendo la Iglesia católica española). Especialmente graves fueron los enfrentamientos por el rechazo de determinados actos de represión, que incluyeron la petición de indulgencia para condenados a muerte por terrorismo del mismo papa Pablo VI. Ante este panorama, hubo incluso algunos dirigentes católicos del régimen que terminaron militando en las filas de la oposición, como el exministro de Educación Joaquín Ruiz-Giménez, que intentó, con poco éxito, poner en marcha un partido demócrata-cristiano en los últimos años de la Dictadura.