El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia
La Guerra de la Independencia (1808-1813) fue un conflicto bélico y político desarrollado en España contra la ocupación napoleónica del país, que significó el comienzo del fin del Antiguo Régimen ya que en ella se comenzó a cuestionar el absolutismo y régimen señorial. Esta guerra supuso la primera experiencia constitucional del pueblo español, que tomó conciencia de su entidad nacional y soberanía.
Los antecedentes y causas de esta guerra fueron la inestabilidad del reinado de Carlos IV debido a una crisis de la monarquía y a una complicada situación internacional por el comienzo de la Revolución Francesa en 1789.
Durante el gobierno de Floridablanca, el inicio de la Revolución Francesa obligó a que se llevara a cabo una política de aislamiento por el miedo al contagio revolucionario. Manuel Godoy firmó la Paz de Basilea y tras el ascenso de Napoleón al poder, España se alió con Francia en los Tratados de San Ildefonso. Provocaron la batalla de Trafalgar (1805) que tuvo consecuencias desastrosas. También se firmó el Tratado de Fontainebleau (1807) en el que Napoleón pactó con Godoy para ocupar Portugal y dividirlo en tres provincias. Una de ellas iba a ser entregada a Godoy.
La crisis de la monarquía de Carlos IV surgió por varias razones: las guerras contra Francia e Inglaterra, el déficit de la Hacienda, la oposición de Fernando VII (su hijo) y el motín de Aranjuez (1808) que provocó la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando VII.
Las causas inmediatas de la guerra fueron las invasiones francesas. Causaron un gran malestar en la población española, que consideraba que el Tratado de Fontainebleau era una excusa de Napoleón para invadir España. Se produjeron las Abdicaciones de Bayona. Napoleón presionó a Carlos y a Fernando para que abdicasen. El trono fue entregado al hermano de Napoleón: José Bonaparte. Provocó el levantamiento del 2 de mayo. Fue el inicio de la Guerra de la Independencia.
Los principales bandos fueron el francés y el antifrancés (patriotas, divididos en absolutistas y liberales). José I intentó establecer un gobierno liberal con el Estatuto de Bayona pero la gran mayoría de la población no estaba de acuerdo con este sistema. Se crearon Juntas locales dirigidas por una Junta Central. También convocaron las Cortes de Cádiz.
La Guerra de la Independencia se divide en tres fases. En la primera: de mayo de 1808 a noviembre de 1808. Se produce la batalla de Bailén que supone la primera derrota para los franceses. La segunda fase es desde noviembre del 1808 hasta 1812. Tras la batalla de Bailén Napoleón acude a España y solo Cádiz se libra de la ocupación.
La resistencia se organiza en guerrillas: sistema de lucha de origen español. Son pequeños grupos de combatientes que atacan al ejército enemigo por sorpresa (emboscadas, ataques a la retaguardia…).
La tercera fase comienza en la primavera de 1812 y acaba en 1813. Napoleón retira algunos soldados para mandarlos a luchar a Rusia. Los españoles consiguen victorias como la de Arapiles. Napoleón se ve obligado a firmar el Tratado de Valençay en el cual Fernando VII fue repuesto al trono y finalizó la Guerra de la Independencia.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Durante la Guerra de Independencia (1810-1814) se inició en España una revolución liberal. Ante la imposición de un gobierno revolucionario por José I (Estatuto de Bayona), los liberales del bando antifrancés se organizaron políticamente al margen de su gobierno, que consideraban ilegítimo, y siguieron reconociendo a Fernando VII como único y legítimo rey. Para ello, crearon Juntas locales y provinciales, dirigidas por una Junta Central que centralizó el poder.
Estas juntas se encargaban de la organización de la política del país. Más tarde la Junta General fue sustituida por el Consejo de Regencia (formado por 5 miembros). Finalmente, las Cortes de Cádiz fueron convocadas por el Consejo de Regencia. Los grupos ideológicos de las Cortes se dividían en los absolutistas (partidarios de una monarquía absoluta) y los liberales (querían establecer nuevas bases políticas y jurídicas). Culminaron con la Constitución de 1812.
Fue la primera en la historia de España. Es conocida popularmente como La Pepa. Establece la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) la soberanía nacional ejercida a través del sufragio universal, la igualdad jurídica, las cortes unicamerales, el catolicismo como religión oficial única del Estado, la libertad de imprenta y la inviolavilidad del domicilio. Además se creó una milicia nacional para garantizar el orden constitucional. Esta Constitución derribó el Antiguo Régimen y estableció una monarquía constitucional.
Tuvo una vigencia corta. Duró desde 1812 hasta 1814, cuando fue abolida durante la restauración absolutista de Fernando VII.
El Reinado de Fernando VII: La Cuestión Sucesoria
Después del fin de la Guerra de la Independencia, los absolutistas presentan el Manifiesto de los persas. Fernando VII acaba restaurando el absolutismo y abolió la legislación de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Comenzó la Restauración Absolutista (1814-1820). El reinado de Fernando VII presentó diversos problemas: el Estado se encontraba en quiebra como consecuencia de la Guerra de la Independencia y de las guerras en América. Además había una inestabilidad en el gobierno. En este período se llevó a cabo una dura represión hacia los liberales y los afrancesados que fueron exiliados, encarcelados o ejecutados.
Sin embargo esta represión no evitó los numerosos pronunciamientos liberales. Los pronunciamientos son golpes militares asestados contra el poder para implantar reformas políticas. Todos ellos (Vidal, Díaz Porlier…) fracasaron, exceptuando el de Riego. Este pronunciamiento obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, dando comienzo al Trienio Liberal (1820-1823). Se produjo una división de los liberales en los moderados y los exaltados. Los moderados querían establecer una soberanía compartida entre el rey y las Cortes, limitar los derechos individuales e implantar un sufragio censitario muy restringido. Por otro lado, los exaltados querían establecer una soberanía nacional, solo representada en las Cortes, ampliar los derechos individuales e implantar un sufragio censitario amplio.
Durante los dos primeros años del Trienio gobernaron los moderados y en el último año gobernaron los exaltados. Los liberales se enfrentaron a una fuerte oposición absolutista compuesta por gran parte del clero, gran parte del campesinado, las élites del Antiguo Régimen y el propio rey: Fernando VII. Los absolutistas trataron de establecer la Regencia de Urgel e iniciaron la contrarrevolución absolutista pero fueron aplastados por los liberales. Finalmente, Fernando VII buscó la ayuda de la Santa Alianza, que tras el Congreso de Verona (1822), decidieron intervenir militarmente en España y restaurar el absolutismo.
Las tropas francesas conocidas como “Los Cien Mil Hijos de San Luis” ocuparon el país con apoyo de las tropas realistas españolas y devolvieron el trono a Fernando VII, que restauró de nuevo el absolutismo, surgiendo la Década Ominosa (1823-1833). La legislación del Trienio Liberal fue anulada y se reestablecieron las autoridades e instituciones previas a él. La mayoría de liberales fueron exiliados, los demás fueron encarcelados o ejecutados. Se iniciaron unas tímidas reformas administrativas que fueron necesarias por la gravísima situación de la Hacienda. Estas reformas fueron promovidas por López Ballesteros. Algunas de las reformas fueron: la creación del Consejo de Ministros, la Bolsa de Madrid y el Tribunal de Cuentas.
El final del reinado de Fernando VII se complicó por una cuestión sucesoria. Se encontraba ya enfermo y su mujer estaba embarazada por primera vez. Derogó la Ley Sálica
El reinado de Fernando VII se divide en 3 partes: la restauración absolutista (1814-1820), el trienio liberal (1820-1823) y la década ominosa o absolutista (1823-1833).