La Crisis de la Monarquía Borbónica y la Guerra de la Independencia
El reinado de Carlos IV (1788-1808) marcó el declive de la monarquía borbónica en España. Su gobierno se caracterizó por la inestabilidad política, la influencia del valido Manuel Godoy y el enfrentamiento con la Francia revolucionaria. La derrota en la Batalla de Trafalgar (1805) evidenció la debilidad española y despertó las ambiciones imperialistas de Napoleón Bonaparte.
La Invasión Francesa y el Levantamiento Popular
En 1808, Napoleón invadió España con el pretexto de controlar Portugal. La abdicación de Carlos IV y Fernando VII en Bayona provocó un vacío de poder y el levantamiento del pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808, dando inicio a la Guerra de la Independencia.
Bandos en Conflicto: Patriotas y Afrancesados
La guerra dividió a los españoles en dos bandos: los patriotas, que luchaban contra la ocupación francesa, y los afrancesados, que colaboraban con el régimen de José Bonaparte. Los patriotas, a su vez, se dividían en absolutistas y liberales, con visiones opuestas sobre el futuro de España.
Fases de la Guerra y la Importancia de la Guerrilla
La guerra se desarrolló en tres fases: una inicial con victorias españolas, una intermedia con el dominio francés y el auge de la guerrilla, y una final con la derrota de Napoleón y la restauración de Fernando VII en 1814.
Consecuencias de la Guerra
La Guerra de la Independencia tuvo graves consecuencias para España: pérdida de vidas humanas, destrucción material, exilio de intelectuales y el inicio de un conflicto político entre absolutistas y liberales que marcaría el siglo XIX.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Durante la guerra, las Cortes se reunieron en Cádiz para elaborar una constitución y establecer un nuevo marco político. La Constitución de 1812, de carácter liberal, estableció la soberanía nacional, la división de poderes, la igualdad ante la ley y una serie de derechos individuales.
Legado de la Guerra y la Constitución de 1812
La Guerra de la Independencia y la Constitución de 1812 marcaron un punto de inflexión en la historia de España. A pesar de la restauración del absolutismo con Fernando VII, el liberalismo se había arraigado en la sociedad española y se convertiría en una fuerza política importante en las décadas siguientes.