Loca12: Estamos ante un fragmento de una crónica publicada en el semanario La lucha de clases que recoge la noticia de la manifestación reivindicativa de los obreros de las minas de Bizkaia el 1º de mayo de 1896. El texto, por su origen, es una fuente primaria y directa para el conocimiento de la lucha obrera en el País Vasco durante la Restauración; por su forma, es un texto literario, pues es una crónica periodística; y por su contenido, el texto es de tipo socioeconómico. Este texto no viene firmado, pero al parecer en La lucha de clases podemos deducir que su autor es miembro del sindicato UGT. La lucha de clases, medio de expresión del Partido Socialista y de la UGT de Euskadi, apareció en Bilbao en 1894, mantuvo una actitud defensora de los trabajadores inmigrantes en el País Vasco.
El contexto es el mundo obrero de las minas de hierro en la comarca de las Encartaciones, concretamente en el valle de Somorrostro, dentro del que situamos a Gallarta, con la explotación al aire libre de la mina de hierro. En cuanto a la fecha, en 1886 se había formado la primera agrupación socialista en Bilbao de la mano de Facundo Perezagua, que cogió fuerza en Bizkaia a raíz de la participación en huelgas como la de 1890. El destinatario directo son los obreros del sindicato socialista, lectores de su semanario, pero indirectamente va dirigido a las autoridades y gobernantes con la finalidad de denunciar la penosa situación de los mineros y de hacer saber al Gobierno de la lucha obrera para que esa situación cambiase.
A continuación, se van a definir los siguientes términos para una mejor comprensión del texto:
- Gallarta: municipio del País Vasco (Bizkaia) dedicado históricamente a la explotación minera.
- Cuartel: recinto destinado al alojamiento de trabajadores mineros.
Las ideas principales del texto son tres:
- La primera, la protesta, mediante manifestaciones, de los obreros de las minas de hierro contra los barracones antihigiénicos en los que se ven obligados a vivir (línea 2) y contra la obligatoriedad de comprar unos malos alimentos en las tiendas señaladas por los patronos (líneas 11-12). Todo ello, condición para ser contratado (líneas 10-11). Supone una explotación inhumana, atenta contra la libertad de trabajo, y va en contra de la normativa de higiene (líneas 13-15).
- La segunda, la creación por parte de los mineros de una Comisión para plantear al Gobierno que legisle en contra de estos abusos (línea 3).
- La tercera, el aviso de que, si el Gobierno no hace nada, se recurrirá a la huelga como método de presión (líneas 16-17), al igual que ya se hizo en 1890, cuando también se reivindicó la limitación de la jornada de trabajo (líneas 5-6).
Durante el comienzo del siglo XX, los obreros industriales aumentaron. El nuevo siglo comenzó con un intenso ciclo de agitaciones obreras que fueron aumentando hasta 1911, cuando tuvo lugar un intento de huelga general revolucionaria. La creciente presión sindical empujó a los gobiernos a regular, ya a comienzos del XX, las relaciones laborales mediante una serie de leyes que protegieran a los obreros. Facundo Perezagua, tras varios enfrentamientos con la dirección del PSOE, fue uno de los fundadores, en 1921, del Partido Comunista de España (PCE) junto con José Díaz y Dolores Ibarruri.
La aparición de la industria moderna, en el caso de Bizkaia con las minas, conllevó una organización del trabajo basada en la utilización de mano de obra asalariada, que iba creciendo conforme avanzaba el siglo XIX: en el censo de 1860, los mineros en España eran 23,000. Las reglas que regulaban el trabajo eran nuevas. El patrón, propietario de la fábrica, empleaba a los obreros, que vendían su fuerza de trabajo al patrón a cambio de un salario habitualmente escaso. Para el sustento de una familia era necesario que también las mujeres y los niños (a partir de 6 años) trabajaran, aunque cobrando unos salarios inferiores. Todos trabajaban seis días a la semana, con unas jornadas laborales de 12 a 14 horas, en establecimientos oscuros, húmedos y mal ventilados, al ritmo de trabajo que marcaban las máquinas. Se cobraba por día trabajado y no existía ninguna protección en caso de paro, enfermedad, accidente o vejez. Una férrea disciplina laboral impedía cualquier contestación: la más mínima protesta implicaba ser expulsado de la fábrica.
Las viviendas obreras eran pequeñas, miserables y estaban situadas en barrios hacinados. Estos carecían de servicios de alumbrado, agua corriente, alcantarillado y empedrado. Las enfermedades infecciosas, como la tuberculosis o el cólera, se propagaban rápidamente entre una población muy vulnerable a causa de la mala alimentación y el trabajo agotador. No existía asistencia médica gratuita y los niños apenas iban a la escuela. Los mineros vascos sufrían las peores condiciones de vida y eran en su mayoría peones. Eran antiguos campesinos que, debido a las duras condiciones de vida en el campo con rentas abusivas y verdaderas épocas de hambre, habían emigrado, en gran número, a Bizkaia en los comienzos de la industrialización (a finales del XIX, el 76% de la población activa del País Vasco eran inmigrantes). Debido a la abundancia de mano de obra, los patronos tenían dónde elegir, por lo que su capacidad para exigir mejoras estaba muy limitada. Vivían en condiciones precarias, con pésimas condiciones de higiene, de vivienda y de alimentación. El rápido crecimiento de los pueblos y los barrios deterioró mucho los niveles de vida y resultaban habituales las situaciones de hacinamiento.
Esas duras condiciones de vida y trabajo dieron lugar a la toma de poder de la clase obrera, que denuncia la injusticia del capitalismo, y al surgimiento de conflictos de clase. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) llega a España tras la revolución de septiembre de 1868: Fanelli difunde los ideales anarquistas, que arraigan en el proletariado catalán y levantino y en el campesinado andaluz; y en 1871, llega a Madrid Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, quien impulsa un grupo favorable a las posiciones marxistas. En 1879, un grupo de obreros, entre ellos Pablo Iglesias, fundaron la Agrupación Socialista Madrileña, núcleo originario del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Partidario de la revolución socialista, defendía, en su acción política diaria, medidas que permitieron la organización obrera y de manifestación, el derecho al sufragio universal y la mejora de las condiciones de higiene y vivienda de los obreros. En 1888, se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT), que se organizó en sindicatos de oficio en cada localidad y practicó una política de negociación y movilización (manifestaciones), recurriendo a la huelga solo como última posibilidad. En el País Vasco, el socialismo, ideología mayoritaria en la clase obrera, se propagó gracias, sobre todo, a Facundo Perezagua, quien destacó por su labor en la organización y defensa de los mineros de Bizkaia impulsando la creación de la Agrupación Socialista de Bilbao (1886). La huelga minera del 1º de mayo de 1890 en Bizkaia, en la que participó Perezagua, iniciada por los mineros de Bizkaia, se agravó con el despido de cinco trabajadores. Las reivindicaciones se centraron en su readmisión, en limitar la jornada de trabajo a diez horas y en la supresión del trabajo a destajo, de los barracones y de la compra obligatoria en las cantinas (controladas por los patronos). La huelga acabó por la intervención del general Loma, quien puso fin al conflicto satisfaciendo algunas de las demandas de los trabajadores (readmisión de expulsados y limitación de la jornada de trabajo). En el texto que estamos comentando, seis años después, mayo de 1896, los mineros siguen su lucha reivindicativa contra los barracones y tiendas obligatorias.