La Regencia de Espartero y el Reinado de Isabel II: Inestabilidad Política y Avance del Liberalismo en España

La Regencia de Espartero

Espartero gobernó con el apoyo progresista y otros jefes militares, pero su política autoritaria y regresiva provocó protestas de moderados y progresistas radicales que minaron su prestigio. Sus medidas, que contaban con la oposición de amplios sectores, provocaron la insurrección de Barcelona. La durísima regresión acabó con su popularidad, organizándose un pronunciamiento que le obligó a dimitir y exiliarse en 1843. Narváez gobernó aplicando una dura regresión.

Reinado de Isabel II

Isabel II reinó durante 25 años de forma conservadora. En la política, apoyó a los sectores más conservadores e impidió que los progresistas llegaran al poder. Durante su reinado hubo una gran participación de los generales en el gobierno y los partidos burgueses, mientras que la mayoría del país quedaba excluida y sufría un empeoramiento de sus condiciones de vida.

La Década Moderada (1844-1854)

Los primeros 10 años del reinado de Isabel II, el protagonista político fue Narváez, líder moderado y artífice de la Constitución de 1845. Mantuvo al ejército al margen de la política y se alternó en la presidencia con otro moderado, Bravo Murillo.

La Constitución de 1845 era de carácter conservador. Se declaraba la exclusividad de la religión católica y la obligación del Estado de mantener a la Iglesia. Se suprimía la elección popular de los alcaldes y la Milicia Nacional. El poder legislativo recaía en las Cortes y el rey, sin que se citara explícitamente la soberanía nacional. Existía un Senado elegido por la Corona entre las élites conservadoras de forma vitalicia y un Congreso. Los diputados eran elegidos mediante sufragio censitario e indirecto, lo que hacía del Congreso un órgano bastante conservador. El rey tenía amplias potestades, ya que podía convocar y suspender las sesiones de las Cortes. Se configuraba así un régimen dependiente del rey y que permitía a la reina intervenir.

La labor legislativa siguió la misma línea que la Constitución: un sufragio aún más restringido, la Ley de Imprenta, nombramiento directo de los alcaldes, creación de la Guardia Civil para mantener el orden y defender la propiedad, nuevo Código Penal, reorganización administrativa a favor de la Iglesia con la devolución de bienes del clero… La oposición se unió al Partido Demócrata y a parte de los moderados. Estas fuerzas confluirían en la llamada Vicalvarada.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Una nueva revolución y el fallido pronunciamiento de O’Donnell en 1854 inauguraron el Bienio Progresista. La publicación del Manifiesto de Manzanares consiguió el apoyo popular y obligó a la reina a entregar el gobierno a Espartero. O’Donnell fundó la Unión Liberal, partido que pretendía unificar a moderados y progresistas, que ganó las elecciones y gobernó durante dos años.

Se redactó una nueva Constitución en 1856, que incluía una declaración de derechos más amplia, limitación de poderes de la Corona y el ejecutivo, y mayor participación política, pero no pudo entrar en vigor. También se aprobaron leyes para modernizar la economía, pero hubo gran conflictividad social por lo que Espartero dimitió y la reina encargó el gobierno a O’Donnell.

El Gobierno de O’Donnell (1856-1863)

La prosperidad económica permitió a los unionistas gobernar sin grandes problemas. Destaca una política exterior activa para elevar la conciencia patriótica de los españoles y el prestigio internacional. Se apoyó a los franceses en Indochina y se comenzó la guerra contra Marruecos, pero no se obtuvieron los resultados ni el prestigio esperados. El desgaste de la acción y las divisiones en el partido hicieron a O’Donnell dimitir y comenzaron una sucesión de gobiernos inestables. Los progresistas se agruparon con demócratas y republicanos en torno al general Prim. En la crisis de la monarquía influyó también la crisis económica. Ante estos acontecimientos y los continuos intentos de pronunciamientos progresistas, el gobierno respondía con una grave represión. En 1866 se firmaba entre progresistas, demócratas y republicanos el Pacto de Ostende.

Crisis Final de la Monarquía (1863-1868)

El desgaste de la acción y las divisiones en el partido hicieron a O’Donnell dimitir y comenzaron una sucesión de gobiernos inestables. Los progresistas se agruparon con demócratas y republicanos en torno al general Prim. En la crisis de la monarquía influyó también la crisis económica. Ante estos acontecimientos y los continuos intentos de pronunciamientos progresistas, el gobierno respondía con una grave represión. En 1866 se firmaba entre progresistas, demócratas y republicanos el Pacto de Ostende para coordinarse con el fin de destronar a la reina y convocar Cortes Constituyentes por sufragio universal, al frente del cual se situaba el general Prim. La muerte de los líderes Narváez y O’Donnell llevó a muchos unionistas a sumarse al golpe. En septiembre de 1868 se inició en Cádiz la revolución conocida como “La Gloriosa”.

Conclusión

Treinta y cinco años después de la muerte de Fernando VII, el liberalismo se había consolidado en la política española. Quedaban muchos temas que saldar, como la crisis económica y el malestar de los campesinos. La irrupción del movimiento obrero a partir de la década de los cincuenta y el avance del republicanismo marcarían el final del reinado de Isabel II.