La Restauración Monárquica (1875-1898)
Introducción
Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio, se restauró la monarquía borbónica y España volvió al liberalismo censitario. El nuevo sistema político, ideado por Cánovas del Castillo, se fundamentó en la alternancia en el poder de dos grandes partidos, el conservador y el liberal. La Restauración duró más de 50 años, desde el pronunciamiento de Martínez Campos hasta la proclamación de la Segunda República, con una importante inflexión en 1898. Durante este largo periodo se consolidó un régimen constitucional y parlamentario. A pesar del establecimiento del sufragio universal masculino, el régimen político de la Restauración nunca llegó a ser plenamente democrático y estuvo dominado por una burguesía oligárquica apoyada en un capitalismo de base agraria.
Los dos partidos se fueron descomponiendo y no fueron capaces de dar entrada a las nuevas fuerzas, como el obrerismo y el republicanismo. La pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, sumió a la Restauración en una gran crisis política y moral, conocida como el “desastre”, que resquebrajó los fundamentos y planteó la necesidad de iniciar un proceso de reformas (regeneracionismo).
1. El Sistema Político de la Restauración
1.1 Un Nuevo Sistema Político
Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración de los Borbones. Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente. Para conseguir su propósito, se propuso dos objetivos: elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto armado. La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, dispuso que las primeras elecciones del nuevo régimen se hiciesen por ese sistema, aunque posteriormente debería volverse al sufragio censitario.
La Constitución de 1876
Es una clara muestra del liberalismo doctrinario, sufragio censitario y soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Se trataba de una constitución de carácter marcadamente conservador e inspirado en los valores históricos tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad. La Constitución consideraba a la monarquía como una institución superior, incuestionable, permanente y al margen de cualquier decisión política. Constituía un poder moderador debía garantizar el buen entendimiento y la alternancia entre los partidos políticos. Se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca: derecho de veto, nombramiento de ministros y potestad de convocar las Cortes, suspenderlas o disolverlas sin contar con el gobierno. Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados. La Constitución no fijaba el tipo de sufragio, pero una ley en 1878 estableció el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes. En 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado. Se restableció el presupuesto de culto y clero para financiar a la Iglesia. El nuevo texto constitucional contaba con una prolija declaración de derechos.
Bipartidismo y Turno Pacífico
Antonio Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder. Se aceptaba que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil. Una Real Orden de 1875 estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional y que no debía intervenir en las contiendas de los partidos.
1.2 El Fin de los Conflictos
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana. La Restauración borbónica privó a la causa carlista de una buena parte de su hipotética legitimidad y algunos personajes del carlismo acabaron reconociendo a Alfonso XII. En febrero de 1876 Carlos VII cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra se dio por finalizada en todo el territorio. La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral. Los territorios vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar. En 1878 se estipuló un sistema de conciertos económicos que otorgaba un cierto grado de autonomía fiscal a las Provincias Vascas. El final de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la insurrección cubana. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón.
2. La Vida Política y la Alternancia en el Poder
2.1 Los Partidos Dinásticos
Cánovas había sido el principal dirigente del Partido Alfonsino que tras el regreso de Alfonso XII pasó a llamarse Liberal-Conservador y por último se llamó Partido Conservador. El proyecto bipartidista de Cánovas requería otro partido de carácter más progresista, la llamada izquierda dinástica, y él mismo propuso a Sagasta su formación. Nació el Partido Liberal. A ambos partidos les correspondía la tarea de aunar a los diferentes grupos y facciones, con el único requisito de aceptar la monarquía Alfonsina y la alternancia en el poder. Por ese motivo, se les conocía como partidos dinásticos. Ambos defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Eran partidos de minorías de notables.
En cuanto a su actuación política, las diferencias eran escasas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político, proponían un sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y del orden social. Los liberales defendían el sufragio universal masculino y estaban más inclinados a un reformismo social de carácter más progresista y laico. Existía un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a derogarla cuando regresase al gobierno. La alternancia regular en el poder tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional.
2.2 Falseamiento Electoral y Caciquismo
El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de 20 años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España.
La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, que se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario. De este modo, el triunfo electoral permitía la creación de una amplia mayoría parlamentaria al partido gobernante.
Los caciques eran personas notables, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían influencia en la vida local. Estos manipularon las elecciones continuamente con las autoridades, especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales que ayudaban a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo.
2.3 El Desarrollo del Turno de Partidos
De todas las elecciones realizadas, seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales. La alternancia pasó por momentos difíciles, la primera crisis del sistema sobrevino como consecuencia del impacto del desastre de 1898, que erosionó a los políticos y a los partidos dinásticos.
El Pacto del Pardo tenía como finalidad dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las fuertes presiones de carlistas y republicanos.
Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Durante el llamado gobierno largo de Sagasta, que se extendió entre 1885 y 1890, los liberales impulsaron una importante obra reformista para incorporar al sistema algunos derechos asociados a los ideales de la revolución del 68. De este modo se aprobó la Ley de Asociaciones (1887), que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales y permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras, se abolió la esclavitud (1888), se introdujo la celebración de juicios por jurados, se impulsó un nuevo Código Civil (1889) y se llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares.
La reforma de mayor transcendencia fue el sufragio universal masculino, al tener derecho a voto todos los varones mayores de 25 años.
En la última década del siglo se mantuvo el turno pacífico de partidos: los conservadores volvieron al poder, después regresaron los liberales y luego asumió en 1895 gobernó Cánovas hasta 1897, fecha de su asesinato. El personalismo del sistema deterioró a los partidos, que dependían excesivamente de la personalidad de sus líderes, provocando disidencias internas y la descomposición de ambos partidos. En el Partido Liberal surgieron personajes como Antonio Maura y en los conservadores destacó Francisco Silvela.
3. Las Fuerzas Políticas Marginadas del Sistema
3.1 La Evolución del Republicanismo
Tras el fracaso de la experiencia del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente al desencanto de partes de sus seguidores y a la represión de los gobiernos monárquicos.
El viejo dirigente republicano Emilio Castelar, evolucionó hacia posturas cada vez más moderadas. Consideró “posible” que la monarquía asumiese algunos de los principios democráticos y creó el Partido Republicano Posibilista. Un caso contrario fue el político progresista Ruiz Zorrilla, quien viró hacia un republicanismo radical que no descartaba la acción violenta contra la monarquía: fundó el Partido Republicano Progresista, que llegó a tener influencia entre algunos militares. Las prácticas insurreccionales provocaron la ruptura de Salmerón con el partido de Zorrilla y la creación del Partido Republicano Centralista. El republicanismo con más adeptos fue el Partido Republicano Federal que tenía como líder a Pi y Margall. El sufragio universal masculino comportó una cierta revitalización del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales. El republicanismo perdió parte de sus antiguas bases sociales y tuvo que luchar por los votos populares en competencia con el nuevo obrerismo representado por el Partido Socialista Obrero Español, fundado por Pablo Iglesias.
3.2 La Reconversión del Carlismo
Tras la derrota carlista en 1876, se prohibió explícitamente la estancia en España del pretendiente don Carlos de Borbón y el carlismo entró en una grave crisis después de que se reconociera a Alfonso XII. Carlos VII depositó su confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal, quien extendió los Círculos Carlistas por todo el país. La propuesta carlista renovada ya no se manifestaba a favor del Antiguo Régimen y aceptaba el nuevo orden liberal-capitalista.
En el seno del partido tomó fuerza la disputa religiosa. Una parte del partido acusó a Carlos VII y a los principales dirigentes de no apoyar suficientemente la política católica impulsada por el papado contra el liberalismo. El líder de esa corriente fue Ramón Nocedal, hijo del líder carlista, que protagonizó una escisión en 1888 y fundó el Partido Católico Nacional, que dejó de reconocer como rey a don Carlos y se convirtió simplemente en un partido político católico integrista.
4. El Surgimiento de Nacionalismos y Regionalismos
4.1 El Nacionalismo Catalán
La industrialización había hecho de Barcelona y su entorno la primera zona industrial de España y había propiciado el nacimiento de una influyente burguesía de empresarios industriales. Este nuevo grupo social sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los diferentes gobiernos e hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador.
A mediados del siglo XIX, nació un movimiento conocido como la Renaixença, cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y de las señas de la identidad catalanas.
Por otro lado, se desarrolló el catalanismo político, que tuvo varias corrientes. Una de ellas estuvo basada en el tradicionalismo y como representante tuvo a el obispo Torras y Bages. Otra era de carácter progresista, base popular y principios federalistas y estuvo alentada por Valentí Almirall este fundó el Centre Català, empezó a defender la autonomía de Cataluña.
Un paso muy importante en la consolidación del catalanismo fue la elaboración de las Bases de Manresa un documento producido por la Unió Catalanista, que proponía que Cataluña fuera una entidad autónoma dentro de España. El regionalismo pasó entonces a convertirse en verdadero nacionalismo.
Se creó la Lliga Regionalista que aspiraba a participar activamente en la política y defensa de los intereses del catalanismo. El éxito electoral convirtió a la Lliga en el principal partido de Cataluña.
4.2 El Nacionalismo Vasco
El nacionalismo vasco surgió en la década de 1890. En sus orígenes la lengua vasca, el euskera, dio lugar a la creación del movimiento de los euskaros. Su gran propulsor fue Sabino de Arana.
4.3 El Nacionalismo Gallego
El galleguismo tuvo un carácter estrictamente cultural. La lengua gallega se usaba sobre todo en el medio rural, intelectuales y literatos gallegos la convirtieron en lengua literaria. Ello dio lugar al nacimiento de la corriente llamada Rexurdimiento, cuya poetisa de mayor importancia fue Rosalía de Castro.
Unas minorías cultas, insatisfechas con el atraso económico que forzaba a la emigración. En la última etapa de la Restauración, el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político con componentes como Alfredo Brañas. Más tarde fue importante la figura de Vicente Risco, se convertiría en el gran teórico y líder del nacionalismo gallego.
4.4 Valencianismo, Aragonesismo y Andalucismo
Los movimientos de resurgimiento cultural que más tarde pasaron a la esfera política se dieron también de manera incipiente. Pero su expansión no se produjo especialmente durante la Segunda República, cuya Constitución prevenía la creación de autonomías regionales. El más importante fue el movimiento valencianista, que nació como una corriente cultural de reivindicación de la lengua y la cultura propias y tuvo en Teodor Llorente y Constante Llombrart sus máximos representantes.
El aragonesismo surgió en el seno de una incipiente burguesía que impulsó la defensa del Derecho Civil aragonés, reivindicación de valores culturales y la recuperación romántica de los orígenes del reino. A estos factores se añadió el arraigo de Joaquín Costa. El apóstol del andalucismo fue el notario Blas Infante, cuyo ideario político, fue heredero de los movimientos republicanos y federalistas. Fundó el primer Centro andaluz en Sevilla con intención de ser un órgano expresivo de la realidad cultural y social de Andalucía. Durante la Segunda República, el movimiento andalucista abordó por primera vez la redacción de un proyecto de Estatuto de Autonomía.
5. La Guerra en Ultramar
5.1 Cuba, la Perla de las Antillas
Tras la Paz de Zanjón los naturales de Cuba esperaban de la Administración española una serie de reformas que les otorgasen los mismos derechos de representación política en las Cortes que los españoles de la Península.
Siguiendo el modelo bipartidista de la Península, se crearon en Cuba dos grandes partidos, el Partido Autonomista, integrado en su mayoría por cubanos, y la Unión Constitucional, un partido españolista que contaba con unas fuertes militancia de los peninsulares instalados en la isla. El Partido Liberal de Sagasta se mostró proclive a introducir mejoras en la isla, pero solo llegó a concretar la abolición formal de la esclavitud.
La ineficacia de la administración para introducir reformas en la colonia estimuló los deseos de emancipación y el independentismo fue ganando posiciones frente al autonomismo. José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano.
El gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no precediesen de la Península. Por aquel entonces el principal cliente económico de Cuba era Estados Unidos, que adquiría casi la totalidad de los dos grandes productos cubanos, el azúcar y el tabaco. El presidente norteamericano William McKinley manifestó su protesta ante tal situación y amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense si el gobierno español no modificaba su política arancelaria.
5.2 La Gran Insurrección
Se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de los españoles en la isla, que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. Después el Grito de Baire dio inicio a un levantamiento generalizado. La rebelión comenzó en el este de la isla. El jefe del gobierno español, Cánovas del Castillo, envió un ejército al mando del general Martínez Campos, que entendía que la pacificación de la isla requería una fuerte acción militar que debía acompañarse de un esfuerzo político de conciliación con los sublevados.
Martínez Campos no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler que propuso cambiar los métodos de lucha e iniciar una represión. Para evitar que los insurrectos aumentaran organizó las concentraciones de los campesinos a los que obligaba a cambiar de asentamientos. Weyler trató muy duramente a los rebeldes y también a la población civil.
En el plano militar, la guerra no era favorable a los soldados españoles ya que se desarrollaba en plena selva. Ni los soldados españoles estaban entrenados para hacer frente a una guerra de este tipo. El mal aprovisionamiento causaron la muerte de muchos soldados.
Tras el asesinato de Cánovas y el fracaso de Weyler el nuevo gobierno liberal lo destituyó del cargo y encargó el mando al general Blanco. Además, inició una estrategia de conciliación para ello decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria, pero las reformas llegaron demasiado tarde.
5.3 La Intervención de Estados Unidos
Estados Unidos había fijado su área de expansión inicial en la región del Caribe. El interés de Estados Unidos por Cuba había llevado a realizar diferentes proposiciones de compra de la isla, que España siempre había rechazado. El compromiso americano con la causa cubana se evidenció cuando el presidente McKinley mostró abiertamente su apoyo a los insurrectos.
El acorazado estadounidense Maine estalló en el puerto de La Habana. Estados Unidos culpó a los españoles y envió a España un ultimátum. El gobierno español negó cualquier vinculación y rechazó el ultimátum. Comenzaba así la guerra hispano-norteamericana. Una escuadra mandada por el almirante Cervera partió hacia Cuba, pero fue rápidamente derrotada en la batalla de Santiago. Estados Unidos derrotó otra escuadra española en Filipinas, en la batalla de Cavite. En diciembre se firmó la Paz de París por la cual España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
6. Las Consecuencias del Desastre del 98
6.1 Una Crisis Política y Moral
A pesar de la envergadura de la crisis del 1898 y de su significado simbólico. La guerra comportó notables pérdidas materiales en la colonia, no fue así en la metrópoli, donde la crisis económica fue mucho menor.
Tampoco aconteció la gran crisis política que se había vaticinado y el sistema de la Restauración sobrevivió, asegurando la continuación del turno dinástico. La crisis política estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, donde se denunció la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y descentralizadora. De este modo, la crisis del 98 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica.
6.2 El Regeneracionismo
El fracaso había dejado una huella importante en los intelectuales progresistas, que consideraban que se había perdido una gran ocasión para modernizar el país. Este era el sentimiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de Enseñanza. La institución, que tenía en sus filas a Francisco Giner de los Ríos.
Esta corriente, que hablaba con insistencia de la regeneración de España, acabó conociéndose como regeneracionismo. Su mayor exponente fue el aragonés Joaquín Costa, que no solo era un prolífico escritor sino también el creador de instituciones sociales y económicas como la Liga Nacional de Productores y el inspirador de un partido político, la Unión Nacional, de carácter popular y muy crítico con la Restauración.
La crisis de 1898 agudizó la crítica regeneracionista, muy negativa hacia la historia de España. Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo y cultural del país, como refleja el lema, también de Costa: “escuela y despensa”. Asimismo, un grupo de literarios y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron analizar el “problema de España” en un sentido muy crítico y en tono pesimista.
6.3 El Fin de una Época
El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración, tal como lo había diseñado Cánovas, y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales, científicos, activistas sociales y empresarios, que empezaron a actuar en el nuevo reinado de Alfonso XII. La política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos.
Frente a un antimilitarismo creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares se inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes, atribuyendo la derrota a la ineficacia y la corrupción de los políticos. El ejército comenzó a pensar que tenían que tener mayor presencia en la vida política del país esto fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culminando con el golpe de Estado de Primo de Rivera.