Introducción
El pronunciamiento del general Martínez Campos en diciembre de 1874 dio lugar a la Restauración de la monarquía borbónica con Alfonso XII. El político clave del momento fue Antonio Cánovas del Castillo.
El Sistema Político de la Restauración
Un Nuevo Sistema Político: Constitución de 1876 y Turnismo
Cánovas del Castillo no pretendía volver al sistema de tiempos de Isabel II, sino crear un sistema político que superara algunos de sus problemas, como la tendencia de la reina a darle el poder a los moderados o el intervencionismo de los militares en la política. Para conseguirlo, el nuevo sistema se asentó en el bipartidismo y en el turno pacífico de partidos. Además, había que acabar con las guerras existentes: carlismo y Cuba.
Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino, que se encargarían de hacer la nueva Constitución (la Constitución de 1869 había quedado sin efecto tras la proclamación de la República).
La Constitución de 1876 es una muestra clara de liberalismo moderado o doctrinario, inspirada en los valores históricos tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad. Sus principales características eran:
- Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- Amplia declaración de derechos, aunque su concreción se remitía a leyes ordinarias posteriores que tendieron a restringirlos, en especial los de imprenta, expresión o asociación.
- Cortes bicamerales, formadas por Congreso, elegido por sufragio censitario limitado a los mayores contribuyentes, y Senado, designado por el rey.
- Poder ejecutivo en manos del rey, que contaba con amplios poderes: controlaba el gobierno y el entendimiento entre los partidos dinásticos.
- Estado confesional católico. Se toleraban otras creencias siempre que no se hicieran manifestaciones públicas. Financiación del culto y del clero.
Cánovas del Castillo introdujo un nuevo sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en el turno pacífico de los dos grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador y el Partido Liberal, liderados respectivamente en la primera etapa por Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta. De esta manera, el ejército quedó subordinado al poder civil, al margen de la política, como lo demuestra la inexistencia de pronunciamientos en esta etapa.
El Partido Conservador, heredero de los moderados, y el Partido Liberal, en el que se integraron progresistas, unionistas y algunos republicanos moderados, aceptaron la monarquía alfonsina y la alternancia. Por eso se les conoce como partidos dinásticos.
Ambos tenían puntos en común: la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación de un Estado liberal centralista. Eran apoyados por las élites económicas y la clase media acomodada. Sus diferencias eran escasas: los conservadores eran más proclives al inmovilismo político, al sufragio censitario y a la defensa de la Iglesia y del orden social; los liberales defendían un reformismo social de carácter progresista y laico, así como el sufragio universal masculino.
Los partidos dinásticos aceptaron el turnismo para asegurar la estabilidad institucional. El turno quedaba garantizado porque cuando el gobierno sufría desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el rey llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno; entonces se convocaban elecciones para conseguir un número de diputados suficiente para gobernar.
El resto de partidos quedaba excluido del sistema, y a menudo se prohibía y perseguía a la oposición.
Las elecciones eran amañadas mediante mecanismos como el caciquismo y el pucherazo. Así se garantizó el turno pacífico durante más de veinte años. Los caciques eran personas notables, sobre todo de las zonas rurales, que tenían gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político. Podían ser abogados, profesionales de prestigio o funcionarios de la Administración que controlaban los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, dirigían el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones y podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos. Con su influencia, orientaban la dirección del voto.
El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo. De acuerdo con los gobernadores civiles, las elecciones fueron manipuladas para conseguir la elección del candidato gubernamental, llegando a falsear los censos (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas) o las actas electorales, a comprar votos, a coaccionar al electorado y a otras actuaciones similares.
Todas estas prácticas fraudulentas llevaron al descontento de buena parte de la población, que se concretó en un elevado abstencionismo electoral. Esta apatía política se explica por la escasa representatividad de los partidos dinásticos, la desconfianza del electorado en la honestidad de las elecciones y el desinterés de la oposición en participar en el proceso electoral.
Partidos Fuera del Sistema: Republicanos, Ultracatólicos, Nacionalistas y Socialistas
El republicanismo sufrió el desencanto de sus seguidores por el fracaso de la Primera República. Se dividieron en varias tendencias, entre las que destacaron:
- Partido Republicano Posibilista de Castelar, que evolucionó hacia posturas más moderadas considerando “posible” que la monarquía asumiese algunos de los principios democráticos.
- Partido Republicano Progresista, liderado por Ruiz Zorrilla, que trató de llegar al poder por la vía insurreccional.
- Partido Republicano Federal, liderado por Pi i Margall, que seguía siendo el más apoyado, especialmente por las clases populares.
Durante la Restauración hubo importantes minorías republicanas en las Cortes, especialmente tras la aprobación en 1890 del sufragio universal masculino y la formación de alianzas (Unión Republicana). El avance del PSOE hizo que el republicanismo perdiera parte de sus bases populares.
El integrismo católico fue protagonizado sobre todo por dos grupos:
- La Unión Católica, fundada en 1881 por Alejandro Pidal. Era un partido conservador y católico, diferenciado de los carlistas pero crítico con los conservadores a los que acusaban de excesivas connivencias con el reformismo liberal.
- El Partido Católico Nacional, escindido del carlismo en 1888 y liderado por Ramón Nocedal. Dejó de reconocer como rey a don Carlos y se convirtió en un partido católico integrista.
El nacionalismo surgió con fuerza en España en el último cuarto del siglo XIX, como reacción al uniformismo y al centralismo estatal propios del liberalismo español. Destacaron:
- Nacionalismo catalán, impulsado por la burguesía industrial y por el movimiento cultural de la Renaixença, que buscaba la recuperación de la lengua y las señas de identidad catalanas. Las Bases de Manresa (1892) pretendían la consecución de un poder catalán autónomo dentro de España. El partido más importante fue la Lliga Regionalista de Prat de la Riba y Cambó.
- Nacionalismo vasco, surgido como reacción a la pérdida de los fueros tras la derrota carlista y como movimiento cultural de defensa del euskera, de la religión y de las tradiciones. Sabino Arana fundó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco, defensor de la autonomía vasca.
- Nacionalismo gallego, con una base estrictamente cultural hasta bien entrado el siglo XX. El Rexurdimento, en el que podemos enmarcar a Rosalía de Castro, criticó el atraso económico y lo vinculó a la subordinación política de Galicia, que forzaba a muchos gallegos a la emigración.
- El andalucismo fue creado por Blas Infante, heredero de los movimientos republicanos y federalistas del siglo XX. La Asamblea de Ronda (1918) estableció las bases del particularismo andaluz y propuso la autonomía.
El socialismo amplió sus apoyos en las primeras décadas del siglo XX. El PSOE trató de no realizar grandes acciones revolucionarias y participó en elecciones: en 1910 Pablo Iglesias, su fundador, consiguió un acta de diputado. La UGT, sindicato de tendencia socialista, era partidario de la acción política para conseguir reformas sociales y laborales; en 1914 contaba con 120.000 afiliados, cifra que duplicó en 1921.
La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) era un sindicato de tendencia anarquista que se declaró apolítico y que luchó por la unión sindical de todos los trabajadores para derribar al capitalismo. La acción revolucionaria era llevada a cabo mediante huelgas y boicots hasta llegar a la huelga general. Su cifra de afiliados creció enormemente tras la crisis de 1917, llegando a 700.000 en 1919.
Fin de los Conflictos Bélicos
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana.
El conflicto carlista se recondujo cuando parte de los carlistas reconocieron a Alfonso XII como legítimo rey tras la Restauración. Aparte, el esfuerzo militar del gobierno en 1875 fue fundamental: la intervención de Martínez Campos forzó la rendición carlista en Cataluña, Valencia y Aragón. El conflicto se alargó en País Vasco y Navarra hasta 1876. Carlos VII se exilió en Francia y acabó la guerra.
El régimen foral quedó definitivamente abolido, aunque se articuló un sistema de conciertos económicos que otorgaba cierto grado de autonomía fiscal a las provincias vascas.
El fin de la guerra carlista ayudó a terminar con la insurrección cubana (Guerra de los Diez Años, 1868-1878). Como resultado de la acción militar y de la negociación con los insurrectos se firmó la Paz de Zanjón, que incluía: amplia amnistía, abolición de la esclavitud y promesa de reformas políticas y administrativas que permitirían a Cuba tener representantes en las Cortes españolas. El incumplimiento de estas reformas llevaría a la insurrección de 1895.