La Restauración Borbónica en España: De la Dictadura a la Constitución de 1876

El Fin de la I República y el Ascenso de Alfonso XII

En 1874, durante la I República, la inestabilidad política y los desórdenes (guerra carlista, sublevación cantonal) llevaron al general Pavía a disolver el Congreso y establecer una dictadura militar presidida por el general Serrano. Este gobierno frenó el avance carlista, sofocó las revueltas cantonales, anuló la oposición republicana y prohibió las organizaciones obreras. El apoyo al príncipe Alfonso creció a finales de 1874, especialmente entre las clases medias y el ejército. Antonio Cánovas preparó la vuelta del príncipe, logrando la abdicación de Isabel II a favor de su hijo. Tras la firma del Manifiesto de Sandhurst, en el que Alfonso se comprometía a una monarquía constitucional, el pronunciamiento de Martínez Campos y Jovellar en Sagunto precipitó la restauración de la monarquía borbónica con Alfonso XII.

El Gobierno de Cánovas y la Constitución de 1876

Cánovas formó un gobierno de regencia y Alfonso XII fue proclamado rey. Sus primeras medidas incluyeron el nombramiento de nuevos gobernadores y alcaldes, la censura de prensa, el cierre de periódicos republicanos y el restablecimiento del Concordato con la Iglesia. Cánovas diseñó un sistema político basado en el pacto entre élites para asegurar el orden, consolidar la monarquía y apartar a los militares de la política, emulando el bipartidismo británico. En 1876, se promulgó la Constitución que rigió hasta 1923. Esta constitución, de carácter pragmático, era breve y flexible, dejando algunos aspectos, como el sufragio, para ser definidos por cada gobierno. El sufragio universal masculino se estableció en 1890. La Constitución establecía la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, un sistema bicameral, el derecho de veto y suspensión de las Cortes para el rey, y el poder ejecutivo a través del nombramiento de ministros responsables ante las Cámaras. También reconocía la confesionalidad católica del Estado, y los ayuntamientos y diputaciones estaban bajo control gubernamental.

El Sistema Bipartidista: Conservadores y Liberales

El sistema bipartidista se basaba en el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal Fusionista, liderado por Sagasta. Los conservadores, formados por antiguos liberales moderados, alfonsinos y algunos carlistas, defendían la Iglesia, el orden y mostraban escasa preocupación social. Los liberales, con un carácter más reformista, defendían el laicismo, la tolerancia religiosa y una mayor atención a las cuestiones sociales. Otras opciones políticas (republicanos, socialistas, carlistas) quedaron marginadas, aunque con alguna representación parlamentaria.

El Turnismo y la Manipulación Electoral

El reinado de Alfonso XII comenzó con un gobierno conservador (1876-1881), conocido como la “dictadura canovista” por su carácter autoritario y centralizado (restricción de libertades, censura, censo restringido, abolición de los fueros vascos). En 1881, Sagasta exigió al rey la alternancia en el poder, iniciando el turnismo pacífico entre conservadores y liberales basado en la manipulación electoral. El proceso implicaba el nombramiento de un nuevo gobierno, la disolución de las Cortes, la convocatoria de elecciones y la fabricación de resultados (“encasillado”) para asegurar la mayoría al partido designado. El caciquismo, aprovechando el analfabetismo y el control del poder local, se generalizó para asegurar los resultados electorales mediante el intercambio de favores por votos.

El Pacto del Pardo y la Regencia de María Cristina

Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto del Pardo para asegurar la estabilidad de la Restauración. Acordaron apoyar la regencia de María Cristina de Habsburgo, embarazada del futuro Alfonso XIII, consolidar el turnismo y respetar la legislación del gobierno anterior. Durante la regencia, el Partido Liberal (1885-1890) restableció libertades como la de cátedra y asociación, y el sufragio universal masculino. La alternancia continuó en los años siguientes, pero la corrupción política se agravó, acentuada por el asesinato de Cánovas en 1897, la mala gestión gubernamental, el desastre del 98, las crisis sociales y el auge de los nacionalismos.

El Regeneracionismo y el Final de la Restauración

El movimiento regeneracionista, liderado por intelectuales, propuso reformas políticas, electorales y sociales para combatir la corrupción y el atraso. En 1899, el conservador Francisco Silvela intentó aplicar estas reformas, pero las presiones de la oligarquía y las divisiones internas lo impidieron. Sagasta volvió al gobierno en 1901, y en 1902, Alfonso XIII fue proclamado rey. La Restauración, con la Constitución de 1876 y el turnismo, logró una estabilidad política temporal, pero las consecuencias negativas (corrupción, marginación, radicalización) marcaron el futuro de España.