La Restauración Borbónica en España: Estabilidad Política y Desafíos (1875-1923)

La Restauración Borbónica: Un Nuevo Capítulo en la Historia de España

La sociedad, exhausta tras años de incertidumbre y experimentos políticos, abrazó la idea de Cánovas del Castillo: proclamar a Alfonso XII, hijo de Isabel II, y restaurar la monarquía legítima de los Borbones. Los alfonsinos contaron con el respaldo de la burguesía terrateniente, la burguesía catalana, los intereses cubanos, amplios sectores del ejército e incluso el Vaticano, deseoso de un cambio que pusiera fin al anticlericalismo revolucionario.

Cánovas preparó el regreso de Don Alfonso, redactando el 1 de diciembre de 1874 un manifiesto que firmó en Sandhurst, academia militar inglesa. Sin embargo, el general Martínez Campos proclamó a Alfonso XII rey en Sagunto, en un pronunciamiento que contrarió los deseos de Cánovas, quien prefería una restauración por medios legales.

El 15 de enero de 1875, el nuevo rey, con su juventud e inteligencia, ganó la simpatía popular y de la clase política, convirtiéndose en un símbolo de la época.

Fases de la Restauración

La evolución de la Restauración se divide en tres fases:

  • Primera fase: hasta 1885, fecha de la muerte de Alfonso XII.
  • Regencia de María Cristina de Austria: debido a la minoría de edad de Alfonso XIII.
  • Inicio del reinado de Alfonso XIII: en 1902, al alcanzar la mayoría de edad.

En un sentido estricto, solo se puede hablar de Restauración en las dos primeras fases. El sistema canovista entró en crisis hasta su disolución en 1923 con la dictadura de Primo de Rivera.

El Sistema Canovista: Fundamentos

La Restauración, ideada por Cánovas del Castillo, contó con la colaboración de Sagasta, un político pragmático. Cánovas, formado en las filas de la Unión Liberal de O’Donnell, tenía un proyecto claro para la nación. El sistema canovista se basó en los siguientes fundamentos:

  1. Superación de la inestabilidad política: La Restauración buscaba superar la inestabilidad del período anterior y lograr la pacificación social y política del país.
  2. Síntesis entre lo viejo y lo nuevo: Era necesario un equilibrio entre la tradición y los ideales progresistas del Sexenio, a través de una “constitución interna” basada en principios esenciales como la propiedad, la monarquía, la dinastía y el gobierno conjunto del rey con las Cortes. Estos principios eran considerados innegociables.
  3. Sentido de la realidad: La política debía adaptarse a las circunstancias del tiempo y del lugar.
  4. Civilismo frente a militarismo: El poder civil debía ser superior al militar, legitimado por la voluntad nacional expresada a través del sufragio.
  5. Búsqueda de acuerdos y consensos: El “posibilismo canovista” implicaba que todas las fuerzas políticas debían ceder para integrarse en el sistema.
  6. Pacto entre fuerzas políticas: Se buscaba una convivencia pacífica en el seno de una monarquía parlamentaria, fundamentada en una nueva constitución.

La Constitución de 1876

La nueva constitución, de carácter monárquico, fue promulgada el 30 de junio de 1876 y duró hasta 1931. Buscaba un equilibrio entre la moderada de 1845 y la revolucionaria de 1869. Constaba de 89 artículos distribuidos en 13 títulos y dos partes: una declaración de derechos individuales y un mecanismo político para elaborar e imponer la ley.

Los derechos individuales, característicos del liberalismo progresista, incluían la seguridad personal, la inviolabilidad del domicilio y la libertad de residencia. El artículo 18 establecía el principio de soberanía compartida del rey con las Cortes. El rey promulgaba las leyes, disolvía las Cortes y tenía derecho a veto. También se defendía la confesionalidad del Estado, reconociendo la religión católica como oficial, aunque el artículo 11 establecía la libertad de culto.

Las Cortes se estructuraron en dos cámaras: el Congreso y el Senado. Este último estaba integrado por miembros de derecho propio, de nombramiento real y otros elegidos por la Iglesia. Las Cortes discutían y aprobaban las leyes.

La Ley Electoral de 1878 era de tipo censitario, permitiendo votar solo al cinco por ciento de la población. Posteriormente, Sagasta implantó el sufragio universal masculino para mayores de veinticinco años.

Existía un desfase entre la Constitución de 1876 y la realidad de una España mayoritariamente campesina y analfabeta, lo que condujo a un funcionamiento anómalo del sistema, es decir, a una “constitución política efectiva o real”.

Partidos Políticos y Turnismo

Cánovas admiraba el parlamentarismo inglés y buscó un sistema político basado en dos partidos que se alternasen en el poder: los partidos dinásticos. Cánovas configuró su propio partido, el liberal conservador, apoyado por la burguesía industrial y las clases medias urbanas. Sagasta lideró el partido liberal fusionista, clave para el arraigo de la Restauración.

Cánovas y Sagasta se entendieron bien entre sí y con los reyes Alfonso XII y María Cristina. Cánovas aglutinó a los moderados y unionistas, mientras que Sagasta integró a la antigua izquierda progresista. A la derecha y a la izquierda se situaron otras formaciones políticas, como la Unión Católica de Alejandro Pidal y el regionalismo catalán.

Fuera del sistema se encontraban los partidos antidinásticos, como el anarquismo y el socialismo.

El sistema canovista contaba con una amplia base social integrada por la alta burguesía adinerada y terrateniente, la burguesía rural y la pequeña burguesía urbana. El campesinado y el proletariado urbano se mantuvieron inicialmente indiferentes, pero fueron ganados progresivamente por las ideas socialistas y anarquistas. El ejército y la Iglesia también brindaron su apoyo.

El Fraude Electoral y el Caciquismo

El turnismo pacífico entre los partidos conservador y liberal no se basaba en un cambio de opinión popular, sino en un acuerdo mutuo o en el desgaste interno de cada partido. Esto generaba fraude electoral: el partido encargado de formar gobierno y convocar elecciones siempre resultaba ganador.

El ministro de la Gobernación decidía los diputados que serían elegidos por cada distrito (el “encasillado”). El gobernador civil manipulaba las elecciones, comprando votos a los caciques comarcales y municipales, recurriendo al favor popular o utilizando la coacción. Si estas medidas fallaban, se recurría al “pucherazo”, con votos de personas fallecidas o más votos que electores.

El turnismo estaba predeterminado por el acuerdo tácito entre la oligarquía y el caciquismo. La oligarquía, formada por los dirigentes políticos de ambos partidos, estaba estrechamente relacionada con los terratenientes y la burguesía adinerada. A su servicio estaba el cacique, una persona con poder económico en la comarca o pueblo, que lo utilizaba para dominar políticamente a los habitantes de su zona de influencia.

Esta situación evidenciaba el desfase entre la España oficial y la España real. El caciquismo era propio de una sociedad mayoritariamente rural, subdesarrollada y analfabeta, con una fuerte dicotomía entre el campo y la ciudad. A pesar de su corrupción, algunos vieron el caciquismo como la única práctica natural capaz de articular políticamente el Estado decimonónico, enlazando las oligarquías nacionales con los caciques comarcales y locales.

El turnismo dio estabilidad a la vida política. En 1885, tras la muerte de Alfonso XII, el Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta aseguró la continuidad del sistema mediante la regencia de María Cristina.

El caciquismo y la farsa electoral eran inmorales y contenían el germen de la crisis del sistema. A partir de 1898, fueron señalados como uno de los males de la patria.

El sistema del encasillado propiciaba la imposición de diputados “cuneros” (no nacidos en el distrito), que no se preocupaban por la realidad socioeconómica de sus representados, y fomentaba el enchufismo, el padrinazgo y la subordinación. La corrupción se convirtió en una práctica normal en todos los ámbitos y niveles de la sociedad.

Política Interior y Pacificación Social

La pacificación social fue el objetivo principal de la política interior durante el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina. Cánovas buscó un consenso con la Iglesia y el ejército.

El ejército y el trono se reconciliaron. Alfonso XII fue un rey soldado que asumió el espíritu y la jefatura del ejército, marcando la pauta para sus sucesores. El ejército abandonó la práctica del pronunciamiento, se retiró a sus cuarteles y se profesionalizó.

La Iglesia y el Estado también se reconciliaron. Al restablecerse la confesionalidad del Estado, la Iglesia recuperó su antiguo prestigio e influencia, sobre todo en el ámbito de la enseñanza. Cánovas permitió la libertad de cultos, y otras confesiones religiosas pudieron establecerse en el país. No obstante, no faltaron las fricciones y el anticlericalismo.

Las empresas fundamentales del sistema canovista fueron la terminación de las guerras carlistas y la pacificación de Cuba. La primera se consiguió mediante la concesión de amnistía y el olvido del pasado. La pacificación de Cuba, en guerra desde 1868, fue lograda por Martínez Campos en 1878 mediante el Convenio de Zanjón, que otorgaba los mismos derechos a los ciudadanos cubanos que a los españoles.

Problemas Políticos y Sociales

Entre los problemas políticos planteados al sistema de la Restauración canovista, destacan la pervivencia del republicanismo, la maduración del movimiento obrero y el nacimiento e intensificación de las corrientes regionalistas y nacionalistas.

El Republicanismo

El republicanismo quedó debilitado, fragmentado y sumido en una intensa crisis. Se dividió en varias familias: posibilista, federalista, progresista y radical, todas ellas polarizadas en torno a las figuras de los cuatro ex presidentes de la Primera República y Ruiz Zorrilla.

El Movimiento Obrero

En la lucha por mejorar sus condiciones de vida, obreros y campesinos se vieron atraídos por el anarquismo y el socialismo, considerando útiles el asociacionismo, la huelga y la acción colectiva. El movimiento obrero se dividió en dos tendencias: la anarquista, seguidora de Bakunin, y la socialista, seguidora de Marx.

La tendencia socialista, dirigida por Pablo Iglesias, se consolidó tras la fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879. El socialismo arraigó mejor en los centros urbanos y en las zonas mineras e industriales. El anarquismo gozó de simpatías entre los obreros y los campesinos, dominando en Cataluña y Cádiz.

Los socialistas fundaron su agrupación sindical, la Unión General de Trabajadores (UGT). El anarquismo fundaría la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y, más tarde, la Federación Anarquista Ibérica (FAI). El anarquismo andaluz se organizó en la sociedad clandestina “Mano Negra”, que cometió asesinatos en la lucha por los derechos de los obreros. Barcelona fue una de las principales sedes del anarquismo y centro de numerosos atentados terroristas, como el ataque con bombas al Liceo barcelonés y el asesinato de Cánovas.

La doctrina social de Iglesias rechazaba la lucha de clases y aceptaba la propiedad privada.

Regionalismos y Nacionalismos

La irrupción de los regionalismos y nacionalismos es uno de los hechos más característicos del período de la Restauración y uno de los fenómenos más importantes del siglo XX español. Sus causas residen en la importancia de sus raíces culturales, lingüísticas, históricas, económicas y políticas. Los nacionalismos suponen una reacción frente al centralismo liberal y una defensa de sus peculiaridades como pueblo. Planteaban una nueva forma de ver España: frente a la España unitaria y uninacional, defendían una España diversa y multinacional.

El Nacionalismo Catalán

El nacionalismo catalán tuvo sus raíces en la Renaixença, un movimiento literario de mediados del siglo XIX que proclamaba el renacimiento de la lengua y la cultura vernáculas. (Orígenes del nacionalismo catalán del carlismo y del federalismo).

Posteriormente, el movimiento nacionalista adquirió un carácter más popular y político, gracias a la proclamación de las Bases de Manresa, por Prat de la Riba.

Relacionado con la Renaixença está también el modernismo, como ejemplifica la arquitectura de Gaudí.

Valentí Almirall (creador del catalanismo moderno) y otros desarrollaron corrientes nacionalistas más radicales, como la encabezada por Prat de la Riba, que desembocaron en un claro separatismo liderado por Francesc Maciá.

El Nacionalismo Vasco

El nacionalismo vasco fue menos importante que el catalán en sus inicios, siendo católico y muy conservador.

En 1894 se fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), contrario al liberalismo, al socialismo y a lo que significaba España, bajo la dirección de Sabino Arana (antiespañol), con el apoyo del clero, el campesinado y la pequeña burguesía.

El Nacionalismo Andaluz

Más tardío fue el nacionalismo andaluz, liderado por Blas Infante, con una ideología de acusada sensibilidad social y carácter no separatista.