La Restauración Borbónica y el Sistema Canovista: Oligarquía y Caciquismo en Andalucía
La Restauración se desarrolló entre 1875 y 1923, un periodo de gran estabilidad gracias a la victoria sobre los Carlistas en 1876, la inactividad del ejército, la tendencia europea hacia la estabilidad política y el aumento de instrumentos del poder estatal para controlar la sociedad: burocracia, armamento y comunicaciones (telégrafo y ferrocarril). Además, la Restauración supuso un avance democrático con el sufragio universal en 1890. Sin embargo, entró en crisis a partir de 1898, prolongándose hasta 1923 con la Dictadura de Primo de Rivera.
A. La Monarquía Restaurada: Alfonso XII, Rey
La sociedad española, cansada de las tensiones políticas del Sexenio Democrático, apoyó la restauración de la monarquía borbónica bajo Alfonso XII, hijo de Isabel II. Antonio Cánovas del Castillo fue el principal impulsor de esta idea, obteniendo el apoyo de la burguesía terrateniente, la burguesía industrial catalana, el Ejército y la Iglesia. En 1874, Alfonso XII proclamó su regreso mediante un manifiesto firmado en Sandhurst, pero la restauración fue acelerada por un golpe militar en la Plana de Sagunto, liderado por el general Martínez Campos.
El sistema de la Restauración, iniciado en 1875 con Alfonso XII, buscó estabilizar España tras el Sexenio Revolucionario. Cánovas desempeñó un papel clave en la pacificación de los carlistas y, más tarde, de Cuba.
La restauración se dividió en tres fases: la primera (1875-1885) con Alfonso XII; la segunda (1885-1902) con la regencia de María Cristina, viuda de Alfonso XII, durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII; y la tercera (1902-1923), cuando Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad, pero el sistema empezó a desmoronarse, especialmente tras la Guerra de Cuba, colapsando en 1923 con la dictadura de Primo de Rivera y el fin de la monarquía en 1931.
B. Los Fundamentos Doctrinales de la Restauración
- Restauración y pacificación: Cánovas no solo buscaba la vuelta de la dinastía borbónica, sino también la superación de la inestabilidad del periodo anterior, con el objetivo de lograr la pacificación social y política de España.
- Síntesis entre lo antiguo y lo nuevo: Combinación entre los principios históricos y tradicionales del país, lo que él llamaba la “constitución interna”, y los ideales progresistas del Sexenio. Incluía principios como la libertad, la propiedad, la monarquía y la cooperación entre el rey y las Cortes.
- Realismo y pragmatismo: Cánovas consideraba que la política debía ser adaptada a las circunstancias del momento, utilizando un enfoque pragmático que consideraba “el arte de lo posible”.
- Civilismo frente a militarismo: Cánovas defendía que el poder civil debía prevalecer sobre el militar, ya que solo el primero tiene la legitimidad derivada de la voluntad nacional expresada a través del sufragio.
- Posibilismo y consenso: Se oponía a posturas irreconciliables y favorecía la búsqueda de acuerdos (o consensos). Creía que era posible reconocer los derechos del adversario político, integrando a todos en el sistema.
- Pacto y convivencia pacífica: El sistema canovista requería un pacto entre todas las fuerzas políticas, sustentado en una nueva Constitución ampliamente consensuada, que permitiera la convivencia en una monarquía parlamentaria.
C. La Constitución Monárquica de 1876: Análisis y Valoración
La Constitución de 1876 fue redactada por una Comisión de Notables presidida por Luis Mayans y aprobada en las Cortes constituyentes el 15 de febrero de 1876. Esta Constitución fue un equilibrio entre la moderada de 1845 y la progresista de 1869 y reguló la vida política de España durante más de 50 años.
Análisis de la Constitución de 1876 – Resumen
- Derechos Individuales: La Constitución reconoció los derechos fundamentales del liberalismo progresista, tales como la seguridad personal, la inviolabilidad del domicilio, y las libertades de residencia, expresión, enseñanza y conciencia.
- Soberanía Compartida: El sistema de soberanía compartida se basaba en el reparto de poder entre el Rey y las Cortes. El monarca era inviolable, con facultades como sancionar y promulgar leyes, convocar y disolver las Cortes, ejercer el derecho de veto y nombrar senadores y ministros. Los ministros eran responsables ante las Cortes.
- Sistema de Representación:
- Congreso de los Diputados: Compuesto por al menos un diputado por cada 50,000 habitantes, elegido por un sufragio censitario.
- Senado: Con tres tipos de senadores: por derecho propio, vitalicios designados por el Rey, y elegidos por corporaciones o contribuyentes destacados.
- Ley Electoral de 1878: Introdujo un sistema censitario (limitado a un 5% de la población). En 1890, Sagasta implementó el sufragio universal masculino, aunque controlado por el caciquismo.
- Partidos Políticos y Bipartidismo: Aunque todos los partidos podían participar, se consolidó un sistema bipartidista con alternancia entre el Partido Conservador y el Partido Liberal.
- La Corona: El Rey alcanzaba la mayoría de edad a los 16 años, conservando el poder ejecutivo. Su figura era sagrada e inviolable, y la responsabilidad recaía sobre los ministros.
- Unidad de Códigos y Centralismo: Se suprimieron los fueros vascos y se centralizó el sistema legal, creando una legislación única para todo el país. La relación con los territorios vascos se reguló por los conciertos económicos.
- Relación Iglesia-Estado: La religión católica fue proclamada oficial del Estado, aunque se permitió la libertad de culto. El Estado apoyaba a la Iglesia, manteniendo el culto y a los ministros del clero.
D. Los Partidos Políticos
Cánovas del Castillo, inspirado en el parlamentarismo inglés, diseñó un sistema bipartidista para España, basado en la alternancia en el poder entre dos partidos, ambos dinásticos y respetuosos con la Constitución. Esto permitió una estabilidad política que duró gran parte de la Restauración.
- Partido Conservador:
- Ideología: Basado en el liberalismo doctrinario (moderados y unionistas), la soberanía compartida, el sufragio censitario, la confesionalidad del Estado, el proteccionismo económico y restricciones a la libertad de prensa.
- Apoyo: Principalmente de las clases altas, la aristocracia, terratenientes, y sectores católicos, que querían poner fin a las desamortizaciones.
- Líderes: Cánovas del Castillo fue la figura clave durante muchos años, consolidando la paz política con el apoyo del monarca.
- Partido Liberal:
- Ideología: Representaba a los antiguos progresistas y demócratas más moderados. Defendía el sufragio universal masculino, el librecambismo y los principios liberales de libertad de prensa, libertad de cultos, y derecho de asociación.
- Apoyo: Contaba con el apoyo de la burguesía industrial y las clases medias urbanas.
- Líderes: Sagasta fue el líder más destacado, con un enfoque más moderado hacia la soberanía nacional y la facultad moderadora de la Corona.
Ambos partidos, aunque con diferencias ideológicas menores, se alternaban en el poder de manera precisa y regular, contribuyendo a la estabilidad política durante la Restauración.
Evolución política:
Cambio generacional: A partir de la mayoría de edad de Alfonso XIII (1902), el sistema político comenzó a enfrentar dificultades. Con la muerte de figuras clave como Cánovas, Sagasta y Silvela, surgieron nuevos líderes:
- Maura en el Partido Conservador, sucediendo a Silvela.
- Canalejas en el Partido Liberal, sucediendo a Sagasta.
Este cambio generacional marcó el comienzo de una crisis política que desembocaría en la Dictadura de Primo de Rivera.
Apoyo social e institucional:
El sistema canovista contaba con el apoyo de la alta burguesía, terratenientes, y una burguesía rural y urbana. La Iglesia recuperó su influencia con la confesionalidad del Estado, y el ejército también fue clave, dejando atrás el golpismo militar.
Alfonso XII se destacó por su identificación con el ejército y su enfoque moderado, lo que favoreció la pacificación social y el consenso político.
Alfonso XIII:
A diferencia de sus predecesores, Alfonso XIII mostró un gran interés en la política activa, a veces sobrepasando los límites constitucionales. Su tendencia a afirmarse como jefe supremo del ejército también marcó un punto de inflexión en la Restauración, que eventualmente contribuiría a la crisis política del sistema.
E. La Mecánica del Turnismo Pacífico
En el sistema de la Restauración, el turnismo pacífico se basaba en la alternancia entre los partidos Conservador y Liberal, aunque sin reflejar necesariamente la voluntad popular, sino acuerdos entre las élites políticas.
Funcionamiento teórico y real del turnismo:
Teóricamente, para gobernar, un partido debía obtener la confianza tanto de las Cortes como de la Corona mediante elecciones libres. Sin embargo, en la práctica, el cambio de poder no dependía de la opinión del electorado, sino de acuerdos entre partidos o del desgaste interno de uno de ellos.
Procedimiento electoral bajo el turnismo:
- Nombramiento del presidente: El rey elegía al presidente de uno de los partidos en crisis política para formar un nuevo gobierno.
- Convocatoria de elecciones: El presidente convocaba elecciones, pero el proceso ya estaba manipulado desde el principio.
- Encasillado: El ministro de la Gobernación elegía previamente a los candidatos ganadores en cada distrito.
- Caciquismo: Los caciques (figuras locales de poder) manipulaban los resultados electorales mediante favores, amenazas, coacciones y compra de votos.
Fraude electoral:
- Pucherazo: Consistía en la falsificación de votos, como introducir papeletas falsas o contar votos de muertos.
- Coacción y violencia: Se recurría a la intimidación y violencia para garantizar la victoria del partido en el poder.
La oligarquía y el caciquismo:
El sistema de turnismo se mantenía gracias a una oligarquía vinculada a terratenientes y burgueses, quienes estaban al servicio de los caciques. Estos manipulaban a las masas rurales, mayoritariamente analfabetas, para mantener el control político. El sistema se veía como una forma pragmática de integrar a una población con escasa participación política real.
Desfase entre la España oficial y la España real:
La España oficial seguía la legalidad constitucional, pero la España real estaba dominada por oligarquías y caciquismo, evidenciando el desajuste entre los ideales constitucionales y la política real, donde la mayoría de la población, especialmente rural, no tenía influencia.
Caciquismo y Oligarquía:
En España, el caciquismo consistía en el control de un pequeño grupo de poderosos (los caciques) sobre un gran número de votantes, a pesar de la aprobación del sufragio universal masculino. Estas prácticas corruptas persistieron hasta el siglo XX, ayudando a consolidar un bipartidismo que, aunque aparentemente democrático, no lo era. Aunque el turnismo entre partidos proporcionó estabilidad, marginó a las fuerzas opositoras.
La crisis de 1898 reveló el caciquismo como un mal del sistema político. Este fenómeno fue más fuerte en Andalucía, donde el analfabetismo y la incultura favorecieron su expansión. Había diferentes tipos de políticos: el cunero (extranjero al distrito), el notable (figura influyente local) y el cacique (líder local con gran poder). Con el tiempo, el sistema perdió fuerza, especialmente cuando los votantes se volvieron más instruidos en las ciudades. Hacia 1910, los opositores comenzaron a ganar en elecciones municipales y generales.
Fuerzas Políticas Marginadas:
Durante la Restauración, los republicanos, carlistas, socialistas y nacionalistas fueron marginados y no lograron una representación significativa en el gobierno. Los republicanos se dividieron tras el fracaso del Sexenio Democrático, y no tendrían fuerza real hasta bien entrado el siglo XX. El anarquismo se fortaleció entre obreros y campesinos, especialmente en Cataluña y Andalucía, con acciones directas como la Mano Negra en Cádiz. A finales del siglo XIX, el movimiento obrero se consolidó con la Ley de Asociaciones (1887) y el Sufragio Universal (1890), fundando la UGT (1888) y, más tarde, la CNT (1911) y la FAI. En cuanto al Carlismo, su propuesta se adaptó al nuevo orden liberal-capitalista, pero mantuvo principios como el foralismo. El regionalismo también ganó fuerza, destacando en Cataluña con la Lliga Regionalista y en el País Vasco con el Partido Nacionalista Vasco de Sabino Arana, mientras que el regionalismo gallego fue más débil y tardío.
La Caída del Imperio Colonial y la Crisis del 98
A. El Contexto Histórico Internacional de la España de la Restauración
Durante la Restauración, España vivió en una época de relativa paz en Europa, conocida como la “Gran Paz”. Esta fase coincidió con la expansión del colonialismo y la Revolución Industrial, especialmente en Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos. Mientras Europa se enfocaba en África y Asia, Estados Unidos puso su atención en las últimas colonias de España: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
B. La Crisis del 98: Un Problema Exterior con Repercusiones Internas
A finales del siglo XIX, España enfrentó una crisis profunda. Fue una crisis de tres frentes:
- Crisis económica: Entre 1876 y 1886 hubo una expansión económica en España, pero a partir de 1886 comenzó una crisis económica que se reflejó en inflación, devaluación de la moneda y disminución del comercio exterior.
- Crisis social: La crisis económica provocó un aumento del desempleo, huelgas y movimientos anarquistas.
Causas del Levantamiento en Cuba y Filipinas
El malestar en Cuba comenzó con el “Grito de Yara” en 1868, lo que resultó en la Paz de Zanjón (1878). Sin embargo, España no cumplió con las promesas hechas, lo que llevó a un segundo levantamiento en 1895, conocido como el “Grito de Baire”. Cuba se encaminaba hacia la independencia, y la incapacidad de España para manejar el conflicto se hizo evidente. Las causas de esta situación incluyen:
- Incumplimiento de acuerdos: España no cumplió con lo pactado en la Paz de Zanjón de 1878, lo que causó descontento entre los criollos cubanos.
- Imposibilidad económica: España no pudo absorber completamente los productos cubanos, lo que llevó a que los cubanos se sintieran atraídos por Estados Unidos, que veía a Cuba como un mercado potencial.
- Intervención estadounidense: Estados Unidos apoyó a los insurrectos cubanos, inicialmente desde una posición económica y luego participando directamente en la guerra contra España.
- Falta de soluciones políticas: Los proyectos de autonomía para Cuba fueron bloqueados por los terratenientes y políticos españoles.
- Sentimiento patriótico creciente: En Cuba y Filipinas, el sentimiento nacionalista se intensificó, apoyado en gran medida por los intereses de Estados Unidos.
Este conjunto de factores culminó en la pérdida del último imperio colonial de España, marcando el fin de su poder imperial.
El Desarrollo del Conflicto contra los Independentistas Cubanos y Filipinos
Cuba: La guerra de independencia cubana se convirtió en el principal desafío para el gobierno conservador de Cánovas. La sublevación cubana comenzó en 1895, dirigida por Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí, apoyada principalmente por el campesinado y la burguesía criolla. Utilizaron tácticas de guerra de guerrillas. Inicialmente, Cánovas intentó negociar con los rebeldes enviando al general Martínez Campos, pero al no obtener resultados, lo reemplazó por el general Valeriano Weyler, quien implementó una política de guerra total: fortificaciones, reconcentración de la población y destrucción de recursos para aislar a los insurgentes. Aunque las medidas redujeron la resistencia, no lograron derrotar a los rebeldes. Las duras condiciones provocaron muchas muertes entre los civiles, lo que generó protestas internacionales, especialmente de Estados Unidos.
Estados Unidos comenzó a involucrarse más activamente en el conflicto, primero solicitando mediación y autonomía para Cuba, pero al ser rechazado, la situación escaló. Cuando William McKinley asumió la presidencia en 1897, Estados Unidos presionó más, y la explosión accidental del acorazado Maine en febrero de 1898 sirvió como excusa para que Estados Unidos declarara la guerra a España. Esto convirtió a Estados Unidos en aliado de los rebeldes cubanos, pero bajo su control, llevando a una guerra abierta.
Filipinas: En Filipinas, el levantamiento independentista también comenzó en 1896, alimentado por el descontento con la administración colonial española, especialmente por la corrupción y la falta de respuesta a las demandas autonomistas. Líderes como José Rizal y Emilio Aguinaldo encabezaron el movimiento, que se intensificó después de la ejecución de Rizal.
Inicialmente, España optó por una respuesta dura bajo el general Polavieja, quien ejecutó a Rizal, pero no pudo sofocar la rebelión. Posteriormente, el general Fernando Primo de Rivera, más moderado, firmó un acuerdo de paz con Aguinaldo en 1897, deteniendo temporalmente el conflicto.
Sin embargo, la situación se complicó aún más con la intervención estadounidense, que también aspiraba a expandir su influencia en Filipinas.
La Guerra contra Estados Unidos
La guerra contra Estados Unidos, que estalló en 1898, fue recibida en España con un gran entusiasmo patriótico, alimentado por el gobierno y la prensa, que confiaban en la posibilidad de ganar a pesar de la superioridad industrial estadounidense. Sin embargo, España no estaba preparada para un conflicto de tal magnitud y con dos frentes distantes: Filipinas en el Pacífico y Cuba en el Atlántico.
Filipinas: Los primeros combates ocurrieron en Filipinas, donde la escuadra estadounidense, comandada por el comodoro Dewey, derrotó rápidamente a la flota española del almirante Montojo en la batalla de Cavite el 1 de mayo de 1898. Los españoles se vieron obligados a rendirse en Manila el 14 de agosto, mientras Filipinas se sublevaron bajo el liderazgo de Emilio Aguinaldo.
Cuba y Puerto Rico: En el Atlántico, la escuadra española al mando del almirante Cervera fue bloqueada en Santiago de Cuba por la flota estadounidense.
Después de una serie de enfrentamientos, la escuadra española fue destruida el 3 de julio, y poco después Santiago de Cuba y La Habana capitularon. A pesar de los intentos de España de solicitar un armisticio, los estadounidenses ocuparon Puerto Rico el 25 de julio y Manila el 14 de agosto, poniendo fin a la guerra.
Tratado de París
La guerra terminó con la firma del Tratado de París en diciembre de 1898, en el que España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares. Las posesiones restantes fueron vendidas a Alemania. Con este tratado, España perdió su último imperio ultramarino. Las bajas españolas se estimaron en 120.000 personas, la mayoría por enfermedades tropicales, y los costos de la guerra fueron de 2.000 millones de pesetas. Además, la guerra afectó gravemente la economía española, con un aumento de precios del 28% y el paro de la industria catalana. Estados Unidos, por su parte, consolidó su dominio en el Caribe y se introdujo en el mercado asiático.
La Crisis del 98 y sus Efectos
La derrota en la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, marcada por la rápida rendición de España y la pérdida de sus últimas colonias, tuvo un impacto profundo en la sociedad española, generando una crisis de conciencia que afectó a todos los sectores del país.
La Generación del 98 fue la respuesta intelectual a este desastre, compuesta por escritores como Unamuno, Baroja, Azorín y Maeztu, quienes se centraron en la necesidad de modernizar España y regenerarla, criticando los problemas derivados de la oligarquía y el caciquismo. Su influencia fue notable en los políticos de la Restauración, como Silvela, Maura y Canalejas, que trataron de impulsar reformas.
Efectos de la crisis
- Cambio de estatus internacional: España pasó de ser una potencia mundial a una pequeña potencia regional. Esto impulsó su interés en el Mediterráneo y en la “aventura africanista” en Marruecos en el siglo XX.
- Nueva mentalidad cultural: Se dio inicio a la Edad de Plata de la cultura española, con figuras como Menéndez Pidal, Azorín y Valle-Inclán, enfocándose en los problemas nacionales de España.
- Surgimiento de los nacionalismos: Especialmente el catalán y el vasco, que tomaron fuerza como alternativas al nacionalismo español tras la pérdida del imperio.
- Antimilitarismo: El sistema de reclutamiento injusto, que recaía sobre las clases populares, y los sufrimientos de la guerra, fomentaron un creciente antimilitarismo.
- Repensamiento del republicanismo y agitación obrera: El republicanismo experimentó un resurgimiento, al igual que el movimiento obrero, lo que provocó un deterioro del orden público.
- Renacimiento del militarismo: El ejército, que había sido derrotado, pasó a considerarse garante de la unidad nacional y de la paz social.
- Crítica a los gobernantes: A pesar de la crítica feroz, el sistema político de la Restauración sobrevivió, aunque debilitado.
- Secularización y anticlericalismo: Hubo un fuerte aumento del anticlericalismo, culminando en eventos como la Semana Trágica (1909) y la Guerra Civil (1936-1939).
- Cambio económico: Tras la guerra, un gran flujo de capital retornó a España, proveniente de los españoles en Cuba y Estados Unidos, lo que contribuyó al desarrollo de sectores industriales clave, como el acero, la química, la energía eléctrica y la maquinaria.
- Débil estabilidad política: La derrota en la guerra debilitó aún más el régimen de la Restauración, que resistiría hasta la Dictadura de Primo de Rivera. La pérdida de las últimas colonias también contribuyó a la neutralidad de España en las dos guerras mundiales del siglo XX.
Además, la crisis del 98 no fue exclusiva de España; Francia y Portugal también vivieron sus propias humillaciones coloniales, como el “98 francés” tras la crisis de Fachoda y el “98 portugués” por la disputa con Gran Bretaña en África.
El Auge de la Restauración (1875-1902)
Este periodo abarca desde la caída de la I República en 1874 hasta la proclamación de Alfonso XIII como rey en 1902. La Restauración de la monarquía borbónica se inició con el regreso al trono de Alfonso XII en 1875 y la implantación de un sistema político liberal ideado por Cánovas, conocido como el sistema canovista. Este sistema se estableció tras la inestabilidad política vivida durante el Sexenio Democrático, y supuso la creación de un sistema político más estable basado en el bipartidismo y el turnismo pacífico, que se sostenía en prácticas como el falseamiento electoral y el caciquismo.
Este periodo se puede dividir en dos grandes etapas: el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la Regencia de María Cristina (1885-1902). Durante estas dos fases, el turnismo entre los dos principales partidos (el Conservador y el Liberal) se mantuvo con regularidad, pero comenzó a mostrar signos de crisis a partir de 1898, a raíz de los efectos de la derrota en la Guerra Hispano-Estadounidense, que erosionaron la base de los partidos dinásticos.
La Monarquía Restaurada: Reinado de Alfonso XII (1875-1885)
Tras el golpe de Estado del general Pavía en enero de 1874, el general Serrano asumió el poder, marcando el final de la I República. El malestar de la sociedad española por la inestabilidad del Sexenio Revolucionario fue aprovechado por Antonio Cánovas del Castillo para preparar el regreso de la monarquía borbónica con Alfonso XII, hijo de Isabel II.
La restauración contó con el apoyo de la burguesía terrateniente e industrial, así como de amplios sectores del Ejército y la Iglesia, deseosos de poner fin al anticlericalismo republicano.
Cánovas redactó el Manifiesto de Sandhurst en diciembre de 1874, donde Alfonso XII anunciaba un programa político que defendía una monarquía constitucional liberal, el catolicismo y el orden social. Aunque Cánovas esperaba que las Cortes Generales aceptaran la restauración, los acontecimientos se aceleraron cuando el general Arsenio Martínez Campos proclamó a Alfonso XII como rey en Sagunto el 29 de diciembre. El 31 de diciembre se formó un gobierno-regencia encabezado por Cánovas, y el 15 de enero de 1875 Alfonso XII hizo su entrada triunfal en Madrid, ganándose rápidamente el favor popular.
Durante su reinado, entre 1876 y 1898, se celebraron diez elecciones, de las cuales seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales.
Gobierno del Partido Conservador de Cánovas (1875-1881)
Cánovas consolidó la monarquía y redactó la nueva Constitución de 1876, que permitió la alternancia de partidos políticos, poniendo fin a los pronunciamientos y las intervenciones militares. Durante este periodo, centró sus esfuerzos en consolidar el régimen mediante una política de control y centralización, lo que resultó en la Ley Electoral de 1878, que impuso el sufragio censitario y la ilegalización del movimiento obrero.
Otro de sus principales objetivos fue pacificar el país. Para ello, logró un consenso con el Ejército y la Iglesia, y puso fin a los conflictos bélicos heredados del Sexenio Democrático, como la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba. Tras las disputas del Sexenio, Alfonso XII se alineó con el Ejército y asumió la jefatura de este, marcando la pauta para sus sucesores. El Ejército dejó de recurrir al pronunciamiento y se profesionalizó, lo que permitió que el poder civil se impusiera sobre el poder militar.
La reconciliación entre la Iglesia y el Estado fue otro de los logros del periodo, restableciendo la confesionalidad del Estado, lo que permitió a la Iglesia recuperar su influencia, especialmente en la enseñanza. No obstante, las tensiones anticlericales aumentaron en algunos momentos.
Con respecto al conflicto carlista, el cansancio de la guerra y la autoridad del nuevo régimen, junto con una importante campaña militar, llevaron a la derrota de los carlistas y la huida de Carlos VII a Francia en 1876.
Ese mismo año, se abolieron definitivamente los fueros vascos, unificando así la administración con el resto del Estado, y sometiendo a los vascos al pago de impuestos y al servicio militar. No obstante, las provincias vascas continuaron con una cierta autonomía fiscal a través del sistema de Conciertos Económicos, que permitió que las Diputaciones Provinciales recaudaran impuestos y entregaran una cuota fija al Estado central, un sistema que sigue vigente hoy en día.
El fin de la guerra carlista permitió también concluir la guerra en Cuba. Con la llegada de refuerzos militares, la actividad bélica se intensificó y, junto con las negociaciones del general Martínez Campos, se alcanzó la Paz de Zanjón en 1878. Esta paz incluyó una amnistía, la abolición de la esclavitud (definitivamente en 1888) y un compromiso de reformas administrativas que permitirían la participación de Cuba en el gobierno español, con diputados cubanos en las Cortes. Sin embargo, el incumplimiento de estas reformas llevó a la “Guerra Chiquita” en 1879 y, posteriormente, a la insurrección de 1895, que resultó en la independencia de Cuba en 1898, un proceso favorecido por la política exterior de aislamiento iniciada por Cánovas.
Gobierno del Partido Liberal de Sagasta (1881-1883)
El turnismo se inicia en 1881 con el gobierno de Sagasta, quien comienza una serie de reformas enfocadas principalmente en la libertad de prensa, de reunión y de expresión.
Gobierno del Partido Conservador de Cánovas (1883-1885)
Los conservadores enfrentaron la temprana muerte de Alfonso XII, con su esposa, María Cristina, embarazada. La falta de un heredero varón (pues los reyes solo tenían dos hijas) generó el temor de un nuevo levantamiento carlista por el trono. Además, se temía por la continuidad de la alternancia de los partidos dinásticos en el poder.
La Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902)
Gobierno largo del Partido Liberal de Sagasta (1885-1891)
Con la muerte de Alfonso XII y la posible inestabilidad, Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto de El Pardo en 1885. Este acuerdo consolidó el turnismo, con María Cristina asumiendo la regencia hasta que Alfonso XIII alcanzara la mayoría de edad. En este contexto, Cánovas cedió el gobierno a Sagasta.
Durante este tiempo, Sagasta impulsó varias reformas que reflejaban su programa político:
- Ley de Asociaciones (1887): Permitió la legalización de partidos y sindicatos obreros (como el PSOE y la UGT).
- Abolición de la esclavitud (1888).
- Sufragio universal masculino (1890): Se amplió el censo electoral de 800,000 a 5,000,000 de votantes. No obstante, esta democratización fue limitada debido al sistema de control electoral (caciquismo y turnismo).
Alternancia de Gobiernos Conservadores y Liberales (1891-1902)
La alternancia entre liberales y conservadores continuó. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, Sagasta gobernó hasta 1902, enfrentando el desastre de 1898. En ese año, España perdió sus últimas colonias (Cuba, Filipinas, Puerto Rico y otras islas del Pacífico) tras la derrota en la guerra con Estados Unidos, lo que supuso un fuerte golpe a la conciencia nacional. Este evento generó el regeneracionismo, un movimiento que criticaba el funcionamiento corrupto del turnismo y abogaba por la necesidad de un cambio en el sistema. Esta influencia afectó tanto a los políticos conservadores (como Silvela y Maura) como a los liberales (como Canalejas).