La Restauración Borbónica
Los conservadores españoles recibieron con satisfacción la Restauración de la dinastía borbónica porque esperaban que la nueva monarquía volvería a la estabilidad política y pondría fin a cualquier intento de revolución democrática y social. Cánovas no buscaba el retorno a los tiempos de Isabel II, sino un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo, el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reino Isabelino, el intervencionismo de los militares en la política y la proliferación de enfrentamientos civiles.
La Constitución de 1879
La Constitución elaborada en 1876 es una muestra clara del liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las cortes y el rey. Se trataba de una constitución de carácter claramente conservador e inspirada en la monarquía, la religión y la propiedad. Consideraba la monarquía como una institución superior, permanente y al margen de cualquier decisión política. Constituía un poder moderador que debía ejercer como árbitro. Estableció la soberanía compartida y el monarca tenía los poderes: derecho de voto, nombramiento de ministros y potestad de convocar las cortes, suspenderlas o disolverlas sin contar con el gobierno.
Las cortes eran bicamerales y se componían de Senado y Congreso de los diputados. La constitución no fijaba el tipo de sufragio, pero una ley de 1878 estableció el voto censitario.
La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado y toleraba otras creencias siempre que no se hiciera manifestación pública.
Bipartidismo y turno pacífico
Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia de poder de los dos grandes partidos, el conservador y el liberal que renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno, conocidos como partidos dinásticos que pretendían reunir en su seno todas las fuerzas políticas que aceptaban la monarquía alfonsina. Se aceptaba que habría un turno pacífico de partidos que garantizaba la estabilidad institucional.
Fin de los conflictos bélicos
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana.
El Desastre del 98
Una crisis política y moral
Tras la derrota en la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana y la pérdida de las colonias en América y Asia (Puerto Rico, Filipinas y Guam), cedidos a Estados Unidos, que se convertiría en potencia colonial, España entró en una época de crisis conocida como La crisis del sistema político, y en parte, de la sociedad y de la cultura españolas se había anunciado ya desde antes y el desastre se convirtió en la primera gran crisis del sistema político de la Restauración.
El regeneracionismo
Los intelectuales de la época hicieron darse cuenta que había que fomentar la riqueza del país (cultura, Ciencia y enseñanza), y la iglesia tenía demasiada influencia dentro del país, y los intelectuales propusieron una solución al problema del país, el regeneracionismo.
Entonces estos lo resumieron todo en dos conceptos; la escuela para dejar de ser unos incultos y analfabetos, y la despensa para poder rebastir con alimentos a toda la población.
El máximo impulsor de estos dos conceptos fue Joaquín Costa quien defendió la necesidad de cerrar el sepulcro de El Cid, y mejoró la situación del campo español y elevar el nivel educativo y cultural del país.
Además todo esto se impulsa con la Generación del 98 (Machado, Pio Baroja, entre otros) los quien con sus pesimismo llegaron a crear un impulso más revulsivo en el regeneracionismo.
El fin de una época
El desastre de 1989 significó el fin del sistema de la Restauración como ‘había diseñado Cánovas y el surgimiento de una nueva generación de políticos, intelectuales, hombres de ciencia activistas sociales y empresarios, que empezaron a actuar en el nuevo reinado de Alfonso XIII.
La política regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos tras la crisis del 98 no consiguió las profundas reformas anunciadas, sino que se limitó a dejar que el sistema continuara funcionando con unos cambios mínimos.
Delante de un antimilitarismo creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares se inclinaron hacia posturas más autoritarias e intransigentes, convencidos de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y la corrupción de los políticos.