La Restauración Monárquica en España (1875-1931)

Podemos dividir la Restauración en dos períodos:

  1. 1875-1902, coincidente con el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina de Habsburgo, esposa de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Es el período de formación y máximo desarrollo del sistema ideado por Cánovas del Castillo.
  2. 1902-1931, coincidente con el reinado de Alfonso XIII. Es el periodo de crisis del sistema canovista, que caerá con la proclamación de la Segunda República.

Características y Funcionamiento del Sistema Canovista

El personaje clave del momento fue Antonio Cánovas del Castillo, ideólogo del complejo sistema político que duraría medio siglo.

Realmente se trataba de un sistema que pretendía acabar con los excesos llevados a cabo durante el sexenio democrático.

1.1 El sistema canovista: La Constitución de 1876 y el turno de partidos

El sistema político de la Restauración está absolutamente ligado a la figura de Antonio Cánovas del Castillo. Antiguo ministro de la Unión Liberal, su pensamiento político fue reaccionario y conservador y siempre fue contrario al sufragio universal. Sin embargo, fue un político pragmático y realista que buscó el consenso entre las fuerzas liberales en las que se cimentó el régimen de la Restauración. Tras ser el artífice de la vuelta al trono de los Borbones y configurarse como la gran figura política del nuevo régimen, fue asesinado en 1897 por el anarquista italiano Miguel Angiolillo.

Cánovas era partidario de mantener a los Borbones y el viejo sistema liberal basado en el sufragio censitario. Defendía la idea moderada de la soberanía compartida de Rey y Cortes, en un punto intermedio entre el Antiguo Régimen y la monarquía democrática de 1869. Cánovas consiguió que la reina renunciara a sus derechos al trono en 1870.

Había que crear un sistema bipartidista basado en dos partidos burgueses que pacíficamente se fueran turnando en el poder. Estos dos partidos serían el que él creó, el Partido Conservador, que debía sustituir al agotado partido Moderado, y el Partido Liberal, dirigido por el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta, que sería el heredero de los ideales de 1869 adaptados a los límites del sistema canovista.

Principales rasgos de la Constitución:

  • Soberanía compartida entre las Cortes y el Rey. Lo que significaba la negación de la idea de soberanía nacional.
    • Senadores elegidos por sufragio censitario entre los mayores contribuyentes.
  • Fortalecimiento del poder de la Corona que se constituyó como eje del Estado:
    • Poder ejecutivo: designación de los ministros y mando directo del ejército
    • Poder legislativo compartido con las Cortes:
      • Derecho de veto absoluto sobre las leyes aprobadas por las Cortes
      • Poder de convocar, suspender o disolver las Cortes
  • Reconocimiento teórico de derechos y libertades, que en la práctica fueron limitados o aplazados durante los gobiernos de Cánovas, principalmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.

En 1890, con el Partido Liberal de Sagasta en el poder, se aprobó el sufragio universal masculino. En consecuencia, se restableció el presupuesto del clero para financiar a la iglesia.

1.3 El Reinado de Alfonso XII (1875-1885): el turno de partidos

Cánovas diseñó un sistema basado en el turno pacífico de dos partidos en el poder. El Partido Conservador, dirigido por el propio Cánovas del Castillo y heredero del moderantismo, y el Partido Liberal, liderado por Sagasta, al que se unirán progresistas y demócratas del Sexenio. Sagasta a menudo hablaba como un progresista radical, pero actuaba de una manera moderada y pragmática.

El sistema de turno tuvo la gran virtud de garantizar la alternancia pacífica en el poder, poniendo fin durante un largo periodo al intervencionismo militar y a los pronunciamientos. Sin embargo, el turno fue un puro artificio político, destinado a mantener apartados del poder a las fuerzas que quedaban fuera del estrecho sistema diseñado por Cánovas: las fuerzas de izquierda, los republicanos, el movimiento obrero, los regionalismos y los nacionalismos.

El turno en el poder no era la expresión de la voluntad de los electores, sino que los dirigentes de los partidos lo acordaban y pactaban previamente. El “transformismo” en Italia y el “rotativismo” en Portugal fueron sistemas similares.

La prematura muerte de Alfonso XII en 1885 abrió el período de la Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902) hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Tras la muerte del rey, Cánovas y Sagasta reafirmaron en el denominado Pacto del Pardo (1885) el funcionamiento del sistema de turno.

En el denominado “gobierno largo” de Sagasta (1885-1890) se aprobaron diversas medidas de reforma política:

  • La Ley de Asociaciones (1887), que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales y permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras.
  • La abolición de la esclavitud en las colonias (1888)
  • El Sufragio universal masculino (1890)

Sin embargo, el sistema de turno siguió basándose en la adulteración sistemática de las elecciones, aunque el sufragio universal permitió que los republicanos obtuvieran un puñado de diputados en las ciudades, donde no funcionaba el caciquismo. Se organizaron en un partido político liderado por Cándido Nocedal.

Los partidos republicanos

Castelar evolucionó hacia posturas cada vez más moderadas y fundó el Partido Republicano Posibilista, partidario de llegar a un entendimiento con la monarquía borbónica.

El movimiento obrero: anarquistas y socialistas

Al igual que en toda Europa, la ruptura entre Marx y Bakunin en el Congreso de La Haya en 1872 propició la escisión de las fuerzas obreras entre:

a) Anarquistas: grupo mayoritario en España. Finalmente en el Congreso en Barcelona (1910), nació la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, el mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales catalanes.

Todavía de forma clandestina, en 1879 nació en Madrid el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, con Pablo Iglesias como principal figura. Pensadores, profesores universitarios, novelistas contrarios a un sistema que impedía la modernización del país y la aproximación a la Europa avanzada.

El punto de partida de los argumentos nacionalistas consiste en afirmar que Cataluña y el País Vasco son naciones y que, por consecuencia, tienen derecho al autogobierno. Esta afirmación la basan en la existencia de unas realidades diferenciales: lengua, derechos históricos (fueros), cultura y costumbres propias. Estos movimientos tendrán planteamientos más o menos radicales: desde el autonomismo al independentismo o separatismo.

Durante el siglo XIX, el siglo del nacionalismo en toda Europa, el sentimiento nacionalista se reavivó entre una burguesía que estaba protagonizando la revolución industrial. Al año siguiente, esta organización aprueba las denominadas Bases de Manresa, programa en el que se reclama el autogobierno y una división de competencias entre el estado español y la autonomía catalana.

En 1901 nace la Lliga Regionalista con Francesc Cambó como principal dirigente y Prat de la Riba como ideólogo. Es un partido conservador, católico y burgués con dos objetivos principales:

  • Autonomía política para Cataluña dentro de España. Cambó llegó a participar en el gobierno de Madrid, pese a no conseguir ninguna reforma ante el cerrado centralismo de los gobiernos de la Restauración.
  • Defensa de una política comercial proteccionista.

Mientras tanto, la clase obrera abrazó mayoritariamente el anarquismo.

b) El nacionalismo vasco

La defensa de los fueros vascos quedó ligada a la causa carlista durante el siglo XIX. La burguesía vizcaína, enriquecida por la naciente revolución industrial, fue el terreno social en el que nació el nacionalismo vasco.

El Partido Nacionalista Vasco, PNV, fue fundado por Sabino Arana Goiri en 1895. Este hombre, nacido en el seno de una familia carlista y ultracatólica, formuló los fundamentos ideológicos del nacionalismo vasco:

  • Independencia de Euskadi y creación de un estado vasco independiente (Euskal Herria) en el que se incluirían siete territorios, cuatro españoles (Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra) y tres franceses (Lapurdi, Benafarroa y Zuberoa).
  • Defensa de la religión católica y de la lengua vasca (euskera) como elementos definitorios de la identidad vasca.
  • Esta actitud racista implicaba la oposición a los matrimonios entre vascos y maketos (habitantes del País Vasco procedentes de otras zonas de España), rechazo y desprecio ante estos inmigrantes, en su mayoría obreros industriales.
  • Conservadurismo ideológico, tanto en el terreno social como en el político, que lleva al enfrentamiento con el PSOE, principal organización obrera en Vizcaya.

La influencia social y geográfica del nacionalismo vasco fue desigual. La gran burguesía industrial y financiera se distanció del nacionalismo, y el proletariado, procedente en su mayor parte de otras regiones españolas, abrazó mayoritariamente el socialismo.