Problema y contexto históricos: La Revolución Gloriosa
La revolución política conocida como “La Gloriosa”, puso fin al reinado de Isabel II, obligada a partir al exilio por un pronunciamiento militar encabezado por los líderes del progresismo, secundados por los hombres de la Unión Liberal (General Serrano) y del Partido Demócrata. Con “La Gloriosa”, fracasaba la implantación en España de un liberalismo conservador y censitario. Las bases políticas del reinado isabelino se pusieron en la conocida “década moderada”:
La década moderada del reinado de Isabel II
- La Constitución conservadora de 1845: donde se afirma la soberanía compartida, se amplían los poderes de la Corona, se implanta un sufragio censitario muy restringido, se proclama la confesionalidad católica del Estado y se suprimen la Milicia Nacional, los juicios por Jurados y los Ayuntamientos, cuyos alcaldes eran de origen electivo.
- La Ley de Ayuntamientos de 1845: que consolidaba un Estado centralista, al regular la intervención de la Corona en el nombramiento de los alcaldes de todas las capitales de provincia y de los municipios de más de 2.000 habitantes.
- La reforma de la Hacienda de Mon y Santillán de 1845: que estableció en España dos impuestos directos (la “contribución de inmuebles, cultivo y ganadería” y el “subsidio industrial y comercial”) y otro indirecto sobre el “consumo”.
- El Concordato de 1851: que buscó reconciliar al régimen isabelino con la Iglesia tras el proceso de desamortización eclesiástica iniciado en 1836 por Mendizábal. Se devolvió al clero regular los bienes desamortizados aún no vendidos, aunque obligándose a venderlos y colocar sus ingresos en títulos de Deuda Pública. A cambio, la Iglesia vio reconocida la Religión Católica como única en España, se prohibió cualquiera otra y se la reconocía derechos para adquirir nuevos bienes en propiedad, o privilegios para intervenir en la enseñanza o en la censura de publicaciones.
La Revolución de 1868 puso de manifiesto la incapacidad del régimen isabelino de aceptar a la otra familia del liberalismo español nacida en Cádiz, que tan sólo disfrutó de dos años el poder en el conocido como “Bienio Progresista” (1854-1855). Los progresistas tuvieron el tiempo suficiente para emprender una nueva desamortización, esta vez civil, la promulgada por Madoz en 1855, y una Ley de Ferrocarriles.
Las diferencias entre moderados y progresistas en unos casos eran de matiz, en otros eran más radicales, especialmente, los progresistas defendían la soberanía nacional, las limitaciones del poder real, la Milicia Nacional, el juicio por Jurados o los alcaldes electivos. A medio camino entre los moderados y progresistas se formó el Partido de la Unión Liberal, liderado por O´Donnel, y fórmula de recambio para alternarse con los moderados hasta los años sesenta. Por la izquierda del progresismo, se situó el Partido Demócrata.
En primer lugar, subrayamos el fuerte intervencionismo de la Corona en el sistema político con un indisimulado apoyo al Partido Moderado o a la Unión Liberal, en detrimento de los progresistas. En 1866 España vivía una crisis financiera como consecuencia de la caída del valor de las acciones ferroviarias y de los títulos de Deuda Pública. En el sistema político se asistía al retraimiento de los progresistas que no concurrirán a las elecciones generales desde 1863. A ello se unía el agotamiento del régimen político isabelino, representado por el exilio voluntario en 1867 de O´Donnel a París, y la muerte en 1868 del General Narváez, el trono parecía quedarse aislado, y a merced de las conspiraciones que se tramaban fuera de España por los militares exiliados.
Así, en 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para derribar la monarquía isabelina y establecer un régimen liberal democrático. Este Pacto se reforzaba en 1867 al unirse a él, los militares del unionismo, representados por el General Serrano. Después de algunos intentos frustrados, la oportunidad llegaría en septiembre de 1868. Había estallado la “Gloriosa”.
La Constitución de Cádiz y el Manifiesto de los Persas (Contexto)
El problema histórico del primer tercio del siglo XIX, reside en el enfrentamiento entre los partidarios de mantener el antiguo régimen, es decir, la monarquía absoluta, la sociedad estamental y el régimen señorial; y aquellos otros, defensores de la implantación del liberalismo político y económico. La España de comienzos del siglo XIX representada por la monarquía borbónica de Carlos IV, monarca absoluto atemorizado por el estallido de la Revolución Francesa. Napoleón pretendía aislar a Inglaterra. Godoy, el valido de Carlos IV, odiado por la alta nobleza, realizó una serie de alianzas sucesivas con Francia, convirtiendo a España en enemiga de Gran Bretaña. En 1808, las tropas francesas entran en España y estalla el conocido motín de Aranjuez, que lleva al rey Fernando VII a destituir a Godoy y a la abdicación de Carlos IV. Napoleón obligó a Carlos y a su hijo Fernando a ir a Bayona, y abdicar allí de sus respectivos derechos, en beneficio de su hermano José, que se convertiría en Rey de España. El Estatuto de Bayona, pretendía acabar con el antiguo régimen en España. Un alzamiento popular contra la presencia francesa inicia la Guerra de la Independencia. Quienes colaboraron con José I, fueron llamados afrancesados, mientras que la mayor parte de la población se opuso a la invasión. En Cádiz, diputados absolutistas, ilustrados y liberales redactaron la primera constitución española.
La Constitución promulgada en 1812 consagró por vez primera una declaración de derechos individuales, entre los que destacan la igualdad jurídica ante la ley, el derecho a la propiedad privada, la libertad de imprenta, la inviolabilidad de los domicilios, la abolición de la tortura o la igualdad fiscal, y se consagró la división de poderes. En 1813, Napoleón, acuciado por los problemas de sus tropas en el frente ruso, decide firmar la paz con España (tratado de Valençay) y reconocer a Fernando como monarca legítimo. Antes de atravesar la frontera y llegar a Madrid para jurar la Constitución, intenta sondear los apoyos que tiene, y se dirige a Valencia. Se volvía así a implantar la monarquía absoluta, la sociedad estamental y el régimen señorial. Se abría el periodo conocido como Sexenio Absolutista.
Tres años (Trienio Liberal)
Nacieron las dos tendencias del liberalismo: los moderados, partidarios de modificar el texto gaditano y atraerse a las elites del antiguo régimen, y los liberales exaltados, que consideraban a la Constitución de 1812 y su contenido, como conquistas sagradas e intocables. Una nueva década de absolutismo (década ominosa) se inicia con la sucesión al trono de Fernando VII, dejando dos hijas, Isabel II siendo una de ellas. La Ley Sálica, que impedía a las mujeres reinar, tuvo que ser derogada por Fernando para asegurar la herencia del trono de su hija. Se abrió así un conflicto dinástico, entre los seguidores de Isabel II y los partidarios de Carlos María Isidro, hermano del Rey. Entre 1836 y 1837, accede al poder el sector del liberalismo progresista (tras el amotinamiento de la guarnición de La Granja) con Mendizábal a la cabeza, que se encargó de desmantelar las instituciones del antiguo régimen.