Las Clases Populares en la España del Siglo XIX: Transformaciones Sociales y Conflictos

Las Clases Populares

Con el término de clases populares agrupamos a todos aquellos que, en el proceso de la Revolución Liberal, pasaron a constituir el grupo social desfavorecido: antiguos artesanos, campesinos pobres y jornaleros sin tierras, y el nuevo proletariado surgido con la industrialización.

Artesanos y Grupos Urbanos

Las clases bajas urbanas se dedicaron a los servicios. Las mujeres, trabajaban en el servicio doméstico. Aproximadamente una cuarta parte de la población activa eran muchachas de servicio, inmigrantes de los pueblos, con horarios interminables y bajos salarios. Además, muchas mujeres trabajaban de lavanderas, planchadoras, costureras o amas de cría.

En 1830 la pervivencia del mundo artesano continuó siendo importante en España. El censo agrupa oficios como carpintería, herreros, zapateros. Por último, el crecimiento urbano y la nueva estructura del estado liberal concentraron en las ciudades una serie de trabajadores de servicios relacionados con el crecimiento urbano.

La Situación del Campesinado

La situación del campesinado en el periodo isabelino es variada y compleja. La disolución del régimen señorial y las desamortizaciones no alteraron sustancialmente la estructura de la propiedad de la tierra. En la actual Castilla-La Mancha, Andalucía, los antiguos señores salieron reforzados con el reconocimiento de propiedades sobre las que solo gozaban de derechos. La tierra se volvió a concentrar en pocas manos y, sobre todo, en las de quienes no la trabajaban.

El proceso histórico anterior había creado una gran variedad de situaciones en el campo español. Es difícil distinguir entre el pequeño propietario con una ínfima cantidad de tierra, el arrendatario, el mozo o el jornalero sin tierras.

Los campesinos, en su conjunto, siguieron sujetos a relaciones de tipo clientelares. Las creencias religiosas, la red de relaciones personales y los modos de vida continuaron vigentes.

Los Jornaleros sin Tierra

El número de jornaleros y mozos agrícolas aumentó considerablemente en la primera mitad del siglo XIX. Igualmente aumentó su porcentaje con respecto al total de la población. Las razones hay que buscarlas en el crecimiento vegetativo de la población jornalera; los pequeños labradores, agobiados por las deudas, sucumbieron ante la demanda de tierras de los labradores acomodados.

La Aparición del Proletariado

Los orígenes de la clase obrera van ligados al proceso de industrialización que se produjo en nuestro país a lo largo del siglo XIX. La aparición de la industria moderna supuso una organización del trabajo claramente diferente de la del antiguo sistema gremial. Las nuevas fábricas utilizaban una mano de obra asalariada, conocida primero con el nombre de operarios y más tarde con el de proletarios. Su número era todavía muy reducido en la primera mitad del siglo XIX.

El patrón, propietario de un establecimiento industrial, compraba la fuerza de trabajo de un obrero a cambio de un salario. El sueldo tenía que bastar para la comida, vestido y vivienda. Las jornadas laborales eran de 12 a 14 horas en establecimientos oscuros, húmedos y mal ventilados. Las condiciones de vida eran muy deficientes. No es de extrañar que a mediados de siglo la vida media de un trabajador de Barcelona estuviera en los 19 años.

Las Revueltas Populares

El aumento de la población asalariada en el campo provocó un grave problema social. No es extraño que los conflictos y las revueltas fueran una constante en la historia española del siglo XIX, sobre todo en Andalucía. Al comienzo se produjeron una serie de manifestaciones espontáneas de rebeldía.

A partir de la década de 1830, los campesinos de los pueblos de antiguos señoríos presentaron demandas y pleitos, y se negaban a pagar rentas.

Las primeras manifestaciones de protesta obrera se produjeron a partir de la década de 1830 y tuvieron un carácter de reacción contra la mecanización.

Los trabajadores comprendieron muy pronto que el problema no radicaba en las máquinas, sino en el reparto desigual de beneficios y salarios.

Los Primeros Movimientos Sociales

El limitado proceso de industrialización español supuso que el número de obreros fuese menor que el de las sociedades más industrializadas de Europa. Por otro lado, la existencia de dos millones de obreros agrícolas y las fuertes desigualdades en la propiedad de la tierra propiciaron el estallido de importantes agitaciones campesinas.

Los Inicios del Sindicalismo

Las primeras asociaciones con carácter sindical nacieron en Cataluña. De este movimiento nació el primer sindicato de España, la Sociedad de Tejedores, fundada en Barcelona en 1840.

Estos primeros sindicatos eran federaciones que agrupaban a los trabajadores por oficios. Estas organizaciones, además de su función reivindicativa para conseguir mejores condiciones laborales y salariales, funcionaban como sociedades de protección mutua. Los trabajadores pagaban una cuota para sostener una caja de resistencia destinada a pagar el jornal en caso de enfermedad, despido o huelga.

La Expansión del Obrerismo

En los años del Bienio Progresista, proliferaron las agitaciones sociales y el obrerismo inició entonces su expansión hacia otras zonas de España. Ya se habían producido conflictos de tipo laboral en varias ciudades españolas: Granada, Madrid… La experiencia obrera del Bienio marcó el inicio del sindicalismo de clase, a la vez que consolidó la huelga como el instrumento más eficaz de defensa de las reivindicaciones obreras.

Fue también durante el Bienio Progresista cuando tuvo lugar en Barcelona la primera huelga general. Se reivindicaba la libertad de asociación, el establecimiento de un horario fijo de trabajo y la formación de una comisión mixta de obreros y patrones para resolver los conflictos laborales.

Las Revueltas Agrarias Andaluzas

La desigual distribución de la propiedad y la creciente proletarización del campesinado desembocaron en la radicalización de los movimientos campesinos. Los levantamientos campesinos tomaron generalmente la forma de ocupaciones ilegales de tierras.

En 1855 tuvo lugar en Andalucía, Aragón y Castilla un fuerte movimiento de ocupación de tierras. Seiscientos campesinos se alzaron en Loja, levantaron a cuarenta y tres pueblos de las provincias de Cádiz, Málaga, y formaron un ejército armado y otros tantos sin armas.