Las Cortes de Cádiz y el Programa Revolucionario
Las Cortes de Cádiz representan la otra cara de la Guerra de la Independencia. Mientras gran parte de la población española luchaba contra la invasión francesa, un reducido grupo de ilustrados buscaba implantar las ideas de la auténtica revolución burguesa que había triunfado en Francia.
El Llamado a las Cortes
Hacía 100 años que los Borbones no convocaban a las Cortes, pero en 1810 se reunieron en Cádiz, en plena guerra. Se esperaba que la Constitución de 1812, promulgada por estas Cortes, sirviera para transformar al pueblo español. La composición de las Cortes reflejaba una preponderancia de las clases medias: eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares y catedráticos. También había una representación de la burguesía industrial y comercial, aunque la ausencia de representantes del pueblo llano, como campesinos, fue notable. Se creó la Batzar konstituzionagilea (Asamblea Constituyente). Los diputados de Cádiz iniciaron la revolución liberal proclamando la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, incluidos los de América, convirtiendo a España y sus colonias en una sola nación.
En las Cortes se perfilaron dos grandes tendencias:
- Liberales: Partidarios de reformas profundas y de la implantación de un sistema político liberal.
- Absolutistas: Defensores del Antiguo Régimen y de la monarquía absoluta, entre los que se encontraba gran parte del clero.
Libertad de Expresión y Reformas Liberales
Impulsados por las ideas ilustradas, los liberales lograron la aprobación del decreto de libertad de imprenta. Las Cortes de Cádiz desmantelaron gran parte de la estructura del Antiguo Régimen. Abolieron la Inquisición, considerada un obstáculo para la ciencia y la libertad de pensamiento. También suprimieron las antiguas provincias y realizaron una nueva división territorial con el objetivo de avanzar hacia la centralización política. Se otorgó a las Cortes la función de hacer leyes y se estableció el sufragio universal masculino indirecto. Se reconoció a Fernando VII como rey legítimo, pero no como monarca absoluto, sino constitucional. España se definía como un estado confesional, y se garantizaban las propiedades de los grupos privilegiados.
El Retorno de Fernando VII y el Sexenio Absolutista (1814-1820)
A su regreso a España, Fernando VII fue recibido por generales y diputados absolutistas que le instaron a restaurar el absolutismo. Estos últimos firmaron el Manifiesto de los Persas, un documento en el que se solicitaba la abolición de la Constitución de 1812. Fernando VII declaró nula la obra legislativa de las Cortes de Cádiz y restauró el absolutismo. La Santa Alianza, que promovía la contrarrevolución en Europa, respaldó la política absolutista de Fernando VII. Se restableció la Inquisición y se suprimió la libertad de prensa. Aunque la Iglesia reclamó la devolución de las tierras desamortizadas, Fernando VII se negó a hacerlo.
El descontento con el absolutismo y la nostalgia por las reformas liberales de Cádiz provocaron numerosos pronunciamientos militares que buscaban el restablecimiento de la Constitución.
Crisis Económica y Financiera
La situación económica y financiera era precaria. La industria estaba paralizada y, aunque la agricultura experimentó un ligero crecimiento, se debió en parte a la restauración de los privilegios de la Mesta, lo que perjudicaba a los agricultores. Se planteó la necesidad de establecer una contribución única, como se había hecho en Cádiz, para sanear las finanzas públicas.
El Trienio Liberal (1820-1823)
El comandante Rafael Riego protagonizó un pronunciamiento militar a favor de la Constitución de 1812. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución y a gobernar bajo un régimen constitucional. Surgieron juntas liberales en diversas ciudades. Los liberales abolieron nuevamente la Inquisición, restablecieron el sistema fiscal de Cádiz y promovieron la desamortización de tierras. La prensa se convirtió en un instrumento fundamental para la acción política.
Dentro del liberalismo surgieron dos facciones:
- Moderados: Partidarios de reformas graduales y de la colaboración con la Corona.
- Exaltados: Defensores de reformas radicales y de la soberanía popular.
Los moderados gobernaron con dificultades debido a la oposición absolutista. Las acciones contrarrevolucionarias se intensificaron, lo que llevó a la radicalización del gobierno liberal. En 1822, los exaltados formaron gobierno, apoyados por el ejército y la Milicia Nacional. En 1823, la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés financiado por las potencias absolutistas de la Santa Alianza, restauró el poder absoluto de Fernando VII. Los liberales no pudieron resistir la invasión. La obra legislativa del Trienio Liberal fue anulada, y el ejército francés permaneció en España durante cinco años.
La Década Ominosa (1823-1833) y la Crisis Política
Fernando VII gobernó como monarca absoluto durante la llamada Década Ominosa. Se persiguió a los liberales y se restableció parcialmente el Antiguo Régimen, aunque se introdujeron algunas reformas inspiradas en el despotismo ilustrado y en el liberalismo moderado. La ciencia experimentó un retroceso al ser nuevamente controlada por la Iglesia.
El gobierno de Fernando VII se enfrentó a dos grandes problemas:
- Liberales exaltados: Siempre dispuestos a protagonizar nuevos levantamientos.
- Ultras o Apostólicos: Partidarios del absolutismo más radical, acusaban a Fernando VII de ceder ante los liberales.
A partir de 1826, se produjeron levantamientos ultras en Navarra y Castilla-La Mancha. La inestabilidad política se agravó a partir de 1830. Las esperanzas de los carlistas, partidarios del hermano del rey, Carlos María Isidro, se vieron reforzadas. Las revoluciones liberales en Francia privaron a los absolutistas españoles de un importante apoyo exterior. Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, que permitía la sucesión femenina al trono. Los partidarios de Carlos aprovecharon la grave enfermedad del rey para intentar derogar la Pragmática Sanción, pero Fernando VII la restableció tras recuperarse.
En 1833, Fernando VII falleció, y su esposa, María Cristina, asumió la regencia en nombre de su hija Isabel II. Los carlistas, defensores del Antiguo Régimen, se levantaron en armas, dando inicio a la Primera Guerra Carlista.