Mecanismos de Poder en la Restauración
Los partidos antimonárquicos, antiliberales y antinacionales, al igual que las masas populares, quedaron en un principio excluidos del sistema.
La Alternancia en el Gobierno
En el sistema ideado por Cánovas, el candidato a presidente de Gobierno debía ser designado por el rey y contar también con una mayoría sólida en las Cortes para gobernar. En caso contrario, obtenía del monarca el decreto de disolución de las Cortes, promovía la convocatoria de elecciones y lograba una mayoría favorable que le permitiera seguir gobernando1. Para garantizar la victoria, cada grupo procedió a la manipulación y al fraude de los resultados electorales. Ninguno de los partidos denunciaba las irregularidades, ya que el sistema les beneficiaba a ellos posteriormente.
Se estableció una red clientelar en torno a los partidos: clientes o amigos que les prestaban apoyo a cambio de favores. Cuando el partido de turno llegaba al poder, se dedicaba a repartir cargos, concesiones y privilegios a sus clientes.
Oligarquía y Caciquismo
A menudo, cada dirigente controlaba políticamente una comarca a la que estaba vinculado por razones familiares o por tener propiedades; cuando había elecciones movilizaba a sus clientes, que, para obtener el mayor número de votos en la zona, compraban o presionaban a los electores y a los poderes locales (juez, gobernador, Guardia Civil), falseaban las listas electorales, manipulaban votos obtenidos. Estas prácticas se conocen como pucherazo.
El Ministerio de Gobernación (equivalente al Mº del Interior) era el organismo encargado de controlar el proceso electoral a través de los gobernadores civiles y las personalidades locales. Se ocupaba generalmente de elaborar el encasillado.3 El político en Madrid, el cacique en cada comarca y el gobernador civil en la capital de provincia, como enlace entre uno y otro, constituyen las tres piezas claves en el funcionamiento real del sistema.
Los caciques llegaron a ejercer un poder paralelo al del Estado. El caciquismo conseguía que un sector importante de las clases populares no acudiera a votar en las elecciones ya que las consideraba una farsa. En muchas circunscripciones rurales ni siquiera se llegaba a proponer un candidato alternativo al que presentaba el cacique. El caciquismo era más eficaz en estos distritos rurales, apolíticos y desmovilizados, que representaban el 70% del total. En los distritos urbanos la opinión pública y los votos eran difíciles de controlar, al igual que en zonas donde había otros partidos que no entraban en el juego electoral de la Restauración.
La Restauración en Castilla-La Mancha
La Restauración en el territorio de la actual Castilla-La Mancha se desarrolló bajo tres directrices claves:
El concepto de centralización, que supeditaba a las cinco provincias de la región a los parámetros básicos de las élites en Madrid.
El contexto agrario, mayoritario en la región, que polarizaba el desigual reparto de la renta y de la riqueza.
El acoplamiento perfecto del esquema “oligarquía y caciquismo”, a través de las relaciones entre poder central y poder local, donde gran parte del voto iba condicionado por las necesidades de subsistencia, y estas estaban inmersas en los mecanismos propios de la estructura piramidal de la economía y la política.
La modernización de la sociedad, la economía y la vida cotidiana del país y de la región fue evidente (tratándose de un período tan extenso en el tiempo), en un marco de la estabilidad política controlada por el sistema. Esta estabilidad hacía que los capitales públicos y privados se sintieran seguros, produciéndose en esta región cambios sustanciales entre 1880 y 1890, destacando los siguientes
La alteración del entorno con la introducción del ferrocarril. A mediados de la década de 1860 los ejes principales de la red férrea habían sido fijados, con gran incidencia en nuestra región (Madrid a Levante por Alcázar y Albacete; Madrid a Andalucía por Alcázar y Manzanares), si bien el impulso de estas redes de comunicación se vinculará esencialmente a las zonas por donde pase su trazado (La Mancha central, áreas de la ribera del Tajo), quedando aisladas otras (Campo de Montiel, Montes de Toledo, desconexiones entre Cuenca y el resto de la región) donde no se apreció un desarrollo económico y social relevante.
Relacionado con lo anterior, se producen importantes cambios en el tejido productivo, al entrar los productos regionales, a través del ferrocarril, en los mercados nacional e internacional:
entrará en crisis la “cultura del cereal”, debido a la entrada de cereal extranjero a través del ferrocarril, procedente de la costa, a precios muy competitivos.
emergerá el sector vitivinícola, principalmente en La Mancha central, debido también a la crisis de la filoxera en Francia.
Se iniciará la explotación del subsuelo regional (además del mercurio de Almadén), siendo el caso más relevante Puertollano.
Debido a esta transformación, la vieja oligarquía agraria ve peligrar su dominio de la comunidad, a la vez que aparecen nuevos segmentos de medianos y pequeños propietarios e, inclusive, nuevas formas de élites: la burguesía de negocios de carácter foráneo que invierte en vinos y alcoholes.
Esa nueva organización de las élites produjo una recomposición del poder local en las diputaciones y los municipios
Esta situación convierte a la actual Castilla-La Mancha en una región dual:
Áreas desfavorecidas marginadas por la incomunicación y los problemas de productividad.
Áreas vinculadas a las transformaciones agrícolas y de servicios a las nuevas comunicaciones, especialmente importantes en las provincias de Ciudad Real, Toledo y Albacete.