El Surgimiento de Nacionalismos y Regionalismos en España
El Nacionalismo Catalán
En Cataluña, la industrialización propició el nacimiento de una burguesía de empresarios industriales. Este nuevo grupo social hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador. En el siglo XIX, nació un movimiento conocido como la Renaixença, cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad catalanas. El catalanismo surgió a causa del progreso económico y el renacimiento cultural.
El catalanismo político tuvo varias corrientes: una basada en el tradicionalismo y otra de carácter progresista, liderada por Valentí Almirall, quien fundó el Centre Català. Un paso muy importante fue la elaboración de las Bases de Manresa, que proponían la consideración de Cataluña como una entidad autónoma dentro de España. El regionalismo pasó a convertirse en nacionalismo. En 1901, se creó la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Riba y el joven abogado Francesc Cambó.
El Nacionalismo Vasco
Surgió en la década de 1890. Hay que considerar la reacción ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros, pero también el desarrollo de una corriente cultural (euskera), y se crearon los euskaros con un importante componente religioso. Su gran propulsor fue Sabino Arana. Arana pensaba que la población de maketos (inmigrantes no vascos) ponía en peligro el euskera. En 1895, se creó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que popularizó un nuevo nombre para su patria (Euskadi), una bandera propia y un lema (“Dios y Ley Antigua”).
El movimiento estaba impregnado de un gran sentimiento católico y de defensa de la tradición; pretendía impulsar la lengua y las costumbres vascas, y defendió la pureza racial del pueblo vasco. El PNV, en principio independentista, evolucionó hacia el autonomismo. Su principal rival era el carlismo.
El Nacionalismo Gallego
Tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el siglo XX. La lengua gallega se usaba, sobre todo, en el medio rural. Al intentar convertirla en lengua literaria, surgió la corriente llamada Rexurdimento (Rosalía de Castro). Unas minorías cultas, insatisfechas, forzaron a muchos gallegos a la emigración. En la última etapa de la Restauración, el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político.
Valencianismo, Aragonesismo y Andalucismo
- Valencianismo: El movimiento valencianista nació como una corriente cultural de reivindicación de la lengua y la cultura propias (Renaixença), teniendo en Teodor Llorente y Constantí Llombart sus máximos representantes en el siglo XIX. El nacimiento del valencianismo político se sitúa a principios del siglo XX, con la creación de la organización Valencia Nova, que buscaba comprometer a todos los partidos políticos en un proyecto valencianista.
- Aragonesismo: Surgió en el seno de una incipiente burguesía que impulsó la defensa del derecho civil aragonés, la reivindicación de valores culturales particularistas y la recuperación romántica de los orígenes del reino. Joaquín Costa, aunque no fue nacionalista, reclamó insistentemente los derechos del mundo campesino aragonés. No obstante, hasta la Segunda República no aparecieron las primeras formulaciones políticas autonomistas.
- Andalucismo: Blas Infante, apóstol del andalucismo, estableció las bases del particularismo y propuso la autonomía. Durante la Segunda República, el movimiento andalucista abordó por primera vez la redacción de un proyecto de Estatuto de Autonomía, elaborado por una asamblea de municipios sevillanos, pero esta iniciativa tuvo escaso respaldo.
La Guerra de Ultramar
Cuba: La Perla de las Antillas
Tras la Paz de Zanjón, los naturales de Cuba esperaban de la administración española una serie de reformas que les otorgasen los mismos derechos que a los españoles de la península. Siguiendo el modelo bipartidista de la Península, se crearon en Cuba dos grandes partidos: el Partido Autonomista, integrado en su mayoría por cubanos, y la Unión Constitucional, un partido españolista.
El Partido Autonomista pedía la autonomía para la isla, propugnaba un programa de reformas políticas y económicas sin llegar a la independencia, y había conseguido una amplia representación en el Parlamento español. El Partido Liberal de Sagasta llegó a concretar la abolición formal de la esclavitud en 1888. En 1893, el intelectual José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia, y de inmediato consiguió apoyo exterior, especialmente de EE. UU. En 1891, se elevaron las tarifas arancelarias para los productos importados.
La Gran Insurrección
En 1879, se produjo una insurrección que dio lugar a la llamada “Guerra Chiquita”. La sublevación de los mambises fue derrotada al año siguiente. Pocos años después, el “Grito de Baire” de 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado. El jefe del gobierno español, Cánovas del Castillo, envió un ejército al mando del general Martínez Campos. Este no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler, quien inició una férrea represión.
Para evitar que los insurrectos aumentasen, Weyler organizó concentraciones de campesinos, a las que se obligaba a cambiar de asentamiento. En 1897, tras el asesinato de Cánovas, se encargó el mando al general Blanco, quien inició una estrategia de conciliación con la esperanza de empujar a los separatistas a pactar una fórmula que mantuviera la soberanía española en la isla. Para ello, decretó la autonomía de Cuba.
Paralelamente al conflicto cubano, se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. El independentismo fraguó en la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal. Ambas rebeliones tuvieron el apoyo de una facción de la burguesía mestiza hispanohablante y de grupos indígenas. El nuevo gobierno liberal nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, quien pactó una pacificación momentánea del archipiélago.
La Intervención de EE. UU.
El pretexto para intervenir en la guerra lo dio el incidente del acorazado estadounidense Maine, que estalló en el puerto de La Habana. Estados Unidos culpó falsamente del hecho a agentes españoles y envió a España un ultimátum que le exigía la retirada de Cuba. El gobierno español lo rechazó, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión. Comenzaba así la Guerra Hispano-Estadounidense.
Una escuadra mandada por el almirante Cervera partió hacia Cuba, pero fue derrotada en la Batalla de Santiago. EE. UU. derrotó a otra escuadra española en Filipinas, en la Batalla de Cavite. En diciembre, se firmó la Paz de París, por la cual España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Las Consecuencias del Desastre de 1898
Una Crisis Política y Moral
A pesar de la envergadura de la crisis de 1898, la crisis económica fue menor de lo esperado. La necesidad de hacer frente a las deudas promovió una reforma de la Hacienda. Tampoco aconteció una gran crisis política; algunos de los nuevos gobernantes intentaron aplicar a la política las ideas del Regeneracionismo (con un crecimiento notable de los movimientos nacionalistas). La crisis del 98 fue, fundamentalmente, una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico: España era percibida como una nación moribunda.
El Regeneracionismo
Este era el sentimiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de Enseñanza. La Institución, que tenía en sus filas a intelectuales de la talla de Francisco Giner de los Ríos, estaba profundamente influida por el krausismo. Consideraban que la sociedad y la política española, en exceso influidas por la doctrina católica, no favorecían ni la modernización de la cultura ni el desarrollo de la ciencia. El mayor exponente del Regeneracionismo fue Joaquín Costa.
La crisis de 1898 agudizó la crítica regeneracionista, muy negativa hacia la historia de España, y denunciaba los defectos de la psicología colectiva española. Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo. Empezó a producirse también una renovación en la ciencia. Asimismo, un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron analizar el “problema de España”, pensando que había llegado el momento de una regeneración moral, social y cultural.
El Fin de una Época
El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración y la aparición de una nueva generación de políticos, que empezaron a actuar en el nuevo reinado de Alfonso XIII. Sin embargo, la política reformista no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas. La derrota militar tuvo también consecuencias en el ejército, acusado de tener gran responsabilidad en el desastre. Frente a un antimilitarismo creciente, una parte de los militares se inclinó hacia posturas autoritarias, atribuyendo la derrota a la ineficacia y la corrupción de los políticos. Esta injerencia fue aumentando y culminó con el golpe de Estado de Primo de Rivera, que inauguró una dictadura de siete años, y en el protagonizado por el general Franco.