Oligarquía y caciquismo
El texto se inicia con una denuncia
del fenómeno del caciquismo que se jerarquiza en 3 niveles: 1º los oligarcas
que son los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman
su “plana mayor”, residen ordinariamente en el centro; 2º los caciques que se
estructuraba de primero, segundo o ulterior grado según el ámbito territorial y
el poder que ejercía y 3º el gobernador civil que es el soporte
político-institucional del sistema. “A esto se reduce fundamentalmente todo el
artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación”. Las
decisiones eran tomadas en una élite dentro del partido. Los caciques son los
personajes más influyentes de una localidad o provincia, el caciquismo se
define como un entramado de relaciones basadas en la lealtad o intereses
personales que unen al cacique con el de la comarca y a estos con los caciques
más altos (dirigentes de partidos políticos y ministros). El poder de los
caciques se basa en la superioridad económica, en sus “amistades políticas” y
en sus contactos con la administración que puede favorecer a sus leales. Estos
favores pueden ser: individuales ( dar empleos munincipales, documentos para la
apertura de un negocio, permiso para edificar,…) o colectivos ( una nueva
carretera, una vía férrea, un pantano, fondos públicos,…)
Los oligarcas y caciques anteriormente citados “constituyen a la clase
directora o gobernante, distribuida o encasillada en partidos. Un turno de partido se alcanza mediante
el sistema de encasillado que trata de que antes de las elecciones los dos
partidos principales se reparten entre sí los diputados asignados a cada
provincia manipulando previamente las elecciones. El turno de partidos se
divide en los dos partidos principales que son; el partido conservador y el
liberal que llegan a un acuerdo para repartirse el poder y alternarse en el
gobierno del país cada 2 ó 3 años. Ambos partidos tienen escasas diferencias
ideológicas. Los que se pretende con esto es que ninguno de los dos partidos se
quede excluido del poder y se vea incitado a una insurrección o pronunciamiento
militar. También, esto impide al resto de partidos gobernar. Este método de
gobernar pretende mantener el orden socio-económico en mano de las clases
dominantes, sin embargo, no carecerá de problema pues ni los liberales ni
conservadores se mostraran receptivos a las demandas de los diferentes grupos
sociales ya que no necesitan sus votos para gobernar. Además este sistema no
elimina cierta tensión entre los dos partidos dominantes porque el partido de
la oposición se podría impacientar si tarda en acceder de nuevo al poder ya que
mientras que está en la oposición no puede disfrutar de las series de privilegios
que obtendría si gobernase: controlar los presupuestos, disfrutar de cargos
públicos a la vez de repartirse puestos y favores entre amigos y familiares.
Joaquín Costa resalta en esta denuncia que “en las elecciones las clases conservadoras y gobernantes falsifican el sufragio”. La consecuencia del caciquismo y el turno de partidos será la corrupción generalizada. La manipulación de las elecciones será general, todos los empleados municipales debían votar a quien decía el cacique, se compraban votos por 5 y 10 pesetas, se hacia votar a “los muertos del cementerio” y se acude a la amenaza, la agresión física o destrucción de urnas. Aquí colaboraran jueces, guardia civil y gobernadores.
Finalmente, el sistema de la restauración terminará en 1929 debido entre otras cosas a la crisis de 1917 (generada por las juntas de defensa, la asamblea de parlamentarios y la huelga general del 17), la división dentro de los partidos y el desastre de “annual”. En definitiva, el fenómeno del caciquismo sobrevivió al sistema de la restauración y continuó en España hasta, más o menos, los años 60 cuando el desarrollo industrial de España y éxodo rural consiguiente debilito de forma clara la influencia de los caciques.