Oposición al Régimen de la Restauración
La oposición al régimen de la Restauración, conocida como fuerzas antidinásticas, se sustentaba en tres pilares fundamentales y presentaba una gran variedad:
- Movimientos nacionalistas periféricos que reclamaban la independencia o una mayor autonomía (Cataluña, País Vasco, Galicia y Valencia).
- Los carlistas, derrotados en 1876, divididos entre los integristas (rechazo total al régimen) y los posibilistas (dispuestos a participar en elecciones).
- Los republicanos, minoritarios y divididos en posibilistas (liderados por Castelar), federales (liderados por Pi i Margall) y unitarios (Salmerón). Representaban principalmente a las clases medias urbanas y, en un primer momento, a los obreros.
Nacionalismos Periféricos
Los nacionalismos periféricos, especialmente en Cataluña y el País Vasco, surgieron a raíz de la Revolución Francesa. Durante la segunda mitad del siglo XIX, evolucionaron hacia posiciones más locales y excluyentes, perdiendo su universalidad con el resurgimiento de las lenguas vernáculas. Se idealizaba la historia, acusando a Castilla de monopolizar España y reprimir las libertades y leyes de estos territorios. Estos nacionalismos eran anticentralistas.
El desarrollo industrial, concentrado en la periferia, generó una lucha de intereses entre la burguesía industrial (proteccionista) y la aristocracia terrateniente (librecambista).
Se distinguen dos tipos de nacionalismos:
- Nacionalismo conservador: Rechazaba la modernidad, era rural, tradicionalista, y reclamaba autonomía o independencia. Sus dirigentes solían ser de la nobleza rural.
- Nacionalismo burgués: Aceptaba los cambios de la industrialización y tenía un carácter urbano.
Nacionalismo Catalán
Surge a partir del Sexenio Democrático y la Primera República. Inicialmente, convivieron las tendencias conservadora (antiliberal y tradicionalista) y progresista (burguesa, conservadora en lo social pero progresista en lo político).
La Unión Catalanista (1891) promovió las Bases de Manresa, un programa político progresista pero conservador en lo social y económico, que buscaba la autonomía de Cataluña, no la independencia.
La burguesía catalana, con importantes intereses comerciales en España, prefería la autonomía a la independencia para evitar aranceles y la disminución de la demanda.
En 1901, el nacionalismo burgués se plasmó en la Lliga Regionalista, liderada por Francesc Cambó, que participó en gobiernos españoles ocupando ministerios económicos. En la Segunda República surgió Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), un partido de izquierdas.
Nacionalismo Vasco
Predominó la corriente conservadora hasta el siglo XX. Era rural, tradicionalista y agrario. Se promovió el euskera, más arraigado en el medio rural debido a la inmigración en las ciudades.
El nacionalismo vasco consideraba la industrialización y la inmigración como una amenaza para la identidad vasca, la religión, la patria y las costumbres.
Sabino Arana, hijo de un carlista, fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895. Tras su muerte en 1903, el nacionalismo vasco evolucionó hacia posturas más progresistas. La burguesía vasca tomó el control del PNV, orientándolo hacia un enfoque más industrial y autonomista.
También surgieron movimientos nacionalistas en Galicia y Valencia, con un enfoque en el resurgimiento cultural (como la lengua gallega). El nacionalismo gallego estaba ligado al atraso y las reivindicaciones, mientras que el valenciano reclamaba autonomía tanto de España como de Cataluña.
Crisis de 1898
La Crisis de 1898 marcó el fin del imperio español. El conflicto cubano tuvo sus raíces en la Revolución de 1868 (“La Gloriosa”), que coincidió con la Guerra Grande en Cuba (1868-1878).
Las demandas cubanas incluían la abolición de la esclavitud y una mayor autonomía. España reaccionó con intransigencia debido a los intereses de la burguesía española (ingenios de azúcar) y catalana (mercado textil) en la isla.
Se reforzó la emigración española a Cuba (700.000 personas, principalmente gallegos y asturianos). Estados Unidos, con fuertes intereses económicos en la isla (tabaco, azúcar), apoyó a Cuba.
La solución militar al primer conflicto no resolvió la situación, sino que la agravó. En 1895, tras el Grito de Baire, comenzó la Segunda Guerra de Cuba. España estaba dispuesta a transigir, pero Cuba ya reclamaba la independencia. La brutalidad del conflicto aumentó.
El general Weyler dirigió la contienda, con avances y retrocesos para España. El desastre llegó con la intervención de Estados Unidos. En 1898, tras la explosión del acorazado estadounidense Maine, Estados Unidos declaró la guerra a España. La flota española fue derrotada en las batallas de Santiago de Cuba y Cavite (Filipinas).
España vendió a Alemania las Islas Carolinas y las Islas Marianas en 1899, que Alemania perdería tras la Primera Guerra Mundial.
La pérdida de Cuba fue un duro golpe para la sociedad española, generando una profunda reflexión sobre la situación del país, reflejada en la Generación del 98.
Surgió un espíritu crítico social, político y económico, conocido como el Movimiento Regeneracionista. Se criticaba el sistema político de la Restauración, considerado culpable del desastre, especialmente el caciquismo. También surgió un sentimiento antimilitarista en la sociedad, mientras que los militares culpaban a los políticos.
En cuanto a las consecuencias económicas, hubo una disminución del comercio y de los ingresos de la industria textil catalana y del azúcar. Sin embargo, la repatriación de capitales impulsó la industria española y la creación de bancos.
La Segunda República Española (1931-1936)
El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República, con un gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora, un conservador. El gobierno estaba formado por los partidos del Pacto de San Sebastián: la derecha (Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura), el centro (republicanos conservadores y progresistas, como Manuel Azaña), los partidos nacionalistas, y la izquierda (partidos obreros, comunistas y socialistas, con facciones radicales y moderadas).
El objetivo era convocar elecciones a Cortes Constituyentes. El resultado no alteró significativamente la composición del gobierno. Niceto Alcalá Zamora fue el primer presidente de la República y Manuel Azaña, presidente del gobierno.
La Constitución de 1931
Las Cortes elegidas en 1931 elaboraron una Constitución muy democrática. Establecía que España era una “república de trabajadores”, superando los conceptos de soberanía nacional o popular. Contemplaba una división de poderes tajante, con Cortes bicamerales y sufragio universal.
El poder ejecutivo tenía un Jefe de Estado con competencias de gobierno, nombrado por el Presidente de la República, quien a su vez podía ser destituido por las Cortes. El poder ejecutivo estaba controlado por el legislativo.
El poder judicial residía en los tribunales de justicia. Se creó el Tribunal de Garantías Constitucionales para supervisar la constitucionalidad de las leyes. Se cambió la bandera y el himno.
La Constitución establecía la separación Iglesia-Estado, definiendo a España como un estado laico. Se retiraron los subsidios estatales a la Iglesia y se prohibió la enseñanza por parte de las órdenes religiosas.
Se establecieron derechos individuales y sociales (Seguridad Social, prohibición del trabajo infantil, acceso de las mujeres al trabajo, posibilidad de nacionalizar bienes básicos).
Etapas de la Segunda República
- Primer Bienio (1931-1933): Bienio Reformista. Gobierno de centro-izquierda con una intensa legislación para modernizar España.
- Segundo Bienio (1934-1935): Bienio Negro (o Bienio Conservador). Gobierno de centro-derecha que intentó revertir las reformas del bienio anterior.
- Frente Popular (febrero-julio de 1936): Coalición de fuerzas de izquierda y progresistas que ganó las elecciones de febrero. Intentó retomar las reformas del primer bienio, enfrentándose a la oposición de las derechas. Se generó un clima prebélico con enfrentamientos callejeros.