Inicios del Sindicalismo en España
El sindicalismo en España se desarrolló más tarde que en Europa debido a la menor industrialización. Los primeros movimientos surgieron en la industria textil catalana, motivados por la práctica de alargar las piezas de tela sin aumentar los salarios. En 1840, se fundó en Barcelona la “Sociedad de Tejedores”, el primer sindicato, con el objetivo de conseguir mejoras laborales y salariales, así como crear sociedades de “socorro mutuo”.
La expansión del obrerismo se produjo durante el Bienio Progresista (1854-56), favorecida por las medidas de los liberales progresistas, aunque también influenciada por el retroceso económico y la subida de los precios. Esto consolidó el sindicalismo de clase y la huelga como medio de actuación.
En 1855, tuvo lugar una huelga general en Barcelona por la introducción de las selfactinas (máquinas de hilar) en las fábricas. Los trabajadores reivindicaban libertad de asociación, horario fijo de trabajo y la formación de comités mixtos de trabajadores y obreros. Como consecuencia, se prohibieron las asociaciones obreras, se declaró el estado de sitio y se ejecutó a un obrero. No obstante, se formaron comités paritarios para subir los salarios. También hubo revueltas en el campo andaluz, en Utrera, Sevilla y El Arahal.
La Llegada del Internacionalismo (1868 – 1874)
El Socialismo Utópico
El socialismo utópico, una ideología que defiende la concordia entre las clases y la mejora de las condiciones de los trabajadores a partir de la elaboración de proyectos ideales, llevados a la práctica gracias a la buena voluntad de los empresarios, llegó a España. Las ideas de Sain-Simon, Fourier y Cabet entraron por Cádiz, donde Joaquín Abreu fundó los falansterios (cooperativas de producción y consumo). Posteriormente, llegó a Madrid con Fernando Garrido y a Barcelona con Felipe Montau.
Republicanismo Federal
Tras la revolución de 1868, se propuso proclamar la república federal y aplicar políticas de reformismo social. Sin embargo, fracasó debido a la poca base social y a la falta de implementación de las reivindicaciones obreras durante la I República.
La I Internacional
La I Internacional llegó a España por dos vías: a través de Fanelli (anarquismo) y Paul Lafargue (socialismo).
El Anarquismo en España
El anarquismo llegó con Fanelli en 1868 a Madrid y Barcelona, donde fundó los primeros grupos de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). Difundió las ideas anarquistas, identificándolas con las de la Internacional, y tuvo mucho éxito en Cataluña y Andalucía.
En 1870, durante el Primer Congreso de Barcelona, se fundó la FRE (Federación Regional Española). Se aprobó la huelga como método de actuación, la necesidad de la revolución social y el carácter apolítico del movimiento obrero. En 1869, había en España 195 sindicatos, no todos pertenecientes a la AIT.
Ideología Anarquista:
- Abolición del Estado y sustitución por una federación de colectividades
- Negación de los poderes establecidos
- No autoridad
- Abolición de la propiedad privada de los medios de producción
- No acción política organizada
- Revolución de campesinos, jóvenes y estudiantes
- No partidos políticos, sí sindicatos
- Laicismo, no iglesia, no matrimonio
- No participación en la política burguesa
- Métodos para eliminar el estado: terrorismo y huelga
El Socialismo en España
El socialismo llegó con Paul Lafargue a Madrid, trayendo consigo las posiciones marxistas que se difundieron a través de Pablo Iglesias, José Mesa y Francisco Mora, y del periódico La Emancipación. Propugnaban la toma del poder político por la clase trabajadora y fueron expulsados de la FRE por su enfrentamiento con los anarquistas, tras lo cual crearon la Nueva Federación Madrileña.
Ideología Marxista (Socialista):
- Materialismo histórico
- Abolición de la propiedad privada de los medios de producción
- Plusvalías en base al trabajo realizado
- Estado Obrero
- Lucha de clases y Emancipación del proletariado
- Sociedad sin clases
- Desaparición de la burguesía
- Dictadura del proletariado
- Unidad del proletariado
- Partido fuerte y organizado
Durante la Restauración, se produjo una fuerte represión del movimiento obrero, y las asociaciones pasaron a la clandestinidad hasta que los liberales llegaron al poder en 1881.
En 1881, la FRE fue considerada ilegal por ser extranjera y cambió su nombre a Federación de Trabajadores de la Región Española. Aumentó el número de afiliados y el anarquismo pasó a la acción directa (terrorismo) contra la burguesía (atentado en el Liceo de Barcelona), la iglesia (procesión del Corpus) y el Estado (asesinato de Martínez Campos y Cánovas del Castillo), lo que fue respondido con una fuerte represión oficial (ejecuciones de Monjuit).
Se produjo una división en el anarquismo entre los partidarios de la acción directa y los de la acción sindical (Solidaridad Obrera y CNT). En Madrid, los socialistas fundaron el PSOE y la UGT, con mucho éxito en Vizcaya, Madrid y Asturias. Eran un partido marxista, partidarios de la revolución social y de llegar al poder a través de las elecciones. Pablo Iglesias obtuvo el primer escaño de los socialistas en el Congreso de los Diputados en 1910.
El Movimiento Obrero y las Mujeres
La integración de las mujeres en el trabajo industrial fue muy temprana. El 17% de los trabajadores eran mujeres al comenzar la Restauración, y su salario, que era el 50 ó 60% del salario de los hombres, resultaba imprescindible para la supervivencia de las familias. Sin embargo, los sindicatos fueron recelosos ante el trabajo remunerado de las mujeres, pues creían que hacían la competencia a los hombres. En una revista anarcosindicalista se llegó a leer que “había que sacar a las mujeres de las fábricas para que pudieran dedicarse única y exclusivamente a los quehaceres domésticos”.
A pesar de ello, surgieron dirigentes femeninas en el movimiento obrero, como Teresa Claramunt, fundadora de una revista anarcosindicalista y de una Federación de Obreras, y líder de la Huelga General de Barcelona de 1902.
En resumen, los inicios del movimiento obrero español estuvieron marcados por las precarias condiciones de trabajo y de vida del proletariado industrial y agrario, y su escasa preparación intelectual, lo que puede explicar los tintes violentos que adquirió en múltiples ocasiones y el hecho, anómalo respecto al resto de Europa, de que tuviesen más fuerza las ideas de carácter anarquista, más radicalmente revolucionarias y apolíticas, que las socialdemócratas, más abiertas a la participación política y a la revolución legal.